domingo, 15 de marzo de 2009

Pero no han pasado

Es muy extendido entre la gente, tanto a lo largo del tiempo como a lo ancho de la geografía, el interés por conocer el futuro. Adivinos, augures y oráculos en su tiempo, empresas de encuestas y prospectiva y paneles de la ONU ahora, se afanan en satisfacer los deseos de particulares y sociedades, humildes y poderosos [cierto es que en su tiempo, si el augurio no era del gusto del interesado o si fallabas, podías pagar con la vida; ahora, con independencia del resultado, no solo no pagas sino que incluso cobras; y es que hay que ver lo que avanza la sociedad].

Uno de los casos más conocidos es el aviso que a Cayo Julio César le hicieron en el año 44 a.C. (menos conocido como 709 desde la fundación de Roma, es decir, ab urbe condita).

Según se cuenta, un augur avisó a César de que tuviera cuidado un día muy concreto, los idus de marzo. Se dice que llegado el día, César comentó al augur “Ya han llegado los idus de marzo”, y fue contestado, precavidamente, con “Sí, pero no han pasado”.

Tiempo después Suetonio, en su Vidas de los Césares, nos ponía al tanto de lo sucedido:

Cuando César se sentó, los conspiradores se apretujaron en torno de él y Tulio Cimber, que se había puesto a la cabeza de ellos, se acercó como para hacerle una pregunta. Como César, con un ademán, tratase de mantenerlo a distancia, Cimber lo asió de la toga por ambos hombros, y al exclamar aquél: «¡Pero esto es violencia!», uno de los Casca, que estaba de pie a su lado, le hundió la daga por debajo de la garganta. César cogió el brazo de Casca y le clavó su cálamo, pero cuando trató de incorporarse fue detenido por otra puñalada. Al verse rodeado por todas partes se envolvió la cabeza en la túnica, recogiendo al mismo tiempo los pliegues con la mano izquierda alrededor de sus pies para que la parte inferior de su cuerpo quedase decorosamente cubierta en su caída.
Así lo apuñalaron veintitrés veces. Él no pronunció palabra, y sólo se le oyó murmurar ante el primer golpe, aunque ciertos autores han sostenido que, cuando Marco Bruto se le arrojó encima, exclamó (…)


En ese momento, es cuando se sitúa la famosa frase “Tu quoque, fili mi?

Lo curioso del caso es que la frase ha hecho fortuna, lógicamente, en latín, cuando según Suetonio “exclamó en griego: «¡Tú también, hijo mío!»

El extracto de Suetonio está tomado, a su vez, de la obra Los idus de marzo, de Thornton Wilder , según traducción de María Antonia Oyuela, editada en su día por Emecé en 1967 en Buenos Aires, y por Alianza Editorial en Madrid en 1974 como número 501 de su famosa colección El libro de Bolsillo.

No es objeto de esta anotación hablar del tiranicidio (todo llegará), ni de las vueltas que da la vida (César cayó muerto a los pies de la estatua de Pompeyo, a quien unos años antes había vencido en su lucha por el poder en Roma –por cierto, aunque vencedor, César no destruyó la estatua de su contrincante–).

El objeto es recordar que hoy, 15 de marzo, se celebran, precisamente, los idus de marzo.

¿O no se trataba de esto?

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