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viernes, 3 de julio de 2009

Puntuación viene de punto

En 2005 se publicó la obra de José Antonio Millán titulada Perdón imposible. Guía para una puntuación más rica y consciente.

El título del trabajo, como se relata en el prólogo, tiene su origen en una anécdota “atribuida a Carlos V (luego la he encontrado referida a otros reyes, pero nos dará lo mismo...). Al emperador se le pasó a la firma una sentencia que decía así:

Perdón imposible, que cumpla su condena.

Al monarca le ganó su magnanimidad y antes de firmarla movió la coma de sitio:

Perdón, imposible que cumpla su condena.

Y de ese modo, una coma cambió la suerte de algún desgraciado…


El ejemplar de que dispongo es ya de la primera edición en rústica, de septiembre de 2006,… aunque lo compré en marzo de este año. Para general información de los lectores, el autor tiene activa una página en Internetque sirve de complemento a este libro (…) Además, en ella he incluido otras informaciones, notas y documentación gráfica” según nos informa al final del referido prólogo.

Hace ya mucho tiempo que la (buena) redacción no solo no es una asignatura o un aspecto obligatorio en la enseñanza, sino que más bien parece ser lo contrario: el objetivo es redactar lo peor posible. No hay más que ver que el famoso lenguaje de los SMS se está extendiendo a medios y formatos en los que no es nada necesaria su presunta “cualidad”: la rapidez con un teclado que no lo facilita.

Y claro, si ni siquiera se exige la ausencia de faltas de ortografía, estamos como para exigir sintaxis y una buena redacción, lo que incluye una correcta puntuación.

Al final del libro hay una estadística “en números redondos” de los signos de puntuación utilizados en el libro. Como se puede suponer hay muchos signos y en cantidades elevadas, salvo en un caso, en el que solamente hay uno. Como es fácil de deducir, lo dejo como ejercicio.

Hay un capítulo curioso por el aspecto que trata: la puntuación en el caso de… los números.

Haciendo caso omiso de los propios signos matemáticos, quiero destacar un caso muy común: la puntuación de los millares. En el libro se dice:

El punto marca los millares en las cifras, por ejemplo:

27.500

(‘veintisiete mil, quinientos’). Sin embargo, es más frecuente señalarlo con un espacio más pequeño de lo normal en vez de con un punto: «27 500».” (Yo he usado el mismo espacio, pues no sé cómo ‘reducirlo’ como tal carácter, aunque he intentado el ‘truco’ de reducir el tipo de letra).

En mi caso particular, ese espacio más reducido (de hecho, éste es el estilo utilizado en la antedicha estadística final) no lo considero como “más frecuente”, pero bueno… Lo que sí recuerdo, cosa que no se comenta en el capítulo, o, al menos, yo no lo he encontrado, es que los millones, en mi época, se marcaban con un ‘1’ pequeñito abajo, en el lugar del punto, como un subíndice; los billones (españoles, claro) con un ‘2’ y así sucesivamente.

El párrafo en cuestión finaliza con esta frase rotunda:
Los números de los años nunca se escriben con un punto ni espacio: 2005

También comenta, más adelante, que “hasta hace cosa de un siglo era normal que cualquier cifra que se presentara públicamente –por ejemplo el número de una casa– apareciera con un punto al final”.

Lo que me recuerda, todo esto, algo que vi en mi último viaje a Madrid, en el número 4 de la calle del Arenal, un edificio, se entiende, de 1855, y que comparto mediante la foto adjunta.