martes, 31 de marzo de 2009

Las aventuras prodigiosas (I)

Esta semana pasada, decidí leer Las aventuras prodigiosas, de Carlos Semprún Maura, por motivos obvios.

El libro estaba esperando su momento para ser leído, tras haberlo comprado a finales de mayo de 2008, poco después de haberlo encargado, eligiéndolo de una enoooorme lista de libros que tengo para comprar (y, en su día, ser leídos, hojeados, consultados, o lo que se tercie – lo que aún no sé es dónde los colocaré), lista en la que había sido incluido como consecuencia de las reseñas leídas en Libertad Digital. Lo curioso, tema que he comentado en otras ocasiones, es que el ejemplar en cuestión es de la primera edición, de octubre de 2004, cerca de cuatro años antes. La novela es de ese mismo año, y está publicada por Seix Barral, en su colección Biblioteca Breve.

Pero a lo que íbamos.

La novela no puede decirse que empiece “blandita”. Lo hace con una conversación entre dos personas, no claramente identificadas, de la que extraigo una parte que empieza pronto, justo en la última línea de la primera página del texto (páginas 9 y 10 del libro):

– Lo que me interesa es demostrar que los partidos comunistas de por aquí, de los países occidentales, digamos, no fueron tan angelicales como lo pretenden hoy.
– ¡Joder! ¿Y para eso necesitas a Sekerez? No faltan datos.
– Sobran. Ya sé. Pero yo lo había pensado como una serie de biografías breves, de casos concretos, con… human touch. Y en el caso de Sekerez, lo interesante son los nombres de sus amigos que le retiraron el saludo, y la amistad, porque decía la verdad sobre la Hungría socialista. ¿Ves? Todos esos intelectuales famosos, progresistas, humanistas, que comente un crimen frío, indirecto, sin mancharse las manos, y que, tan contentos, siguen dando lecciones de moral al mundo entero.


Y claro, me ha venido a la memoria el final del famoso obituario al que me referí ayer:

Sin pretensiones de estilo, tan abundante producción, si no ha ganado en reconocimiento, sí lo ha hecho en audiencia, fundamentalmente en los sectores más militantes de la actual derecha española, virulentos antiizquierdistas in totto y enemigos de cuanto les suene a lo que califican de progresista. Sin embargo, Carlos Semprún, mayor y más íntegro que sus nuevos compañeros de viaje, no ha dejado llevar su agua revisionista hacia los molinos donde esos extremistas elaboran de continuo su molienda indigesta con ingredientes tales como la condena general de la militancia antifranquista y la exculpación de la dictadura. A ello se ha resistido hasta sus 82 años Carlos Semprún Maura.

Se ve que Carlos Semprún Maura es demasiado íntegro como para atreverse a decir nada sobre él. Al menos, directamente.

Camino del Sur

Los viajes a Madrid que hacemos mi hermano y yo suelen tener como excusa algún espectáculo o exposición. En cualquier caso, siempre hay unos puntos fijos en el recorrido cultural: museos, iglesias, teatros, bares y mucho callejeo.

Este viaje no fue la excepción, pero antes de comentar lo que hubo, hay que hablar de lo que no hubo.

Ya vuelta a casa, a través de Internet, claro, me entero de que el mismo día en que vencía nuestro viaje, lo hacía una exposición en el Real Jardín Botánico, titulada Atrapados en el hielo: La legendaria expedición a la Antártida de Shackleton.

La exposición es una coproducción de la Obra Social de Caixa Catalunya y el American Museum of Natural History de Nueva York, y cuenta con diverso material histórico entre el que destaca las fotografías que tomó Frank Hurley, fotografías (y películas) que era uno los objetivos de la expedición, pues con su posterior comercialización se pensaba financiar parte de la misma.

En el vídeo cuya carátula se acompaña, se recoge una parte importante de esa labor documental, y en el libro, editado por Konecky & Konecky, de Nueva York, se recoge el relato del líder de la expedición, y diversas fotografías de Hurley.

La expedición empezó, públicamente, a través de un anuncio el día 1 de enero de 1914, haciéndose a la mar el 1 de agosto, precisamente el mismo día en que se iniciaba la Gran Guerra.

Como no vimos la exposición, no es cuestión de extenderse. De momento, sólo, tomadas del libro, dos fotos de Hurley: la del líder, y una impresionante foto del HMS Endurance (buque de la expedición) en plena noche polar.



Quedan las palabras de Sir Ernest Shackleton con las que se abre la página relativa a la exposición:
Desde el punto de vista sentimental, es el último gran viaje polar
que puede emprenderse. Será un viaje más importante que ir al polo,
y creo que corresponde a la nación británica llevarlo a cabo,
pues nos han derrotado en la conquista del Polo Norte y del Polo Sur.
Queda el viaje más largo e impresionante de todos: la travesía del continente


Aunque como digo, no he visto la exposición, sí he visto el vídeo y hojeado el libro, por lo que creo que no defraudará en absoluto. Quien pueda verla (ahora está en Bilbao, hasta el 12 de julio, y acaba luego en Granada), que lo haga… y nos lo cuente.

lunes, 30 de marzo de 2009

En este país

Hace algo más de 30 años, en aquel periódico que en su momento impulsó un anterior Ministro de Información y Turismo, cuando la presidencia del Gobierno la ejercía la misma persona que la Jefatura de Estado, y tiene un nombre con referencias larrainas (sí, estoy hablando de aquí, España), se publicó una entrevista por parte de un tal Josep Alemany con Carlos Semprún Maura.

La entrevista está disponible en Internet (a pesar de que entonces lo que no estaba disponible era Internet – no que no existiera, más o menos), generada a partir de una aplicación de ésas de reconocimiento de textos a partir de la copia de que dispusieran en el archivo del periódico. Sin embargo, lo que no tenían disponible era un revisor del texto para corregir lo que la máquina pudiera hacer mal, y claro, la máquina ha hecho mal algunas cosas. No obstante, se consigue leer sin mayores trabas, e incluso se produce eso que no sé quién decía de que las erratas enriquecían el texto; en concreto, al hablar de su ensayo Revolución y contrarrevolución en Cataluña, se hace referencia a una «versión zatalana».

Resulta curiosa, vista treinta años después, una de las preguntas: “A pesar de existir montañas de libros sobre la guerra civil, ¿qué le movió a escribir sobre la revolución y contrarrevolución en Cataluña? ¿No está el tema agotado?

E interesante la pregunta final:
¿Qué acontecimientos han determinado su evolución, desde la servidumbre voluntaria en el PCE, FLP y otras organizaciones que se pretendían de extrema izquierda hasta sus posiciones antiautoritarias de hoy?

No sé si el periodista se dio cuenta de que en la pregunta, implícitamente, calificaba como posiciones autoritarias al comunismo y similares, pero ante la duda, Carlos Semprún Maura le dio cumplida respuesta con la frase que cierra la entrevista:

Dicha evolución me ha conducido a ser hoy un anticomunista no visceral, sino reflexivo, porque considero que eso que llaman comunismo en los papeles constituye el mayor peligro de totalitarismo que existe en el mundo.

Hoy, en las páginas de ese mismo periódico, una semana después de sucedido, han dado noticia del fallecimiento de Carlos Semprún Maura, mediante un obituario de un tal Felipe Nieto, historiador, cuya existencia hasta ahora no me era conocida.

No sé quién habrá hecho la maquetación del artículo, pero destacar con el título “Un giro hacia la derecha” la parte del artículo que empieza con “Militante comunista para la lucha antifranquista, colabora con su hermano Jorge, ya veterano, como agente clandestino del PCE en Madrid, en los años cincuenta, en tareas de instructor de los jóvenes universitarios afiliados al PCE.”, sabiendo que en general, es lo único que se lee, me parece una ligera manipulación.

Eso sí, el autor del artículo no puede dejar de reconocer, aunque implícitamente, como se había hecho treinta años antes, el carácter antidemocrático del comunismo y similares:
Comenzaría a partir de esos momentos una lenta revisión de su pasado militante, en una operación progresiva que le lleva hasta el otro extremo del espectro político. Junto a la aceptación de los valores del sistema democrático, del liberalismo y del capitalismo, buena parte de la extensa obra escrita por Carlos Semprún ha estado dedicada a la denuncia, en tono desenfadado y poco matizado en ocasiones, de las ideas por las que luchó y de las personas con quienes las compartió.

Naturalmente, no se finaliza el obituario sin repartir estopa a la derecha, pero eso, tratándose de un historiador, es otra historia.

domingo, 29 de marzo de 2009

La espantable y jamás imaginada aventura

“– La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertaríamos a desear, porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta y pocos más, desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer; que ésta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra.
(…)
– Pues aunque mováis más brazos que los del gigante Briareo, me lo habéis de pagar.


Y mientras don Quijote hablaba de esta guisa, así había sido replicado:

– Mire vuestra merced –respondió Sancho– que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas por el viento, hacen andar la piedra del molino.

El actual trazado preferente entre Madrid y Valencia (o al revés) atraviesa las tierras de La Mancha (al igual que hace muchos años, antes de que alguien intentara tomar ejemplo de Euclides, y establecer la ruta por Cuenca –incluso transitando por ella el histórico Talgo). Esto permite rememorar, como hemos hecho, parte de lo narrado por Cervantes en el octavo capítulo de su famosa obra.

Pero al mirar el paisaje, más que rememorar, lo que el viajero hace es recordar otros textos, por ejemplo, éste (muy reciente) de Gabriel Calzada, del que cabe extractar los siguientes párrafos:

De acuerdo con las estimaciones europeas acerca de los empleos necesarios para mantener los megavatios renovables de potencia instalados en España (tanto directos como indirectos), cada empleo verde que el gobierno ha ayudado a crear ha requerido más de medio millón de euros en subvenciones. ¡Así cualquiera crea un empleo!
Desde ahora mismo me postulo para crear puestos verdes, azules o amarillos si el Gobierno me da un millón de euros por cada pareja de empleos que cree. Realmente no importará para qué les contrate, porque con ese dinero podría pagarles un sueldo superior al salario mínimo durante más años que la vida laboral de esos empleados. Así que a lo mejor se nos ocurre que una buena forma emplear su fuerza laboral es que produzcan energía tirando de un molino.


La cuestión es que uno se queda dudando sobre el verdadero sentido de las palabras de don Quijote: «con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer» y «me lo habéis de pagar».

Y es que uno llega a la conclusión de que los molinos tienen piedras, o sea, ruedas, precisamente para hacernos comulgar con ellas.

Mejora tu tren de vida

Como era fácil de deducir, y así lo hizo Gavión, el pasado fin de semana, superado el período fallero, estuve, con mi hermano, en Madrid.

El viaje lo hicimos en tren (no teniendo que ir a más sitios, sino sólo a Madrid, por muy grande que digan que sea, es lo mejor), y por eso, el título de la anotación es un recuerdo a una campaña publicitaria de RENFE de hace un montón de años (creo que en el gobierno estaba el PSOE, posiblemente su beautiful people, y por eso el nada subliminal mensaje consumista).

Casi de lo primero que vi al llegar a la Estación del Norte (ahora Estació del Nord – eso sí, el edificio de Demetrio Ribes está protegido, ¿eh?), fue el Punto informativo de ADIF de publicidad/propaganda/información sobre las obras del AVE entre Madrid y Valencia. Debo decir que te atienden bien y hasta hay opción de conseguir un folleto, tal cual cuya portada se acompaña.



De momento, el nombre de la línea ferroviaria ya asusta: Línea de Alta Velocidad. Madrid-Castilla la Mancha-Comunidad Valenciana-Región de Murcia. Sólo falta, y nunca más a propósito, aquello de “y de los grandes expresos europeos”. Y es que un poco más, y tienen que poner todo el mapa de España para dibujar el trazado entre Madrid y Valencia.

Superada la impresión sufrida tras constatar que Euclides no tiene ningún predicamento en el Ministerio de Fomento (ya se sabe, esas tonterías de que la línea recta es la más corta entre dos puntos, y cosas de ésas), me reconforté en la realidad.

Tenía el billete en la mano, observando la identificación del coche y asiento, más que nada para evitar problemas (aunque hubo gente que prefirió experimentarlos), apreciando, igualmente, que era para un tren del tipo Alaris, sí, tal y como el de la foto.



Sin embargo, en la vía correcta, se encontraba un tren distinto. Por lo menos, todos los asientos miraban hacia el mismo lado, hacia el conductor, aunque nadie alcanzara a verlo (con esto, quiero decir que todos estaban dispuestos en el sentido de la marcha – lo digo por si lo de Euclides puede afectar).

El viaje no tuvo mayores incidencias, salvo que creo que el conductor se había traído el GPS de su coche, y le estaba avisando todo el rato de que había radares en la carretera, porque en numerosos casos, la velocidad, digamos que no era tal.

La cuestión es que, saliendo del Norte, gracias al Sol como guía, no hubo pérdida en nuestro camino a Poniente desde Levante.

Y llegamos a Madrid.

Seguiremos informando.

Cambio de hora

Esta madrugada se ha procedido al cambio de hora, pasando a las 02:00 a entrar en vigor el horario de verano, con lo que, volis nolis, ya eran las 03:00. Mi ordenador lo ha hecho todo él solito, y doy fe de que no se ha equivocado.

Todo esto es algo de hace mucho tiempo (estaba Franco y todo), con objeto de ahorrar energía, aprovechando mejor las horas de luz y cosas así. Curiosamente, anoche (ya sin Franco, Garzón dixit) se celebraba la hora del planeta, en concreto, entre las 20:30 y las 21:30. El festejo consistía en apagar la luz, ¡qué menos, siendo de noche! ¿no?

Como para esto siempre hay tiempo, las administraciones se apuntaron raudas y veloces (para estas cosas sí que no hay límites de velocidad), y como ejemplo, el Ayuntamiento de Valencia.

Por su parte, el pasado viernes, día 27, James Taranto en The Wall Street Journal, hacía el siguiente llamamiento: “we're going to do something positive: organize a counterprotest.

Y la contraprotesta, convocada para hoy domingo, es la siguiente:
Reader, if you are against global-warming hysteria, high taxes, socialized medicine and a weak foreign policy, Sunday is your day. Show how you feel about the issues by turning on your lights in the evening and leaving them on until you go to bed. If you go out for a drive after dark, make sure you turn your headlights on too.
(…)
If no one will listen to the silent majority, let's at least make sure they see us.


Por último, hace dos semanas, Gabriel Calzada publicaba en las páginas del Instituto Juan de Mariana el artículo Salvemos el planeta, cuya conclusión es la siguiente:

En algo sí tienen razón los catastrofistas: tenemos que salvar el planeta. Pero, como decía [Vaclav] Klaus, tenemos que salvarlo del movimiento ecologista.

En resumen, no sé en qué quedará la contraprotesta, pero yo, a la hora en cuestión, sí que estaba al lado del edificio principal del Ayuntamiento de Valencia.

Aunque tampoco sé en qué quedó el apagón: llovía, y estábamos cenando en el Burger King vecino.

sábado, 28 de marzo de 2009

Estamos en Cuaresma

Este pasado jueves compré el libro Cómo sobrevivir intelectualmente al siglo XXI, cuyo subtítulo es Los escritos más polémicos del Chesterton de la lengua española. Se trata de una edición elaborada por Juan Manuel de Prada (prólogo, selección de textos y notas finales), de diversos textos de Leonardo Castellani, publicados en prensa. El ejemplar en cuestión forma parte de la 2ª edición, de enero de 2009, siendo la editorial LibrosLibres.

Pues bien, hojeando el libro, previamente a la confección de su pertinente ficha, me encuentro, en la página 310, lo siguiente:

"Estando en San Juan antes del terremoto [según nota de J.M.P., sucedió el 15 de enero de 1944] oí una copla cuyana contra el exceso de fiestas en la Argentina, que decía:

Basta de centenarios.
Basta de días.
¡Quiero papas baratas,
Fritas y frías!
Basta ya de homenajes.
Y homenajiados.
¡Y hagan más penintencia
Por los pecados!

Dios los oyó o el diablo no fue sordo; y los de San Juan están ahora todavía haciendo penitencia por los pecados suyos, y quizá también por los nuestros, y por los del Rey, como decían nuestros abuelos: «Un padrenuestro por los pecados del rey», al final del rosario. Porque los pecados del rey, no expiados, los carga todo el pueblo."

Aunque uno de los signos de los tiempos es la separación Iglesia-Estado, sigue siendo cierto que los pecados del rey (o del gobierno, ¡qué más da!), los carga todo el pueblo.

Basta de días, dice la copla; no, muchos más de cuarenta días necesitamos en nuestra particular Cuaresma para tanto pecado subrogado.

Cuestión de tablas

Deseoso el supremo consejo de Castilla de arreglar la policía de los espectáculos, mandó a la real academia de la Historia, por orden de 1º de junio de 1786, le informase lo que la constase acerca de los juegos, espectáculos y diversiones públicas usados en lo antiguo en las respectivas provincias de España; y la Academia, para desempeñar este trabajo, cometió á mi cuidado su preparación. (…) Pero las funciones ordinarias de mi empleo, y algunas extraordinarias tareas derivadas de ellas, prolongaron esta esperanza de un día en otro, hasta que en 1789 las vi desaparecer casi del todo.
En junio y noviembre de dicho año se dignó su majestad confiarme dos comisiones fuera de Madrid.


El caso es que, finalmente, “me arrojé á extender la presente Memoria, que dirigí á sus manos en 29 de diciembre de 1790.

Estamos hablando de la “Memoria para el arreglo de la policía de los espectáculos y diversiones públicas, y sobre su origen en España”, elaborada por Gaspar Melchor de Jovellanos.

La Memoria consta de dos partes, una primera, recopilatoria de los orígenes e historia de los diversos espectáculos y diversiones, y una segunda, en la que se exponen las medidas a adoptar para su mejora.

En esta segunda parte, al hablar del teatro, empieza así:

Esta reflexión me conduce á hablar de la reforma del teatro, el primero y más recomendado de todos los espectáculos; el que ofrece una diversión más general, más racional, más provechosa, y por lo mismo el más digno de la atención y desvelos del Gobierno.

Para la reforma, Jovellanos considera distintos aspectos del teatro, exponiendo sus opiniones sobre cada uno de ellos. el segundo que afronta es “en su representación”, cuyo principio es como sigue:






Perfeccionados así los dramas, restará mejorar su ejecución, cuya reforma debe empezar por los actores ó representantes. En esta parte el mal está también en su colmo. Es verdad que á juzgar por el descuido con que son elegidos nuestros comediantes, debemos confesar que hacen prodigios. ¿Cómo sería de esperar que entre unas gentes sin educación, sin ningún género de instrucción ni enseñanza, sin la menor idea de la teórica de su arte, y lo que es más, sin estímulo ni recompensa, se hallasen de tiempo en tiempo algunos de tan estupenda habilidad como admiramos en el día? En ellos el genio hace lo más ó lo hace todo. Pero nótese que tan raros fenómenos se hallan solamente para la representación de aquellos caracteres bajos, que están al nivel ó más cercanos de su condición, sin que para la de altos personajes y caracteres se haya hallado jamás alguno que arribase á la medianía. La declamación es un arte, y tiene, como todas las artes imitativas, sus principios y reglas, tomados de la naturaleza, donde están repartidos todos los modelos de los sublime, lo bello y lo gracioso.

Estos párrafos están extraídos de la referida Memoria, según está publicada en mi ejemplar de Obras escogidas de D. Gaspar Melchor de Jovellanos con una advertencia preliminar. Tomo I, editado en Barcelona por Daniel Cortezo y Cª, en su Biblioteca Clásica Española, en 1884.

Ayer u hoy, no estoy muy seguro (tampoco es algo que me preocupe lo más mínimo), es el Día Mundial del Teatro. Hasta aquí, los antecedentes; en este otro sitio, los presentes.

viernes, 27 de marzo de 2009

Homo homini lupus?

Este pasado fin de semana he leído, aprovechando un viaje en tren a la capital del Reino (de España), la novela El lobo, de Joseph Smith.

La portada del libro (de Ana Yael) recoge varios de los aspectos de la novela, de los que podemos destacar, en primera providencia, el blanco de la nieve, continuamente presente, también protagonista, silencioso y frío.

"De entre los árboles por delante de mí me llega el ruido de pezuñas aplastando la nieve. Todo lo demás está en silencio. Me quedo de pie mientras la respiración se condensa alrededor de mi cabeza en el aire helado, escuchando sin moverme, sin ver nada salvo el suelo blanco y los troncos puntiagudos y negros de los árboles. Huelo a la bestia. Su aroma es limpio y fuerte y se destaca por encima de los olores más fríos del bosque, tentándome, atrayéndome hacia ella. No puede andar muy lejos pero la arboleda aquí es tan densa que no la veo y por tanto sigo adelante, avanzo a pasos cautelosos entre los árboles, saltando sobre las ramas caídas, todo con tanto sigilo que únicamente un ratón durmiendo en la madriguera justo donde aterrizan mis zarpas abriría un ojo, para cerrarlo en cuanto lo dejase atrás.
(…)
Y me pregunto qué sentirá la bestia al mirarme a los ojos, porque yo sé de dónde vengo y lo que soy, porque soy un lobo, el que quita vidas: el predador. Ataco con los ojos abiertos y veo la muerte intensa y feroz en la mirada de mi presa. Yo soy el lobo, la sombra que trae la luz de la muerte, la vida que reparte libertad a los rebaños trabajadores y temerosos y pone fin al sufrimiento de sus miembros más débiles. He acompañado a muchos para escuchar sus últimos estertores, sujetarlos, abatirlos, desgarrarlos mientras gimen, y pelean por una vida de la que se han desentendido, que han olvidado vivir, para calentarlos y por fin despertarlos de nuevo entre las llamas de su final.
Todo esto se lo muestro a la bestia en un instante y aunque sabe que estoy solo y sin una manada que me ayude a derribarla, tiene miedo. Al contemplarla, también yo me asusto un poco. Es vieja y hace mucho que superó la edad en que yo no habría podido alcanzar su fuerza, pero estoy debilitado por la falta de alimento de este invierno largo y desesperado; así que estamos igualados y será una caza digna. Seguimos mirándonos fijamente un poco más y en ese rato vemos todos los puntos flacos y fuertes del otro. La decisión está tomada. Echa a correr y comienza a alejarse entre los árboles y yo la sigo, sin prisas, porque la caza acaba de empezar.
"

Principio de la novela y del capítulo 1, según la traducción de Cruz Rodríguez Juiz, publicada por Mondadori (Literatura Mondadori, nº 385). Primera edición, de enero de 2009.

Recomendado queda.

Hace muchos mil años...

más o menos (todo consiste en cómo se lleve la contabilidad, según libros, en B,... -en todo caso, yo no estaba allí-).

"El año seiscientos uno de la vida de Noé, el día primero del primer mes, se secaron las aguas de encima de la tierra.
Noé retiró la cubierta del arca, miró y vio que estaba seca la superficie del suelo.
En el segundo mes, el día veintisiete del mes, quedó seca la tierra
" (Génesis, 8 13-14).

"Dijo Dios: Ésta es la señal de la alianza que para las generaciones perpetuas pongo entre yo y vosotros y todo ser vivo que os acompaña: Pongo mi arco en las nubes, que servirá de señal de la alianza entre yo y la tierra" (Gn 9 12-13). ["Arcum meum ponam in nubibus"].

"Noé se dedicó a la labranza y plantó una viña. Bebió del vino, ..." (Gn, 9 20-21 incompleto, ¿para qué entrar en detalles?).

Según la tradición, el monte sobre el que sucedió el primer párrafo transcrito del Génesis es el Monte Ararat.

Tratándose de una montaña cuya altura le supone una presencia absoluta en la región, sólo cabe esperar que, transcurrido el tiempo, se recupere esta referencia a través de alguien tan imponente como dicha montaña: los gigantes Gargantúa y Pantagruel.

"Noé, el santo varón – a quien tan agradecidos estamos porque nos plantó la viña, de la que nos viene este nectárico, delicioso, precioso, celestial, gozoso y deífico licor que llaman vino-"

Tomado del capítulo primero de Pantagruel, Rey de los dipsodas restituido a su natural con sus hechos y proezas espantables, compuesto por el difunto M. Alcofribas, extractador de quintaesencia, más conocido como François Rabelais. Según traducción de Teresa Suero y José Mª Claramunda, cedida por Editorial Bruguera, y plasmada en el ejemplar editado por Ediciones Orbis, S.A. y Editorial Origen, S.A., con el nº 66 de la colección “Historia Universal de la Literatura”.

¿Por dónde íbamos? ¡Ah, sí!

"et plantavit vineam"

Y era cuestión de tiempo que la viña, y el vino, volvieran a ciertas alturas, en concreto a 1.300 m, en las Alpujarras, a través de la bodega Barranco Oscuro.

De lo cual esta pasada noche he tenido conocimiento a través de la convocatoria de un restaurante de esta ciudad de Valencia que además de a la hostelería, se dedica a la gastronomía y a la pedagogía de las catas y del maridaje.



Como esta anotación se ha hecho un poco larga, dos últimas cosas:

- no soy experto en vinos, pero opino que debe probarse este vino de altura

- y lo mejor para ello, es llegarse al Mercado de Ruzafa, y muy cerca de él, en la c/ Reina Doña María (no tiene pérdida, sólo es una manzana), allí está Entrevins.



Quien va, repite, así que... que aproveche.

martes, 24 de marzo de 2009

Polvo de líneas (y III)

Ayer, mediante dos anotaciones, hice un extracto del relato “Polvo de líneas” de Carlos Semprún Maura, según la edición de Pre-Textos, publicado, junto con otros relatos suyos, en la colección Narrativa (número 324), cuya primera edición es del 3 de noviembre de 1997.

En las solapas del ejemplar se hace una breve reseña del autor, y del contenido del libro, en concreto:

Estos cuentos de Carlos Semprún Maura participan más del universo de su teatro, escrito en francés y aún no traducido, sin tener aparentemente mucha relación con sus textos polémicos, políticos. Aquí, lo absolutamente imposible se convierte en realidad cotidiana. Un escritor, muerto hace diez años, entra en una librería para pedir uno de sus libros. Otra muerta, pero ¡qué muerta! tan bella, tan viva, pide llamar por teléfono. Una ninfa, que a lo mejor se ha escapado de un manicomio, se divierte organizando accidentes nocturnos y mortales en las autopistas. Paralelamente, en el mismo relato, el autor nos da algunas instantáneas sobre las tragedias de este siglo. Algo de erotismo, mucho humor, en estos curiosos cuentos de un autor curioso.

Cuando compré el libro (octubre de 2005) no había leído nada literario de su autor, supongo que me atrajo el título, felizmente, aunque sí había leído artículos suyos, parte de esos “textos polémicos, políticos”, a través de Libertad Digital.

Entre estos artículos los hay que, como los relatos, hacen referencia a presencias faltas de vida en medio de este país.

Y aunque El País haya decidido no enterarse, ayer, la ficción empezó a convertirse en realidad.

lunes, 23 de marzo de 2009

Polvo de líneas (II)

– (…) Voy a ver.
Sonriendo y con un aspecto eficaz, sin duda acorde con su trabajo, Claude se dirigió a la caja, la rodeó y se puso a compulsar febrilmente los catálogos que se amontonaban detrás, en una estantería de madera.
– ¿Buscas algo? –le preguntó Léopold, y Claude sonrió fugazmente porque le parecía evidente que estaba haciendo precisamente eso.
– Sí –dijo. Y consultó el papel en el que acababa de apuntar los datos proporcionados por el tímido cliente–:
El día en que me mataron, de Carlos Semprún Maura, publicado en Balland en 1976. ¿Le suena?
(…)
– Me dice vagamente algo, sí. Incluso creo que lo he leído.
– ¿Y estaba bien? –se entusiasmó ingenuamente Claude.
– ¿Cómo quieres que lo sepa? ¡Hace ya tanto tiempo!
(…)
– No encuentro su libro entre las reediciones –anunció Claude (…) El otro sonrió cansado.
– Claro… ¿No le parece raro que los libros puedan desaparecer tan radicalmente?
– ¡Qué dice! ¡Un libro
nunca desaparece del todo! Siempre quedan ejemplares en la Biblioteca Nacional, en las bibliotecas municipales, para no hablar de las privadas… No, no, los libros no desaparecen nunca completamente. Está todo pensado para eso.
– Tal vez, sí… ¿Qué hacer entonces?
– ¿Cómo dice?
– ¿Qué hacer para saber… si tienen algún ejemplar en el almacén, en Balland, por ejemplo?
– Podemos preguntar.
(…)
Tomó nota de todo y prometió telefonearle si encontraban el libro de marras.
– De todos modos, volverá a pasar –dijo el tipo, y se marchó.
(…)
– Es divertido –dijo–, ese tío, es el autor…
– ¿Qué hay de gracioso en eso? –preguntó plácidamente Léopold, como si los autores acudieran en masa durante los días de lluvia, como si su librería sólo estuviera allí para acoger a los autores. Luego, se inmovilizó tanto como le fue posible, intentó controlar por unos segundos su grasa gelatinosa y frunció las cejas:
– ¿Qué autor?
– Carlos Semprún Maura –no obstante, Claude consultó su cuaderno de pedidos antes de citar el nombre del autor–. Quería una novela suya.
– Te ha tomado el pelo.
Léopold habló de forma tajante.
– ¡Qué va! ¿Por qué? Si me ha dejado su número de teléfono y todo, por si acaso.
– Te dijo que te ha tomado el pelo. Carlos Semprún Maura murió hace ya diez años, como poco.
– ¿Ah, sí? Entonces es normal que compruebe de vez en cuando si sus libros se venden después de su muerte.
Por unos momentos, Léopold pareció pensar en ello.

Polvo de líneas (I)

A pesar de la lluvia, aquel hombre llevaba mucho tiempo delante del escaparate de la librería. Estaba de pie, inmóvil, mirando o haciendo que miraba las portadas de los libros expuestos, luego se movía unos centímetros hacia la izquierda, después hacia la derecha, igual que si tuviera una cámara minúscula y clandestina en los ojos y estuviera fotografiando los títulos como si fueran documentos secretos.
Claude, el mozo de la librería, como se les llamaba antes, no reparó en él al principio. No llamaba especialmente la atención. Llevaba una gorra de tweed mojada y se cubría con un impermeable también húmedo. Claude estaba acostumbrado a las siluetas que se paraban ante el escaparate de la librería, lanzaban una ojeada y seguían andando. A veces, por supuesto, algunos entraban y, o bien preguntaban algo, o se dirigían sin decir nada hacia un libro, lo agarraban y se iban derechos a la caja a pagar. Otros rebuscaban en las estanterías y los mostradores y se marchaban sin comprar nada.
(…)
A las seis y cuarto, cuando Claude estaba pensando que sólo le faltaban tres cuartos de hora para marcharse de la tienda, abalanzarse a su propia cita y comprobar si ella había acudido, (…) el tipo entró en la librería. La especia de campanilla pueblerina que había encima de la puerta sonó de una manera que a Claude siempre le parecía ridícula. Léopold, el dueño, o el señor Léopold como le llamaba su mujer cuando le sustituía en la tienda, estaba en la caja, con el cigarrillo en los labios, verificando seguramente alguna factura o algún pedido. (…) Se volvió hacia el recién llegado con una sonrisa que no se demoró en los labios. Claude, que no tenía nada mejor que hacer, miró al tipo adentrarse despacio en la librería, mirando con timidez a su alrededor.
(...)
El hombre se puso a recorrer con la mirada, siempre meticuloso y lento, casi embotado, los estantes de la pared del fondo donde se alineaban las novelas que en la jerga de los libreros y los editores se llaman de “fondo”. (…) Luego, a Claude le pareció que el hombre le lanzaba una mirada implorante y se acercó lentamente, dispuesto a atenderle, si fuera preciso. Pero el hombre se había vuelto hacia otra pared de la tienda donde estaban clasificados, por orden alfabético, los autores de ensayos. Claude hacía como que ordenaba una pila de “novedades”, preguntándose dónde habría dejado sus cigarrillos, cuando oyó una especie de carraspeo a su lado. El hombre estaba junto a él y le miraba casi abiertamente.
– Perdóneme… –dijo.
– ¿Sí? –Claude lanzó un “sí” abierto y bien dispuesto.
Nuevamente el hombre miró a su alrededor, molesto. No tenía aspecto de estar asustado, tan sólo intimidado.
– ¿Sí? –repitió Claude, aún más servicial.
– Yo… ¿Tendría?... No creo que lo tenga… Es tan antiguo… Le va a parecer extraño…
– ¿El qué? Dígamelo.
El día en que me mataron.
– ¿Cómo?
– Es el título –y el hombre sonrió por primera vez.
El día en que me mataron
– Los esfuerzos que hacía Claude para encontrar algo que decir o incluso algo a lo que agarrarse eran visibles.
– ¿De quién es? ¿Sabe usted el nombre del autor?
– Claro. Por supuesto: Carlos Semprún Maura.

viernes, 20 de marzo de 2009

Previsiones del futuro

A través de la página de internet del antiguo I.N.M., estoy siguiendo las previsiones de tiempo en Madrid, a donde tengo intención de ir en breve.

La secuencia de las mismas, a primera hora de cada uno de los días, es la siguiente:





La previsión que se ha reflejado hoy es la siguiente:



Después de todo esto, me ha venido, nuevamente a la memoria, lo que en 1988 escribía Isaac Asimov en Preludio a la Fundación, inicio de la serie de precuelas de la propia serie Fundación, premiada en 1966 con el Premio Hugo a la mejor serie de ciencia ficción de la historia.

"Por si le hace sentirse un poco mejor, puedo darle un ejemplo consistente en un tema mucho menos complejo que la historia humana en el que la humanidad lleva trabajando desde hace no sé cuánto tiempo sin conseguir demasiado progresos. Lo sé porque en esta misma Universidad hay un grupo que está trabajando en él, y uno de mis mejores amigos es miembro de ese grupo. ¿Cómo se le ocurre hablar de frustración? Le aseguro que usted no tiene ni idea de lo que es la auténtica frustración!

- ¿Cuál es ese tema?

Seldon sintió que una leve curiosidad empezaba a agitarse dentro de él.

- La meteorología
"

Bueno, pues eso sucederá sobre el año 12030 de la Era Galáctica. Qué tiempo suceda en los próximos días, ya lo sabremos cuando haya pasado.

(transcrito de la edición de Círculo de Lectores, de 1994, según traducción de Albert Solé)

jueves, 19 de marzo de 2009

Varias noches en la ópera (y una que no)

Una de las ventajas que ofrece internet es permitir, y además, fácilmente, la realización de ciertas gestiones como son la reserva y compra de entradas de espectáculos en ciudades distintas a la de residencia.

Esto me permitió que la pasada temporada 2007-08 me llegara a Madrid en dos ocasiones con motivo de la temporada de ópera del Teatro Real.

En concreto, a principios de octubre para asistir a una representación de Boris Godunov, y luego en abril, a ver Fidelio.

De las dos óperas mencionadas desconocía con precisión el argumento y el desarrollo de la trama. De hecho, Fidelio no la había llegado a oír entera nunca, y Boris Godunov la conocía a través de una versión en vinilo de mi padre (de cuando las cajas no contenían el libreto, ni siquiera un folleto mínimo, sólo los discos), y más recientemente a través de una edición en CD de Decca, de la ópera de Kirov , pero en ambos casos, la versión que incluye el llamado “acto polaco” (como no es el objeto de esta anotación, ya hablaremos de ello en otro momento).

Cabe señalar como cosa propia del estilo del mundo de la ópera, que en el estreno de Fidelio (debido a las necesidades de afectar lo mínimo posible al entorno laboral, el desplazamiento debo realizarlo los fines de semana, y en esta ocasión sólo podía ser esta representación) al finalizar la representación, tras lo cual todos los participantes salen, por orden y claramente identificables, a saludar y recibir la crítica del público, fueron acogidos con división de opiniones los responsables de la escenografía o dirección artística que a veces se dice. Una vez que finalizaron los saludos individuales, tras hacerlo el director (Claudio Abbado, en concreto), se mantienen los saludos y la aprobación o no del público, del conjunto de los participantes (en diversos grupos o todos juntos), pero como parte del un conjunto; pues bien, no volvió a oírse ninguna muestra de reprobación o disgusto respecto de la escenografía, porque ya no era el momento: ése era el momento del conjunto de la compañía, orquesta y artistas y no de nadie en particular.

Para esta temporada tenía en agenda haber asistido a Tannhäuser, pero por diversas cuestiones no ha sido posible. Por tanto, no puedo opinar sobre la puesta en escena de la famosa bacanal con que se abre el primer acto de la ópera. Lo más que puedo hacer es enlazar lo que se ha publicado al respecto en tres periódicos, como son ABC, El Mundo y El País, y que cada cual decida lo que tenga a bien.

También puedo traer un enlace a parte de la representación habida no sé cuándo en el Liceo y retransmitida por el Canal 33. Se trata de la escena en que entran los invitados al concurso de canto de los trovadores o minnesinger (lo que ya no sé es qué querrá decir esa iluminación en forma de emorticonos sonrientes).

Por si alguien quiere saber algo más, puede ir a la referencia de la obra del propio Teatro Real.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Si está en verso (y aunque no esté)... es un poema

Como ya comenté el otro día, fui por primera vez al fútbol, a un partido de primera división.

Salieron los equipos al campo, se saludaron, y empezaron a jugar, unos más, otros menos, unos mejor, otros peor.

Y llegaron los goles. Al principio (de hecho, muy al principio, sobre el minuto 4 el primero) por un lado.



Y cerca del final, por el otro.



Y al final, llegó el final.





Y mientras los jugadores del equipo ganador se saludaban alegres, la afición local los homenajeaba recordando la obra de un escritor nacido en la ciudad del equipo visitante.

Llamé al cielo, y no me oyó,

y pues sus puertas me cierra,

de mis pasos en la tierra

responda el cielo, no yo.



Y así, recordando Don Juan Tenorio, a José Zorrilla, a la ciudad de Valladolid, a su equipo de fútbol y al resultado del partido, hemos llegado al día en que se cumplen 90 años del nacimiento del Valencia C.F.

Hecho recordado por unos azulejos en la fachada del edificio donde sucedió tal evento, foto que se acompaña (de la placa; la identificación del edificio la dejo como deber de los lectores).