Aprovechando la festividad del día, domingo de la Sagrada Familia, he visto nuevamente, muchos, muchos años después, la película La gran familia.
No es ésta una anotación para hablar de una película, sino de una familia. Y lo primero que se puede decir es que en la “foto familiar” sobre la que se sobreimprime el título, no está completa: faltan dos de los hijos,… que son los que en esa escena están tomando la Primera Comunión-
De esta forma, subliminal o no, se pone de manifiesto que la familia en cuestión, y por ende, la familia de comportamiento modelo, tiene una orientación cristiana, que es la que, con el empuje de un ¡buenos días, familia!, le permite superar, por ejemplo, como muestran estos diálogos entre el matrimonio, Carlos y Mercedes, los problemas económicos con que se encuentra:
“- ¿No has cobrado?
- De momento, estoy en la cola de acreedores.
- Pues es un conflicto.
- Pues no hemos pasado conflictos tú y yo. A nuestro lado, el Caribe es una balsa de aceite.”
… y que su logro no es lo material, sino la misma familia:
“- Soy yo quien debería arreglarlo todo, pero no puedo. Siempre alcanzado. A veces me desespero.
- Vamos, qué dices.
- Sí, siempre tengo la tremenda sensación de ir bordeando el fracaso No he podido darte nada de lo que tú podías esperar. Ya ves, ni siquiera logré ser arquitecto.
- Pero has hecho un futuro arquitecto. Me has dado no sólo la esperanza sino quince esperanzas.
- Sí, tienes razón. Aunque no tengamos dinero, somos los más ricos del mundo en ilusiones. Ilusiones de carne y hueso.”
… aunque no hay que olvidar el dinero, claro:
“- Oye, marido.
- ¿Qué?
- Que te quiero.
- Ya lo sé. Yo también.
(…)
- Oye, marido.
- Ya sé, que nos queremos.
- Mucho, sí. Pero acuérdate también del plazo de los libros.”
Uno de los retos de la familia es el futuro de los hijos, que pasa por una buena educación, tanto en casa como en la enseñanza:
“- Me estoy examinando por nueve hijos, en tres colegios, cuatro institutos y tres escuelas especializadas. Ni cuando hice las oposiciones tuve tanto miedo. Yo creí que con el tiempo la cosa pasaría, pero cá, cada vez peor. (…) Los chicos pasan sus apuros, pero los padres…”
… aunque no salgan bien del todo, a pesar del esfuerzo:
“- ¿Cómo te pueden haber suspendido? Es incomprensible.
- Pues me han suspendido.
- Bueno, un suspenso no deshonra a nadie.
- A mí, sí.
- Yo sé que has estudiado de firme, y que venías bien preparado. Todos los trabajos en que me has ayudado han salido bien, perfectos. No te desanimes, que la vida te está dando todos los días matrícula de honor. Arriba los corazones, chico, y demos gracias a Dios que Él nos examinará a todos y sabrá a quién debe aprobar.”
Cuando en un caso (precisamente el del hijo con el mismo nombre que el padre), sale mal, resultado lógico cuando no se aplica esfuerzo, se decide un castigo (dejarlo sin vacaciones). Castigo que pone de manifiesto que se trata de una familia, con un régimen casi asambleario:
“- No lo tomes como un plante, papá, pero es que si Carlitos no va, nosotros tampoco queremos ir.
- Esto ha sido idea tuya, ¿verdad?
- De todos. Hemos celebrado asamblea general y lo hemos decidido.
- Por unanimidad, ¿verdad que sí?
- Sí, sí, sí, eso.
- Lo comprendes, ¿verdad, papá? Si falta uno, no estamos a gusto.
- Vamos a deliberar.
- Ahora tiene que decidir el Primer Ministro.
- Con esa tropa no gana uno para sorpresas. ¿Tú qué crees?
- Que nos han dado la solución, porque tú y yo íbamos a sufrir más que nadie faltando uno.
- Y se salen con la suya.
- Se salen con la nuestra. Con la de todos.
- Bueno, ¿y quién se lo dice?
- Tú, naturalmente.
- ¿Yo?
- Por eso no pierdes autoridad. Ellos, piden, y tú concedes.
- Visto el resultado de la votación, la Presidencia cambia el dictamen. Chicos… ¡habéis ganado!”
Disfrutando de las vacaciones, en familia, el matrimonio tiene momentos de intimidad (más o menos), en los que se dan cuenta, precisamente, de que son una familia:
“- Esto del matrimonio está muy pero que muy bien. Es como… como un mundo para dos, todo lo demás queda fuera. ¿Sabes que el moreno te sienta muy bien?, yo diría que te hace más joven.
- ¿Me vas a hacer el amor a estas alturas?
- Y hasta más atractiva.
- Pues yo a ti te encuentro más guapo que nunca.
- Esta temporada me siento realmente muy bien, flexible, desengrasado…
- La verdad, por mucho que miro, no veo a ninguno que me guste como tú.
- Para ya que me voy a poner tonto.
- ¿Sabes qué te digo? Que si no fueras mi marido, te cazaba al vuelo.
- ¿Con escopeta?
- A cañonazos.
- ¿Te acuerdas de cuando éramos novios?
- Sí, pero entonces yo era sólo para ti. Ahora tienes quince amores y yo soy el último-
- ¡Mira Carlos!
- ¿Qué pasa?
- ¡Fíjate!
- Pero si son un par de mocosos.
- ¿Qué edad teníamos cuando tú me sacaste a bailar por primera vez?
- ¡Ah, eran otros tiempos!
- ¡Los nuestros! Ahora son los suyos. Y como esto siga así, dejaré de ser la madre de mis hijos para convertirme en la abuela de tus nietos.”
… bueno, y ellos dos:
“- Pronto empezarán a dejarnos solos.
- ¡Bah, no pienses en eso!
- ¿Por qué no? Es cosa de pocos años. Ya empezamos a ser…
- No digas que viejos, sólo lo que se llama personas mayores.
- Y aunque nos sigamos queriendo, hace ya tanto tiempo…
- No, Mercedes, hace muy poco. Hoy mismo. Porque cada día me vuelvo a enamorar de ti.
- No ha pasado nada, y hoy empezamos otra vez.”
El regreso a la rutina muestra que, efectivamente, el tiempo pasa:
“- ¿Has visto? Es el primer dinero que ganan ellos. Ya hay otro hombre en casa, papá.
- Sí, mamá,… pero sin lágrimas.”
La película es conocida, sobre todo, por el tramo final: el penúltimo de los hijos, dos años escasos, se pierda la víspera de Nochebuena. Para su localización, se recurre a los procedimientos de los ciudadanos normales (policía, medios de comunicación, amistades…). Sin embargo, el ser familia permite que uno de los hijos acuda al sacrificio personal para lograr la satisfacción de todos:
“- Pero mira, Majestad, todo tachao. De los borrones, ni caso, siempre caen. Lo demás, tachao.
- Pues ¿qué pides, hijo?
- Aquí está escrito, pero por si acaso no lo entiendes, he venido yo mismo. ¿Tú ves a Dios, verdad, Majestad?
- ¡Eh, sí, claro!
- Pues vas y le dices que sólo quiero que aparezca mi hermanito. Se perdió ayer, es el más pequeño. Mamá está llorando y yo nunca he visto llorar a mamá. Díselo a Dios. Bueno, Él ya lo sabe. Que no tarde, ¿eh? Tiene que aparecer para que estemos todos juntos. Hoy es Nochebuena. ¿Se lo dirás, Majestad?
- Se lo diré.
- Y dile también que ya seré bueno, que no estropearé el ascensor ni los timbres, ni le quitaré al abuelo los tebeos, y sobre todo, no faltaré a la escuela.
- Se lo diré todo.
- Bueno, pues ya me voy tranquilo. ¡Ah! Que no se te olvide, ¿eh, Majestad?”
Lógicamente, al niño lo encuentran, y el resumen nos lo muestra Carlos, el padre, con la familia que lo encontró esa noche:
“- No le faltaría nada de nada.
- Claro, lo comprendo. Pero debe estar con nosotros,… con su familia. Ya sé que son muchos hermanos… pero precisamente por eso, han de estar juntos… todos.
- Le daríamos todo lo que un niño puede soñar.
- Estaría mejor atendido.
- Sí, sí, quizá. Pero no se trata de que esté mejor o peor atendido, sino que esté… donde debe estar… en su casa.”
Con su familia, en su casa. Como La de Nazaret.
Créditos:
Diálogos y fotogramas de la película La gran familia.
No es ésta una anotación para hablar de una película, sino de una familia. Y lo primero que se puede decir es que en la “foto familiar” sobre la que se sobreimprime el título, no está completa: faltan dos de los hijos,… que son los que en esa escena están tomando la Primera Comunión-
De esta forma, subliminal o no, se pone de manifiesto que la familia en cuestión, y por ende, la familia de comportamiento modelo, tiene una orientación cristiana, que es la que, con el empuje de un ¡buenos días, familia!, le permite superar, por ejemplo, como muestran estos diálogos entre el matrimonio, Carlos y Mercedes, los problemas económicos con que se encuentra:
“- ¿No has cobrado?
- De momento, estoy en la cola de acreedores.
- Pues es un conflicto.
- Pues no hemos pasado conflictos tú y yo. A nuestro lado, el Caribe es una balsa de aceite.”
… y que su logro no es lo material, sino la misma familia:
“- Soy yo quien debería arreglarlo todo, pero no puedo. Siempre alcanzado. A veces me desespero.
- Vamos, qué dices.
- Sí, siempre tengo la tremenda sensación de ir bordeando el fracaso No he podido darte nada de lo que tú podías esperar. Ya ves, ni siquiera logré ser arquitecto.
- Pero has hecho un futuro arquitecto. Me has dado no sólo la esperanza sino quince esperanzas.
- Sí, tienes razón. Aunque no tengamos dinero, somos los más ricos del mundo en ilusiones. Ilusiones de carne y hueso.”
… aunque no hay que olvidar el dinero, claro:
“- Oye, marido.
- ¿Qué?
- Que te quiero.
- Ya lo sé. Yo también.
(…)
- Oye, marido.
- Ya sé, que nos queremos.
- Mucho, sí. Pero acuérdate también del plazo de los libros.”
Uno de los retos de la familia es el futuro de los hijos, que pasa por una buena educación, tanto en casa como en la enseñanza:
“- Me estoy examinando por nueve hijos, en tres colegios, cuatro institutos y tres escuelas especializadas. Ni cuando hice las oposiciones tuve tanto miedo. Yo creí que con el tiempo la cosa pasaría, pero cá, cada vez peor. (…) Los chicos pasan sus apuros, pero los padres…”
… aunque no salgan bien del todo, a pesar del esfuerzo:
“- ¿Cómo te pueden haber suspendido? Es incomprensible.
- Pues me han suspendido.
- Bueno, un suspenso no deshonra a nadie.
- A mí, sí.
- Yo sé que has estudiado de firme, y que venías bien preparado. Todos los trabajos en que me has ayudado han salido bien, perfectos. No te desanimes, que la vida te está dando todos los días matrícula de honor. Arriba los corazones, chico, y demos gracias a Dios que Él nos examinará a todos y sabrá a quién debe aprobar.”
Cuando en un caso (precisamente el del hijo con el mismo nombre que el padre), sale mal, resultado lógico cuando no se aplica esfuerzo, se decide un castigo (dejarlo sin vacaciones). Castigo que pone de manifiesto que se trata de una familia, con un régimen casi asambleario:
“- No lo tomes como un plante, papá, pero es que si Carlitos no va, nosotros tampoco queremos ir.
- Esto ha sido idea tuya, ¿verdad?
- De todos. Hemos celebrado asamblea general y lo hemos decidido.
- Por unanimidad, ¿verdad que sí?
- Sí, sí, sí, eso.
- Lo comprendes, ¿verdad, papá? Si falta uno, no estamos a gusto.
- Vamos a deliberar.
- Ahora tiene que decidir el Primer Ministro.
- Con esa tropa no gana uno para sorpresas. ¿Tú qué crees?
- Que nos han dado la solución, porque tú y yo íbamos a sufrir más que nadie faltando uno.
- Y se salen con la suya.
- Se salen con la nuestra. Con la de todos.
- Bueno, ¿y quién se lo dice?
- Tú, naturalmente.
- ¿Yo?
- Por eso no pierdes autoridad. Ellos, piden, y tú concedes.
- Visto el resultado de la votación, la Presidencia cambia el dictamen. Chicos… ¡habéis ganado!”
Disfrutando de las vacaciones, en familia, el matrimonio tiene momentos de intimidad (más o menos), en los que se dan cuenta, precisamente, de que son una familia:
“- Esto del matrimonio está muy pero que muy bien. Es como… como un mundo para dos, todo lo demás queda fuera. ¿Sabes que el moreno te sienta muy bien?, yo diría que te hace más joven.
- ¿Me vas a hacer el amor a estas alturas?
- Y hasta más atractiva.
- Pues yo a ti te encuentro más guapo que nunca.
- Esta temporada me siento realmente muy bien, flexible, desengrasado…
- La verdad, por mucho que miro, no veo a ninguno que me guste como tú.
- Para ya que me voy a poner tonto.
- ¿Sabes qué te digo? Que si no fueras mi marido, te cazaba al vuelo.
- ¿Con escopeta?
- A cañonazos.
- ¿Te acuerdas de cuando éramos novios?
- Sí, pero entonces yo era sólo para ti. Ahora tienes quince amores y yo soy el último-
- ¡Mira Carlos!
- ¿Qué pasa?
- ¡Fíjate!
- Pero si son un par de mocosos.
- ¿Qué edad teníamos cuando tú me sacaste a bailar por primera vez?
- ¡Ah, eran otros tiempos!
- ¡Los nuestros! Ahora son los suyos. Y como esto siga así, dejaré de ser la madre de mis hijos para convertirme en la abuela de tus nietos.”
… bueno, y ellos dos:
“- Pronto empezarán a dejarnos solos.
- ¡Bah, no pienses en eso!
- ¿Por qué no? Es cosa de pocos años. Ya empezamos a ser…
- No digas que viejos, sólo lo que se llama personas mayores.
- Y aunque nos sigamos queriendo, hace ya tanto tiempo…
- No, Mercedes, hace muy poco. Hoy mismo. Porque cada día me vuelvo a enamorar de ti.
- No ha pasado nada, y hoy empezamos otra vez.”
El regreso a la rutina muestra que, efectivamente, el tiempo pasa:
“- ¿Has visto? Es el primer dinero que ganan ellos. Ya hay otro hombre en casa, papá.
- Sí, mamá,… pero sin lágrimas.”
La película es conocida, sobre todo, por el tramo final: el penúltimo de los hijos, dos años escasos, se pierda la víspera de Nochebuena. Para su localización, se recurre a los procedimientos de los ciudadanos normales (policía, medios de comunicación, amistades…). Sin embargo, el ser familia permite que uno de los hijos acuda al sacrificio personal para lograr la satisfacción de todos:
“- Pero mira, Majestad, todo tachao. De los borrones, ni caso, siempre caen. Lo demás, tachao.
- Pues ¿qué pides, hijo?
- Aquí está escrito, pero por si acaso no lo entiendes, he venido yo mismo. ¿Tú ves a Dios, verdad, Majestad?
- ¡Eh, sí, claro!
- Pues vas y le dices que sólo quiero que aparezca mi hermanito. Se perdió ayer, es el más pequeño. Mamá está llorando y yo nunca he visto llorar a mamá. Díselo a Dios. Bueno, Él ya lo sabe. Que no tarde, ¿eh? Tiene que aparecer para que estemos todos juntos. Hoy es Nochebuena. ¿Se lo dirás, Majestad?
- Se lo diré.
- Y dile también que ya seré bueno, que no estropearé el ascensor ni los timbres, ni le quitaré al abuelo los tebeos, y sobre todo, no faltaré a la escuela.
- Se lo diré todo.
- Bueno, pues ya me voy tranquilo. ¡Ah! Que no se te olvide, ¿eh, Majestad?”
Lógicamente, al niño lo encuentran, y el resumen nos lo muestra Carlos, el padre, con la familia que lo encontró esa noche:
“- No le faltaría nada de nada.
- Claro, lo comprendo. Pero debe estar con nosotros,… con su familia. Ya sé que son muchos hermanos… pero precisamente por eso, han de estar juntos… todos.
- Le daríamos todo lo que un niño puede soñar.
- Estaría mejor atendido.
- Sí, sí, quizá. Pero no se trata de que esté mejor o peor atendido, sino que esté… donde debe estar… en su casa.”
Con su familia, en su casa. Como La de Nazaret.
Créditos:
Diálogos y fotogramas de la película La gran familia.
donde se puede buscar la gran familia (pelicula) gracias
ResponderEliminarHola, anónimo.
ResponderEliminarYo la compré en su día, claro, en El Corte Inglés, pero estoy hablando del verano de 2010.
Se trata de una edición titulada Homenaje a la gran familia, que incluye las cuatro películas de la serie:
La gran familia
La gran familia y uno más
La familia, bien, gracias
La familia, 30 años después
La distribuidora es Tribanda, y he visto que en la página de FNAC está disponible, aunque bajo pedido. Supongo que también estará aún en El Corte Inglés.
Pero también hay ediciones independientes de, al menos, las dos primeras de la serie.
Gracias por la visita y un saludo.
Entonces, esta película no se grababa en soportes magnéticos ni digitales. Se grababa en la memoria, y en el corazón. Entrañable como pocas. Abrazos.
ResponderEliminarHola, Rafael.
ResponderEliminarTienes razón, entrañable,.. y con millones de copias de seguridad, tantas como corazones la tienen grabada.
Gracias por la visita y comentario, y un saludo.
Yo La he visto por lo menos 10 veces, cuando se estrenó Yo tenia 15, años y como lo que avía era Cine me toco Verla muchas veces y después por Televisión,,, Pero no me canso de Verla.. es muy amena,,,
ResponderEliminaryo la he visto al menos 10 veces o más, cundo se estrenó yo tenia 14 y como lo único que avía era cine, después por tv pues unas 10, o más... pero no me canso de verla...
Me alegro de que te guste, Anónimo.
ResponderEliminarEn efecto, es muy amena, y muestra mucho más de la vida de lo que se suele pensar.
Gracias por la visita y el comentario, y un saludo.