sábado, 31 de julio de 2010

Comentarios ilustrados de ayer y hoy: Julio 2010 (I)

Una deficiente gestión de mi tiempo me ha impedido contestar varios de los comentarios que diversos lectores de este diario han tenido a bien realizar. Con ésta y futuras anotaciones, voy a intentar dar cumplida respuesta, hoy, a comentarios de ayer, empezando por, lógicamente, comentarios habidos este mes de julio.


1- Sobre el comentario de S.Cid en relación con la factura de la luz:
Al leerlo me vino en seguida a la memoria la historia de la factura de la luz. La leí en su día en la revista Trinca, casualmente, en el último número que publicaron, y se recogía en una historieta de las de Ventura&Nieto, cuyas viñetas en cuestión, adjunto.


2- Sobre los comentarios de S.Cid y bate en relación con la publicación de prensa los lunes:
Siempre ha habido prensa los lunes, lo que pasa que en su momento lo que se publicaba era la Hoja del Lunes, editada por la Asociación de Prensa local. Sin embargo, al cabo de un tiempo, se decidieron las cabeceras también a ello, dejando, por tanto de publicarse la Hoja del Lunes. Esta decisión tuvo sus críticas, ya que parte de los beneficios que se obtenían revertían a la Asociación, especialmente a la mutualidad de los periodistas, según recuerdo. Claro que eran otros tiempos.
Sobre la pregunta concreta de bate, acompaño el anuncio del ABC (edición de Madrid), correspondiente al domingo 2 de mayo de 1982; es decir, el ABC de Madrid pasó a publicarse los lunes el día 3 de mayo de 1982.

3- Sobre el comentario de S.Cid respecto de la sombrilla:
A mí no me gusta la playa, por lo que dispones por aquí de una sombrilla.
He comprobado que en la funda sí pone lo de Francis Montesinos, y en la imagen adjunta hay un detalle de la sombrilla.
También he comprobado que el objeto en cuestión se debe corresponder con una promoción de prensa (que ahora no recuerdo) de algún periódico local (supongo), porque en el plástico de la envoltura hay una pegatina de devolución de un kiosco a la distribuidora de prensa.
Pero bueno, aquí está la sombrilla para quien le pueda resultar útil.

De momento, esto es lo que hay. En próximas anotaciones, más.

Créditos:
Viñetas de la historieta La electricidad, esa cosa, de Ventura&Nieto, publicada en el nº 65, del 1 de julio de 1973, de la revista Trinca.

Anuncio del ABC del 2 de mayo de 1982, sobre la publicación del periódico los lunes, a partir del día siguiente, de la colección de recortes de prensa del autor.

Montaje fotográfico de la funda y de un detalle de la sombrilla recibida, como detalle con motivo de una cena de compañerismo, por el autor.

viernes, 30 de julio de 2010

Cosecha del 39. III: Una borrasca de pasiones

Acabo de llegar de una visita al dueño de mi casa, el solitario vecino con el que voy a tener que lidiar. Es ésta en verdad una hermosa región, no creo que me hubiera podido fijar en toda Inglaterra en un paraje tan del todo apartado del mundanal ruido; es un perfecto paraíso para misántropos, y el señor Heathcliff y yo una pareja ideal para compartir esta desolación entre los dos.


De una manera mucho más impactante, en cambio, comienza la versión cinematográfica de Cumbres borrascosas, afortunada traducción de Wuthering Heights.


En seguida, a través del atrevido viajero, conocemos al dueño de esa propiedad con nombre, como veremos a lo largo de la película, tan premonitorio: “¿Es Usted el señor Heathcliff?

Ante la inclemencia del tiempo, el viajero es alojado en la casa, en una habitación demasiado especial, en la cual le sucede un incidente con lo que considera un espectro errante en la tempestad. Sin embargo, Heathcliff no sólo le cree, sino que reclama al espectro:
¡Entra, entra! –sollozaba–. Cathy, ven, sólo una vez. ¡Oh, amada de mi corazón, escúchame ahora… al fin, Catherine!

Los comentarios que el viajero haces sobre esta escena permiten que Ellen, el ama de llaves, le cuente a él y a nosotros, la historia del señor Heathcliff, desde el mismo momento en que llegó a Cumbres borrascosas, un pequeño rapaz habitante de las calles de Liverpool, encontrado durante una estancia allí por el señor Earnshaw, dueño de la finca. Chico de la calle, sin nombre conocido, “Le llamaremos Heathcliff”, le bautiza su nuevo padre.

La película, en su reflejo de una novela romántica inglesa del siglo XIX, nos muestra muchas cosas (o podemos encontrarlas, si queremos), mientras nos cuenta la historia de unos amores, cuanto menos, difíciles.

Por un lado, tenemos un ambiente rural, los páramos de Yorkshire, en donde tienen lugar los amores entre Heathcliff y Cathy (la hija del señor Earnshaw), las escenas propiamente románticas de la película (“Nuestra vida está aquí”, reconoce Cathy), y es al final de la última cuando tiene lugar el único beso, del que sólo alcanzamos a ver el inicio del mismo.



En este mismo ambiente rural nos encontramos referencias familiares, en concreto, las de los protagonistas, los Earnshaw y los Linton. En cambio, en la ciudad, es decir, Liverpool, no los hay: la única referencia humana que se nos indica es precisamente esa ausencia de familia, esa soledad, incluso ese abandono que representa Heathcliff.

Otra cosa que sucede fuera de los páramos (donde siempre se presenta la acción de la película) es el desarrollo social. El ambiente rural tiene ya establecidas sus clases sociales, lo que se muestra claramente durante la fiesta en la Granja, la mansión de los Linton, en la que, tras saltar la tapia para entrar en el jardín y ver la fiesta, Heathcliff y Cathy acaban siendo cogidos, centrándose el rechazo en Heathcliff, en tanto que mozo de cuadras y de bajo origen. Este desprecio es siendo mutuo, expresándolo claramente Heathcliff escupiendo en medio de una maldición (“Yo le maldigo…, los maldigo a todos”). Heathcliff decide abandonar la comarca (“Vete Heathcliff. ¡Huye! Y traeme el mundo a tu vuelta”).

En cambio, fuera de allí, se entiende que en la ciudad, es donde Heathcliff hace fortuna, “convirtiéndose” en un caballero, que, muy educadamente, va de visita a la mansión de los Linton, mostrando las vueltas que da la vida, ya que esta vez entra en la casa no como mozo de cuadras (“Recuerdo esta habitación”, en una referencia a la maldición de años atrás), sino como, incluso, nuevo propietario de Cumbres borrascosas (ante las elevadas deudas de Hindley, el borracho y jugador hermano de Cathy).

Naturalmente, con independencia de cómo se haya labrado la fortuna, quien la tiene, también dispone de criados a su servicio, muy británicamente representados por Ellen, el ama de llaves, y Joseph, mozo para todo, incluso para hacer referencias a la Biblia cuando se tercia.

No obstante estas pinceladas socioeconómicas, la película es una película de amor,… a pesar de los propios protagonistas.

Un amor, el de Heathcliff y Cathy, por encima de la clase social, lo que se muestra claramente cuando, tras los incidentes de la fiesta en la Granja, donde Cathy ha permanecido unas semanas recuperándose de unas heridas, Edgar Linton, quien gentilmente la acompaña, muestra una vez más el rechazo a Heathcliff, lo que le es reprobado por Cathy (“¡Váyase o deje de insultar a las personas que amo!”), despidiéndolo de la casa. A continuación se desviste de la indumentaria que llevaba, recupera su ropaje habitual (vuelve a su propia forma de vida) y va en busca de Heathcliff, en esos páramos que son el único lugar en que se sienten felices y libres juntos.

Sin embargo, Cathy se encuentra “desgarrada entre su salvaje y descontrolada pasión por Heathcliff, y la nueva vida que había hallado en la Granja, ésa que que no podía olvidar”. Y una noche, que recibe en casa a Linton, tiene una escena con Heathcliff. A poco de irse Linton, Heathcliff, en plena tormenta, alcanza a escuchar, iluminado por los relámpagos, entre las confidencias de Cathy a Ellen, una frase que no es dirigida a él, pero que no por ello deja de condenarlo: “Edgar me pidió que me casara con él”.


Lo inesperado de lo que escucha le hace retirarse, no pudiendo oír ya el resto de las confidencias; y es que Cathy, a pesar de todo, se ha dado cuenta de que ella misma es él: “Soy Heathcliff”.


La tormenta estalla, y bajo la lluvia Heathcliff abandona Cumbres borrascosas, a la vez que Cathy llega tarde para impedirlo,… y para declararse: “¡No, esta vez no volverá! ¡Le quiero!”.

No diremos que las situaciones, o las personas, evolucionan, pero sí que siguen un desarrollo propio: llega la boda de Cathy con Edgar Linton, y al cabo de un tiempo, también llega Heathcliff, esta vez todo un hombre de fortuna.

La visita que hace a la Granja trae una importante consecuencia, y es la aparición en escena de Isabella, la hermana de Edgar, y, con ella, de los celos entre ésta y Cathy por causa de Heathcliff. Cuando se anuncia la boda entre Heathcliff e Isabella, Cathy, en su desesperación, se descubre ante Edgar: “Este matrimonio no puede ser… ¡no debe ser! ¡Impídelo!








Heathcliff e Isabella se casan, pasando ésta, no a vivir, sino a languidecer en Cumbres borrascosas, como le insiste el doctor Kenneth (“Isabella, la traje a Usted al mundo, pero es un mundo del que no va a disfrutar mucho tiempo si se queda en esta casa”), quien poco antes de irse le da la triste, supone él, noticia de que Cathy agoniza; ante su horror, ella, sincera, le contesta: “Si Cathy muere, yo podría vivir”.

Ellen llega a Cumbres borrascosas para decir que Edgar quiere que su hermana regrese a la Granja, y, adivinando Heathcliff el motivo de ello, es él quien acude. Se presenta a tiempo de poder, Cathy y Heathcliff, decirse todo lo que se han callado mientras se hacían daño uno al otro y a todos los que los rodeaban. Finalmente, de pie junto a Heatcliff, viendo los páramos a través de la ventana, Cathy fallece, y, ante el doctor, llamado con urgencia, Heathcliff sentencia: “Ahora es mía”.

Con la plegaria de Heathcliff de ser perseguido toda su vida por Cathy, se nos termina de contar la historia de Heathcliff y de Cathy. En esos recuerdos (“El fantasma, no; el amor de Cathy”), a pesar de la ventisca, llega el doctor Kenneth, y dice a todos que se ha cruzado en el camino con Heathcliff quien iba con una mujer ("¡Cathy!", susurra Ellen), resultando así, por fin, uno junto al otro, por toda la eternidad, Heathcliff y Cathy (en una escena añadida contra la opinión del director, por Samuel Goldwyn, productor de la película).

Como puede verse, la historia romántica no presenta grandes escenas arrebatadoras, salvo, precisamente, las que “dejan heridos”: la escena entre Heathcliff y Cathy, que desencadena la huida de aquel, y la escena entre Cathy y Edgar, donde éste se da cuenta de que ella es su esposa pero no su mujer. Todas estas pasiones se desarrollan entre brisas, temporales o ventiscas, por donde se mueven los protagonistas, unas veces, sin problemas, otras, tropezando, y también, empujando. Como resume perfectamente Ellen al final de la película, “mi dulce y loca Cathy”.

La película fue propuesta, en la famosa convocatoria de 1939, para ocho premios:
Mejor película
Mejor director: William Wyler
Mejor actor: Laurence Olivier en el papel de Heathcliff
Mejor actriz secundaria: Geraldine Fitzgerald en el papel de Isabella Linton Heathcliff
Mejor decoración: obra de James Basevi
Mejor música original Alfred Newman
Mejor guión adaptado: Charles MacArthur y Ben Hecht

consiguiendo sólo el de Mejor fotografía en blanco y negro, por el trabajo de Gregg Toland.

David Niven no tuvo reconocido su trabajo en el papel de Edgar Linton (tampoco era un gran papel), ni, sobre todo, Merle Oberon, por su papel de Cathy Earnshaw Linton, y cuyo lucimiento era el propósito de la película, pues ni tan siquiera fue propuesta para el premio como mejor actriz. Aunque en esto falló la gestión del estudio, a cambio, este propósito nos ha permitido disfrutar de una gran película.

Si bien la película se estrenó el 13 de abril de 1939, la anotación se publica el 30 de julio, aniversario del nacimiento de Emily Brontë (de las Brontë de toda la vida), en 1818.

Y por supuesto, como siempre, las comparaciones, en este caso, entre la película y la novela, son odiosas. Pero ya lo contaré cuando lea la novela.

Créditos:
Cartel de la película, tomado del artículo de la Wikipedia sobre la película.
Carátula del DVD y fotogramas de la película Cumbres borrascosas.
Transcripción del inicio y de parte del capítulo tercero, de Cumbres borrascosas, de Emily Brontë, según traducción de Rosa Castillo, editada por Alianza Editorial, en la colección 13/20 (2010) (pp. 7 y 41).

jueves, 29 de julio de 2010

Vaya elementos

El pasado día 25 se cumplió el aniversario de la famosa frase pronunciada por Enrique IV que le permitió ser Rey de Francia plenamente: “París bien vale una misa”, aunque en 1593 es más probable que dijera “Paris bien vaut une messe” (digo plenamente porque proclamado en 1589, en el marco de las guerras europeas de religión, la católica París no le dejó entrar, lo que le valió un asedio de cinco años, ya que no ‘encajaba’ un rey protestante en un país mayoritariamente católico).

[Aunque la frase la dijo poca antes de entrar en la Basílica de San Dionisio, la ilustro con una fotografía de la más conocida Catedral de Nuestra Señora]

Que la expresión fuera en francés resulta lógico. Hay otra frase que también es lógico que se encuentre en francés, siempre y cuando se sepa algo de historia. Y es que esa frase es el lema que figura en el escudo del Reino Unido: “Dieu et mon droit”.

En Valencia se puede apreciar este escudo y su lema en un sitio ciertamente curioso: el llamado Cementerio Inglés, o como él mismo se titula, English Protestant Cemetery.

Con lo que volvemos a la mezcla entre católicos y protestantes, y claro, estando los ingleses por medio, no podemos sino acordarnos de la Armada (lo de Invencible, en realidad creo que por estas tierras sólo se dijo mucho después, más bien para denigrar a Felipe II que por otra cosa – de hecho, en la bibliografía anglosajona se le llama así, The Armada).

Tal día como hoy, pero en 1588, un año antes de que Enrique IV fuera técnicamente rey de Francia, la Armada fue avistada por primera vez junto a la costa de Inglaterra, en concreto, en Cornualles. En el condando vecino, Devon, más marinero, se encuentra Plymouth, donde residía el ya famoso Francis Drake.

Avisado del acontecimiento, y urgido a actuar, muy flemática, vino en decir: “We have time enough to finish the game and beat the Spaniards, too” (esta vez, sí lo dijo en inglés), pues estaba muy ocupado jugando a los bolos.

Lo que vino después es (aunque por lo general, incorrectamente) sabido por los veteranos de España (de los ya expañoles no digo nada). Pero para hablar aquí de ello tendremos nuevas oportunidades.

Créditos:
Fotografía de Notre-Dame de París, de septiembre de 2008, del autor.
Fotografía del escudo británico, en el Cementerio Inglés de Valencia, de agosto de 2009, del autor.
Montaje de fotografías de vidrieras (con imágenes de Sir Walter Ralegh y Sir Francis Drake), en Holy Trinity Church, en Exmouth, de julio de 2010, del autor.

miércoles, 28 de julio de 2010

Ciertos son los toros

Hace casi veinte años, de acuerdo con loables propósitos animalistas, se prohibieron en las Islas Canarias (ahora Comunidad Canaria, o algo parecido), las corridas de toros, a la vez que se protegían... las peleas de gallos. La decisión fue publicada en su momento, por ejemplo en el ABC, aunque sin darle mayor intensidad (si bien se anunció en la portada de tipografía, salió desarrollada en página par) que la que se merece una estupidez más de nuestros políticos, que, en este caso, como puede leerse, eran todos, pues la decisión fue unánime. En esas mismas páginas, bajo la firma del gran Vicente Zabala (q.e.p.d.), un minieditorial (posiblemente por él escrito) comentaba amargamente el hecho.

Hace un tiempo se empezó a plantear algo similar en Cataluña, y finalmente, hoy esta cosa de Cataluña ha culminado, aunque esta vez sí ha tenido mayor repercusión, pues bien que se han preocupado de dejar bien claro que la lidia era una excusa, ya que, como sus compañeros canarios, también han protegido otras modalidades taurinas (pues por lo que se ve, son las modalidades las que tienen derechos, en vez de los toros que en ellas intervienen).

Volviendo al ABC, otro grande, Antonio Mingote, nacido, por cierto, en Sitges, o sea, catalán, ilustra la portada de hoy con un dibujo suyo en el que se ve que el capote (por la forma de cogerlo el torero) se encuentra representado por la que ha venido a ser la bandera de Cataluña (pues hasta hace poco, era la bandera de la Corona de Aragón).

Una lectura taurina del dibujo nos llevaría a considerar que Cataluña-la bandera-el capote es el trasto taurino con el que se engaña al toro, haciéndolo ir hacia el terreno que le interesa al torero. Es decir, tal vez no sea sólo una cuestión nacionalista totalitaria la prohibición de las corridas de toros (a pesar del titular del periódico).

Tal vez, vistos ciertos planteamiento de su flamante Estatuto, sea una cuestión social, y totalitaria, claro. Porque, volviendo a Antonio Mingote y a un dibujo suyo publicado en diciembre de 2009, el ciclo vital normal del ganado vacuno, es que o muere en la plaza o muere en un matadero. La diferencia ideológica entre ambos casos es importante: en la plaza, el animal se defiende, y puede llegar a ser indultado; en el matadero, nunca mejor dicho, lo llevan al matadero, ni hay defensa ni hay opción al indulto.

¿Es, tal vez, ésta la sociedad que quieren los nacional-socialistas totalitarios, y que primero se aplique a los toros, pues a los humanos ya les llegará?

Créditos:
Noticia y minieditorial publicados por ABC el 18 de abril de 1991 (tomados de la hemeroteca en internet).
Dibujo de Antonio Mingote en ABC, del 20 de diciembre de 2009.
Dibujo de Antonio Mingote, publicado como portada del periódico, de hoy.

Ché, quina vergonya!

A primera hora de la tarde me he tenido que acercar a una zona de Valencia para comprobar unos datos. El regreso lo he hecho por la entrada de la Pista de Ademuz, que suelo frecuentar últimamente más bien poco. Naturalmente, he pillado algún que otro semáforo en rojo, y en el último, mirando el entorno urbano en que me hallaba, me he encontrado con un cartel de publicidad en un panel 'mupi' existente en el siguiente cruce de avenidas. Y como el semáforo aguantó, pude hacer una foto.

Como puede comprobarse, el cartel utiliza una imagen que recuerda mucho a la del Ché Guevara, con la que, en todo caso, se quiere identificar, pues el lema que figura bajo ella es “Únete a la revolución Ché”. Cuando pude reanudar la marcha pude ver que se trataba de una campaña publicitaria del Valencia C.F., también conocido como el equipo o la afición Ché.

No es la primera vez que traigo aquí alguna campaña publicitaria desafortunada, pero ésta se lleva la palma, al promocionar un club deportivo mediante la imagen de un asesino.

Nota: Y encima, por ejemplo, en Mislata, municipio colindante con Valencia, tienen dedicada una calle a este asesino. Claro, que es el Partido Popular quien gobierna dicho consistorio.

Créditos:
Fotografía (lejana) del cartel, tomada en Valencia hoy, por el autor.

martes, 27 de julio de 2010

Darse por pagado

El pasado mes de febrero publiqué una anotación en la que comentaba diversos aspectos sobre un antiguo libro de aritmética, y sus problemas y consideraciones en relación con el dinero y la moneda.

Mientras una de dichas consideraciones era que «Las monedas tienen valor propio y, por ello, pueden servir para muchos usos de la vida», la otra era “rotunda y contundente: «En cambio, los billetes de Banco no tienen por sí mismos ningún valor»”.

Esto explica la famosa frase que figuraba en los billetes de que “El Banco de España pagará al portador tantas pesetas”, tantas pesetas... en monedas, quería decir. Esta frase ya no existe en los billetes nominados en euros, supongo que por dos motivos: el primero, porque escribirlo en no sé cuántos idiomas hubiera quedado de los más práctico; el segundo, porque además de no tener ningún valor los billetes, lo mismo alguien sospechaba que con el tiempo, tampoco las monedas lo tendrían.

Sin embargo, los antiguos todavía siguen con sus costumbres, por ejemplo, el Banco de Inglaterra, cuyo gobernador promete pagar a solicitud del portador, la suma que haga falta según el billete que se le presente, como he podido leer (aunque no comprobar) con motivo de mi reciente estancia allí.



Esta anotación, además de demostrar que aún recuerdo los billetes de pesetas (aunque no he podido localizar dónde los tengo guardados en casa), y para aprovechar unas libras que me han sobrado, viene a cuento de que tal día como hoy, pero de 1694, el Parlamento inglés autorizó la constitución del Banco de Inglaterra en la forma (más o menos) que ahora se le conoce.

Créditos:
Imágenes de billetes actuales de 20, 10 y 5 libras esterlinas.

¿Qué hay de nuevo,… joven?


Sí, joven, porque aunque hoy se cumplan los primeros 70 años desde el momento en que Bugs Bunny vio la luz, no es viejo, sino permanente joven (aunque sí hay que reconocer que el aspecto le ha cambiado algo).


Tal día como hoy de 1940 se estrenaba en los cines el corto animado A Wild Hare, o sea, Una liebre salvaje, también traducido en el circuito en español como ¿Dónde está el conejo?

Así pues, a disfrutarlo, sea en original, o en español.

Créditos:
Fotogramas del corto animado A Wild Hire, tomados de internet.

Dos curiosidades de la gloria

Esta mañana me he tenido que acercar al centro de Valencia para una reunión de trabajo. Debidamente resuelta, de regreso al aparcamiento para recoger el coche, pasábamos por delante de la iglesia de San Martín, por lo que aproveché para acercarme a la misma, una de las sedes de la exposición La Gloria del Barroco, y comprar, por fin, el catálogo de la exposición (pues el peso del mismo aconseja disponer de coche, y cercano).

Se da la circunstancia de que, aunque en su día sí anoté el inicio de la exposición, aún no había publicado ninguna anotación sobre la misma, a pesar de haber quedado toda la familia para visitarla allá por el ya lejano 30 de diciembre de 2009.

La exposición La Gloria del Barroco está promovida por la Fundación La Luz de las Imágenes, y regresa a Valencia tras varias ediciones, con temáticas diversas, en distintas poblaciones de la Comunidad Valenciana. Como en estas otras ediciones, no hay una sede única, sino tres, o tres y media: empieza el itinerario teórico en El Almudín, que actúa como centro de visitantes, con su entradas y audiovisuales varios, así como una exposición específica con motivo de los diez años de La Luz de las Imágenes; y con un recorrido reflejado en el suelo, podemos visitar la Iglesia de San Esteban, la de San Martín y la de San Juan de la Cruz (antes, de San Andrés).

Además, lo que no es poco, de poder apreciar la restauración intensa de las iglesias donde se asienta la exposición, se muestran los objetos típicos que cabe esperar: cuadros, escultura e imaginería diversa, orfebrería y otros útiles y vestimentas para el culto.

Como es costumbre, no dejaban tomar fotos, por lo que nos tendremos que remitir al catálogo cuando, por el motivo que sea, se tercie recurrir a alguna de las obras del catálogo. En esta anotación me referiré a dos obras curiosas y que nos llamaron la atención.

Ahora ya no todos, pero sí todavía muchos, sabemos que el Buen Ladrón que fue crucificado a la derecha de Jesús, se convirtió, siendo conocido como San Dimas. De quien fue crucificado a la izquierda, sólo sabíamos que era “el mal ladrón”… hasta ahora, en que nos enteramos de que su nombre era Gestas.

Naturalmente, aunque representado en numerosas ocasiones (lógicamente, formaba parte de cualquier conjunto completo del Calvario), hasta esta ocasión no se convirtió en protagonista absoluto, a pesar de la intención del autor, posiblemente un tal Juan Muñoz, contemporáneo de los artistas valencianos Ribalta (es decir, a caballo entre los siglos XVI y XVII).

La escultura formaba parte del Calvario, conjunto que se encontraba en la Catedral de Valencia, hasta 1936, en que fue pasto de las llamas y de las hordas de la “memoria histórica”, con el resultado curioso de que sólo se salvó, aunque algo damnificada, la escultura de Gestas. Como dice Ana Mª Buchón Cuevas en su reseña para el catálogo, “el rostro de esta figura de Gestas, de recuerdo laocontesco, con boca y ojos muy abiertos, es el del desesperado que va a ser condenado por su vida pecadora”.

La otra obra que nos llamó la atención es un óleo sobre lienzo atribuido a José Antonio Zapata Nadal, pintor valenciano entre el XVIII y el XIX. Víctor Marco García nos dice, en su comentario a la obra en cuestión, que “las fuentes literarias del Dios pintor, ausentes en las Sagradas Escrituras, fueron tomando forma a lo largo del siglo XVII, una época en que comenzaron a aparecer este tipo de representaciones en las que encontramos al Padre Eterno pintando a la Inmaculada Concepción”, como la perfecta creación de Dios. Y así tenemos este El Padre Eterno pintando la Inmaculada Concepción.

Naturalmente, mucho antes de la proclamación oficial del dogma. Estábamos en España.

Por cierto, me dijeron que el plazo de la exposición se había ampliado hasta el 12 de octubre, por lo que tenéis, todavía, más tiempo para verla.

Créditos:
Fotografía de la greca que marca en el pavimento de la calle el recorrido entre las distintas sedes de la exposición La Gloria del Barroco, de diciembre de 2009, del autor.
Portada de la caja del catálogo de la exposición La Gloria del Barroco, e imágenes de Gestas (ficha nº 86) y de El Padre Eterno pintando la Inmaculada Concepción (ficha nº 180), tomadas del catálogo.

domingo, 25 de julio de 2010

Sonando la cuarenta

El pasado domingo pude ver en el mercadillo que había junto a Elizabeth Hall, al lado del Paseo Marítimo (o Esplanade, que llaman), en Exmouth, que en uno de los puestos se hacía referencia a la celebración, en un par de semanas, del Carnaval.

“Una cosa es ser anglicanos y otra muy distinta cambiar tan drásticamente las fechas del calendario” – pensé. Y en ello me quedé, pues ni llegué a preguntarlo, ni voy a estar presente para verlo.

Esto me ha traído a la memoria que en Venecia pudimos ver una placa conmemorativa de la estancia de Mozart en la ciudad (como ya hemos visto en otras ocasiones). Esta vez, la presencia de Wolfgang Amadeus fue, precisamente, durante el Carnaval, en concreto, el del año 1771.

Todo esto viene a cuento de que tal día como hoy, pero de 1788, Mozart compuso su cuadragésima sinfonía. Según se lee en nuestro ya conocido The Christian Almanac, cuando se dice que fue tal día como hoy, es que fue así: Mozart compuso la sinfonía en un día.

En Youtube hay varios vídeos con sinfonía nº 40 en sol menor, K.550, y traigo a continuación los enlaces a una interpretación de la Filarmónica de Viena dirigida por Karl Böhm.

Primer movimiento: Molto allegro
Segundo movimiento: Andante
Tercer movimiento: Menuetto&Trío: Allegretto
Cuarto movimiento: Allegro assai

Nota: no muestro la foto de la casa en que se alojó Mozart para no deprimir el ánimo de quienes la vean. Dejémoslo estar con la placa, y con los vídeos.

Créditos:
Fotografía de la placa conmemorativa de la estancia de Mozart en Venecia en 1771, de septiembre de 2009, del autor.

Cuando (gran parte de) la Historia es cosa (sólo) de Museos

El pasado jueves, al pasar por delante camino de una reunión, pude observar que estaban colocando una especie de banderola para mejor señalar la existencia del Museo Histórico Militar. Al salir de la reunión, decidí buscar un taxi, pero pasando antes por el Museo, al objeto de confirmar el horario, para cuando me fuera posible, y dada la triste actualidad de estos temas.

Hoy me he organizado suficientemente bien, y me he dirigido al Museo con mi hijo, el cual se resistía porque no le gustan los museos, y además, tampoco lo de la guerra y todo eso (en los videojuegos es otra cosa).

Como es una costumbre, que no entenderé, no se permiten hacer fotos. Además, la guía del museo (que se vende en una tienda casi siempre cerrada porque no suelen tener cambio para devolver los pagos en efectivo por las posibles compras; solución: no se vende y ya está); la guía, decía, está anticuada y no se ajusta a la nueva disposición de las salas.

Esta vez coincidimos con un autobús de no sé dónde, por lo que había bastante gente no pudiendo estar solos mi hijo y yo; además, como ya he dicho, él no tenía mucho interés en el Museo. En definitiva, no pude verlo con tranquilidad y aparte de unas hojas impresas correspondientes a determinados objetos, colecciones o aspectos generales, no me di cuenta de si hay o no audiovisuales que ilustren mejor lo expuesto.

En todo caso, el Museo no deja de ser interesante. Encontramos lo que me esperaba (piezas de artillería, armas de fuego, armas blancas, banderas y enseñas, uniformes,…) y también hay bastante documentación (principalmente, planos y maquetas de fortalezas).

A pesar de todo, se me acabó haciendo un poco tarde, y nos tuvimos que ir: hoy es la festividad de Santiago Apóstol, y es el santo de mi padre, así que nos fuimos a celebrarlo.

Nota: Ya iré contando cosas del Museo, al hilo de lo que se tercie en cada momento.

Créditos:
Fotografía de la fachada del Museo Histórico Militar, de Valencia, de julio de 2010, del autor.
Portada del folleto del Museo.
Santiago el Mayor, cuadro del Taller de Pedro Pablo Rubens, en colección particular de Valencia, tomado del catálogo de la Exposición La Gloria del Barroco.

sábado, 24 de julio de 2010

Y ahora, ¿dónde los pongo?: A fertile moor

El pasado fin de semana estuvimos en Inglaterra con el objeto de comprobar cómo le iba a nuestra hija su curso veraniego de inglés (se trataba de la primera vez que estaba tanto tiempo –tres semana- fuera de casa, y encima, en el extranjero).

El lugar en cuestión está en el condado de Devon, famoso, entre otras cosas, por los páramos del interior, donde se desarrollan varios de los relatos o novelas de Sherlock Holmes. Nosotros, en cambio, estuvimos en la costa del Canal, en Exmouth.



Naturalmente, no pude venirme de allí sin haber comprado unos cuantos libros, bien estrictamente locales o bien de la Historia del país, o bien… de lo que sean.



Jugando con las palabras, no sé si elegí los mejores libros de entre los que había en la librería, pero sí puedo decir que, en este sentido, el páramo (‘moor’) resultó fértil y fecundo.

Otra cosa será cuándo pueda leerlos suficientemente bien.

Créditos:
Fotografía de la librería Best Books de Exmouth, de julio de 2010, del autor.

Portadas de los libros comprados en ella.