Hoy es un día curioso en el
mundo del arte, o por mejor decir, de los museos de arte. Pero no es para sonreírse,
precisamente.

A poco de estrenarse el
pasado siglo, en concreto, hace 101 años, se descubrió por la mañanita que el
cuadro de Leonardo da Vinci, poco famoso entonces, conocido como la
Mona Lisa o
la
Gioconda, no estaba colgado en el hueco de pared que le correspondía en el
Museo del Louvre. Una vez finalizada la búsqueda en el Museo, y visto que no lo
veían, concluyeron que lo habían robado. Tras reconocer el correspondiente
marrón
(muy apropiado dado el origen de la palabra), el cuadro sí empezó a ser famoso.

Cincuenta años después, se
dieron cuenta, aunque en esta ocasión en la National Gallery de Londres de otro
hueco. Esta vez tampoco el pintor era del país, pues se trataba de Francisco de
Goya, aunque el retratado, a efectos prácticos, sí:
Arthur Wellesley, primer
Duque de Wellington.

Y por último, esta vez sí,
en este mismo día, la cosa fue más descarada: un atraco a plena luz en el Munch
Museum de Oslo, para robar dos, a falta de uno, cuadros del titular del Museo, Edvard
Munch: la
Madonna, y, lógicamente,
El grito, versión de 1910, es decir, un año antes
de que comenzara esta serie.

¿Es o no es para dar un
grito?
Créditos:
Fotografía del conjunto
de dos imanes mostrando por separado la mirada y la sonrisa de la Mona Lisa,
del autor.
Imágenes de los cuadros
referidos, tomadas de la Wikipedia.