“Acabo de llegar de una visita al dueño de mi casa, el solitario vecino con el que voy a tener que lidiar. Es ésta en verdad una hermosa región, no creo que me hubiera podido fijar en toda Inglaterra en un paraje tan del todo apartado del mundanal ruido; es un perfecto paraíso para misántropos, y el señor Heathcliff y yo una pareja ideal para compartir esta desolación entre los dos.”
De una manera mucho más impactante, en cambio, comienza la versión cinematográfica de Cumbres borrascosas, afortunada traducción de Wuthering Heights.
En seguida, a través del atrevido viajero, conocemos al dueño de esa propiedad con nombre, como veremos a lo largo de la película, tan premonitorio: “¿Es Usted el señor Heathcliff?”
Ante la inclemencia del tiempo, el viajero es alojado en la casa, en una habitación demasiado especial, en la cual le sucede un incidente con lo que considera un espectro errante en la tempestad. Sin embargo, Heathcliff no sólo le cree, sino que reclama al espectro:
“¡Entra, entra! –sollozaba–. Cathy, ven, sólo una vez. ¡Oh, amada de mi corazón, escúchame ahora… al fin, Catherine!”
Los comentarios que el viajero haces sobre esta escena permiten que Ellen, el ama de llaves, le cuente a él y a nosotros, la historia del señor Heathcliff, desde el mismo momento en que llegó a Cumbres borrascosas, un pequeño rapaz habitante de las calles de Liverpool, encontrado durante una estancia allí por el señor Earnshaw, dueño de la finca. Chico de la calle, sin nombre conocido, “Le llamaremos Heathcliff”, le bautiza su nuevo padre.
La película, en su reflejo de una novela romántica inglesa del siglo XIX, nos muestra muchas cosas (o podemos encontrarlas, si queremos), mientras nos cuenta la historia de unos amores, cuanto menos, difíciles.
Por un lado, tenemos un ambiente rural, los páramos de Yorkshire, en donde tienen lugar los amores entre Heathcliff y Cathy (la hija del señor Earnshaw), las escenas propiamente románticas de la película (“Nuestra vida está aquí”, reconoce Cathy), y es al final de la última cuando tiene lugar el único beso, del que sólo alcanzamos a ver el inicio del mismo.
En este mismo ambiente rural nos encontramos referencias familiares, en concreto, las de los protagonistas, los Earnshaw y los Linton. En cambio, en la ciudad, es decir, Liverpool, no los hay: la única referencia humana que se nos indica es precisamente esa ausencia de familia, esa soledad, incluso ese abandono que representa Heathcliff.
Otra cosa que sucede fuera de los páramos (donde siempre se presenta la acción de la película) es el desarrollo social. El ambiente rural tiene ya establecidas sus clases sociales, lo que se muestra claramente durante la fiesta en la Granja, la mansión de los Linton, en la que, tras saltar la tapia para entrar en el jardín y ver la fiesta, Heathcliff y Cathy acaban siendo cogidos, centrándose el rechazo en Heathcliff, en tanto que mozo de cuadras y de bajo origen. Este desprecio es siendo mutuo, expresándolo claramente Heathcliff escupiendo en medio de una maldición (“Yo le maldigo…, los maldigo a todos”). Heathcliff decide abandonar la comarca (“Vete Heathcliff. ¡Huye! Y traeme el mundo a tu vuelta”).
En cambio, fuera de allí, se entiende que en la ciudad, es donde Heathcliff hace fortuna, “convirtiéndose” en un caballero, que, muy educadamente, va de visita a la mansión de los Linton, mostrando las vueltas que da la vida, ya que esta vez entra en la casa no como mozo de cuadras (“Recuerdo esta habitación”, en una referencia a la maldición de años atrás), sino como, incluso, nuevo propietario de Cumbres borrascosas (ante las elevadas deudas de Hindley, el borracho y jugador hermano de Cathy).
Naturalmente, con independencia de cómo se haya labrado la fortuna, quien la tiene, también dispone de criados a su servicio, muy británicamente representados por Ellen, el ama de llaves, y Joseph, mozo para todo, incluso para hacer referencias a la Biblia cuando se tercia.
No obstante estas pinceladas socioeconómicas, la película es una película de amor,… a pesar de los propios protagonistas.
Un amor, el de Heathcliff y Cathy, por encima de la clase social, lo que se muestra claramente cuando, tras los incidentes de la fiesta en la Granja, donde Cathy ha permanecido unas semanas recuperándose de unas heridas, Edgar Linton, quien gentilmente la acompaña, muestra una vez más el rechazo a Heathcliff, lo que le es reprobado por Cathy (“¡Váyase o deje de insultar a las personas que amo!”), despidiéndolo de la casa. A continuación se desviste de la indumentaria que llevaba, recupera su ropaje habitual (vuelve a su propia forma de vida) y va en busca de Heathcliff, en esos páramos que son el único lugar en que se sienten felices y libres juntos.
Sin embargo, Cathy se encuentra “desgarrada entre su salvaje y descontrolada pasión por Heathcliff, y la nueva vida que había hallado en la Granja, ésa que que no podía olvidar”. Y una noche, que recibe en casa a Linton, tiene una escena con Heathcliff. A poco de irse Linton, Heathcliff, en plena tormenta, alcanza a escuchar, iluminado por los relámpagos, entre las confidencias de Cathy a Ellen, una frase que no es dirigida a él, pero que no por ello deja de condenarlo: “Edgar me pidió que me casara con él”.
Lo inesperado de lo que escucha le hace retirarse, no pudiendo oír ya el resto de las confidencias; y es que Cathy, a pesar de todo, se ha dado cuenta de que ella misma es él: “Soy Heathcliff”.
La tormenta estalla, y bajo la lluvia Heathcliff abandona Cumbres borrascosas, a la vez que Cathy llega tarde para impedirlo,… y para declararse: “¡No, esta vez no volverá! ¡Le quiero!”.
No diremos que las situaciones, o las personas, evolucionan, pero sí que siguen un desarrollo propio: llega la boda de Cathy con Edgar Linton, y al cabo de un tiempo, también llega Heathcliff, esta vez todo un hombre de fortuna.
La visita que hace a la Granja trae una importante consecuencia, y es la aparición en escena de Isabella, la hermana de Edgar, y, con ella, de los celos entre ésta y Cathy por causa de Heathcliff. Cuando se anuncia la boda entre Heathcliff e Isabella, Cathy, en su desesperación, se descubre ante Edgar: “Este matrimonio no puede ser… ¡no debe ser! ¡Impídelo!”
Heathcliff e Isabella se casan, pasando ésta, no a vivir, sino a languidecer en Cumbres borrascosas, como le insiste el doctor Kenneth (“Isabella, la traje a Usted al mundo, pero es un mundo del que no va a disfrutar mucho tiempo si se queda en esta casa”), quien poco antes de irse le da la triste, supone él, noticia de que Cathy agoniza; ante su horror, ella, sincera, le contesta: “Si Cathy muere, yo podría vivir”.
Ellen llega a Cumbres borrascosas para decir que Edgar quiere que su hermana regrese a la Granja, y, adivinando Heathcliff el motivo de ello, es él quien acude. Se presenta a tiempo de poder, Cathy y Heathcliff, decirse todo lo que se han callado mientras se hacían daño uno al otro y a todos los que los rodeaban. Finalmente, de pie junto a Heatcliff, viendo los páramos a través de la ventana, Cathy fallece, y, ante el doctor, llamado con urgencia, Heathcliff sentencia: “Ahora es mía”.
Con la plegaria de Heathcliff de ser perseguido toda su vida por Cathy, se nos termina de contar la historia de Heathcliff y de Cathy. En esos recuerdos (“El fantasma, no; el amor de Cathy”), a pesar de la ventisca, llega el doctor Kenneth, y dice a todos que se ha cruzado en el camino con Heathcliff quien iba con una mujer ("¡Cathy!", susurra Ellen), resultando así, por fin, uno junto al otro, por toda la eternidad, Heathcliff y Cathy (en una escena añadida contra la opinión del director, por Samuel Goldwyn, productor de la película).
Como puede verse, la historia romántica no presenta grandes escenas arrebatadoras, salvo, precisamente, las que “dejan heridos”: la escena entre Heathcliff y Cathy, que desencadena la huida de aquel, y la escena entre Cathy y Edgar, donde éste se da cuenta de que ella es su esposa pero no su mujer. Todas estas pasiones se desarrollan entre brisas, temporales o ventiscas, por donde se mueven los protagonistas, unas veces, sin problemas, otras, tropezando, y también, empujando. Como resume perfectamente Ellen al final de la película, “mi dulce y loca Cathy”.
La película fue propuesta, en la famosa convocatoria de 1939, para ocho premios:
Mejor película
Mejor director: William Wyler
Mejor actor: Laurence Olivier en el papel de Heathcliff
Mejor actriz secundaria: Geraldine Fitzgerald en el papel de Isabella Linton Heathcliff
Mejor decoración: obra de James Basevi
Mejor música original Alfred Newman
Mejor guión adaptado: Charles MacArthur y Ben Hecht
consiguiendo sólo el de Mejor fotografía en blanco y negro, por el trabajo de Gregg Toland.
David Niven no tuvo reconocido su trabajo en el papel de Edgar Linton (tampoco era un gran papel), ni, sobre todo, Merle Oberon, por su papel de Cathy Earnshaw Linton, y cuyo lucimiento era el propósito de la película, pues ni tan siquiera fue propuesta para el premio como mejor actriz. Aunque en esto falló la gestión del estudio, a cambio, este propósito nos ha permitido disfrutar de una gran película.
Si bien la película se estrenó el 13 de abril de 1939, la anotación se publica el 30 de julio, aniversario del nacimiento de Emily Brontë (de las Brontë de toda la vida), en 1818.
Y por supuesto, como siempre, las comparaciones, en este caso, entre la película y la novela, son odiosas. Pero ya lo contaré cuando lea la novela.
Créditos:
Cartel de la película, tomado del artículo de la Wikipedia sobre la película.
Carátula del DVD y fotogramas de la película Cumbres borrascosas.
Transcripción del inicio y de parte del capítulo tercero, de Cumbres borrascosas, de Emily Brontë, según traducción de Rosa Castillo, editada por Alianza Editorial, en la colección 13/20 (2010) (pp. 7 y 41).
De una manera mucho más impactante, en cambio, comienza la versión cinematográfica de Cumbres borrascosas, afortunada traducción de Wuthering Heights.
En seguida, a través del atrevido viajero, conocemos al dueño de esa propiedad con nombre, como veremos a lo largo de la película, tan premonitorio: “¿Es Usted el señor Heathcliff?”
Ante la inclemencia del tiempo, el viajero es alojado en la casa, en una habitación demasiado especial, en la cual le sucede un incidente con lo que considera un espectro errante en la tempestad. Sin embargo, Heathcliff no sólo le cree, sino que reclama al espectro:
“¡Entra, entra! –sollozaba–. Cathy, ven, sólo una vez. ¡Oh, amada de mi corazón, escúchame ahora… al fin, Catherine!”
Los comentarios que el viajero haces sobre esta escena permiten que Ellen, el ama de llaves, le cuente a él y a nosotros, la historia del señor Heathcliff, desde el mismo momento en que llegó a Cumbres borrascosas, un pequeño rapaz habitante de las calles de Liverpool, encontrado durante una estancia allí por el señor Earnshaw, dueño de la finca. Chico de la calle, sin nombre conocido, “Le llamaremos Heathcliff”, le bautiza su nuevo padre.
La película, en su reflejo de una novela romántica inglesa del siglo XIX, nos muestra muchas cosas (o podemos encontrarlas, si queremos), mientras nos cuenta la historia de unos amores, cuanto menos, difíciles.
Por un lado, tenemos un ambiente rural, los páramos de Yorkshire, en donde tienen lugar los amores entre Heathcliff y Cathy (la hija del señor Earnshaw), las escenas propiamente románticas de la película (“Nuestra vida está aquí”, reconoce Cathy), y es al final de la última cuando tiene lugar el único beso, del que sólo alcanzamos a ver el inicio del mismo.
En este mismo ambiente rural nos encontramos referencias familiares, en concreto, las de los protagonistas, los Earnshaw y los Linton. En cambio, en la ciudad, es decir, Liverpool, no los hay: la única referencia humana que se nos indica es precisamente esa ausencia de familia, esa soledad, incluso ese abandono que representa Heathcliff.
Otra cosa que sucede fuera de los páramos (donde siempre se presenta la acción de la película) es el desarrollo social. El ambiente rural tiene ya establecidas sus clases sociales, lo que se muestra claramente durante la fiesta en la Granja, la mansión de los Linton, en la que, tras saltar la tapia para entrar en el jardín y ver la fiesta, Heathcliff y Cathy acaban siendo cogidos, centrándose el rechazo en Heathcliff, en tanto que mozo de cuadras y de bajo origen. Este desprecio es siendo mutuo, expresándolo claramente Heathcliff escupiendo en medio de una maldición (“Yo le maldigo…, los maldigo a todos”). Heathcliff decide abandonar la comarca (“Vete Heathcliff. ¡Huye! Y traeme el mundo a tu vuelta”).
En cambio, fuera de allí, se entiende que en la ciudad, es donde Heathcliff hace fortuna, “convirtiéndose” en un caballero, que, muy educadamente, va de visita a la mansión de los Linton, mostrando las vueltas que da la vida, ya que esta vez entra en la casa no como mozo de cuadras (“Recuerdo esta habitación”, en una referencia a la maldición de años atrás), sino como, incluso, nuevo propietario de Cumbres borrascosas (ante las elevadas deudas de Hindley, el borracho y jugador hermano de Cathy).
Naturalmente, con independencia de cómo se haya labrado la fortuna, quien la tiene, también dispone de criados a su servicio, muy británicamente representados por Ellen, el ama de llaves, y Joseph, mozo para todo, incluso para hacer referencias a la Biblia cuando se tercia.
No obstante estas pinceladas socioeconómicas, la película es una película de amor,… a pesar de los propios protagonistas.
Un amor, el de Heathcliff y Cathy, por encima de la clase social, lo que se muestra claramente cuando, tras los incidentes de la fiesta en la Granja, donde Cathy ha permanecido unas semanas recuperándose de unas heridas, Edgar Linton, quien gentilmente la acompaña, muestra una vez más el rechazo a Heathcliff, lo que le es reprobado por Cathy (“¡Váyase o deje de insultar a las personas que amo!”), despidiéndolo de la casa. A continuación se desviste de la indumentaria que llevaba, recupera su ropaje habitual (vuelve a su propia forma de vida) y va en busca de Heathcliff, en esos páramos que son el único lugar en que se sienten felices y libres juntos.
Sin embargo, Cathy se encuentra “desgarrada entre su salvaje y descontrolada pasión por Heathcliff, y la nueva vida que había hallado en la Granja, ésa que que no podía olvidar”. Y una noche, que recibe en casa a Linton, tiene una escena con Heathcliff. A poco de irse Linton, Heathcliff, en plena tormenta, alcanza a escuchar, iluminado por los relámpagos, entre las confidencias de Cathy a Ellen, una frase que no es dirigida a él, pero que no por ello deja de condenarlo: “Edgar me pidió que me casara con él”.
Lo inesperado de lo que escucha le hace retirarse, no pudiendo oír ya el resto de las confidencias; y es que Cathy, a pesar de todo, se ha dado cuenta de que ella misma es él: “Soy Heathcliff”.
La tormenta estalla, y bajo la lluvia Heathcliff abandona Cumbres borrascosas, a la vez que Cathy llega tarde para impedirlo,… y para declararse: “¡No, esta vez no volverá! ¡Le quiero!”.
No diremos que las situaciones, o las personas, evolucionan, pero sí que siguen un desarrollo propio: llega la boda de Cathy con Edgar Linton, y al cabo de un tiempo, también llega Heathcliff, esta vez todo un hombre de fortuna.
La visita que hace a la Granja trae una importante consecuencia, y es la aparición en escena de Isabella, la hermana de Edgar, y, con ella, de los celos entre ésta y Cathy por causa de Heathcliff. Cuando se anuncia la boda entre Heathcliff e Isabella, Cathy, en su desesperación, se descubre ante Edgar: “Este matrimonio no puede ser… ¡no debe ser! ¡Impídelo!”
Heathcliff e Isabella se casan, pasando ésta, no a vivir, sino a languidecer en Cumbres borrascosas, como le insiste el doctor Kenneth (“Isabella, la traje a Usted al mundo, pero es un mundo del que no va a disfrutar mucho tiempo si se queda en esta casa”), quien poco antes de irse le da la triste, supone él, noticia de que Cathy agoniza; ante su horror, ella, sincera, le contesta: “Si Cathy muere, yo podría vivir”.
Ellen llega a Cumbres borrascosas para decir que Edgar quiere que su hermana regrese a la Granja, y, adivinando Heathcliff el motivo de ello, es él quien acude. Se presenta a tiempo de poder, Cathy y Heathcliff, decirse todo lo que se han callado mientras se hacían daño uno al otro y a todos los que los rodeaban. Finalmente, de pie junto a Heatcliff, viendo los páramos a través de la ventana, Cathy fallece, y, ante el doctor, llamado con urgencia, Heathcliff sentencia: “Ahora es mía”.
Con la plegaria de Heathcliff de ser perseguido toda su vida por Cathy, se nos termina de contar la historia de Heathcliff y de Cathy. En esos recuerdos (“El fantasma, no; el amor de Cathy”), a pesar de la ventisca, llega el doctor Kenneth, y dice a todos que se ha cruzado en el camino con Heathcliff quien iba con una mujer ("¡Cathy!", susurra Ellen), resultando así, por fin, uno junto al otro, por toda la eternidad, Heathcliff y Cathy (en una escena añadida contra la opinión del director, por Samuel Goldwyn, productor de la película).
Como puede verse, la historia romántica no presenta grandes escenas arrebatadoras, salvo, precisamente, las que “dejan heridos”: la escena entre Heathcliff y Cathy, que desencadena la huida de aquel, y la escena entre Cathy y Edgar, donde éste se da cuenta de que ella es su esposa pero no su mujer. Todas estas pasiones se desarrollan entre brisas, temporales o ventiscas, por donde se mueven los protagonistas, unas veces, sin problemas, otras, tropezando, y también, empujando. Como resume perfectamente Ellen al final de la película, “mi dulce y loca Cathy”.
La película fue propuesta, en la famosa convocatoria de 1939, para ocho premios:
Mejor película
Mejor director: William Wyler
Mejor actor: Laurence Olivier en el papel de Heathcliff
Mejor actriz secundaria: Geraldine Fitzgerald en el papel de Isabella Linton Heathcliff
Mejor decoración: obra de James Basevi
Mejor música original Alfred Newman
Mejor guión adaptado: Charles MacArthur y Ben Hecht
consiguiendo sólo el de Mejor fotografía en blanco y negro, por el trabajo de Gregg Toland.
David Niven no tuvo reconocido su trabajo en el papel de Edgar Linton (tampoco era un gran papel), ni, sobre todo, Merle Oberon, por su papel de Cathy Earnshaw Linton, y cuyo lucimiento era el propósito de la película, pues ni tan siquiera fue propuesta para el premio como mejor actriz. Aunque en esto falló la gestión del estudio, a cambio, este propósito nos ha permitido disfrutar de una gran película.
Si bien la película se estrenó el 13 de abril de 1939, la anotación se publica el 30 de julio, aniversario del nacimiento de Emily Brontë (de las Brontë de toda la vida), en 1818.
Y por supuesto, como siempre, las comparaciones, en este caso, entre la película y la novela, son odiosas. Pero ya lo contaré cuando lea la novela.
Créditos:
Cartel de la película, tomado del artículo de la Wikipedia sobre la película.
Carátula del DVD y fotogramas de la película Cumbres borrascosas.
Transcripción del inicio y de parte del capítulo tercero, de Cumbres borrascosas, de Emily Brontë, según traducción de Rosa Castillo, editada por Alianza Editorial, en la colección 13/20 (2010) (pp. 7 y 41).
Eso sí que era cine, y no el español que se perpreta actualmente...
ResponderEliminarSaludos
Muy bueno lo de las comparaciones odiosas sin haber leído la novela.
ResponderEliminarDe todos yo soy de los que piensan que no hay que comparar las novelas y las películas, muchas veces gracias a las películas se llegan a conocer las novelas en las que se basan.