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miércoles, 19 de febrero de 2014

Sobre desayunos de viaje... desgranados

Mi amigo se equivocaba. Yo no voy a meterme con los suizos, porque no creo en ellos. En Suiza no hay suizos. A lo menos, el habitante típico de Suiza, el que le da carácter, no es el suizo. Yo nunca me he imaginado Suiza poblada de suizos, sino de ingleses. (…)
Además de los ingleses, que son el elemento fijo del país, hay en Suiza gentes de todas partes, es decir, forasteros. Lo que no hay son suizos. (…) El suizo no adquiere personalidad nacional hasta que sale de Suiza. En una table d'hôte de Suiza, en un coche de ferrocarril, en un vaporcito de un lago cualquiera, uno está dispuesto a alternar con gente de todas las procedencias; pero que un señor se declare suizo, y la estupefacción será general. ¡Un suizo en Suiza! Es algo así como sería un esquimal en Madrid.
-Yo soy suizo -dice el señor modestamente.
-¿Suizo? Pero ¿y además? ¿Es usted alemán, o francés, o qué?
Porque eso de ser suizo no se considera bastantem y porque serlo no le impide a nadie ser otra cosa.
Aquí circulan todos los idiomas y todas las monedas. Existe una moneda suiza por fórmula, para hacer creer que los supuestos suizos se gastan algún dinero; pero uno puede pedir el almuerzo en inglés, en francés o en italiano y pagarlo con moneda inglesa, francesa o italiana. El dinero suizo es nuestro dinero.
(…) Yo no le reconozco existencia al suizo más que como una fuerza invisible de atracción para nuestro dinero. A los cuatro dias de estar en Suiza uno se dice: «No sé en qué se me ha ido el dinero. No he comprado nada, no he hecho nada extraordinario y me he gastado un dineral. Se me ha ido el dinero sin sentirlo».
Pues esa fuerza misteriosa que se le lleva a uno el dinero como un. imán, como un conjuro, ese poder extraño y terrible, eso es lo suizo.

No diré yo que no haya sido por “esa fuerza misteriosa” que justo hoy haya leído este artículo de Julio Camba sobre Suiza y cómo “se le lleva a uno el dinero como un imán”, y, claro, no deje de imaginarme cómo resultaría ser un esquilmar, digo, “un [granado] esquimal en Madrid”.

Créditos:
Extracto del artículo En Suiza no hay suizos, de Julio Camba, publicado en el periódico La Tribuna el 16 de junio de 1913, tomado de Crónicas de viajes. Impresiones de un corresponsal español, antología de artículos de Julio Camba realizada por Francisco Fuster, y editada por Fórcola como número 9 de su colección Periplos (pp. 243-244), de la biblioteca del autor.

viernes, 7 de diciembre de 2012

¿Dónde hay que firmar?

Según las estadísticas que facilita Blogger, la anotación de este diario que lleva camino de ser la más vista de todas (pues día a día cosecha visitas para conseguirlo), es la que hice, medio en serio, medio en broma, acerca de un billete de 10 euros en el que, por primera vez, veía impresa la firma del actual Presidente del Banco Central Europeo.

Se ve que la facilidad en la identificación de la firma del actual Presidente, así como la popularidad de su nombre, claro, ha generado una cierta inquietud acerca de la validez o no de los billetes.

(Inquietud que, aunque no sea yo el más adecuado para hacerlo, hay que resolver de todas, todas: estos billetes son… plenamente válidos,… los que no sean falsos, claro.)

Porque el caso es que hasta ahora, nadie se había fijado en si llevaban firma o no, ¿verdad?


Porque el caso es que nadie se fija en si en un billete de 50 euros va la firma del primer Presidente del Banco, un tal Wim Duisenberg, del que ningún común de la calle conocía el nombre, ni, menos aún, la firma. Ya era bastante novedad el euro como para fijarse en detallitos.


Porque el caso es que nadie se fija si en otro billete de 50 euros va la firma del segundo Presidente del Banco, un tal Jean-Claude Trichet, éste algo más conocido, no tanto porque estuviera en el cargo ocho años, sino, más bien, porque le pilló esta (ya cada vez menos) reciente crisis financiera, apenas reconocible en su firma más allá de la jota inicial.

Por eso, resulta curioso que nos hayamos fijado muchos en la firma del tercer Presidente, Mario Draghi, cuyo apellido, esta vez sí, es perfectamente legible en la firma, ya conocida en estas páginas.

En lo que no hay duda es en que nadie se ha fijado en la firma del señor Duisenberg, que junto con una de las estrellas del diseño, semeja una Estrella de Belén… en los billetes de 500 euros.


La razón es sencilla: estos billetes… no existen.

Creo.

Créditos:
Imágenes de detalle de sendos billetes de 50 euros de la zona de las firmas de Wim Duisenberg y Jean-Claude Trichet.
Imagen de un billete de 500 euros con la firma de Wim Duisenberg.

lunes, 6 de agosto de 2012

Parece que va en serio

Esta mañana he realizado un reintegro en un cajero, y éste es uno de los billetes que he obtenido.


Lo que no termino de entender de la firma es cuál de las dos opciones es la correcta:
a) El señor Draghi autoriza que el cajero del banco me dé parte de MI dinero.
b) Piense lo que yo piense, el billete YA es del señor Draghi.

Créditos:
Imagen del billete en cuestión, con la firma remarcada.

domingo, 1 de enero de 2012

Diez años de la bolsa

Se cumplen ahora diez años del momento en el que empezamos a poder pagar con la nueva moneda, o séase, el euro, alias €.

Precisamente estos días me he encontrado (ya ni la recordaba) con esta bolsita que daban en los bancos a cambio de 2.000 pesetas, y en la que, en forma de 43 monedas, teníamos 12,02 euros.

La verdad es que yo nunca llegué a abrir la bolsita para comprobarlo, y ahora, habiendo sido confeccionada el 28 de mayo de 2001, no voy a romper un objeto casi histórico.

Bueno, tan histórico como el hecho de que entonces teníamos bolsa y vida, y ahora, aunque entonces nos dieran la bolsa, nos hemos quedado sin ella… y ya veremos en qué nos dejan la vida.

Créditos:
Fotografía de la bolsa en cuestión, del autor.

martes, 27 de julio de 2010

Darse por pagado

El pasado mes de febrero publiqué una anotación en la que comentaba diversos aspectos sobre un antiguo libro de aritmética, y sus problemas y consideraciones en relación con el dinero y la moneda.

Mientras una de dichas consideraciones era que «Las monedas tienen valor propio y, por ello, pueden servir para muchos usos de la vida», la otra era “rotunda y contundente: «En cambio, los billetes de Banco no tienen por sí mismos ningún valor»”.

Esto explica la famosa frase que figuraba en los billetes de que “El Banco de España pagará al portador tantas pesetas”, tantas pesetas... en monedas, quería decir. Esta frase ya no existe en los billetes nominados en euros, supongo que por dos motivos: el primero, porque escribirlo en no sé cuántos idiomas hubiera quedado de los más práctico; el segundo, porque además de no tener ningún valor los billetes, lo mismo alguien sospechaba que con el tiempo, tampoco las monedas lo tendrían.

Sin embargo, los antiguos todavía siguen con sus costumbres, por ejemplo, el Banco de Inglaterra, cuyo gobernador promete pagar a solicitud del portador, la suma que haga falta según el billete que se le presente, como he podido leer (aunque no comprobar) con motivo de mi reciente estancia allí.



Esta anotación, además de demostrar que aún recuerdo los billetes de pesetas (aunque no he podido localizar dónde los tengo guardados en casa), y para aprovechar unas libras que me han sobrado, viene a cuento de que tal día como hoy, pero de 1694, el Parlamento inglés autorizó la constitución del Banco de Inglaterra en la forma (más o menos) que ahora se le conoce.

Créditos:
Imágenes de billetes actuales de 20, 10 y 5 libras esterlinas.