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domingo, 10 de octubre de 2010

Martillo de infieles

Hacia el año 400 el colapso del sistema romano parecía manifiesto. En 410 la misma Roma fue profanada por los godos de Alarico; en 455, por los vándalos de Genserico; en 476, el Imperio de Occidente tocó a su fin con la deposición de Rómulo Augústulo. Y empezó la monarquía franca con Clodoveo.
Empero, no fue el fin. Teodorico el Grande, gobernante ostrogodo de Italia (489-526) evidenció la posibilidad de una coordinación entre el gobierno militar de los bárbaros y la supervivencia de la cultura latina. (…) y Justiniano casi restauró la unidad de la cuenca del Mediterráneo. El gran historiador belga Henri Pirenne presenta la notable hipótesis de que el mundo antiguo solamente desapareció con el surgimiento del mahometismo. Cuando se perdió el control del Mediterráneo fue aplastada la cultura de la que ese mar fuera la gran vía; pereció el Occidente y enfermó el Oriente.


Y tras la pérdida del mar, llegó la de las tierras.

Allá por las postrimerías del anterior régimen (no confundir con el Antiguo Régimen), recuerdo una frase exacta en clase de Historia sobre la invasión de España por los musulmanes, y su paso a Francia: “Les sale al paso Carlos Martel en Poitiers”. Dicho así, y sin mayor conocimiento entonces de Francia, uno se queda con la idea que la batalla tuvo lugar un poco pasados los Pirineos. ¡Pero quiá!

Abderramán, gobernador moro de España, condujo su caballería invasora a Aquitania, en el sudoeste de Francia. Allí derrotó fácilmente a Eudes, Duque de Aquitania, y se dirigió hacia Tours en busca de la reputada gran riqueza de la ciudad.
Desesperado, Eudes huyó a París para suplicar la ayuda de su una vez enemigo, Carlos, gobernador de facto de los francos. Carlos le dio la bienvenida con prevención y aceptó ayudarle sólo con la condición de que Eudes le jurara fidelidad, algo que el duque, loco de inquietud, estaba demasiado feliz por hacer.
Reuniendo un ejército de unos 30.000 hombres, Carlos y eudes se dirigieron hacia Tours. En algún liugar entre Tours y Poitiers se encontraron con las fuerzas de adberramán, que contaba con unos 80.000 jinetes.
Durante siete días, los dos ejércitos se vigilaron nerviosamente uno al otro. Los moros trotaban con sus caballos, luciendo magníficos con sus lanzas y cimitarras, pero sin armadura alguna, dependiendo de la voluntad de Alá y de su propio feroz valor para derrotar a sus enemigos. Los francos estaban básicamente a pie, pero con ligeras armaduras, y equipados con hachas, espadas y jabalinas.
Finalmente, Abderramán dio la orden de carga, y varios millares de jinetes galoparon hacia los francos. Pero Carlos había formado a sus hombres en unos impenetrables cuadros que, aun carga tras carga, la caballería musulmana no conseguía romper. Los moros no conocían otra táctica de batalla que la salvaje carga de caballería, y sus bajas comenzaron a crecer bajo la lluvia de jabalinas y de hachas lanzadas.
Súbitamente, un grito surgió entre los moros. Su tesoro –todo lo que habían saqueado desde que habían dejado España– estaba siendo atacado. Podrían perderlo todo. Varios escuadrones de caballería volvieron grupas para proteger sus bienes. Pronto descubrieron que el grito era falso, pero para entonces ya era demasiado tarde. Los francos habían derribado a Abderramán y otras tropas moras estaban regresando del campo de batalla. La batalla, a todos los efectos, había acabado.
Los jinetes moros que se salvaron huyeron hacia España, y la amenaza musulmana sobre Europa occidental quedó resuelta hasta que Suleimán el Magnífico marchó sobre Austria en el siglo XVI.
A partir de esta batalla, Carlos fue conocido como Carlos Martel por su defensa que como un martillo, rompió el ataque moro. (…) Carlos murió en 741 a la edad de 53 años, dejando tras él prácticamente ya un reino que sería engrandecido a imperio 50 años después por su nieto, Carlomagno.


Algo menos de 250 años después de que Clodoveo, rey de los merovingios, se convirtiera al catolicismo, frente al entonces arrianismo de los visigodos, un franco, mayordomo de palacio, verdadero poder ante la indolencia de los reyes merovingios, se convirtió en martillo de infieles, limitando el avance moro a la Septimania y Provenza, hasta que Carlomagno impuso, como zona de frontera, el vasallaje a parte de lo que ahora es Cataluña, aunque entonces se conociera como Marca Hispánica (o Marches d’Espagne – cosas de los francos). Y, junto con el esfuerzo de los núcleos resistentes en el occidente de Hispania (que no Gothia), salvaguardaron al resto de Europa de ser musulmana.

Nota: En la Wikipedia francesa dice que, según ciertas estimaciones, la batalla tuvo lugar el 25 de octubre de 732 como fecha más probable. Como en mi libro, y en la Wikipedia española, dice otra cosa, y yo ya me había organizado así, pues aquí lo dejo, a mediados y no a finales de octubre, aunque con el enlace correspondiente para quien quiera curiosear más cosas.

Créditos:
Transcripción parcial del final del apartado 4 Caída del mundo romano, del capítulo III Los orígenes, según traducción de Cayetano Romano, de la obra Breve historia de Francia, de Albert Guérard, editada por Espasa-Calpe como nº 1040 de su colección Austral (1951 – tomado de la tercera edición, de 1966)
Traducción parcial y aproximada, del autor, del artículo dedicado al día 10 de octubre, de Great Stories from History for Every Day of the Year, de W.B. Marsh y Bruce Carrick (2004), según edición de 2007 por Fall River Press.
Carlos Martel en la Batalla de Poitiers, de Charles de Eteuben, tomado de Wikipedia.
Situación de la Comuna de Vouneil-sur-Vienne, en el conjunto de Francia, una de las ubicaciones estimadas de la Batalla de Poitiers, tomada de la Wikipedia.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Marcha alla turca

El duque de Osuna (en concreto, el III Duque, D. Pedro Téllez-Girón y Fernández de Velasco) es conocido, algo, tampoco mucho, en España, no precisamente por la Historia, sino por el circunstancial hecho de que tuviera a su servicio a D. Francisco Gómez de Quevedo y Santibáñez de Villegas; es decir, que se le “estudia” en las clases de literatura.

Y claro, poco más allá de que cayó en desgracia ante Felipe III, arrastrando a Quevedo, nada más se suele saber por el común de los españoles, y en este común, también me incluyo yo. Sin embargo, el III Duque de Osuna ofreció grandes trabajos a su nación, la cual, fiel a su costumbre, le recompensó con la calumnia, la prisión y el posterior olvido.

Siendo Virrey de Sicilia (a la que sacó de la más absoluta ruina, pero esto es otro tema), consiguió organizar a costa de su propio peculio, una armada de galeras y galeones con la que mantuvo a raya los esporádicos intentos que todavía realizaban en el Mediterráneo los turcos y berberiscos. Incluso, con autorización regia, armó naves corsarias con el mismo propósito, y, claro está, repartirse los botines conseguidos.

Entre las acciones más destacadas que ordenó fue el ataque preventivo (diríase ahora) contra la flota que los berberiscos estaban preparando para atacar a la Flota de Indias procedente de América, es decir, tonterías… pocas. Osuna “envió sus galeras al puerto tunecino e incendió en plena noche los barcos que los corsarios norteafricanos tenían listos para el ataque, y luego repitió la hazaña en La Goleta”.

Menos de cincuenta años después de que con Felipe II tuviera lugar la mayor ocasión que vieron los siglos. Otros cincuenta años después de que con Carlos I se consiguiera frenar el avance turco ante las murallas de Viena.

Y algo más de sesenta años antes de que, nuevamente, se consiguiera frenar el avance turco, también frente a Viena.

Y es que en España, por supuesto, y en general, en Europa Occidental, se había vivido muy feliz tras la suficiente tranquilidad posterior a Lepanto. Y nadie es consciente de que en fechas tan posteriores como en el año 1683, en pleno esplendor de, por ejemplo, Luis XIV, el Rey Sol, el destino de Europa hubiera podido ser muy diferente.

Ese verano, la artillería otomana ponía a prueba las murallas de Viena, última línea de resistencia que se encontraban, aunque, como hicieron dos siglos antes en Constantinopla, también intentaban salvarlas minándolas mediante numerosos túneles. Como entonces, era cuestión de tiempo.

Sin embargo, en esta ocasión, las súplicas del Papa, Alejandro VIII, tuvieron eco, no en Europa Occidental, sino en la Central y Oriental: el rey polaco Juan III Sobieski llegó a tiempo. Al amanecer del 12 de septiembre de 1683, el ejército polaco se lanzó sobre el confiado Gran Visir Kara Mustafá, y tras un caos que duró sus buenas quince horas, una postrera carga de la caballería polaca consiguió poner definitivamente en fuga los restos del ejército otomano, abandonando entre decenas de miles de cadáveres, armas, joyas y alimentos. En una recreación de Julio César, el católico rey polaco comunicó al Papa: “Llegué, ví y Dios venció”.

El dominio turco quedó limitado en territorio europeo a los Balcanes, viéndose más reducido aún poco después, tras la batalla de Zenta, donde, no el 12, sino un 11 de septiembre de 1697, el Príncipe Eugenio de Saboya, pudo recordar la alegría que había vivido, siendo un joven de 19 años, pocos años antes, ante los muros de Viena.

Del éxito ante las murallas de Viena podemos disfrutar ahora en la actualidad, aunque la gente lo ignore, tenga a gala despreciar su conocimiento, o incluso, lamente su origen.

Uno de los ‘recuerdos’ es gracias a las mercancías abandonadas por los turcos. Entre ellas se encontraba un gran acopio de café. Sin embargo, el café turco resultaba demasiado amargo para los gustos vieneses, por lo que, siguiendo las sugerencias del representante papal en la defensa de Viena, el monje Marco d’Aviano, se endulzó con leche y miel. En honor al monje y a la orden en la que profesaba, esta bebida es llamada, desde entonces, capuchino.

El otro recuerdo también es gastronómico, y también vinculado, de ordinario, al café. Es una creación de los pasteleros vieneses en conmemoración de la victoria, llamada en su momento Kipfel, en alemán, claro, pero popularizada tras su introducción en la corte francesa por María Antonieta, como croissant. No hace falta decir a qué debe esta creación su nombre y forma.

Otro resultado de esta victoria, aunque, por todo lo dicho, mucho menos consciente esta sociedad de ello, es que nos permitió, unos ochenta años después, que fuese tal como la conocemos la vida de un niño llamado Wolfgang Amadeus Mozart, cuyo contacto con la cultura turca ya pudo ser, simplemente, lúdica.

Sea al piano…







o con toda la orquesta.







Créditos:
Retrato de Pedro Téllez-Girón, III Duque de Osuna, de pintor anónimo del siglo XVII, tomado de la Wikipedia.
Juan III Podieski en la batalla de Viena, obra de Jerzy Siemiginowski-Eleuter (1686), tomado de la Wikipedia.
Datos y alguna transcripción de texto, tomados de La guerra del turco. España contra el Imperio Otomano. El choque de dos gigantes, de Fernando Martínez-Laínez, editado por EDAF, en junio de 2010.
Referencia histórica a la batalla de Viena, y datos al respecto, gracias a Great Stories from History for Every Day, de W.B. Marsh y Bruce Carrick.

lunes, 30 de agosto de 2010

Comentarios ilustrados de ayer y hoy: Julio 2010 (II)

Seguimos intentando dar respuesta, atrasada, eso sí, a varios de los comentarios, que, como dije en su momento, “diversos lectores de este diario han tenido a bien realizar”.

1- Comentarios vertidos en la anotación sobre Elvis Presley:
a) Sobre el comentario de Bate en relación con la edad “Posodo ya tiene una edad”:
Error, buen hombre. En realidad, ya casi tengo dos.
Pero como el título de una canción de este mozo incluida en este mismo álbum, he olvidado recordar olvidar (bueno, salvo muy contadas excepciones).





b) Sobre el comentario de S.Cid en relación con la procedencia de ciertas informaciones recogidas en este diario:
Como ya he comentado, el pasado viernes aproveché el “calor de hogar” para acercarme a mi librería de cabecera, París-Valencia. Allí pude ver, en el primer escaparate de la calle del Olivo, precisamente… El libro gordo de Petete. Dato que aquí queda expuesto para todos aquellos que tengan que hacer algún trabajo en el colegio, instituto, e incluso universidad, tal y como está el patio.

Pero… no. La información de ciertas cosas no viene de este libro.

Algunas de estas anotaciones históricas las obtengo de dos libros que ya he sacado a relucir por aquí, el primero de ellos, con una anotación específica para él. Se trata de The Christian Almanac, de George Grant y Gregory Wilbur, y de Great Stories from the History for Every Day of the Year, de W.H. Marsh y Bruce Carrick.

La anotación sobre la grabación de Elvis tiene su origen en el apunte existente en el libro The Christian Almanac.

Lógicamente, otras todavía me las sé (si bien, en varias ocasiones estos libros me las han recordado), aunque, sobre todo si son españolas y están reflejadas en estos libros, además de decirlo, los incluyo como etiquetas para una más pública constancia, como por ejemplo, en la anotación correspondiente al inicio por parte de Colón, del viaje del Descubrimiento.

2- Comentarios vertidos en la anotación sobre el triunfo de la Selección Española en el Campeonato Mundial de Fútbol:
a) Sobre el comentario de S.Cid en relación con la comparación azul/roja del fútbol:
La verdad es que no sé si se lo oí a alguien en la radio (que, en tal caso, sería algo muy fugaz porque desde luego no generó ningún comentario del resto de presentes), o lo he medio soñado. Pero la cuestión es que aquí esta, blanco sobre negro, que se dice.

b) Sobre los comentarios de Bate y S.Cid sobre doña Leire Pajín:
Ojo con los signos de exclamación, creo que no habrá bastantes: tengamos un poco de miramiento con esta probable Excelentísima Señora. Por ejemplo, como el que tuvo el gran don Antonio Mingote el pasado 9 de julio.
Aunque si este fuera nuestro des(a)tino, ¿cuánto habría que abrirlos? ¿Algo así?
Por cierto, cuidado con el mira y miento: el Word, no sé por qué, al escribir Pajín sale Patín.

Créditos:
Portada del álbum recopilatorio Elvis 2nd to None.
Fotografía de El libro gordo de Petete, expuesto en el escaparate de la librería París-Valencia, del Parterre, en Valencia, de agosto de 2010, del autor.
Dibujo de Antonio Mingote publicado en el ABC del 9 de julio de 2010.
Fotografía de Leire Pajín tomada de internet.

martes, 3 de agosto de 2010

Levando anclas... hacia la Historia

Y antes que amaneciera me despertó y echamos la barca al mar y bogando con un hijo suyo mancebo fue dándole vuelta a muchas tierras bajas donde los patos crían entre muchas cañas. Y luego salimos al mar y en volviendo dimos con un puerto de pesacodres donde había aparejadas tres carabelas una más grande y las otras más chicas, como las de los portugueses, mas vi en ellas tremolar las enseñas de Castilla. Y en las tablas del embarcadero había gran copia de gente y muchos hombres y mujeres y niños que se despedían unos de otros llorando como si para largo viaje partiran. Y entre aquella confusión el hombre que me había traído me señaló a unos frailes que hablaban con otros hombres y me dijo que aquéllos eran los franciscanos que buscaba. A los que me acerqué y besé las cruces e hice reverencia y el que parecía de más autoridad de entre ellos me dijo que podría más a salvo hablar conmigo en cuanto hubiera despedido con sus bendiciones a aquelloos que se partían en las naos. A lo que yo me sentí muy corrido de aquella mi poca paciencia y descortesía y luego hice reverencia y pedí perdón a aquel hidalgo que con los frailes hablaba y que oí ser almirante y llamarse Cristóbal Colón.

Finalizando la novela En busca del unicornio, así nos narra su autor, Juan Eslava Galán, precisamente el inicio de otra gran aventura: el viaje transoceánico que supuso el Descubrimiento de América.

Este año que se inicia al otro lado del charco la sucesión de celebraciones de la independencia de las distintas naciones hispanoamericanas, seamos políticamente incorrectos y recordemos que todo esto ha tenido un inicio.

Tal día como hoy, en el famoso año de 1492, se hacían a la mar océana tres naves, bajo el mando de Cristóbal Colón.

Sólo este recuerdo, de momento, con el comentario de que tanto en The Christian Almanac como en History for every day, este hecho histórico, el del inicio del viaje, es el motivo de la narración del día. En cambio, por estos lares, con el 12 de octubre ya tenemos bastante,… hasta ahora, pues lo mismo cualquier día es totalmente ofensivo y lo prohiben.

Créditos:
Transcripción parcial del capítulo veintiuno y último de En busca del unicornio, de Juan Eslava Galán, en la Colección Premio Planeta, edición de 1999 para venta junto a prensa diaria, de Editorial Planeta (pp. 244-245)
Fotografía de la estatua de Cristóbal Colón en la plaza del mismo nombre, en Madrid, reflejada en los cristales de un establecimiento cercano en el Paseo de Recoletos, de marzo de 2009, del autor.
Fotografía del mural que muestra el recorrido del viaje del Descubrimiento (detalle de los tramos de inicio y fin), existente en el ahora Teatro Fernán Gómez, antes Centro Cultural de la Villa, en Madrid, de marzo de 2009, del autor.

jueves, 29 de julio de 2010

Vaya elementos

El pasado día 25 se cumplió el aniversario de la famosa frase pronunciada por Enrique IV que le permitió ser Rey de Francia plenamente: “París bien vale una misa”, aunque en 1593 es más probable que dijera “Paris bien vaut une messe” (digo plenamente porque proclamado en 1589, en el marco de las guerras europeas de religión, la católica París no le dejó entrar, lo que le valió un asedio de cinco años, ya que no ‘encajaba’ un rey protestante en un país mayoritariamente católico).

[Aunque la frase la dijo poca antes de entrar en la Basílica de San Dionisio, la ilustro con una fotografía de la más conocida Catedral de Nuestra Señora]

Que la expresión fuera en francés resulta lógico. Hay otra frase que también es lógico que se encuentre en francés, siempre y cuando se sepa algo de historia. Y es que esa frase es el lema que figura en el escudo del Reino Unido: “Dieu et mon droit”.

En Valencia se puede apreciar este escudo y su lema en un sitio ciertamente curioso: el llamado Cementerio Inglés, o como él mismo se titula, English Protestant Cemetery.

Con lo que volvemos a la mezcla entre católicos y protestantes, y claro, estando los ingleses por medio, no podemos sino acordarnos de la Armada (lo de Invencible, en realidad creo que por estas tierras sólo se dijo mucho después, más bien para denigrar a Felipe II que por otra cosa – de hecho, en la bibliografía anglosajona se le llama así, The Armada).

Tal día como hoy, pero en 1588, un año antes de que Enrique IV fuera técnicamente rey de Francia, la Armada fue avistada por primera vez junto a la costa de Inglaterra, en concreto, en Cornualles. En el condando vecino, Devon, más marinero, se encuentra Plymouth, donde residía el ya famoso Francis Drake.

Avisado del acontecimiento, y urgido a actuar, muy flemática, vino en decir: “We have time enough to finish the game and beat the Spaniards, too” (esta vez, sí lo dijo en inglés), pues estaba muy ocupado jugando a los bolos.

Lo que vino después es (aunque por lo general, incorrectamente) sabido por los veteranos de España (de los ya expañoles no digo nada). Pero para hablar aquí de ello tendremos nuevas oportunidades.

Créditos:
Fotografía de Notre-Dame de París, de septiembre de 2008, del autor.
Fotografía del escudo británico, en el Cementerio Inglés de Valencia, de agosto de 2009, del autor.
Montaje de fotografías de vidrieras (con imágenes de Sir Walter Ralegh y Sir Francis Drake), en Holy Trinity Church, en Exmouth, de julio de 2010, del autor.

domingo, 9 de mayo de 2010

Ein sterblicher, sündiger Mensch

Hojeando otro libro de efemérides, me encuentro que la historia que destacan para el día de hoy tiene su origen en que se cumple el aniversario del nacimiento de quien, por esos cursos nada rectilíneos de la historia, acabó siendo la última Emperatriz del Imperio Austro-Húngaro, Zita Maria Grazia Adelgonda Michela Raffaella Gabriella Giuseppina Antonia Luisa Agnese, hija del último Duque de Parma.

Sin embargo, lo ejemplar, o edificante de la historia, viene tras su muerte, en la ceremonia de su funeral y entierro en Viena.

Siguiendo un protocolo centenario, el cortejo llegó ante la iglesia de los Capuchinos, donde un monje lo recibió con una sencilla pregunta:
¿Quién quiere entrar?

La respuesta, naturalmente, no podía ser tan breve:
Zita, Emperatriz de Austria, coronada Reina de Hungría, Reina de Bohemia, de Dalmacia, Croacia, Eslovenia, Galitzia,…” y etcétera y etcétera.

La contestación a ello, fue breve y tajante:
No la conozco

A una nueva llamada ante la puerta, el monje repitió la pregunta. La respuesta fue más breve que antes:
Zita, su majestad, Emperatriz y Reina

pero no por ello, cambió el monje su “No la conozco

Finalmente, una tercera llamada, una tercera pregunta, y una tercera respuesta:
Zita, una mortal y pecadora persona” [título de esta anotación]

Puede pasar”, y el monje abrió las puertas.

Como todos los segundos domingos de mayo, que este año precisamente coincide con el aniversario del nacimiento de la Emperatriz Zita, de cuyo funeral traemos esta lección, se celebra en Valencia la festividad de Nuestra Señora la Madre de Dios de los Desamparados.

Entre los cuáles, como vemos, también se encuentran los que en algún momento de su vida terrenal fueron poderosos.

Elevemos una oración por sus almas, y roguemos ser dignos de aprender de ello, y obrar en consecuencia.

Nota: al intentar documentarme un poco, me he encontrado con una página de apoyo a su beatificación, y me entero de que su esposo, el Emperador Carlos ya ha sido declarado Beato, por el Papa Juan Pablo II, cuyo nombre de pila (Karol) es precisamente en honor al entonces Emperador de sus padres.

Créditos:
Fotografía de los emperadores Carlos y Zita, tomada de la página relativa al proceso de beatificación de la Emperatriz Zita.
Portada de Great Stories from History for Every Day of the Year, de W.B. Marsh y Bruce Carrick, según la edición de 2007 de Fall River Press.
Foto del tapiz de la Virgen, en Valencia, en la festividad de mayo de 2007 del autor.