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lunes, 19 de agosto de 2013

Vueltas, vueltas y más vueltas

Observo que nuestros predecesores recurrieron a un elevado número de esferas celestes a fin, sobre todo, de poder explicar el movimiento aparente de los planetas respetando el principio de uniformidad. En verdad parecía completamente absurdo que un cuerpo celeste no se moviera uniformemente a lo largo de un círculo perfecto. Pero se dieron cuenta de que mediante distintas composiciones y combinaciones de movimientos uniformes podían lograr que un cuerpo pareciera moverse hacia cualquier lugar del espacio.
Calipo y Eudoxo, que trataron de resolver el problema por medio de círculos concéntricos, no fueron sin embargo capaces de dar cuenta por este procedimiento de todos los movimientos planetarios. (…) Ese es el motivo de que pareciera mejor emplear excéntricas y epiciclos, preferencia que casi todos los sabios acabaron secundando.

Las teorías planetarias propuestas por Ptolomeo y casi todos los demás astrónomos, aunque guardaban un perfecto acuerdo con los datos numéricos, parecían comportar una dificultad no menor. Efectivamente, tales teorías sólo resultaban satisfactorias al precio de tener asimismo que imaginar ciertos ecuantes, en razón de los cuales el planeta parece moverse con una velocidad siempre uniforme, pero no con respecto a su deferente ni tampoco con respecto a su propio centro. Por ese motivo, una teoría de estas características no parecía ni suficientemente elaborada ni tan siquiera suficientemente acorde con la razón.

No obstante, como sabemos, las predicciones que se realizaban a partir de las teorías planetarias de Prolomeo eran correctas, como bien pudo atestiguar todo un Almirante de la Mar Océana.

Habiendo reparado en todos estos defectos , me preguntaba a menudo si sería posible hallar un sistema  de círculos más racional, mediante el cual se pudiese dar cuenta de toda irregularidad aparente sin tener para ello que postular movimiento alguno distinto del uniforme alrededor de los centros correspondientes, tal y como el principio del movimiento perfecto exige. Tras abordar este problema tan extraordinariamente difícil y casi insoluble, por fin se me ocurrió cómo se podría resolver por recurso a construcciones mucho más sencillas y adecuadas que las tradicionalmente utilizadas, a condición únicamente de que se me concedan algunos postulados. Estos postulados, denominados axiomas, son los siguientes:
Primer postulado:
No existe un centro único de todos los círculos o esferas celestes.
Segundo postulado:
El centro de la Tierra no es el centro del mundo sino tan sólo el centro de gravedad y el centro de la esfera lunar.
Tercer postulado:
Todas las esferas giran en tono al Sol, que se encuentra en medio de todas ellas, razón por la cual el centro del mundo está situado en las proximidades del Sol.
(...)

Hoy se cumplen 540 años y medio del nacimiento de Nicolás Copérnico.

A pesar de los problemas con que se encontró al exponer su sistema, no por eso el mundo ha dejado de dar muchas vueltas desde entonces.

Aunque aún tardó en saber el mundo si tenía que girar según decía Ptolomeo, o Copérnico… o según dijo luego Tycho Brahe.

El cual volvió a la actualidad precisamente el mismo mes del cumpleaños de Copérnico, y desde España, con la noticia de la publicación del libro Sin embargo, no se mueve.

Los autores del libro, Juan Carlos Gorostizaga y Milenko Bernadic, tienen sus respectivos blogs donde abundan en explicar (más o menos) su teoría así como otros aspectos científicos que consideran que la avalan, o que, al menos, no la contradicen.

Y es que una de las cosas que cuestionan es que los experimentos científicos permitan concluir lo que habitualmente se concluye.

El caso es que , vistos algunos antecedentes de experimentos científicos, es para dudar, pero de ahí a replantear (casi) absolutamente todo…

Créditos:
Inicio del Nicolai Copernici de hypothesibus motuum coelestium a se constitutis commentariolus (más conocido sólo por esta última palabra), escrito antes del 1 de mayo de 1514, según traducción de Alberto Elena, en su obra recopilatoria Opúsculos sobre el movimiento de la Tierra, tomado de su primera edición, de 1983, por Alianza Editorial como número 953 de su colección El Libro de Bolsillo (pp. 25-27).
Imagen del Astronomicum caesareum, publicado en 1540, de la Biblioteca Nacional de España, que ilustró los décimos de la lotería nacional del sorteo del 23 de marzo de 2013.
Doodle conmemorando el 540º aniversario del nacimiento de Nicolás Copérnico, el 19 de febrero de 2013.

domingo, 16 de diciembre de 2012

Todo es cuestión de darle vueltas al tema

En ese sentido, es evidente que Libia está rodeada de agua por todas partes, salvo por el lado que confina con Asia; que nosotros sepamos, el rey de Egipto Neco fue el primero que lo demostró, ya que, tras interrumpir la excavación del canal que, desde el Nilo, se dirigía hacia el golfo arábigo, envió en unos navíos a ciertos fenicios, con la orden de que, a su regreso, atravesaran las Columnas de Heracles hasta alcanzar el mar del norte y llegar de esta manera a Egipto. Los fenicios, pues, partieron del mar Eritreo y navegaron por el mar del sur. Y cuando llegaba el final del otoño, atracaban en el lugar de Libia en que, en el curso de su travesía, a la sazón se encontraran, sembraban la tierra y aguardaban hasta la siega. Y, una vez recogida la cosecha, reemprendían la navegación, de manera que, cuando habían transcurrido dos años, en el tercer año de travesía doblaron las Columnas de Heracles y arribaron a Egipto. Y contaban –cosa que, a mi juicio, no es digna de crédito, aunque puede que lo sea para otra persona– que, al contornear Libia, habían tenido el sol a mano derecha.
Así fue como se conoció por vez primera el contorno de Libia; y posteriormente han sido los cartagineses quienes lo han confirmado.

El primer viaje de circunnavegación a África (que suponía un trayecto de cerca de 25.000 km) tuvo, pues, lugar durante el reinado de Nekao (609-594 a.C.), segundo faraón de la dinastía saíta. De hecho, todos los datos que cita el historiador son muy verosímiles: la elección de marineros fenicios para la empresa, hombres muy avezados en el arte de navegar y astutos comerciantes que guardaban celosamente en secreto sus rutas marítimas. El viaje, teniendo en cuenta los vientos y las corrientes, pudo partir del mar Rojo en noviembre, para llegar en primavera al canal de Mozambique. Los expedicionarios alcanzarían en junio el sur de África, donde se detendrían para sembrar y esperar la cosecha de noviembre. Acto seguido, partirían con vientos y corrientes favorables para llegar en marzo al golfo de Biafra, y en junio a la costa de Liberia, deteniéndose por segunda vez en noviembre en la costa occidental de Marruecos para sembrar y cosechar en junio. Finalmente, los fenicios pasarían por el estrecho de Gibraltar y regresarían a Egipto antes de que se cumplieran los tres años desde su partida.

Está claro que las afirmaciones de Heródoto podían sonar un tanto fantasiosas, más aún cuando él mismo dudaba de una de ellas (la de tener el sol a mano derecha yendo de Este a Oeste). Sin embargo, esta misma circunstancia, que en el hemisferio boreal es falsa, y de ahí la incredulidad de Heródoto, es plenamente cierta en el hemisferio austral, por lo que pasaría a ser la prueba de que el viaje realmente sí fue realizado.


Pero, tal vez por lo fantasioso, tal vez por la falta de otra documentación (al tratarse, posiblemente, de un secreto de estado), la descripción geográfica cayó en el olvido, de modo que unos siglos más tarde que el relato de Heródoto, Ptolomeo reflejaba el sur de África (la Libia del relato), discurriendo hacia oriente, encerrando entre ella y Asia el océano Índico (el mar del sur del relato).

Tal día como hoy, pero de 1497, Vasco de Gama llegaba hasta el río del Infante, límite de la expedición de Bartolomé Díaz en 1488, ligeramente superados hacia el este el Cabo de Buena Esperanza y el Cabo de las Agujas (verdadero extremo meridional de África), ya, por tanto, remontando hacia el norte la costa oriental africana.

Vasco de Gama consiguió continuar el viaje desde este punto (donde Bartolomé Díaz tuvo que iniciar el regreso hacia Portugal), y alcanzó, finalmente, las costas de la India medio año más tarde, con lo que se demostraba que África, al contrario de lo que mostraban los mapamundis de Ptolomeo, estaba rodeada de agua por todas partes, menos por el istmo de Suez.

Vamos, lo que un milenio antes ya había escrito Heródoto.

Lo curioso del caso es que, a pesar de la cercanía histórica entre Europa y la India, el primer viaje marítimo, circunnavegando África, que estableció una ruta operativa, que se dice ahora, llegara a la India en mayo de 1498, es decir, cerca de seis años después de que Colón descubriera América.

Y es que, leyendo, se descubre cada cosa…

Créditos:
Extracto del Libro IV Melpómene, de la Historia de Heródoto, según traducción de Carlos Schrader, tomado de la edición realizada en la colección Biblioteca Gredos, por RBA Coleccionables, distribuida para su venta en kioscos en 2006 (volumen II, pp. 319-320).
Extracto de la nota 183 de Carlos Schrader, en dicha edición.
Imagen del Mapamundi de Ptolomeo, en una edición realizada en Ulm en 1482, tomada de la noticia publicada en ABC el 25 de agosto de 2007 dando cuenta del robo del mismo, de la hemeroteca del autor.