De una manera mucho más impactante, en cambio, comienza la versión cinematográfica de Cumbres borrascosas, afortunada traducción de Wuthering Heights.
En seguida, a través del atrevido viajero, conocemos al dueño de esa propiedad con nombre, como veremos a lo largo de la película, tan premonitorio: “¿Es Usted el señor Heathcliff?”
“¡Entra, entra! –sollozaba–. Cathy, ven, sólo una vez. ¡Oh, amada de mi corazón, escúchame ahora… al fin, Catherine!”
La película, en su reflejo de una novela romántica inglesa del siglo XIX, nos muestra muchas cosas (o podemos encontrarlas, si queremos), mientras nos cuenta la historia de unos amores, cuanto menos, difíciles.
Por un lado, tenemos un ambiente rural, los páramos de Yorkshire, en donde tienen lugar los amores entre Heathcliff y Cathy (la hija del señor Earnshaw), las escenas propiamente románticas de la película (“Nuestra vida está aquí”, reconoce Cathy), y es al final de la última cuando tiene lugar el único beso, del que sólo alcanzamos a ver el inicio del mismo.
En este mismo ambiente rural nos encontramos referencias familiares, en concreto, las de los protagonistas, los Earnshaw y los Linton. En cambio, en la ciudad, es decir, Liverpool, no los hay: la única referencia humana que se nos indica es precisamente esa ausencia de familia, esa soledad, incluso ese abandono que representa Heathcliff.
Naturalmente, con independencia de cómo se haya labrado la fortuna, quien la tiene, también dispone de criados a su servicio, muy británicamente representados por Ellen, el ama de llaves, y Joseph, mozo para todo, incluso para hacer referencias a la Biblia cuando se tercia.
No obstante estas pinceladas socioeconómicas, la película es una película de amor,… a pesar de los propios protagonistas.
Un amor, el de Heathcliff y Cathy, por encima de la clase social, lo que se muestra claramente cuando, tras los incidentes de la fiesta en la Granja, donde Cathy ha permanecido unas semanas recuperándose de unas heridas, Edgar Linton, quien gentilmente la acompaña, muestra una vez más el rechazo a Heathcliff, lo que le es reprobado por Cathy (“¡Váyase o deje de insultar a las personas que amo!”), despidiéndolo de la casa. A continuación se desviste de la indumentaria que llevaba, recupera su ropaje habitual (vuelve a su propia forma de vida) y va en busca de Heathcliff, en esos páramos que son el único lugar en que se sienten felices y libres juntos.
Lo inesperado de lo que escucha le hace retirarse, no pudiendo oír ya el resto de las confidencias; y es que Cathy, a pesar de todo, se ha dado cuenta de que ella misma es él: “Soy Heathcliff”.
La tormenta estalla, y bajo la lluvia Heathcliff abandona Cumbres borrascosas, a la vez que Cathy llega tarde para impedirlo,… y para declararse: “¡No, esta vez no volverá! ¡Le quiero!”.
La visita que hace a la Granja trae una importante consecuencia, y es la aparición en escena de Isabella, la hermana de Edgar, y, con ella, de los celos entre ésta y Cathy por causa de Heathcliff. Cuando se anuncia la boda entre Heathcliff e Isabella, Cathy, en su desesperación, se descubre ante Edgar: “Este matrimonio no puede ser… ¡no debe ser! ¡Impídelo!”
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Heathcliff e Isabella se casan, pasando ésta, no a vivir, sino a languidecer en Cumbres borrascosas, como le insiste el doctor Kenneth (“Isabella, la traje a Usted al mundo, pero es un mundo del que no va a disfrutar mucho tiempo si se queda en esta casa”), quien poco antes de irse le da la triste, supone él, noticia de que Cathy agoniza; ante su horror, ella, sincera, le contesta: “Si Cathy muere, yo podría vivir”.
Como puede verse, la historia romántica no presenta grandes escenas arrebatadoras, salvo, precisamente, las que “dejan heridos”: la escena entre Heathcliff y Cathy, que desencadena la huida de aquel, y la escena entre Cathy y Edgar, donde éste se da cuenta de que ella es su esposa pero no su mujer. Todas estas pasiones se desarrollan entre brisas, temporales o ventiscas, por donde se mueven los protagonistas, unas veces, sin problemas, otras, tropezando, y también, empujando. Como resume perfectamente Ellen al final de la película, “mi dulce y loca Cathy”.
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Mejor película
Mejor director: William Wyler
Mejor actor: Laurence Olivier en el papel de Heathcliff
Mejor actriz secundaria: Geraldine Fitzgerald en el papel de Isabella Linton Heathcliff
Mejor decoración: obra de James Basevi
Mejor música original Alfred Newman
Mejor guión adaptado: Charles MacArthur y Ben Hecht
consiguiendo sólo el de Mejor fotografía en blanco y negro, por el trabajo de Gregg Toland.
David Niven no tuvo reconocido su trabajo en el papel de Edgar Linton (tampoco era un gran papel), ni, sobre todo, Merle Oberon, por su papel de Cathy Earnshaw Linton, y cuyo lucimiento era el propósito de la película, pues ni tan siquiera fue propuesta para el premio como mejor actriz. Aunque en esto falló la gestión del estudio, a cambio, este propósito nos ha permitido disfrutar de una gran película.
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Y por supuesto, como siempre, las comparaciones, en este caso, entre la película y la novela, son odiosas. Pero ya lo contaré cuando lea la novela.
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Cartel de la película, tomado del artículo de la Wikipedia sobre la película.
Carátula del DVD y fotogramas de la película Cumbres borrascosas.
Transcripción del inicio y de parte del capítulo tercero, de Cumbres borrascosas, de Emily Brontë, según traducción de Rosa Castillo, editada por Alianza Editorial, en la colección 13/20 (2010) (pp. 7 y 41).
Eso sí que era cine, y no el español que se perpreta actualmente...
ResponderEliminarSaludos
Muy bueno lo de las comparaciones odiosas sin haber leído la novela.
ResponderEliminarDe todos yo soy de los que piensan que no hay que comparar las novelas y las películas, muchas veces gracias a las películas se llegan a conocer las novelas en las que se basan.