El 2 de septiembre de 1945, la cubierta del acorazado USS Missouri (BB-63) se convirtió en el escenario histórico de la firma de la rendición del Imperio del Japón a las fuerzas aliadas, cuyo comandante en jefe era el general Douglas MacArthur.
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Él fue quien con unas palabras abrió la sesión, aunque no quien presenció la propia firma hecha por el ministro de Asuntos Exteriores japonés, Mamoru Shigemitsu (se trataba del también general estadounidense Richard K. Sutherland).
Seis meses después, Missouri fue de nuevo un nombre importante en un hecho histórico.
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Él fue quien con unas palabras abrió la sesión, aunque no quien presenció la propia firma hecha por el ministro de Asuntos Exteriores japonés, Mamoru Shigemitsu (se trataba del también general estadounidense Richard K. Sutherland).
Seis meses después, Missouri fue de nuevo un nombre importante en un hecho histórico.
En este caso, se trata, no del río, sino del estado, que cobija la ciudad de Fulton, en la cual se encuentra el Westminster College.
El 5 de marzo de 1946, con cierto humor, se iniciaba un discurso:
“Me alegro de encontrarme esta tarde en el Westminster College y me siento muy honrado por el título que me conceden. El nombre de Westminster me resulta vagamente familiar; creo que lo he oído antes”
El humor, naturalmente, es británico, estaba presente el presidente de EE.UU. Harry S. Truman, el acto era de nombramiento de Doctor Honoris Causa en Leyes, y el doctorando y orador era Winston Leonard Spencer Churchill.
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“Se han cubierto de sombras los escenarios que hasta hace poco iluminaba la victoria aliada. Nadie sabe lo que pretenden hacer en el futuro inmediato la Rusia soviética y su organización comunista internacional, ni cuáles son los límites, si los hubiere, a sus tendencias expansivas y proselitistas. Siento gran admiración y respecto por el valiente pueblo ruso y por mi camarada en tiempos de guerra, el mariscal Stalin. (…) Comprendemos que los rusos necesiten asegurar sus fronteras occidentales eliminando toda posibilidad de una agresión alemana. (…) Sin embargo, tengo el deber de presentarle ciertos hechos acerca de la actual situación en Europa, porque estoy seguro de que ustedes querrán que se los explique como yo los veo.”
Y ahora viene la frase.
“Desde Stettin, en el Báltico, hasta Trieste, en el Adriático, ha caído un telón de acero que atraviesa el continente”
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Como se expresa en la entradilla al discurso, en la edición realizada por Winston S. Churchill (nieto), “para los soviéticos, la guerra fría comenzó en ese momento, en lugar de tomar como punto de partida el verdadero inicio, que fué, cómo no, cuando ocuparon los países del centro y el este de Europa”. Es decir, y como siempre, la culpa es del mensajero, de quien pone de manifiesto el problema, y no de quien lo genera.
Siete años después, como hemos visto en la anotación anterior, quebraba un acero,… pero el acero del telón y la guerra fría continuaron.
Y es que “no creo que la Rusia soviética desee la guerra; lo que desea son los frutos de la guerra y la expansión indefinida de su poder y de sus doctrinas. Pero lo que hemos de plantearnos hoy aquí, mientras estemos a tiempo, es prevenir la guerra de forma permanente y establecer las condiciones de la libertad y la democracia lo más rápidamente posible, en todos los países. Nuestras dificultades y nuestros peligros no desaparecerán porque cerremos los ojos para no verlos. No desaparecerán por más que nos limitemos a esperar para ver lo que ocurre, ni tampoco desaparecerán con una política de pacificación. Lo que hace falta es un acuerdo y, cuanto más se retrase, más difícil será y más aumentarán nuestros peligros.
Estas frases se pronunciaron hace sólo 63 años, pero su validez y actualidad como principios de conducta, siguen estando plenamente vigentes.
Y también hoy, como entonces, y como trece años antes a otras advertencias similares, los hay que tienen a gala no ya ignorarlas, sino incluso despreciarlas, demostrando que sus cabezas no están nada de bien amuebladas, y ni cuentan siquiera, a falta de cortinas, con unos modestos visillos.
El Winston éste es que fue un fascista con todas las letras. Ahora molan más las frases cortas del tipo "Hablando se entiende la gente" y "¿Por qué no te callas" dichas por el mismo fulano. Sí, el mismo que cazó un oso borracho, pero no seré yo quien despeje quién era el borracho.
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