“[Se propuso] tratar de emprender una nueva etapa en su vida. Sin embargo, no pudo dejar de tomar en cuenta todas las ocasiones en las que había comenzado un nuevo día, una nueva semana, un nuevo mes o un nuevo año, con el ánimo colmado de inmejorables propósitos, y cómo, a pesar del entusiasmo inicial, las buenas intenciones habían quedado en meros proyectos jamás realizados.
Al tiempo que se vestía observaba los rincones de la habitación, como si la promesa de un inédito período vital confiriera a su mirada un nuevo punto de vista. La pobreza y el estado de abandono del cuarto podrían abatir el ánimo de cualquiera, pero era sobre todo la presencia de un calendario del año anterior, que colgaba en la pared, el testimonio más elocuente de la dejadez en que había caído. Al sacarlo del sitio quedó al descubiero el trozo de empapelado roto y el tono descolorido de ese sector. Antes de tirar el calendario a la papelera repasó con lentitud los meses transcurridos y trató de recordar qué propósitos y anhelos malogrados correspondían a cada uno de ellos. Había sin duda en aquel calendario algún martes que coincidía con el número trece. Quizá su actual situación pudiera deberse al poco caso que hacía de tales fechas. Tal vez, si hubiera estado atento a los martes trece habría llegado a ser un hombre próspero y feliz. Él no era supersticioso, no, pero aun sin llegar a serlo, una persona sensata debe considerar la posibilidad de que ciertas coincidencias puedan acarrerar desgracias. La ciencia, que Dionisio supiera, todavía no había establecido nada al respecto. Pero hay muchas cosas que la ciencia sigue ignorando, y hasta el día en que tales enigmas se aclaren de una vez para siempre, y los resultados de las investigaciones se publiquen en las revistas de divulgación científica, lo prudente es estar alerta ante los martes trece.”
Créditos:
Transcripción parcial del capítulo Una voz en la noche de la obra Criaturas de la noche de Lázaro Covadlo, publicada por Acantilado en su colección Narrativas del acantilado (pp- 14-15).
Hoja de calendario correspondiente al día de hoy, martes y 13, de julio de 2010.
Al tiempo que se vestía observaba los rincones de la habitación, como si la promesa de un inédito período vital confiriera a su mirada un nuevo punto de vista. La pobreza y el estado de abandono del cuarto podrían abatir el ánimo de cualquiera, pero era sobre todo la presencia de un calendario del año anterior, que colgaba en la pared, el testimonio más elocuente de la dejadez en que había caído. Al sacarlo del sitio quedó al descubiero el trozo de empapelado roto y el tono descolorido de ese sector. Antes de tirar el calendario a la papelera repasó con lentitud los meses transcurridos y trató de recordar qué propósitos y anhelos malogrados correspondían a cada uno de ellos. Había sin duda en aquel calendario algún martes que coincidía con el número trece. Quizá su actual situación pudiera deberse al poco caso que hacía de tales fechas. Tal vez, si hubiera estado atento a los martes trece habría llegado a ser un hombre próspero y feliz. Él no era supersticioso, no, pero aun sin llegar a serlo, una persona sensata debe considerar la posibilidad de que ciertas coincidencias puedan acarrerar desgracias. La ciencia, que Dionisio supiera, todavía no había establecido nada al respecto. Pero hay muchas cosas que la ciencia sigue ignorando, y hasta el día en que tales enigmas se aclaren de una vez para siempre, y los resultados de las investigaciones se publiquen en las revistas de divulgación científica, lo prudente es estar alerta ante los martes trece.”
Créditos:
Transcripción parcial del capítulo Una voz en la noche de la obra Criaturas de la noche de Lázaro Covadlo, publicada por Acantilado en su colección Narrativas del acantilado (pp- 14-15).
Hoja de calendario correspondiente al día de hoy, martes y 13, de julio de 2010.
Me gusta la manera de escribir que tiene este tipo. Me ha recordado a alguien.
ResponderEliminarPD: el martes, trece pasó por mi vida sin darme cuenta de ello. En verano pierdo la noción de los días, y vuelvo el calendario de cara a la pared para no percibir el paso de estos maravillosos días de asueto y cómo se acerca, poco a poco, su final.