El pasado domingo por la
noche pude comprobar desde casa el nivel a que había llegado la crueldad con
las mascotas. Tres pobres animalitos estaban abandonados, enfrentando el frío y
la inseguridad de la noche, sin el cariño y la protección con que hasta
entonces habían sido atendidos. El hecho de que el abandono no fuera en mitad
de un solar desamparado, o de una calle solitaria, sino sentados en un banco, no
quita crueldad al suceso.
Afortunadamente, en ese
mismo momento llegó un alma caritativa, paró la bicicleta con la que se
desplazaba cabe la enternecedora escena, y dio cobijo, no a los tres, no podría,
pero sí a dos de ellos. Poco después, una segunda alma caritativa acogió a la
tercera mascota.
No identifiqué a este
tercero, un conejo, pero sí a los otros dos: una pareja de osos polares que
responden a los nombres de Tom y Lisa, y fueron, hace años, objeto de una simpática
promoción comercial, si no recuerdo mal, en Galerías Preciados.
¡Ah, es verdad! Las
mascotas eran unos peluches, pero eso no quita nada de lo dicho. Porque, aun siendo de peluche, ellos nunca lo harían.
Créditos:
Fotografía de los tres
peluches en un banco, justo cuando llega alguien en una bicicleta, del autor.
Oooooohhhhh, qué anotación tan mona...
ResponderEliminarSíííí... es monísima. Y es verdad, ellos nunca lo harían.
ResponderEliminarDos osos y un conejo. De monos, no digo nada... que luego todo se sabe.
ResponderEliminarUn saludo a ambas, monísimas mías.