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lunes, 5 de marzo de 2012

Taninos intrigantes

Claro, que para intriga en estos asuntos del vino, los hay que tuvieron vista de halcón.

Intriga tánica

- En primer lugar, ¿de qué distrito de Burdeos procede este vino? No es demasiado difícil de adivinar. Es excesivamente ligero par ser St. Emilion o Graves. Desde luego, es un Médoc, no cabe duda.
»Veamos, ¿de qué comarca de Médoc procede? Esto, por eliminación, tampoco es difícil de saber. ¿Margaux? No. No puede ser Margaux, no tiene el aroma violento de un Margaux. ¿Pauillac? Tampoco puede ser Pauillac. Es demasiado tierno y gentil para ser un Pauillac. El vino de Pauillac tiene un carácter casi imperioso en su gusto. Además, para mí, Pauillac contiene un curioso y peculiar residuo que la uva toma del suelo de la viña. No, no. Éste es un vino muy gentil, serio y tímido la primera vez que se prueba. Quizá sea un poco revoltoso a la segunda degustación, excitando la lengua con un poquito de ácido tánico. Después de haberlo saboreado, es delicioso, consolador y femenino, con la generosa calidad que se asocia a  los vinos de la comarca de St. Julien. Indudablemente, éste es un St. Julien.
(…)
- Bueno, veamos. ¿Dónde estábamos? – dijo él–. ¡Ah, sí! Este vino es de Burdeos, de la comarca de St. Julien, en el distrito de Médoc. Hasta ahora voy bien. Pero llegamos a lo más difícil: el nombre de la viña. Porque en St. Julien hay muchos viñedos y, como ya ha señalado nuestro anfitrión anteriormente, a menudo no hay mucha diferencia entre el vino de uno y de otro, pero ya veremos.
Hizo una pausa otra vez, cerrando los ojos.
- Estoy tratando de establecer la cosecha –dijo–, si consigo esto, tendré ganada la mitad de la batalla. Bueno, veamos. Evidentemente, este vino no es de la primera cosecha de una viña, ni de la segunda. No es un gran vino. La calidad. La…, el…, ¿cómo lo llaman?: el esplendor, el poder, eso falta. Pero la tercera cosecha, ésa sí podría ser. Sin embargo, lo dudo. Sabemos que es de un buen año, nuestro anfitrión lo ha dicho. Esto lo desfigura un poco. Tengo que ser muy prudente, muy prudente, en este punto.
Tomó el vaso y dio otro sorbo.
- Sí –dijo, secándose los labios–, tenía razón. Es de la cuarta cosecha, ahora estoy seguro. La cuarta cosecha de un año muy bueno, bueno de verdad. Eso es lo que le dio el gusto de tercera y hasta segunda cosecha. ¡Bien! ¡Esto está mejor! ¡Nos vamos acercando! ¿Cuáles son las viñas de las cuartas cosechas de la comarca de St. Julien?
Volvió a pararse, tomó el vaso y se lo puso en los labios. Luego le vi sacar la lengua, estrecha y rosada, con la punta metiéndose en el vino, escondiéndose otra vez; era un espectáculo repulsivo. Cuando dejó el vaso, mantuvo los ojos cerrados, el rostro concentrado, sólo los labios se movían, restregándose uno contra otro como dos piezas de húmeda y esponjosa goma.
- ¡Aquí está otra vez! –gritó–. Ácido tánico después de un sorbo y una sensación bajo la lengua. ¡Sí, sí, claro, ya lo tengo! El vino procede de una de esas pequeñas viñas de los alrededores de Beychevelle. Ahora recuerdo. El distrito de Beychevelle, el río, el pequeño puerto, anticuado y ridículo. Beychevelle… ¿Puede ser el mismo Beychevelle? No, no creo. No exactamente, pero debe de ser muy cerca de allí. ¿Château Talbot? ¿Puede ser Château Talbot? Sí, podría ser: esperen un momento.
Volvió a probar el vino y al fijarme en Mike Schofield le vi inclinarse más y más sobre la mesa, con la boca un poco abierta y sus ojos fijos en Richard Pratt.
- No. Estaba equivocado. Un Talbot viene más pronto a la memoria que ése; la fruta está más cerca de la superficie. Si es un «34», que creo que es, no puede ser un Talbot. Bien, bien. Déjenme pensar. No es un Beychevelle y no es un Talbot, y sin embargo está tan cerca de ambos, tan cerca, que el viñedo debe de estar en medio. ¿Qué podrá ser?
Dudó unos momentos. Nosotros esperamos, observando su rostro. Todos, hasta la esposa de Mike, le mirábamos. Oí a la doncella poner el plato de verduras en el aparador, detrás de mí, suavemente , para no turbar el silencio.
- ¡Ah! –gritó–, ¡ya lo tengo! ¡Sí, creo que lo tengo!
Por última vez probó el vino. Luego, con el vaso todavía cerca de la boca, se volvió hacia Mike y le dedicó una lenta y suave sonrisa, diciéndole:
- ¿Sabe lo que es? Éste es el pequeño Château Branaire-Duoru.
Mike se quedó inmóvil.
- Y del año 1934.
Todos miramos a Mike, esperando que volviese la botella y nos enseñara la etiqueta.
- ¿Es ésa su respuesta? – dijo Mike.
- Sí, creo que sí.
- Bueno. ¿Es o no es la respuesta final?
- Sí, es mi respuesta definitiva.
- ¿Me quiere decir su nombre otra vez?
- Château Branaire-Duoru. Una pequeña viña. Un viejo castillo, lo conozco muy bien. No comprendo cómo no lo he reconocido desde el principio.
- Vamos, papá –dijo la chica–, vuelve la botella y veamos qué pasa.

El objeto de la apuesta era adivinar el viñedo del que procedía el vino, y qué se apostaban, así como el resultado final del relato, quien lo quiera saber, mejor que lo lea. No va a estar la intriga sólo en determinar el viñedo, ¿no?

Créditos:
Extracto del relato Gastrónomos, de Roald Dahl, según traducción de Carmelina Payá y Antonio Samons, incluído en el volumen Relatos de lo inesperado, publicado como número 82 de la colección Compactos de la editorial Anagrama (pp. 17-20).
Fotografía de viñedos de la comarca de Requena-Utiel, desde el AVE de Valencia a Madrid, en octubre de 2011, del autor.

sábado, 3 de marzo de 2012

Catador sin cate: a-probado

Inmediatamente, Mike cogió el vino, se sirvió primero a sí mismo y luego fue llenando los vasos de los demás. Ahora todos miraban a Richard Pratt, observando su rostro mientras él cogía su vaso con la mano derecha y se lo llevaba a la nariz. Era un hombre de unos cincuenta años y su rostro no era muy agradable. (…)
Lentamente, levantó el vaso hacia la nariz.
La punta de la nariz se metió en el vaso, y se deslizó por la superficie del vino, husmeando con delicadeza. Agitó el vino en su vaso, para poder percibir mejor el aroma. Parecía intensamente concentrado. Había cerrado los ojos y la mitad superior de su cuerpo, la cabeza, cuello y pecho parecían haberse convertido en una sensitiva máquina de oler, recibiendo, filtrando, analizando el mensaje que le transmitía la nariz, con sus aletas carnosas, eréctiles, nerviosas y sensitivas.
(…)
Durante un minuto el proceso olfativo continuó; luego, sin abrir los ojos ni mover la cabeza, Pratt acercó el vaso a su boca y bebió casi la mitad de su contenido. Después del primer sorbo, se paró para paladearlo, luego lo hizo pasar por su garganta y pude ver su nuez moverse al paso del líquido. Pero no se lo tragó todo, sino que se quedó casi todo el sorbo en la boca. Entonces, sin tragárselo, hizo entrar por sus labios un poco de aire que mezclándose con el aroma del vino en su boca pasó luego a sus pulmones. Contuvo la respiración, sacando luego el aire por la nariz; para poner finalmente el vino debajo de la lengua y engullirlo, masticándolo con los dientes, como si fuera pan.
Fue una representación solemne e impresionante, debo confesar que lo hizo muy bien.
- ¡Hum! –dijo, dejando el vaso y relamiéndose los labios con la lengua–, ¡hum!, sí…, un vinito muy interesante, cortés y gracioso, de gusto casi femenimo.
(…)
- Ahora empezaremos a eliminar –dijo–, me perdonarán si lo hago concienzudamente, pero es que me juego mucho. Normalmente, quizá me hubiera arriesgado y hubiera dicho directamente el nombre del viñedo de mi elección. Pero esta vez debo tener precaución, ¿verdad?

Este pasado mes de febrero, dentro de la programación de Ámbito Cultural de El Corte Inglés, en Valencia, se ha estado celebrando el Curso básico de conocimiento vitivínicola Connaisseur.

Según me cuentan, se lo han pasado bien, ha sido instructivo, han formado un grupo de amigos, y todo eso.

Ergo… algún día alguien tendrá que demostrar que ha asistido al curso con aprovechamiento, que se dice (y no sólo el gastronómico).

Créditos:
Extracto del relato Gastrónomos, de Roald Dahl, según traducción de Carmelina Payá y Antonio Samons, incluído en el volumen Relatos de lo inesperado, publicado como número 82 de la colección Compactos de la editorial Anagrama (pp. 15-17).

viernes, 27 de marzo de 2009

Hace muchos mil años...

más o menos (todo consiste en cómo se lleve la contabilidad, según libros, en B,... -en todo caso, yo no estaba allí-).

"El año seiscientos uno de la vida de Noé, el día primero del primer mes, se secaron las aguas de encima de la tierra.
Noé retiró la cubierta del arca, miró y vio que estaba seca la superficie del suelo.
En el segundo mes, el día veintisiete del mes, quedó seca la tierra
" (Génesis, 8 13-14).

"Dijo Dios: Ésta es la señal de la alianza que para las generaciones perpetuas pongo entre yo y vosotros y todo ser vivo que os acompaña: Pongo mi arco en las nubes, que servirá de señal de la alianza entre yo y la tierra" (Gn 9 12-13). ["Arcum meum ponam in nubibus"].

"Noé se dedicó a la labranza y plantó una viña. Bebió del vino, ..." (Gn, 9 20-21 incompleto, ¿para qué entrar en detalles?).

Según la tradición, el monte sobre el que sucedió el primer párrafo transcrito del Génesis es el Monte Ararat.

Tratándose de una montaña cuya altura le supone una presencia absoluta en la región, sólo cabe esperar que, transcurrido el tiempo, se recupere esta referencia a través de alguien tan imponente como dicha montaña: los gigantes Gargantúa y Pantagruel.

"Noé, el santo varón – a quien tan agradecidos estamos porque nos plantó la viña, de la que nos viene este nectárico, delicioso, precioso, celestial, gozoso y deífico licor que llaman vino-"

Tomado del capítulo primero de Pantagruel, Rey de los dipsodas restituido a su natural con sus hechos y proezas espantables, compuesto por el difunto M. Alcofribas, extractador de quintaesencia, más conocido como François Rabelais. Según traducción de Teresa Suero y José Mª Claramunda, cedida por Editorial Bruguera, y plasmada en el ejemplar editado por Ediciones Orbis, S.A. y Editorial Origen, S.A., con el nº 66 de la colección “Historia Universal de la Literatura”.

¿Por dónde íbamos? ¡Ah, sí!

"et plantavit vineam"

Y era cuestión de tiempo que la viña, y el vino, volvieran a ciertas alturas, en concreto a 1.300 m, en las Alpujarras, a través de la bodega Barranco Oscuro.

De lo cual esta pasada noche he tenido conocimiento a través de la convocatoria de un restaurante de esta ciudad de Valencia que además de a la hostelería, se dedica a la gastronomía y a la pedagogía de las catas y del maridaje.



Como esta anotación se ha hecho un poco larga, dos últimas cosas:

- no soy experto en vinos, pero opino que debe probarse este vino de altura

- y lo mejor para ello, es llegarse al Mercado de Ruzafa, y muy cerca de él, en la c/ Reina Doña María (no tiene pérdida, sólo es una manzana), allí está Entrevins.



Quien va, repite, así que... que aproveche.