“- En primer lugar, ¿de
qué distrito de Burdeos procede este vino? No es demasiado difícil de adivinar.
Es excesivamente ligero par ser St. Emilion o Graves. Desde luego, es un Médoc,
no cabe duda.
»Veamos, ¿de qué comarca
de Médoc procede? Esto, por eliminación, tampoco es difícil de saber. ¿Margaux?
No. No puede ser Margaux, no tiene el aroma violento de un Margaux. ¿Pauillac?
Tampoco puede ser Pauillac. Es demasiado tierno y gentil para ser un Pauillac.
El vino de Pauillac tiene un carácter casi imperioso en su gusto. Además, para
mí, Pauillac contiene un curioso y peculiar residuo que la uva toma del suelo
de la viña. No, no. Éste es un vino muy gentil, serio y tímido la primera vez
que se prueba. Quizá sea un poco revoltoso a la segunda degustación, excitando
la lengua con un poquito de ácido tánico. Después de haberlo saboreado, es
delicioso, consolador y femenino, con la generosa calidad que se asocia a los vinos de la comarca de St. Julien.
Indudablemente, éste es un St. Julien.
(…)
- Bueno, veamos. ¿Dónde
estábamos? – dijo él–. ¡Ah, sí! Este vino es de Burdeos, de la comarca de St.
Julien, en el distrito de Médoc. Hasta ahora voy bien. Pero llegamos a lo más
difícil: el nombre de la viña. Porque en St. Julien hay muchos viñedos y, como
ya ha señalado nuestro anfitrión anteriormente, a menudo no hay mucha
diferencia entre el vino de uno y de otro, pero ya veremos.
- Estoy tratando de
establecer la cosecha –dijo–, si consigo esto, tendré ganada la mitad de la
batalla. Bueno, veamos. Evidentemente, este vino no es de la primera cosecha de
una viña, ni de la segunda. No es un gran vino. La calidad. La…, el…, ¿cómo lo
llaman?: el esplendor, el poder, eso falta. Pero la tercera cosecha, ésa sí
podría ser. Sin embargo, lo dudo. Sabemos que es de un buen año, nuestro
anfitrión lo ha dicho. Esto lo desfigura un poco. Tengo que ser muy prudente,
muy prudente, en este punto.
Tomó el vaso y dio otro
sorbo.
- Sí –dijo, secándose los
labios–, tenía razón. Es de la cuarta cosecha, ahora estoy seguro. La cuarta
cosecha de un año muy bueno, bueno de verdad. Eso es lo que le dio el gusto de
tercera y hasta segunda cosecha. ¡Bien! ¡Esto está mejor! ¡Nos vamos acercando!
¿Cuáles son las viñas de las cuartas cosechas de la comarca de St. Julien?
Volvió a pararse, tomó el
vaso y se lo puso en los labios. Luego le vi sacar la lengua, estrecha y
rosada, con la punta metiéndose en el vino, escondiéndose otra vez; era un
espectáculo repulsivo. Cuando dejó el vaso, mantuvo los ojos cerrados, el
rostro concentrado, sólo los labios se movían, restregándose uno contra otro
como dos piezas de húmeda y esponjosa goma.
- ¡Aquí está otra vez! –gritó–.
Ácido tánico después de un sorbo y una sensación bajo la lengua. ¡Sí, sí,
claro, ya lo tengo! El vino procede de una de esas pequeñas viñas de los alrededores
de Beychevelle. Ahora recuerdo. El distrito de Beychevelle, el río, el pequeño
puerto, anticuado y ridículo. Beychevelle… ¿Puede ser el mismo Beychevelle? No,
no creo. No exactamente, pero debe de ser muy cerca de allí. ¿Château Talbot?
¿Puede ser Château Talbot? Sí, podría ser: esperen un momento.
Volvió a probar el vino y
al fijarme en Mike Schofield le vi inclinarse más y más sobre la mesa, con la
boca un poco abierta y sus ojos fijos en Richard Pratt.
- No. Estaba equivocado.
Un Talbot viene más pronto a la memoria que ése; la fruta está más cerca de la
superficie. Si es un «34», que creo que es, no puede ser un Talbot. Bien, bien.
Déjenme pensar. No es un Beychevelle y no es un Talbot, y sin embargo está tan
cerca de ambos, tan cerca, que el viñedo debe de estar en medio. ¿Qué podrá ser?
Dudó unos momentos.
Nosotros esperamos, observando su rostro. Todos, hasta la esposa de Mike, le
mirábamos. Oí a la doncella poner el plato de verduras en el aparador, detrás de
mí, suavemente , para no turbar el silencio.
- ¡Ah! –gritó–, ¡ya lo
tengo! ¡Sí, creo que lo tengo!
Por última vez probó el
vino. Luego, con el vaso todavía cerca de la boca, se volvió hacia Mike y le
dedicó una lenta y suave sonrisa, diciéndole:
- ¿Sabe lo que es? Éste
es el pequeño Château Branaire-Duoru.
Mike se quedó inmóvil.
- Y del año 1934.
Todos miramos a Mike,
esperando que volviese la botella y nos enseñara la etiqueta.
- ¿Es ésa su respuesta? –
dijo Mike.
- Sí, creo que sí.
- Bueno. ¿Es o no es la
respuesta final?
- Sí, es mi respuesta
definitiva.
- ¿Me quiere decir su
nombre otra vez?
- Château Branaire-Duoru.
Una pequeña viña. Un viejo castillo, lo conozco muy bien. No comprendo cómo no
lo he reconocido desde el principio.
- Vamos, papá –dijo la chica–,
vuelve la botella y veamos qué pasa.”
El objeto de la apuesta
era adivinar el viñedo del que procedía el vino, y qué se apostaban, así como
el resultado final del relato, quien lo quiera saber, mejor que lo lea. No va a
estar la intriga sólo en determinar el viñedo, ¿no?
Créditos:
Extracto del relato Gastrónomos,
de Roald Dahl, según traducción de Carmelina Payá y Antonio Samons, incluído en
el volumen Relatos de lo inesperado, publicado como número 82 de la colección
Compactos de la editorial Anagrama (pp. 17-20).
Fotografía de viñedos de
la comarca de Requena-Utiel, desde el AVE de Valencia a Madrid, en octubre de
2011, del autor.
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