
ELENA: ¿El mejor? Quizá el más honrado y
trabajador.
DOMIN: No, el más barato. Aquel cuyas necesidades
son mínimas. El joven Rossum inventó un obrero que tiene un mínimo de
exigencias. Lo tuvo que simplificar. Rechazó todo aquello que no contribuía
directamente al progreso del trabajo. De esa forma rechazó todo aquello que
hace al hombre más caro. En realidad lo que hizo fue rechazar al hombre y hacer
el robot. (…)
¿Ve usted?, la fábrica de Robots Universales
Rossum no produce un tipo uniforme de robots. Los hay mejores y peores. Los
mejores pueden llegar a vivir unos veinte años.
ELENA: ¿Y después se mueren?
DOMIN: Sí, se gastan.”
Y además, cuando se
gastan, las unidades aún activas de ese mismo lote de fabricación no tienen
derecho a días de permiso.
Créditos:
Extracto del Primer Acto
de R.U.R.-Robots Universales Rossum,
de Karel Čapek, según traducción de Consuelo Vázquez de Parga, tomado de la
edición publicada por Minotauro en su colección Utopías, en octubre de 2003, de la hemeroteca del autor (pp.29-30).
Detalle de la página 2
del catálogo nº 91 de la Librería Peter Harrington, que recrea a su vez la sobrecubierta
de la primera edición de I, Robot, de
Isaac Asimov, realizada en 1950 por Gnomo Press, Inc.