Mostrando entradas con la etiqueta Winston S. Churchill. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Winston S. Churchill. Mostrar todas las entradas

sábado, 23 de abril de 2016

God save the King

«Antes de la guerra y durante el período de pasividad militar se había hecho muy poco -o, mejor, nada- para preparar reductos a prueba de bomba en los que pudiera sentar sus reales el gobierno central. Se habían, en trueque, elaborado planes muy minuciosos para el traslado del gobierno a un lugar distinto a Londres. (…) Pero, ahora que nos veíamos bombardeados, gobierno y Parlamento estaban resueltos a continuar en Londres, y yo compartía el sentir común. Como otros, yo no había dejado de imaginar una destrucción tan abrumadora que nos forzase a realizar un traslado y una dispersión generales. Mas en contacto con los hechos reales nuestras reacciones siguieron una dirección contraria.»

«Si se quería resistir y permanecer en Londres, era menester construir, bajo tierra o en la superficie, toda clase de locales fortificados donde el poder ejecutivo y sus miles de funcionarios pudieran desempeñar sus tareas.»

«Primer Ministro a sir Edward Bridges.                                   22-X-40
1. Ahora conocemos ya los límites del ataque enemigo a Londres y nos consta que será tan severo como prolongado. Es muy verosímil que prosiga el bombardeo de Whitehall y demás centros de gobierno hasta que todos los edificios viejos o inseguros hayan sido demolidos.
En consecuencia, es preciso organizar, lo antes posible, acomodos en las casas más fuertes que existan, o que sean susceptibles de fortificación, a fin de que sirvan para acoger a los muy numerosos núcleos de personal superior y subalterno relacionado con los organismos gubernativos y con los ministerios y departamentos esenciales para la dirección de la guerra.
Esto se hace inevitable en virtud de nuestra decisión de no abandonar Londres (…)»

«El domingo 29 de diciembre volvió a abatirse sobre Londres el más grave de los ataques de aquellas semanas. En esa ocasión los alemanes hicieron uso de la mucha experiencia tan penosamente ganada. Fue una operación incendiaria clásica. El peso del ataque se concentró en la City de Londres. Se sincronizó el asalto con el momento de la marea baja. Las conducciones de agua fueron destruidas desde el principio por unas minas de gran potencia explosiva soltadas en paracaídas. Hubo que luchar con cerca de mil quinientos incendios. Las estaciones de ferrocarril y los muelles sufrieron daños. Ocho iglesias fueron destruidas o quedaron malparadas. El fuego y las explosiones afectaron al Ayuntamiento y costó heroicos esfuerzos salvar la catedral de San Pablo. Aun hoy sigue existiendo una zona de vacío, ruina y desolación en el mismo centro del mundo británico. Pero cuando el rey y la reina visitaron aquella zona de muerte, se les acogió con un entusiasmo mucho mayor que el usual en las fiestas reales.
Durante aquella dura y prolongada prueba, que aún debía persistir por varios meses, el monarca habitó constantemente el palacio de Buckingham. Se construyeron en los sótanos refugios adecuados, mas eso costó su correspondiente tiempo. Varias veces aconteció también que Su Majestad llegara de Windsor en el curso de un ataque aéreo. Una vez él y la reina se salvaron por un muy estrecho margen.»

«Fue muy útil para Inglaterra tener unos reyes tan buenos en aquellos trascendentales años.»

[En la festividad de San Jorge, Santo Patrono de Inglaterra, y onomástica del rey Jorge VI.]

Créditos:
Extractos del capítulo III «Londres puede aguantar», de Solos, libro segundo de Su hora mejor, parte segunda de La Segunda Guerra Mundial, obra de Sir Winston S. Churchill, según traducción de Juan G. de Luaces, publicado como volumen IV de la obra, y como número 15 de la colección Biblioteca de Historia, editada por Orbis en 1985, (pp. 52, 53, 58, 62 y 63), de la biblioteca del autor.
Fotografía del rey Jorge VI, visitando una zona bombardeada en el distrito londinense de Lambeth (sin fecha, probablemente 1940 ó 1941), tomada de Operation Sea Lion, de Peter Fleming (publicado originalmente en 1957 con el nombre Invasion 1940), según edición de Pan Books en 2003, de la biblioteca del autor.

miércoles, 30 de diciembre de 2015

St Paul’s Finest Hour


Créditos:
En el título, paráfrasis de la famosa expresión de un discurso de Winston Churchill.
Imagen de la (copia de la) fotografía (adquirida por el autor en el Imperial War Museum de Londres, en septiembre de 2015), realizada por el fotógrafo de prensa Herbert Mason, desde el tejado de la sede del Daily Mail, en Tudor Street, junto a Fleet Street, en la City de Londres, in the small hours of the morning de tal día como hoy, 30 de diciembre, pero de 1940, hace justo 75 años, mostrando cómo tras esa famosa noche del día 29, a pesar de los bombardeos aéreos y de la tempestad de fuego desatada por el Blitz sobre Londres, durante la II Guerra Mundial, San Pablo no cayó, sino que sobrevivió y se mantuvo en pie.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Y ahora, ¿dónde los pongo?: All those old friends

Con motivo de mi viaje a Londres hace seis años, tuve conocimiento de dos librerías, una anticuaria, y otra, digamos, normal, aunque mucho más antigua. El resultado es que en la anticuaria conseguí (aunque ya estaba comprobado antes por internet), una vida de Nelson en dos volúmenes, de 1814, y un Oliver Twist de 1846 (primera edición en un solo volumen). En la normal, pero en su sección anticuaria dedicada a Churchill, una recopilación de sus discursos en una fecha tan temprana como 1941, y que en plena guerra no podía titularse sino Blood, Sweet and Tears.



En esta ocasión, se repitió parte de la agenda.




Ya tenía controlado un libro en Peter Harrington (en Fulham Road, Chelsea), y como estaba suficientemente cerca del hotel, nos acercamos a poco de llegar. El libro estaba disponible, y es éste: una primera edición de The Wisdom of Father Brown, de G.K. Chesterton.

Días después, andando por Piccadilly, no pudimos sino entrar en Hatchard’s, proveedor de la Casa Real, y, más modestamente, mío.


Esta vez no me llamó la atención nada sobre Churchill, y me quedé con las novedades: una guía de Londres, con la referencia de las calles y los lugares con presencia, en un relato u otro, de Sherlock Holmes, ilustrándolo con grabados y fotografías de la época; y por otro ladouna novela, desarrollada también en Londres, e identificada como la primera novela de detectives propiamente dicha (según se desarrolla en la introducción, cuestión que no voy a discutir ni aquí ni ahora).

Como cosa curiosa, veo en su página de internet que esta librería ofrece un servicio alternativo a las clásicas Listas de Bodas, como librería. Tal vez sea sociológicamente interesante ver el uso de dicho servicio y la lista de libros implicados en él.

Y este viaje es lo que ha tenido con estos old friends.

(Bueno, hubo más cosas en estas librerías, pero ya tendrán su momento.)

Créditos:
Imágenes de la tarjeta comercial de Peter Harrington, y de un marcapáginas de Hatchard’s.
Imágenes de los libros en cuestión.

viernes, 20 de agosto de 2010

To so few

Mientras paseábamos por Exmouth para conocer el pueblo y haciendo tiempo a que mi hija regresara de una excursión de ese sábado, nos encontramos, junto a la puerta lateral de un edificio, en una calle peatonal, unas mesas dispuestas a lo largo, junto a la pared, haciendo la función de expositor, sobre las que había numerosos objetos de lo más variopinto. Me llamó la atención un pequeño grupo de ellos, de los que acabé comprando dos. El edificio en cuestión era la sede en el pueblo de la Royal Air Forces Association, y lo que compré fue una insignia representando un bombardero Lancaster, y unas alas conmemorativas del septuagésimo aniversario de la Batalla de Inglaterra.



Y es que, efectivamente, ese mismo día, el 17 de julio, se cumplían 70 años y 7 días del inicio del conjunto de acciones militares aéreas denominado como Batalla de Inglaterra, batalla que tiene un sencillo monumento conmemorativo, dedicado a “all those men and women of the Royal Air Force and Allied Air Forces and who gave their lives”, cerca del paseo marítimo de Exmouth (en concreto, en Alexandra Terrace).

Como no puede ser de otra manera, en un lateral del monumento se encuentra, grabada en una placa metálica, se encuentra la frase que un 20 de agosto pronunció en los Comunes un tal Winston S. Churchill, y que ya recordamos aquí con motivo del momento en que se le encomendó la dirección, y decisión, del gobierno del Reino Unido y del Imperio Británico, y de la guerra.



«Never in the field of the human conflict was so much owed by so many to so few»

Cuando los principios están claros, definidos y asumidos, aunque se sean pocos, aunque se dé la vida, no se desaparece, no sólo son recordados, sino que siguen viviendo entre nosotros.

Por ellos. Un 20 de agosto como hoy. Un Churchill como… no, hoy no hay.

Créditos:
Fotografías de conjunto y de detalle del monumento a la Batalla de Inglaterra, en Exmouth (Devon-Inglaterra), de julio de 2010, del autor.
Imágenes de las insignias del Lancaster y de las alas conmemorativas de la Batalla.

viernes, 14 de mayo de 2010

La tierra (de la lucha) prometida

Al alba del 4 de junio de 1940, zarpaba el último de los buques que evacuaban las tropas aliadas de Dunquerque, totalmente cercadas por el ejército alemán, quien todavía pudo hacer en las playas 30.000 prisioneros entre los que no pudieron escapar.

Pocas horas después, Winston S. Churchill, ante la Cámara de los Comunes, hablaba sobre la situación recién planteada, y expuso su siguiente plan de batalla:
Combatiremos en Francia, combatiremos en los mares y los océanos, combatiremos cada vez con mayor confianza y fuerza en el aire; defenderemos nuestra isla, a cualquier precio; combatiremos en las playas, en los lugares de desembarco, en los campos y en las calles, combatiremos en las montañas; no nos rendiremos jamás

Casi ocho años después, y al otro lado del Atlántico, se oían unas frases parecidas, pero con la misma determinación:
Quisiera acabar parafraseando uno de los grandes discursos que se han hecho durante la Segunda Guerra Mundial, con unas palabras de Churchill.
No exagero si os digo que la Yishuv en Palestina luchará en el Négev y luchará en Galilea, y que luchará en las afueras de Jerusalén hasta el final. No podéis decidir cuándo deberíamos luchar o no. Lucharemos. La comunidad judía de Palestina no levantará la bandera blanca ante el muftí. La decisión está tomada. Nadie puede cambiarla. Sólo podéis decidir una cosa: si saldremos victoriosos de esta lucha o si el muftí se alzará con la victoria. Ésa es la decisión que pueden tomar los judíos de Estados Unidos. Deben tomarse enseguida, en cuestión de horas, de días.


Estas palabras se pronunciaban recién iniciado el año 1948. apenas un mes después de la aprobación por parte de las Naciones Unidas de la famosa resolución 181, mediante la cual se determinaba el establecimiento en el conjunto de Palestina, de dos estados, uno judío y otro árabe (sic -me refiero a la terminología).

Poco después, el 14 de mayo, se proclamaba el estado de Israel, un día antes de que finalizara el dominio británico en Palestina, sin otra intención que evitar el tener que hacerlo en pleno Sabbath.

Golda Meir pronunció esas palabras en relación con los continuos enfrentamientos que estaban teniendo lugar entre ambas comunidades, a pesar de la resolución en cuestión. Lo que no se podía imaginar es que esos enfrentamientos acabarían teniendo la categoría de guerra (la primera guerra árabe-israelí) que empezó, tan lejos, tan lejos, como la noche del mismo día 15 de mayo.

Y es que de esa manera, los estados árabes vecinos de Israel dejaron bien claro que no sólo no aceptaban la existencia de Israel (invadiéndolo), sino que tampoco aceptaban la existencia de un estado árabe palestino.

Más de sesenta años después, apenas ha cambido el planteamiento.

Actualización: En efecto, sesenta o setenta años después, apenas ha cambiado el planteamiento.

Actualización 2:
Este pasado viernes, día 21, pude ver durante un momento, en no sé qué canal de ONO, parte de la película Gandhi, y en concreto, la escena en que, en pleno proceso de consecución de la independencia de la India, le exigen a Gandhi la división del dominio en dos estados distintos, por motivos religiosos, es decir la India y el Pakistán (dividido geográficamente a su vez en occidental y oriental, quien treinta años después, mediante una guerra civil, proclamaría su independencia con el nombre de Bangla-Desh).

Quien, amenazando con violentos conflictos, exigía la división, dentro del grupo de líderes independentistas, era el líder musulmán.


Créditos:
Transcripción del discurso de W.S. Churchill según traducción de Alejandra Devoto para la edición de La esfera de los libros de ¡No nos rendiremos jamás! Los mejores discursos de Winston S. Churchill.

Portada, transcripción, según traducción de Ricardo Simpson, del discurso “Salvando Israel salvaremos al pueblo judío” pronunciado en Chicago el 2 de enero de 1948 ante la comunidad judeoamericana para recaudar fondos con destino a Israel, y fotografía del momento de la firma de la declaración de independencia de Israel, tomados de Golda Meir, editado en 2008 en la colección Las voces de la democracia. Así hablan los grandes políticos, de la Biblioteca El Mundo.

jueves, 13 de mayo de 2010

Sangre, esfuerzo, lágrimas, sudor, muchos, pocos,… y la victoria

Un diez de mayo, Winston Spencer Churchill fue llamado por el rey Jorge VI para formar gobierno en el Reino Unido. Dos días después, se cumplían tres años de la coronación de Alberto Federico Arturo Jorge de Windsor como rey, aunque el país no estaba para muchas celebraciones pues se encontraba en guerra contra la Alemania guiada por Hitler, y de hecho, ese mismo día 10 se había iniciado la invasión de Holanda y Bélgica abriéndose propiamente el frente occidental.

Finalmente, el día 13 se dirigía el nuevo Premier a la Cámara de los Comunes, en un discurso cuyo momento más recordado es el siguiente:
I would say to the House, as I said to those who have joined this Government: «I have nothing to offer but blood, toil, tears and sweat»

También dijo:
You ask, Waht is our aim? I can answer in one word: Victory – victory at all costs, victory in spite of all terror, victory however long and hard the road may be; for without victory there is no survival.

Esa ‘victoria’ es la que le facilitó su imagen más conocida, la ‘V’ formada por los dedos índice y corazón de la mano: el índice para marcar el objetivo, (“aim”), el corazón para sustentar los sentimientos (“tears”).

Tres meses después, en plena Batalla de Inglaterra, a la que todavía le faltaría al menos un mes más, ante la misma Cámara, un 20 de agosto, dijo, en relación con los esfuerzos de los pilotos y tripulaciones de la Royal Air Force:
The gratitude of every home in our Island, in our Empire, and indeed throughout the world, except in the abodes of the guilty, goes out to the British airmen, undaunted by odds, unwearied in their constant challenge and mortal danger, are turning the tide of the World War by their prowess and by their devotion. Never in the field of human conflict was so much owed by so many to so few.

Pronunciados en 1940, se cumplen, pues, 70 años años de estos discursos. Sin embargo, nunca han perdido su plena vigencia, aunque se suela omitir una de las palabras del 13 de mayo de 1940: ‘toil’, es decir, esfuerzo.

Y es precisamente el esfuerzo, lo que más se necesita ahora, aunque no precisamente por parte de aquellos, en general, a los que se les está pidiendo, porque, por desgracia, vuelve a ser vigente que muchos debemos mucho a muy pocos, en concreto, las muchas deudas de muchos, gracias a los pocos del gobierno.


Créditos:
Portada y transcripciones de Blood, Sweat and Tears, recopilación de discursos de Winston S. Churchill publicada en 1941 por G.P. Putnam’s Sons, de Nueva Cork (pág. 276 y pp. 347-348)

Fotografía de W.S. Churchill tomada de El País, publicada el 12 de mayo de 2007.

sábado, 8 de mayo de 2010

65 años ya: ¿jubilado el júbilo?

El instrumento de la rendición incondicional fue firmado por el teniente general Bedell Smith y el general Jodl, en presencia de oficiales franceses y rusos, el 7 de mayo, a las dos horas 41 minutos de la mañana. Todas las hostilidades cesaron a medianoche del día 8 de mayo.

Consecuencia de ello fue el final de la II Guerra Mundial en suelo europeo, por lo que en su momento, se celebraba el VE-Day (la E es por lo de Europa), aunque ahora, al no caer en un aniversario redondo, ya no lo sé.

La rendición incondicional de nuestros enemigos fue la señal para que estallara la mayor explosión de alegría en la historia de la humanidad. La Segunda Guerra Mundial se había desarrollado en Europa hasta su amargo final. Tanto los vencidos como los vencedores experimentaron in alivio inexpresable. Pero para nosotros, para la Gran Bretaña y el Imperio británico, que éramos los únicos que habíamos estado en plan de lucha desde el primer día hasta el último y nos habíamos jugado la existencia en el resultado, la victoria tenía un significado que estaba más allá de lo que podían sentir nuestros más poderosos y más valientes aliados. Agotados y exhaustos, empobrecido, pero erguidos y triunfantes, aquel momento para nosotros fue sublime. Dimos gracias a Dios por la más noble de todas sus bendiciones, el conocimiento de que habíamos cumplido con nuestro deber.

El pasado 19 de diciembre Antonio Mingote publicaba en su ABC la viñeta que acompaña estas líneas, haciendo suya la publicada anteriormente en el mismo periódico por Máximo.

La cuestión de las guerras justas o injustas se ha convertido desde hace siete años en un tema recurrente (hace 19 años no se planteaban estas cosas, no ya prescidiendo además de si iban tropas de reemplazo, en vez de profesionales, sino, sobre todo, porque gobernaba otro partido).

En el discurso que ofreció Churchill poco después de los sucesos narrados, coincidiendo con el aniversario de su nombramiento como Primer Ministro, dijo “en el tono sombrío que recojo a continuación:
«Desearía poder deciros esta noche que todas nuestras fatigas y dificultades han pasado. (…) Por el contrario, debo advertiros, como lo hice cuando inicié esta labor de cinco años y nadie sabía que iba a durar tanto, que todavía queda mucho por hacer y que habéis de estar preparados para nuevos esfuerzos mentales y corporales y para nuevos sacrificios en pro de grandes causas, si no queréis caer en el surco de la inercia, en la confusión de objetivos y en el temor de ser grandes. No debéis desfallecer en vuestra vigilancia. Aunque la alegría del descanso es necesaria para el espíritu humano, esta alegría debe fortalecer la energía y la elasticidad con que cada hombre y cada mujer se enfrenta con el trabajo que ha de realizar y la perspectiva y la vigilancia que han de mantener sobre los asuntos públicos.
Todavía hemos de asegurarnos en el continente europeo de que los fines sencillos y honrados por los que entramos en la guerra no sean echados a un lado o descartados en los meses que sigan a nuestros éxitos, y que las palabras ‘libertad’, ‘democracia’ y ‘liberación’ no pierdan su verdadero significado, tal y como nosotros lo hemos comprendido. Sería inútil castigar a los hitlerianos por sus crímenes si no reina la ley, la justicia, y si un Gobierno totalitario o policíaco ha de ocupar el puesto de los invasores alemanes. (…) Son los vencedores quienes deben escudriñar sus corazones en el momento de su triunfo y hacerse dignos, por su nobleza, de la inmensa fuerza que poseen.
(…) Al comienzo de estos cinco años os dije cosas muy duras. Vosotros no retrocedisteis; y yo no sería merecedor de vuestra confianza y generosidad si todavía no dijera: ¡Adelante, sin vacilaciones, sin dudas, indomables, hasta que nuestra labor haya sido completada y el mundo sea un lugar limpio y seguro!»


«Supongamos que en una ‘guerra justa’ ganan los injustos»

Dejemos a cada uno que medite sobre este tema lo que quiera.

Yo sólo voy a recordar que hoy, como hemos dicho, es el aniversario del final de la II Guerra Mundial en suelo europeo.

Y que esa guerra, si no los justos, al menos, no la ganaron varios de los injustos.

Créditos:
Fotografía de Winston Spencer Churchill, tomada de la edición de Blood, Sweat and Tears, publicado por G.P. Putnam’s Sons, de Nueva York, en 1941.

Portada de La Segunda Guerra Mundial. El telón de acero, XII volumen correspondiente al Libro 2ª, del mismo título, de la Parte Sexta: Triunfo y tragedia, de Sir Winston Spencer Churchill, y transcripciones del capítulo XIII La rendición de Alemania, según traducción de Nellie Manso de Zúñiga, original de 1965 para Plaza&Janés, en la edición de 1985 de Ediciones Orbis, como número 55 de la colección Biblioteca de Historia (pp. 173 y 180-181).

Viñeta de Antonio Mingote publicada en ABC el 19 de diciembre de 2009.

sábado, 13 de marzo de 2010

… como paz dejas.

Hace un tiempo comenté sobre la definición de democracia que dio Churchill haciendo uso de la figura del lechero.

En su momento, al menos en Inglaterra, supongo, este profesional hacía su cometido repartiendo a domicilio las botellas de leche en esas horas indefinidas del alba, aurora y amanecer.

Un aliado sobrevenido de Mr. Churchill se encargó de demostrar que bajo el régimen soviético, no solo los lecheros trabajaban a esas horas.

En la obra de Martin Amis Koba el Temible, ya conocida en estas páginas, en el apartado “La politización del sueño”, podemos leer los comentarios del autor sobre la conducta de un refugiado que se alojaba en su casa (más bien, la de sus padres), consecuencia de lo sucedido en Rusia:

A principios de los años cincuenta se le ocurrió decir, delante de alguien en quien pensó que se podía confiar, que estaba harto de ver al «cerdo seboso» de Georgui Malenkov (primer ministro de la URSS, 1953-1955). Los agentes de «los Órganos» fueron a buscarlo a medianoche. Lo condenaron a ocho años, que debía cumplir en un campo del norte, Vorkutá, un nombre que significa para un ruso tanto como Dachau para un judío. O quizá más. (…)
Cuando se lo llevaron a las tres de la madrugada, lo último que dijo Tibor
[Szamuely] a su mujer fue: «Escribe a tu madre». Solía jactarse de haber sido el único prisionero liberado por Stalin; por Stalin en persona. Por lo visto, la madre de Nina Szamuely tenía una estrecha amistad con el dictador estalinista húngaro Matyas Rakosi. El estalinista, como estaba mandado, llamó o cablegrafió a Stalin; (…) Y Tibor, por una serie de cabriolas y casualidades maravillosas, huyó a la Inglaterra que había visitado de pequeño. Huyó con su mujer, sus dos hijos y además (todo un golpe) con su amplia e insustituible biblioteca. Así pues, una historia feliz, me dije: una historia feliz.
(…)
Tibor se levantaba siempre muy tarde y Kingsley
[Amis, padre de Martín Amis] se quejó de ello en cierta ocasión hablando con Nina. Ésta le dijo que su marido necesitaba ver las primera luces del alba para pensar en dormirse. Incluso en Inglaterra. Necesita, dijo, «estar completamente seguro de que no irán a buscarlo esa noche».
Nosotros no lo entendemos y no hay ningún motivo por el que debamos entenderlo. Hace falta un poderoso esfuerzo de imaginación para tener una idea de lo que es un «miedo que para millones de personas resulta invencible – en palabras de Vassili Grossman –, ese miedo escrito en letras rojas en el cielo plomizo de Moscú, el miedo sobrecogedor al Estado»
” (pp. 27-29).

En el reciente viaje a Berlín recogí, no sé de dónde, un folleto del Instituto Cervantes. En él se puede apreciar una figura que yo diría se corresponde con la de Rafael Alberti (tengo que reconocer que no sé si sigue vivo o no, y además, no es algo que me preocupe en absoluto), y de la otra figura, mejor me callo, de momento.

En el libro que estoy actualmente leyendo (Campos de Flandes, de José Luis de Juan), en un momento en que el narrador tiene una conversación con un ruso (se desarrolla la acción en 2001), aquel tiene la siguiente reflexión:
Stalin, un hombre al que Rafael Alberti, tras hablar con él unas horas, no duda en describir como alguien que rezuma ternura de sus ojos húmedos” (pág. 160)

Está claro que Alberti no era pariente de Stalin (sanguíneo, quiero decir; lo de “de sangre” se podría entender de otra manera), pero quien si presume de ello es su nieto, quien lleva cosa de medio año querellándose con todo el que se atreve a decir la verdad.

Como culminación de estas demencias y/o maldades, este miércoles, día 10, para una ocurrencia que tiene buena la UNESCO, a los socialistas españoles les produce sarpullidos reconocer el genocidio no ya soviético, sino sólo de Stalin.

El pasado día 5 se celebró el aniversario de la muerte de Koba, y la duda es si hay quien todavía le tiene miedo, o es que lamenta que no siga vivo “poniendo orden”.

sábado, 1 de agosto de 2009

Blanca y en botella

Hace treinta y tantos años, en casa teníamos un par de cazos, de una capacidad aproximada, supongo, de unos dos litros, que tenían un complemento en forma de chimenea, con una base, que se colocaba en el interior del cazo. Estos cazos servían para hervir la leche (en aquel entonces, directamente de la vaca), de manera que por el flujo hidrodinámico que se provocaba, la leche ascendía por la chimenea, en vez de rebosar por el borde del cazo, evitando, además del desperdicio de leche y suciedad sobre la cocina, también el peligro de que pudiera apagarse el fuego, y el butano se escapara sin problemas por el quemador de la cocina. Por cierto, cuando digo que la leche era de vaca, lo que quiero decir es que se compraba directamente a la lechera.

En una anotación he comentado la presencia de Fernando García de Cortázar en la Feria del Libro de Madrid este pasado 6 de junio. Ese mismo día, se daba la circunstancia de que ABC publicaba una Tercera (es decir, un artículo de opinión en la tercera página del periódico) precisamente de Fernando García de Cortázar, sobre Europa (recordemos que ese día era la víspera de las elecciones al Parlamento Europeo).

La mayoría de las grandes ideas necesitan ser explicadas en caudalosos volúmenes, pero también pueden resumirse en el fogonazo de una sensación, en un pormenor cualquiera de la vida cotidiana, a veces en una imagen”. Y nos recordaba una imagen que no por repetida pierde su inmensa y contundente elocuencia: “la democracia, para Churchill, eran las pisadas lentas de un caballo y las ruedas de un carro con botellas de leche a la media luz del amanecer”.

Me entero por barcepundit de una lista de 25 cosas a punto de extinguirse en Estados Unidos. Sin entrar a valorar dichas cosas, y hasta dónde se trata de algo propio de EE.UU. o si se puede aplicar en el caso concreto de España, sí me llamó la atención la que figura con el número 10:
According to the U.S. Department of Agriculture, in 1950, over half of the milk delivered was to the home in quart bottles, by 1963, it was about a third and by 2001, it represented only 0.4% percent. Nowadays most milk is sold through supermarkets in gallon jugs.

En su momento, la lechera venía a casa en las primeras horas de la noche, no al amanecer, lo que se explica porque no éramos una democracia.

Ahora, el lechero de la democracia está desapareciendo. Tengo que decir que el ambiente general me deja la duda de si no se trata de una primera etapa.

jueves, 30 de julio de 2009

Tú no, pero yo sí sé lo que te conviene

Anteayer me entero ‘hojeando’ el periódico por Internet de que ya hay menos libertad, pero seguro, seguro, que es por nuestro bien.

Aunque me enteré por el periódico Levante-EMV, enlazo con Libertad Digital porque, aun siendo en ambos casos la transcripción de la noticia de EFE, en este periódico sí hay comentarios de los lectores, mientras que en aquel, supongo que al no ser la abuela del PP de Valencia, no.

El caso es que en una piscina pública en Escocia, han prohibido a una mujer hacer fotos de sus nietas. Según parece, “muchos municipios han prohibido tomar fotografías de niños debido al temor a que quienes lo hacen sean pederastas o traten de comerciar con ellas” e incluso “la Confederación Nacional de Asociaciones de Padres y Maestros ha pedido a los directores de escuelas que prohíban el uso de cámaras en las fiestas escolares a menos que tengan el consentimiento de todas las familias involucradas”.

Según la noticia, el escritor Philip Pullman “anunció que no volverá a leer textos de sus libros en las escuelas del Reino Unido ya que se niega a ser controlado para un banco de datos de presuntos pederastas”, y también dijo que el gobierno “ha ido demasiado lejos” y que se niega “a ser cómplice de cualquier sistema que dé por supuesta mi culpabilidad”.

La cuestión que se plantea ya no es si, por ejemplo, el Ayuntamiento de Valencia, revisará las fotos aéreas que tienen en su página de Internet, para evitar que se vean a los niños que estén en los colegios o en las piscinas (las cuáles, las de la foto, además, son privadas).



No. La cuestión es que, como siempre, con la excusa, porque no es un argumento, de que “y si va y resulta que…”, se limita caprichosamente la libertad de la gente. Porque hacer fotos, en un lugar público, es un derecho, salga quien salga en ellas. Lo que no es un derecho es manipularlas para publicarlas con perjuicio de los fotografiados.

Y esta nada sutil diferencia es la que no entienden ni los que proponen las leyes (por cierto, un gobierno laborista, es decir, socialista, es decir, de izquierdas), ni los que las aprueban. Tal vez porque no entienden la diferencia entre 'libertad' y 'esclavitud'.

Quien sí entiende la diferencia es luigiber, con un comentario contundente: “¿Seguro que Hitler y Mussolini fueron derrotados? ¿Stalin muerto? ¿El Gran Hermano es una ficción literaria? ¿Snowball y Napoleón eran sólo cerdos?”, aunque le falta añadir Mao a la relación histórica.

No sé si habrá mucha o poca repercusión de este caso, pero una cosa está clara: todos los totalitarismos tienen la misma táctica: plato por plato.

domingo, 8 de marzo de 2009

Quien busca, encuentra...

... aunque sea otra cosa.

Repasando mis notas en las que apunto posibles cosas a comentar en estas anotaciones, me he encontrado con una, que me ha inducido a buscar por si tuviera algo más de documentación.

En esta búsqueda, hasta ahora infructuosa, en cambio, he encontrado otra perla.

Volvemos a nuestro amigo Winston, y transcribo lo que figura en el ejemplar del libro del que ya hemos hecho uso en diversas ocasiones, del discurso pronunciado el día 28 de mayo de 1948 ante la Conferencia Unionista de Escocia, en Perth.


[Como todo el mundo sabe, Perth se encuentra en Australia, en concreto, en Australia Occidental; sin embargo, no hace falta preguntarse qué pintan los escoceses por allí, pues todo apunta a que este Perth del discurso es la forma abreviada de Perth y Kinross, cerca de Dundee y al norte de Edimburgo, todo, eso sí, en Escocia]

De momento, empezamos bien... claro.

Nos oprime una falacia mortal. El socialismo es la filosofía del fracaso, el credo de la ignorancia y la doctrina de la envidia.

Y sigue:

A menos que liberemos a nuestro país, mientras estemos a tiempo, de las doctrinas perversas del socialismo, no puede haber ninguna esperanza de recuperación. Esta isla no puede mantener a su población como una gran potencia. Los más activos y los más diestros emigrarán y nos quedaremos con un conjunto de funcionario del Estado dando vueltas alrededor de una inmensa masa de seres humanos preocupados, hambrientos y destrozados.

[Con este argumento, hay quien apunta maneras]

Seguimos:

Nuestro lugar en el mundo se perderá para siempre y no sólo desaparecerá nuestra dignidad como individuos, sino también nuestra independencia nacional. En el pasado, hemos apreciado esos privilegios adquiridos con tanto esfuerzo, pero toda esa estructura de obstinación e insensatez, levantada con fines partidistas y no nacionales, se debe analizar a la luz del hecho supremo y dominante de nuestra posición actual.

Y aunque nadie se lo crea, estaba hablando hace casi 61 años:

El gobierno socialista de Londres [o Madrid, ¿tal vez?] se ha vuelto dependiente de la generosidad del sistema capitalista de Estados Unidos. No nos estamos ganando la vida ni pagando lo que nos corresponde y el gobierno tampoco tiene muchas perspectivas de que podamos hacerlo en el futuro inmediato. Éste es un hecho terrible que cae implacable sobre todos nosotros.

Tras diversos comentarios (que no figuran en el libro), otra cuestión de actualidad:

Cuando estuve aquí hace dos años, la Asociación Unionista Escocesa me proporcionó una expresión muy elocuente que me impresionó mucho: «una democracia propietaria», que es un tema extenso y práctico para tratar. Ser propietarios de nuestra propia vivienda no es ningún delito. Ahorrar para alcanzar y mantener la independencia es una virtud. ¿Por qué no vamos a dejar claro que los inquilinos no sólo pueden comprar y pagar a plazos las viviendas construidas por empresas privadas (cuando eso se vuelva a permitir), con lo cual se convertirán en propietarios del bien raíz y del suelo, sino que también deberían tener derecho a adquirir a plazos las viviendas de protección oficial?

Y el discurso concluye lógicamente, y con lógica, con una conclusión:

He aquí un paso positivo que habría que dar, que contará con la oposición implacable del Partido Socialista, que quiere que todos sean arrendatarios del Estado

En resumen, el discurso es de 1948 y lo leemos en 2009 ¿o es al revés?

jueves, 5 de marzo de 2009

Una cabeza bien amueblada

El 2 de septiembre de 1945, la cubierta del acorazado USS Missouri (BB-63) se convirtió en el escenario histórico de la firma de la rendición del Imperio del Japón a las fuerzas aliadas, cuyo comandante en jefe era el general Douglas MacArthur.



Él fue quien con unas palabras abrió la sesión, aunque no quien presenció la propia firma hecha por el ministro de Asuntos Exteriores japonés, Mamoru Shigemitsu (se trataba del también general estadounidense Richard K. Sutherland).

Seis meses después, Missouri fue de nuevo un nombre importante en un hecho histórico.

En este caso, se trata, no del río, sino del estado, que cobija la ciudad de Fulton, en la cual se encuentra el Westminster College.

El 5 de marzo de 1946, con cierto humor, se iniciaba un discurso:

Me alegro de encontrarme esta tarde en el Westminster College y me siento muy honrado por el título que me conceden. El nombre de Westminster me resulta vagamente familiar; creo que lo he oído antes

El humor, naturalmente, es británico, estaba presente el presidente de EE.UU. Harry S. Truman, el acto era de nombramiento de Doctor Honoris Causa en Leyes, y el doctorando y orador era Winston Leonard Spencer Churchill.

El discurso, lúcido e incisivo como todos los suyos, tuvo además su repercusión histórica por una frase, sólo por una frase, por la expresión que se generó, y por la realidad que constató.

Se han cubierto de sombras los escenarios que hasta hace poco iluminaba la victoria aliada. Nadie sabe lo que pretenden hacer en el futuro inmediato la Rusia soviética y su organización comunista internacional, ni cuáles son los límites, si los hubiere, a sus tendencias expansivas y proselitistas. Siento gran admiración y respecto por el valiente pueblo ruso y por mi camarada en tiempos de guerra, el mariscal Stalin. (…) Comprendemos que los rusos necesiten asegurar sus fronteras occidentales eliminando toda posibilidad de una agresión alemana. (…) Sin embargo, tengo el deber de presentarle ciertos hechos acerca de la actual situación en Europa, porque estoy seguro de que ustedes querrán que se los explique como yo los veo.

Y ahora viene la frase.

Desde Stettin, en el Báltico, hasta Trieste, en el Adriático, ha caído un telón de acero que atraviesa el continente

El impacto de la frase fue tal que inmediatamente quedó destacada en los subtitulares de la reseña del acto publicada en The New York Times.

Como se expresa en la entradilla al discurso, en la edición realizada por Winston S. Churchill (nieto), “para los soviéticos, la guerra fría comenzó en ese momento, en lugar de tomar como punto de partida el verdadero inicio, que fué, cómo no, cuando ocuparon los países del centro y el este de Europa”. Es decir, y como siempre, la culpa es del mensajero, de quien pone de manifiesto el problema, y no de quien lo genera.

La transcripción es de la obra, ya conocida en estas páginas, ¡No nos rendiremos jamás! Los mejores discursos de Winston S. Churchill, en la edición de su nieto, publicada por La Esfera de los Libros, en traducción de Alejandra Devoto.

Siete años después, como hemos visto en la anotación anterior, quebraba un acero,… pero el acero del telón y la guerra fría continuaron.

Y es que “no creo que la Rusia soviética desee la guerra; lo que desea son los frutos de la guerra y la expansión indefinida de su poder y de sus doctrinas. Pero lo que hemos de plantearnos hoy aquí, mientras estemos a tiempo, es prevenir la guerra de forma permanente y establecer las condiciones de la libertad y la democracia lo más rápidamente posible, en todos los países. Nuestras dificultades y nuestros peligros no desaparecerán porque cerremos los ojos para no verlos. No desaparecerán por más que nos limitemos a esperar para ver lo que ocurre, ni tampoco desaparecerán con una política de pacificación. Lo que hace falta es un acuerdo y, cuanto más se retrase, más difícil será y más aumentarán nuestros peligros.
Por lo que he visto de nuestros amigos y aliados rusos durante la guerra, estoy convencido de que no hay nada que admiren tanto como la fuerza y de que no hay nada por lo que sientan menos respeto que por la debilidad, sobre todo la militar. Por ese motivo, la vieja doctrina de un equilibrio de poder es precaria. (…) Si [las democracias occidentales] se dividen o flaquean en su obligación y si permiten que se escabullan estos años trascendentales, es posible que la catástrofe nos abrume a todos


Estas frases se pronunciaron hace sólo 63 años, pero su validez y actualidad como principios de conducta, siguen estando plenamente vigentes.

Y también hoy, como entonces, y como trece años antes a otras advertencias similares, los hay que tienen a gala no ya ignorarlas, sino incluso despreciarlas, demostrando que sus cabezas no están nada de bien amuebladas, y ni cuentan siquiera, a falta de cortinas, con unos modestos visillos.

sábado, 3 de enero de 2009

De diamantes y anillos: un orfebre literario

En aquellos días, la capital del Estado Libre de Orange era Bloemfontein, y a pesar de que el nombre de la ciudad se preste a cierto optimismo, pues en afrikaans y holandés significa “fuente de flores”, lo cierto que es que las negociaciones que allí tuvieron lugar entre el Gobierno de Su Majestad y las repúblicas bóers, habían fracasado, lo que condujo al desencadenamiento de la posteriormente conocida como “Guerra de los Bóers”.

El 14 de abril del año 1900, llegaba a Bloemfontein cierto periodista, que cubría para el Morning Post de Londres, la referida guerra. Las crónicas de la guerra aparecidas en el periódico hasta el mes de marzo, se publicarían un mes después (el 15 de mayo) en un primer volumen De Londres a Ladysmith; el 31 de marzo fechaba la carta que suponía el inicio del seguimiento de la segunda parte del desarrollo de la guerra, que, en octubre, ya de regreso en Inglaterra, finalmente adoptaría la forma de un segundo libro (La marcha de Ian Hamilton). Mes y medio después, el autor de los libros cumplía, tan solo, 26 años. En la edición completa de sus obras, con motivo del centenario de su nacimiento, las dos obras fueron editadas como un solo volumen bajo el título de La guerra de los Bóers, formato que se ha mantenido desde entonces.

Este viaje desde Sudáfrica hacia Inglaterra, también fue realizado, pero cinco años antes, por un niño de tres años con problemas de salud, al que acompañaban su hermano, de sólo un año, y su madre, mientras su padre permanecía, continuando su trabajo para el Banco de Inglaterra, en esa misma ciudad de Bloemfontein donde habían nacido ambos niños.

Treinta y un años después, ese niño, publicaba una novela, dirigida al público juvenil. Doce años después tenía terminada una continuación de la misma, ya también dirigida hacia el público adulto, aunque fuera publicado, en forma de trilogía, seis años después. Póstumamente, editado por su hijo, se publicó un volumen que recogía todo lo sucedido con anterioridad as lo reflejado en dichas obras.



Así pues, desde hace poco más de setenta años disfrutamos de la obra literaria de este caballero, del que hoy se cumplen sus primeros 117 años (es decir, seis años más que los que cumplía su personaje Bilbo Bolsón al empezar su trilogía), y cuyo nombre es John Ronald Reuel Tolkien, más conocido como J.R.R. Tolkien, como ya suponía la mayoría de los lectores de esta anotación.

domingo, 30 de noviembre de 2008

Happy birthday, for you, and for us

Un cinco de octubre de hace setenta años, por encima de los murmullos desaprobadores, en la Cámara de los Comunes del Parlamento británico, se pudo oír el discurso, nada común precisamente, pronunciado por un joven parlamentario, a punto de cumplir sólo 64 años, en el que, entre otras muchas, figuraban las siguientes palabras:

The utmost he [my right hon. Friend the Prime Minster] has been able to gain for Czechoslovakia in the matters which were in dispute has been that the German dictador, instead of snatching the victuals from the table, has been content to have them served to him course by course

O en versión de Alejandra Devoto, como traducción del libro de discursos seleccionados por el nieto y tocayo del joven parlamentario.

Lo máximo que ha sido capaz de conseguir [Su Señoría, el primer ministro] para Checoslovaquia y en las cuestiones sobre las cuales todavía no se había llegado a ningún acuerdo ha sido que el dictador alemán, en lugar de agarrar los víveres de la mesa, se conformase con hacer que se los sirvieran, plato por plato”.

El joven parlamentario se llama Winston Spencer Churchill, hoy se cumplen 134 años de su nacimiento, y ha sido quien me ha brindado el título de este diario.