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lunes, 17 de marzo de 2014

El punto sobre la i, y la i… pues depende

Un día, cuando Moisés ya era mayor, fue adonde estaban sus hermanos, y vio sus duros trabajos; vio también cómo un egipcio golpeaba a un hebreo, a uno de sus hermanos. Miró a uno y a otro lado y, no viendo a nadie, mató al egipcio y lo enterró en la arena. (…) Cuando el faraón se enteró de lo sucedido, buscó a Moisés para matarlo.
Moisés huyó de la presencia del faraón y se dirigió al país de Madián.

Allí, en Madián, en el este de la península del Sinaí, al cabo de un tiempo, se casó, tuvo familia. Un día, pastoreando el rebaño de su suegro, llegó al monte Horeb, donde vio una zarza ardiendo:
Moisés vio que la zarza ardía, pero no se consumía. Dijo, pues, Moisés: «Voy a acercarme para ver este extraño caso: por qué no se consume la zarza.» Cuando Yavhé vio que Moisés se acercaba para mirar, le llamó de en medio de la zarza:. «Moisés, Moisés.» (…) Yavhé le dijo: «He visto la aflicción de mi pueblo (…).»

Luego, ya sabemos qué pasó: el pueblo de Israel salió de Egipto y llegó a la “tierra que mana leche y miel”. Y para eso, antes, Moisés salió de Madián dirigiéndose hacia el oeste.

Este principio de año está teniendo mucha importancia lo que empezó, no en el país de Madián, sino en la plaza de Maidán de Kiev, precisamente por unos cuantos que querían dirigirse hacia el oeste.

En este caso, las disensiones han comenzado pronto, y otros cuantos han decidido irse hacia el este. Al revés que en la historia bíblica de Moisés, en la que las disensiones surgieron ya estando en ruta hacia el este, y habiendo preferido algunos haber regresado hacia el oeste.

Se ve que da lo mismo en qué lado se coloque la letra ‘i’: la cuestión es disentir sobre hacia dónde ir.

Por cierto, al final, el pueblo de Israel llegó a la Tierra Prometida, aunque:
Yahvé le dijo [a Moisés]: «Ésta es la tierra que bajo juramento prometí a Abrahán, Isaac y Jacob, diciendo: A tu descendencia se la daré. Te dejo verla con tus ojos, pero no pasarás a ella.»

Y así fue: salvo Caleb y Josué, ninguno de los adultos que salieron de Egipto entró en la Tierra Prometida; ni siquiera Moisés, quien había partido antes desde Madián.

Y la duda, pues, es cuántos de los que han salido de Maidán llegarán a ver la Tierra Prometida en Ucrania.

[Nota final:
Puestos a hacer similitudes extrañas, y fijándonos en qué es lo que mira el Moisés de la falla, ¿cuántos (y quiénes) que ahora miran hacia el Ayuntamiento de Valencia, dentro de no ya cuarenta años sino de catorce meses, se quedarán sin disfrutarlo?]

Créditos:
Extractos de Éxodo (2, 11-15, 3, 2-7 y fragmento de 3,8) y de Deuteronomio (34, 4 y 5), tomados de la Nueva Biblia de Jerusalén, revisada y aumentada, editada en 1998 por Desclée De Brouwer, de la biblioteca del autor.
Fotografía del edificio del Ayuntamiento y de la figura de Moisés de la falla municipal, en la Plaza del Ayuntamiento, en Valencia, hoy, del autor.

martes, 4 de marzo de 2014

Aún quedan… -grados

Los recientes sucesos en Crimea, aparte de demostrar cuánto experto sobre lo que sea hay en los distintos medios de comunicación y sus tertulias, nos ha ayudado a situarnos un poco mejor en el mapa europeo.

Otra cosa es que esto lo hayan conseguido los periodistas.

Por ejemplo, las portadas de hoy de los cuatro principales periódicos españoles nos muestran una foto de Putin, con toda la intencionalidad ‘bélica’, como si estuviera al frente de sus cosacos en una revisión de la Carga de la Brigada Ligera en Balaklava (sí, en Crimen, pero hace siglo y medio).


El problema es que, cuando se comprueba leyendo la letra pequeña que acompaña la foto que no está en Crimen, tampoco los medios de comunicación se ponen de acuerdo sobre dónde es: curiosamente, El País y La Razón coinciden, diciendo que es en la zona de San Petersburgo; por el contrario, El Mundo y ABC también coinciden, sólo que dicen que es en la zona de… Leningrado.

Ha vuelto Mundo Obrero. Y eso que el mote de «Pravda» lo tenía El País.

Créditos:
Detalle de la fotografía y pie de foto de la portada de El Mundo, edición de Valencia, de hoy, de la hemeroteca del autor.

jueves, 17 de octubre de 2013

Y ahora, ¿dónde los pongo?: Viejos y antiguos, pero en estantes actuales

En el recorrido que hace justo una semana hice a lo largo de la Feria de Otoño, me llamaron la atención una biografía y unas memorias, con casi diecinueve siglos de separación entre los hechos históricos.




Sí me intrigó la abundancia en varias de las casetas de la Feria, de ejemplares muy variados y antiguos, de la famosa colección Austral.






Lo que me permitió sumergirme brevemente en ellos.





Bueno, y creo que no hace falta decir cuál fue el que compré en la librería valenciana.

Créditos:
Imágenes de las sobrecubiertas (y de una página interior con el título y autor), de los libros en cuestión.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Para críticas estaban

También el otro día estuve ojeando las mesas y estantes de novedades. Entre ellas vi una que novelaba intentos de evitar la publicación de la Crítica de la razón pura, de Inmanuel Kant. Ni en este momento, ni creo que lo haga en ningún otro, recuerdo ni título ni autor de la obra.

Tampoco recuerdo, pero eso es más normal, gran cosa de la filosofía de Kant (bueno, ni grande ni pequeña), aunque formara parte del temario de aquella Filosofía de COU de hace, ya, cerca de 35 años.

La Crítica de la razón pura fue publicada en tres volúmenes en 1781, en 1788 se publicó la Crítica de la razón práctica, y, finalmente, en 1790, la Crítica del juicio.

Pues bien, no sé cuáles serían las razones esgrimidas, pero desde luego no parecen muy puras, ni juiciosas, aunque sí excesivamente prácticas, las que se argumentaron dos ciudadanos rusos en un local comercial de la ciudad de Rostov del Don.

No quiero imaginar la que se podría armar si en el nuevo curso que ahora ha empezado, éste fuera el método de corrección de exámenes.

Créditos:
Retrato de Inmanuel Kant, tomado de la edición de Nueva crítica de la razón pura, realizada por Sarpe en 1984 en su colección de kiosco Los grandes pensadores, de la biblioteca del autor.

martes, 30 de octubre de 2012

Y ahora, ¿dónde los pongo?: Evitando olvidos

Días pasados, problemas con la conexión a internet hicieron que tuviera más tiempo para ordenar libros, con el satisfactorio resultado de que me diera cuenta de la ausencia de algunos de ellos en esta serie.

Como no se trata de que se olviden los libros en cuestión, y menos aún, de lo que se cuenta en los mismos, precisamente hoy, aquí los traigo.


Créditos:
Cubiertas de los libros en cuestión.

miércoles, 30 de mayo de 2012

Lo primero fue... el orfebre

Hoy el doodle de Google es un homenaje al 166º aniversario del nacimiento de Fabergé, orfebre ruso, en la forma de su obra más conocida, los huevos de Pascua.
Peter Carl Fabergé, aunque en ruso perdía el ‘Peter’ y aparecía el patronímico (Karl Gustavovich Fabergé o Карл Густавович Фаберже – su padre se llamaba Gustav), no obstante, nació en realidad un 18 de mayo, como ya, más o menos, sabemos, pero no es ésta la causa principal de a anotación.

La causa es que el tal Fabergé no ha necesitado ser recordado hoy para mucha gente. Hay un grupo de especialistas o aficionados para el cual era conocido, al menos, desde hace 29 años; en efecto… los cinéfilos.

Y es que Fabergé, o, en concreto, sus creaciones de Pascua, forma parte de la trama de una película… de James Bond: Octopussy, la penúltima de Roger Moore, con unos títulos de crédito de Maurice Binder, y una canción en los mismos de John Barry cantada por Rita Coolidge, en el más puro estilo bondiano.


Créditos:
Imagen del doodle creado por Google para conmemorar el nacimiento de Fabergé.

martes, 20 de julio de 2010

La mentira os hará esclavos

El 20 de julio iba por las calles de Petrogrado, cuando en la avenida Newsky vi un gran grupo de gentes y me acerqué. Los vendedores de periódicos corrían en todas las direcciones, gritando:
- ¡Edición extraordinaria, con el fusilamiento del antiguo zar en Yekaterimburgo! ¡La muerte de Nikolas Romanow!
El telegrama decía: «en la noche del 17 de julio, y por orden del Soviet local de Yekaterimburgo, ha sido fusilado el ex zar Nikolas Romanow. Su familia ha sido trasladada a lugar seguro.»
La noticia era breve, cínica y terminante. Ni una palabra sobre los motivos que justificaran este asesinato inaudito. Ni el menor intento de una rectificación. Lancé una mirada en derredor y vi sobre los rostros de los hombres que me rodeaban expresiones de desesperación y de pena. Pero todos callaban; nadie se atrevía a comentar la horrible noticia, pues por amarga experiencia se sabía que había por todas partes espías de los Soviets. Sólo alguna que otra voz aislada se atrevía a poner en duda la verdad de aquella espantosa noticia.


Y es que efectivamente, la noticia no sólo era falsa, sino que era una “breve, cínica y terminante” mentira. Eso sí, era una mentira revolucionaria.

En la noche del 16 al 17 de julio, en la casa Ipátiev, en Yekatiremburgo, en el Ural, donde estaban prisioneros del Soviet, la familia imperial y varios sirvientes así como el médico, fueron llevados al sótano, engañados (bien para hacerles una fotografía, bien porque el ejército blanco estaba cerca), y al cabo de unos minutos fueron asesinados a tiros y bayonetazos, todos, incluso el perro.

En julio de 1918 los bolcheviques no se encontraban firmemente asentados en el poder, y la guerra civil, entre los mismos revolucionarios, y entre éstos y los monárquicos, se encontraba en un proceso creciente de intensidad. Una forma de asegurar si no la victoria frente a ellos, sí al menos la ausencia de la causa de los monárquicos, era, lógica y criminalmente, eliminar a la totalidad de la familia imperial. Y así se hizo. El gobierno soviético, no obstante, no informó de ello, y sólo mencionó la ‘ejecución’ del Zar, y el traslado “ a lugar seguro” de su familia. De esta manera, la acción de los monárquicos todavía tenía una esperanza, y en su consecución, se delatarían.

Hasta finales de ese mismo año 1918, no empezarían a circular bosquejos de la verdad: “Al mismo tiempo fueron tomando más cuerpo los rumores de haber sido asesinada toda la familia imperial. Yo estuve mucho tiempo resistiéndome a creer estas espantosas noticias.

Finalizan las memorias con esta reflexión:
Sin cesar me persigue la triste sonrisa de mi zarina, tal como la vi por última vez en Tobolsk. Porque nosotros, los que nos llamamos fieles súbditos, no hemos cumplido nuestro deber para con la familia imperial, no hemos hecho honor al juramento que prestamos sobre la cruz y los Santos Evangelios. Este es el crimen por el cual ha de padecer infinitamente el pueblo ruso, que sufre ya hace más de diez años bajo la tiranía de los bolcheviques, mientras nosotros, desterrados de nuestro país, vegetamos en tierra extranjera, acosados por el hambre, enfrío y la pobreza.

Créditos:
Portada y transcripción parcial del capítulo XIX Catástrofe y fuga de la obra Cómo intenté salvar a la zarina, de Sergio de Markow, según traducción de M. Perales, primera edición por Espasa-Calpe en 1929 (pp. 256-257, 279 y 281)

Ilustración de S. Sarmat titulada Ejecución del zar Nicolás II y su familia en Yekaterimburgo, incluida en la obra Histoire des Soviets de H. de Weindel, tomada de la página Romanov Memorial - Ipatiev House.

Fotografía del zar Nicolás II y familia, en 1917, tomada de ABC.

jueves, 5 de marzo de 2009

Si está oxidado, también el acero quiebra

A las 9.50 de la noche del 5 de marzo empezó a sudar copiosamente. La cara azul se le puso más azul. Svétlana miraba y esperaba. He aquí su despedida:

Durante las últimas doce horas la falta de oxígeno se agravó. Su cara y sus labios se ennegrecieron […] Su agonía fue terrible. Literalmente murió asfixiado ante nuestros ojos. Cuando ya parecía haber llegado el último momento, abrió los ojos y miró a todos los que estábamos en la habitación. Fue una mirada terrible, de locura o quizá de cólera, y llena de miedo a la muerte […] De pronto levantó la mano izquierda, como si señalara algo situado arriba y lo maldijera todo. Fue un gesto incomprensible y muy amenazador.

¿Qué hacía? Buscar a tientas su poder.

Stalin había muerto, pero aún no se había ido. Siempre le había gustado amontonar a la gente, apretujarla, no dejarle aire ni espacio ni recursos; siempre le había gustado recluirla y emparedarla, acorralarla y enjaularla: la «perrera» de recepción de la Lubianka, con tres presos por cada metro de suelo; Ivánovo, con 323 hombres en celdas ideadas para veinte, o Strajóvich, con 28 hombres en celdas pensadas para reclusiones individuales; o 36 en un solo compartimiento de tren, o un furgón celular tan abarrotado que los
urka ni siquiera podían meter la mano en bolsillo ajeno, o los zeki atados por parejas y amontonados como troncos en la parte trasera del camión, camino de la muerte… El día del entierro de Stalin, multitudes ingentes, presas de una consternación falsa y de un falso amor, desfilaron por Moscú en densidad peligrosa. Cuando, estando en una apretada multitud, nuestros movimientos dejan de ser nuestros y tenemos que esforzarnos por respirar, una triste idea se impone en medio de nuestro pánico y es que si sobreviene la muerte, llegará de la mano de la vida, del exceso de vida, de la sobreabundancia de vida. De todos modos, ¿qué hacían allí aquellas personas? ¿Llorarle? Aquel día murieron asfixiadas más de cien personas en las calles de Moscú. Así pues, Stalin, embalsamado en el ataúd, siguió haciendo lo que realmente sabía hacer: matar rusos.

Tomado del libro de Martin Amis Koba el Temible. La risa y los Veinte Millones, publicado por Anagrama, según traducción de Antonio-Prometeo Moya; libro del que ya hemos hablado en este diario.

Stalin, el Hombre de Acero, finalmente, también quebró; oxidado desde muy al principio, el acero llegó a su límite. En cambio, los pueblos ruso, georgiano, ucraniano, bielorruso, cosaco, y en muchos otros sitios de Europa, de Asia, de África, de América, tardarían (y aún tardan algunos) en ver llegar el límite de los regímenes comunistas alentados, impuestos y apoyados por Stalin y, no olvidemos, sus sucesores o competidores (Nikita Jrushov, Leónidas Breznev, Mao Tse Tung, Pol Pot, Ernesto Guevara, Fidel Castro,...).

domingo, 1 de febrero de 2009

¿Previendo... del pasado?

Este pasado verano (de 2008, se entiende) leí el libro Koba el Temible. La risa y los Veinte Millones, del que ya he hecho una referencia en mi anotación sobre el aniversario del fallecimiento de Lenin.

Koba era el apodo de un muchacho georgiano llamado Iósif Vissariónovich , y se trataba “del protagonista de una novela popular de título sugestivo: El parricida; pero Koba no era el parricida del título. Lo más destacado de Koba es que era una figura a lo Robin Hood, azote de los ricos y benefactor de los pobres”. Tenía también otro apodo, Soso, diminutivo georgiano de Iósif, pues es el caso de que Iósif, como sus padres, sólo hablaba georgiano hasta que con ocho o nueve años empezó a aprender ruso.

Con veinte años, este muchacho pasó página, e inició su andadura en la Historia. Se cambió el apodo, y pasó ser conocido como "Hombre de Acero", es decir, Stalin.

La segunda parte del libro está propiamente centrada en la figura de Stalin (se titula "Cursillo sobre Iósif el Terrible"), y empieza con esta ilustrativa imagen (pág. 107, en la 4ª edición, septiembre de 2005):

CENSO.
En 1937 hubo un censo nacional, el primero después del de 1926, que había dado una población de 147 millones. Extrapolando la tendencia de las cifras de los años veinte, Stalin dijo que esperaba un total de 170 millones. La Oficina del Censo dio 163 millones, una cifra que reflejaba las consecuencias de la política estalinista. Stalin mandó detener y fusilar a los de la Oficina del Censo. Las cifras reales del censo se mantuvieron ocultas, pero la oficina fue denunciada públicamente como nido de espías y saboteadores, a pesar de que había comunicado sus resultados a Stalin y no (por ejemplo) al
Times de Londres.
En 1939 hubo otro censo. Esta vez, la Oficina se las arregló para dar 167 millones, que Stalin en persona redondeó en 170.(...)
Los censistas de 1937 fueron fusilados por «traidores que reducían la población de la URSS».
Ya lo tenemos: el estalinismo es la perfección negativa


Más adelante, se dice (páginas 133-134):

Los objetivos de Stalin estaban claros: la Colectivización intensiva, con la exportación de todo el grano, financiaría la industrialización a destajo y redundaría en una militarización suicida para fortalecer el Estado y el imperio «en un mundo hostil».(...)
Para que las cosas funcionaran necesitaba un enemigo y una urgencia. La urgencia fue una «crisis cerealística», declarada a raíz de la decepcionante pero no desastrosa cosecha de 1927. El enemigo fue el
kulak rural. [Los propiamente kulakieran usureros, prestamistas y «explotadores de los braceros», y casi todos desaparecieron durante el terror rural del Comunismo de Guerra. Como es lógico, durante la NEP, unos agricultores siguieron siendo más ricos que otros (alrededor del doble en los casos extremos)». Hay que recordar que tanto el Comunismo de Guerra como la NEP, se desarrollaron bajo el poder de Lenin](...)
Solzhenitsyn insiste («Esto es importantísimo, lo más importante») en que la deskulakización fue ante todo un medio de aterrorizar y obligar a someterse los demás agricultores: «Si no se les metía el miedo en el cuerpo, no había forma de quitarles la tierra que les había dado la Revolución ni de colocarlos en aquella misma tierra en calidad de siervos». (Y Molótov hablaba de asestar «tal golpe» a los kulaki que «los agricultores medios se pondrán firmes ante nosotros»)

Como ya se reflejó en la anotación anterior, Lenin ya había recorrido un camino parecido, y se puede leer en las páginas 138-141:

Aunque había diferencias, Stalin había llegado al mismo callejón sin salida que Lenin en 1921. Lenin había aceptado la derrota, la retirada y una solución de compromiso. En otras paalabras, aceptó la realidad. Stalin no. El campesinado no tenía ya ante sí a un frío intelectual. Tenía a un vehemente personaje popular cuya popularidad se deformaba y resquebrajaba con el calor del poder. No iba a aceptar la realidad. Iba a destruirla.(...)
Cuando Pasternak viajó al campo a principios de los años treinta para «recoger material sobre la nueva vida aldeana», cayó enfermo y no escribió ni una sola palabra durante un año. (...) Lo que vio «desbordaba los límites de la conciencia». No de
su conciencia. Lo que vio fue la materialización de la conciencia de otro, de la mente de otro, de la cólera de otro.
En el otoño de 1930, el ciclo de la violencia se convirtió en espiral: caleidoscópica y vertiginosa.
(...)
Tras enumerar, en una carta a Stalin, cinco torturas empleadas para obligar a los campesinos a revelar dónde estaban las reservas de cereal, el novelista Mijaíl Shólojov añadía: «Podría poner miles de ejemplos parecidos. No son "abusos" del sistema; es el sistema de recoger el cereal»(...)
¿Qué más pedía la cólera de Stalin? ¿Cómo podía ampliarse e intensificarse?(...) Empieza a ser una costumbre fusilar en masa a los niños huérfanos.(...) De súbito se detiene a 20.000 militantes y cuadros comunistas (por «complacencia criminal» en la represión), para aterrorizar a los aterrorizadores, para añadir terror al terror, y a continuación más terror, y luego más, hasta que Stalin, el gradualista, recurre a un terror atípico o nuclear: el hambre.
Conforme caían las cosechas, aumentaban las cuotas de requisa, con sólo un resultado posible, Stalin siguió hostigando a los campesinos hasta que no quedó nadie para sembrar la siguiente cosecha


Hace ochenta años hubo quien "no iba a aceptar la realidad". ¿Hoy también?. En el penúltimo párrafo transcrito, figura una frase, que pongo ahora, y que como los párrafos transcritos al principio de esta anotación, muestra cómo no se acepta la realidad... ni a quienes son contumaces en darse cuenta de ella.

La Checa ejecuta a veterinarios y meteorólogos

Y es que, por si este pasado mes de enero no hubiéramos tenido bastante en aeropuertos y carreteras y en casi toda España, empezamos febrero con serias amenazas.

Sólo cabe esperar que, tratándose de quien se trata, ni sea capaz de enterarse de la Historia, ni sea capaz de recordar sus tiempos pasados.

sábado, 24 de enero de 2009

The keys of the city

En este diario se celebran y conmemoran los nacimientos, o se recuerdan los fallecimientos, de personas que han tenido no sólo una gran trascendencia en el mundo, sino que dicha trascendencia ha sido positiva (en opinión de quien esto escribe).

Hoy toca, por contra, recordar el fallecimiento de una persona cuya trascendencia, en mi opinión, ha sido todo lo negativa que puede llegar a ser.

Y es que, aprovechando que hoy hace 85 años que a la ciudad de San Petersburgo le cambiaron el nombre y, en un espontáneo ejemplo de reconocimiento, pasaron a bautizarla como Leningrado, recordamos que tres días antes había fallecido (aunque algunos dicen que "lo fallecieron"), Vladimir Ilich, más conocido como Lenin.

Tal vez uno de los méritos por los que se justificaba el cambio de nombre de la ciudad, y que explicara ese subtítulo del artículo ("Soviet Congress in tears") fuera, tal y como se narra en Koba el Temible. La risa y los Veinte Millones, obra de 2002 de Martin Amis, según traducción de 2004 de Antonio-Prometeo Moya, para la edición de la obra publicada por Anagrama con el número 577 de su colección Panorama de Narrativas; fuera, como digo, el siguiente:

Por lo general se cree que el uso del hambre como arma del Estado contra la población es una innovación introducida por Stalin (luego adoptada por Mao y otros dirigentes comunistas), pero el hambre leninista de 1921-1922 también tuvo sus aspectos terroristas. Las dos hambrunas tuvieron la misma causa: requisa alimentaria punitiva. Mientras que Stalin fomentó y consolidó el hambre total, Lenin permitió al final y a regañadientes la intervención norteamericana,que salvó más de 10 millones de vidas. Sin embargo, el hambre leninista se imbricó con el terror, al menos en Ucrania. Como dijo en 1927 el historiador H.H. Fisher: «El gobierno de Moscú no sólo no informó a la American Relief Administration de la situación en Ucrania, tal como había informado en el caso de regiones mucho más lejanas, sino que deliberadamente puso obstáculos.» Y Conquest añade: «La verdad es que entre el 1 de agosto de 1921 y el 1 de agosto de 1922 se sacaron de Ucrania 5 millones de quintales de cereal para repartirlos por otros lugares.» Durante toda su vida adulta, Lenin fue un admirador del hambre como elemento «radicalizador» (y secularizador) del campesinado. (...) Así pues, Stalin, en 1933, se limitó a demostrarse a sí mismo, una vez más, que era «el más capacitado discípulo de Lenin». Su única novedad cualitativa, al margen de las purgas del Partido, fue la farsa de los Procesos de Moscú. Podemos traer a colación el comentario de Solzhenitsyn sobre el juicio «de propaganda» de los socialistas revolucionarios de 1922: Lenin «casi casi estuvo allí».

Y, como se sigue viendo, todavía hay quien lo sigue.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Hoy es 7 de noviembre

Lamentablemente, todavía hay quien está muy feliz de que sea 25 de octubre.

Es cierto que se pusieron al día en seguida, pero el amago de primavera que se produjo en febrero, en octubre/noviembre pasó a ser un absoluto invierno, durante muchos años, demasiados años, y en demasiados sitios.

Bueno, pues eso, hoy se cumplen 91 años del golpe de estado de los bolcheviques contra el gobierno provisional establecido tras el golpe de estado de febrero del mismo año 1917, y de todo lo que se llevó... y trajo.

Como es conocido, la izquierda no da golpes de estado, sino revoluciones, y por eso a este golpe de estado se le conoce como la Revolución de Octubre, pero, así como la mentira, también el uso del lenguaje es revolucionario.
Tal fue el éxito, que 17 años después hubo otra versión (y también en octubre), en el otro extremo de Europa, y, claro, siendo con protagonistas similares, tampoco fue golpe de estado sino revolución.

Pero esto es ya otra (la misma) historia, y de momento, quedémonos con un recuerdo de ello, y sobre ello.