Mostrando entradas con la etiqueta Museo Naval. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Museo Naval. Mostrar todas las entradas

lunes, 3 de febrero de 2014

Más que entero

Que el Museo Naval dedique una exposición a un marino no debería ser motivo de sorpresa. Entra en la lógica discursiva de una institución que recoge la evolución de la Armada desde el siglo XVI hasta la actualidad. Y, sin embargo, esta es una muestra excepcional. (…)
¿Por qué Blas de Lezo? Ninguna efeméride le une a 2013 y sus fechas emblemáticas –1689, año de su nacimiento, y 1741, año de la defensa de Cartagena de Indias y de su muerte– quedan lejos de una conmemoración redonda.
Es indiscutible que Lezo, por su trayectoria vital y sus hazañas bélicas, ocupa un lugar destacado entre los grandes marinos españoles y, me atrevo a decir, que sus victorias le avalan como uno de los grandes estrategas navales de la historia. Pero no serían argumentos suficientes. No al menos en una Armada pródiga en figuras señeras unidas a la historia de España (…) Y el XVIII, el siglo donde desarrolló su vida Blas de Lezo, es también el de la Marina Ilustrada, las grandes expediciones científicas y la "Edad de Oro" de la construcción naval, por lo tanto, uno de los periodos más fecundos de la historia de la Armada.(…)
¿Por qué entonces? La diferencia para inclinar la balanza hacia Blas de Lezo es la memoria o, más bien, la falta de ella. Tan indiscutible como sus hechos es el olvido al que fue sometido tras su muerte. Pese a ser uno de nuestros grandes marinos falleció no solo sin el reconocimiento merecido, sino con el agravio de sus coetáneos. Todavía hoy descansa en una tumba de emplazamiento ignorado y, aunque ya rehabilitado por la historia, sigue siendo un desconocido en España mientras que Colombia lo venera como a un héroe.

Afortunadamente, la exposición en cuestión ha permitido rememorar al Almirante, con tal éxito que ha obligado a una prórroga de la misma, hasta dentro de un mes.

Y en estas páginas continuamos el recuerdo que ya se tributó hace cinco años, señalando ahora que tal día como hoy, hace 325 años, nacía en Pasajes, tomando el nombre del santo del día, don Blas de Lezo y Olavarrieta.

Créditos:
Extracto de la Presentación a cargo del Contralmirante José Antonio González Carrión, Director del Museo Naval de Madrid, en relación con la exposición Blas de Lezo, el valor de Mediohombre, tomado del catálogo de la misma, de la biblioteca del autor.
Fotografía del retrato de Blas de Lezo, óleo sobre lienzo, de autor anónimo de mediados del XIX, copia de un original del siglo XVIII, donación de José de Lezo al Museo Naval, en octubre de 2013, del autor.

jueves, 30 de enero de 2014

… and a Happy New Yeal

Con el inicio de esta luna nueva, entra un nuevo año chino.

(Aunque no lo celebraremos rompiendo vajillas, más que nada porque serían de porcelana china, y no está el horno para… cerámicas.)

Créditos:
Fotografía de un kendi de porcelana china de Swatow, al norte de la provincia de Guandong, (de finales del siglo XVI) -junto con reflejos y sombras-, que forma parte del cargamento recuperado del galeón San Diego expuesto en el Museo Naval, en Madrid, en octubre de 2013, del autor.

[Nota: lo pertinente sería que el motivo del kendi fuera un caballo (de madera, a poder ser), pero este tipo de porcelana sólo tenía como motivos habituales las flores o los pájaros.]

miércoles, 30 de octubre de 2013

Sombras… chinescas


Créditos:
Fotografía de las sombras proyectadas por unos platos y botellas (y de éstas) fabricados en gres porcelánico en la zona de Swatow, en el norte de la provincia china de Guandong, que formaban parte del cargamento del San Diego, «galeón de Manila», naufragado en diciembre de 1600 a resultas del combate entablado con buques holandeses ante Manila, en el Museo Naval de Madrid, en octubre de 2013, del autor.

martes, 12 de octubre de 2010

La Mar Océana... ¡y tierra!

Y en conclusión les dijo que dentro de tres días hallarían la tierra que buscaban. Por tanto que estuviesen de buen ánimo y prosiguiesen su viaje, que para cuando decía, él les enseñaría un Nuevo Mundo y tierra, y habrían concluido sus trabajos y verían que él había dicho verdad siempre, así al Rey y a la Reina Católicos como a ellos; y que si no fuese así, hiciesen su voluntad y lo que les pareciese, que él ninguna duda tenía en lo que les decía.
Con estas palabras movió los corazones de los enflaquecidos ánimos de los que allí iban a alguna vergüenza, en especial a los tres hermanos capitanes pilotos que he dicho; y acordaron hacer lo que les mandaba, y de navegar aquellos tres díasy no más, con determinación y acuerdo que en fin de ellos darían la vuelta a España, si tierra no viesen. (…) Y aquel mismo día que el almirante Colón estas palabras dijo, conoció realmente que estaba cerca de tierra en semblante de los celajes de los cielos (…) Y como sobrevino la noche, mandó apocar las velas y que corriesen con solos los trinquetes bajos; y andando así, un marinero de los que iban en la capitana, natural de Lepe, dijo: ¡Lumbre…! ¡Tierra…! Y luego un criado de Colón, llamado Salcedo replicó diciendo: «Eso ya lo ha dicho el almirante, mi señor»; y encontinente Colón dijo: «Rato ha que yo lo he dicho y visto aquella lumbre que está en tierra.» Y así fué: que un jueves, a las dos horas después de media noche, llamó el almirante a un hidalgo apellidado Escobedo, repostero de estrados del Rey Católico, y le dijo que veía lumbre. Y al otro día de mañana, en esclareciendo, y a la hora que el día antes había dicho Colón, desde la nao capitana se vió la isla que los indios llaman Guanahaní, de la parte de la tramontana o norte. Y el que vió primero la tierra, cuando ya fué de día, se llamaba Rodrigo de Triana, a 11
(sic) de octubre del año ya dicho de 1492. Y de haber salido tan verdadero el almirante, en ver la tierra en el tiempo que había dicho, se tuvo más sospecha que él estaba certificado del piloto que se dijo que murió en su casa, según antes se dijo. Y también podría ser que viendo determinados a cuantos con él iban para tornarse, dijese que si en tres días no vieren la tierra se volviesen, confiando que Dios se la enseñaría en aquel término que les daba, para no perder trabajo y tiempo.
(…)
Así como el almirante vió tierra, hincado de rodillas y saltándosele las lágrimas de los ojos del extremado placer que sentía, comenzó a decir con Ambrosio y Agustino: Te Deum laudamus, Te Dominum confitemur, etc.; y así, dando gracias a nuestro Señor con todos los que con él iban, fué inestimable el gozo que los unos y los otros hacían. Tornábanle unos en brazos, otros le besaban las manos, y otros le demandaban perdón por la poca constancia que habían mostrado. Algunos le pedían mercedes y se ofrecían por suyos. En fin, era tamaño el regocijo, que abrazándose unos con otros no se conocían con el placer de su buena andanza; lo cual yo creo bien, porque sabiendo como sabemos los que ahora vienen de España y los que de acá vuelven de allá que el viaje y camino es seguro y cierto, no tiene comparación otro placer con el que reciben los que ha días que navegan, cuando ven la tierra. Ved qué tal sería el de los que en tan dudosa jornada se hallaron, viéndose certificados y seguros de su descanso.
Pero habéis de saber que por el contrario dicen algunos lo que aquí se ha dicho de la constancia de Colón, que aún afirman que él se tornara de su voluntad del camino y no lo concluye, si estos hermanos Pinzones no le hicieran ir adelante; y diré más, que por causa de ellos se hizo el descubrimiento, y que Colón ya quería dar la vuelta. Esto será mejor remitirlo a un largo proceso que hay entre el almirante y el fiscal real, donde a pro y contra hay muchas cosas alegadas, en lo cual yo no me entremeto; porque como sean cosas de justicia y por ella se han de decidir, quédense para el fin que tuvieren. Pero yo he dicho en lo uno y en lo otro ambas las opiniones: el lector tome la que más le dictare su buen juicio.


Nota: Manuel Fernández Álvarez transcribe en su obra la frase “En fin, era tamaño el regocijo…”, como “En fin, era tamaña la leticia e regocijo, que abrazándose unos con otros…

Créditos:
Transcripción parcial de Historia general y natural de las Indias, de Gonzalo Fernández de Oviedo (1535), tomada del extracto publicado por Editorial García Enciso en su volumen Cristóbal Colón dentro de la Colección García Enciso (s.f.-tal vez finales treinta o primeros cuarenta del siglo XX)
Christoforo Colombo. Grabado del siglo XVIII, existente en la Biblioteca Nacional, en Madrid. Tomado de La gran aventura de Cristóbal Colón, de Manuel Fernández Álvarez, en edición de Espasa de 2006.
Primer Homenaje a Colón, (12 de octubre de 1492), óleo de José Garnelo, que preside, en el Museo Naval de Madrid, la Sala 2, Reyes Católicos (1474-1517), dedicada a la Marina de la Edad Media y siglo XV, protagonista del descubrimiento de América en 1492 y de la proyección española en Europa (imagen tomada de internet)

miércoles, 7 de octubre de 2009

El mayor olvido que vieron los siglos

Hace poco planteé dos cuestiones históricas que hasta ahora han recibido una clamorosa respuesta… silenciosa.

Una forma de obtener una de las respuestas es llegarse a Venecia, y fijarse en algunos detalles.

Por ejemplo, en la Iglesia de San Martín Obispo (cerca del Arsenale), junto a la puerta lateral izquierda de la iglesia se encuentra, además del Pulpito Ligneo, un Crucifijo, “di scuola veneta Della seconda metà del secolo XIV, che la tradizione populare vuole essere stato innalzato sull’albero di una galea veneziana”.

Por ejemplo, en la Iglesia de Santa María Formosa, (cerca de San Marcos, lo que tampoco es decir mucho), existe un icono bizantino del XVI, representando una Virgen con el Niño; icono que, según parece, iba en la nave almiranta de la flota veneciana en la que también estuvo integrada la galera antes mencionada.




Sin embargo, yo lo averigüé de un modo más sencillo. Hace exactamente dos años, era domingo, estaba en Madrid, y pude, no solo acercarme al Museo Naval (bajando el Paseo del Prado, un poco antes de la Academia), sino incluso entrar (su horario tampoco permitía muchas alegrías). En seguida, leí la reseña de un cuadro, o grabado (ahora no recuerdo), y me di cuenta que era un aniversario exacto de lo representado en la imagen.

En otro aniversario exacto, en concreto, el cuarto centenario del hecho, en Venecia la Marina italiana colocó una placa conmemorativa en la casa que fue de Sebastián Veniero, almirante de la armada veneciana en aquella ocasión.

En resumen, que en Venecia sí recuerdan aquella “mayor ocasión que vieron los siglos”: la victoria de la armada cristiana sobre la turca en el golfo de Lepanto, el 7 de octubre de 1571, hace hoy 438 años.

domingo, 22 de febrero de 2009

Imaginación bien punt(e/u)ada

En el centro de Europa, en medio las montañas, entre Suiza y Austria, existe un pequeño país, apenas conocido salvo por aquellos antipatriotas que van a disfrutar de las montañas a los Alpes, por los patriotas que siguen (aunque sea en televisión) a la roja (antes Selección Nacional de Fútbol, y en breve Agencia Estatal de Escogidos para el Fútbol-Gobierno de España), y por algunos que reconocen el buen trabajo hecho por su dinero, dándole unas vacaciones (especialmente, respecto a los deberes fiscales).

Hay que elegir bien la escala del mapa, no sólo para poder apreciar, al menos, el contorno del país, sino también para poder escribir su nombre sin que se dé la sensación de invadir Austria.

Y a pesar de su tamaño, todavía da para, por lo menos, un museo, el Kunstmuseum Liechtenstein, situado en la capital, que como todo el mundo sabe, no se llama Liechtenstein.

En ese museo se encuentra la obra Magnifying glass, del año 1963, óleo sobre tela (o lienzo), de 16 x 16 pulgadas. Por una letra, no es el propio país el autor de la obra.

Aunque la letra en cuestión es la ‘e’, esta obra, como puede observarse, ayuda a poner los puntos sobre las ‘íes’. Y es que este modo de rellenar el color mediante puntos, caracteriza parte de la obra de Mr. Lichtenstein, así como, también, la presencia del cómic [tebeo], sus viñetas y sus bocadillos (t-tal vez no, s-seguro: M-Maybe, obra de 1965, óleo sobre tela, pero con Magna [que no sé qué es: oil and Magna on canvas, en el original], bastante más grande que el anterior: 60 x 60 pulgadas).

Sea en Vaduz, o sea en el Museo Ludwig, en Colonia, no dejamos de oír a Lichtenstein en alemán. Y el caso es que si nos venimos más cerca,… pues casi: en el número 8 del Paseo del Prado, en Madrid, con cierta indiscreción, podemos apreciar esta Woman in bath,… aunque éstos que acabo de poner, sean los únicos puntos.

No sólo hay un cambio de estilo en el relleno del color; si cambiamos de acera, y nos vamos al número 5 del mismo Paseo del Prado, también cambiamos de museo, y aun estando en Madrid, nos encontramos con el Museo Naval.



Y toda esta excursión sólo para poder enlazar con unos dibujos que forman parte de las ilustraciones de un libro publicado en 1966, en relación con una serie de televisión cuyo tema era el océano, y en particular, un submarino nuclear de investigación.



Para ambientarnos en la época, unos párrafos del principio del libro:
Corre el año 1977… la civilización avanza a pasos agigantados, las naciones se equipan con los últimos adelantos en armamentos y la Tierra se puebla aceleradamente, de forma tan vertiginosa que el número de sus habitantes aumenta a un ritmo de varias docenas de millones anuales.
La principal preocupación de todos los gobiernos es la búsqueda de nuevas reservas con que alimentar a la población mundial y el hallazgo de desconocidas y abundantes materias primas que sirvan de base a la industria y los adelantos de la ciencia. Las existencias terrestres han disminuido alarmantemente y hay que buscarlas en otros planetas o extraerlas del fondo de algunos mares.
(…)
De momento es el ‘Seaview’, el más moderno de los submarinos nucleares destinados a fines no militares, el único capaz de encargarse de la exploración e investigación del fondo de los mares


La serie se titulaba “Viaje al fondo del mar”, el submarino, como hemos visto, era el Seaview, y los oficiales al mando, el almirante Nelson y el capitán Crane. Como curiosidad, cabe decir que este submarino tenía grandes ventanales en la sala de mando (a proa), que, en caso necesario (ya se sabe, ataque de un calamar gigante y cosas de ésas), se cerraban mediante unas persianas deslizantes. Naturalmente, para que tuvieran su utilidad dichos ventanales, el submarino tenía también potentes focos a proa, para iluminar el camino (y de paso, evitar choques).

Y aunque los títulos de crédito que acabamos de ver sean en color, la serie empezó en blanco y negro (como se ve en la portada del libro), e incluso, con tomas falsas.

P.S. Gracias a caragüevo por ayudarme a localizar las referencias a Lichtestein