Poco después de aparecer
por la Librería Municipal que el Ayuntamiento de Valencia tiene en su edificio
principal de la plaza del ídem (visita que se saldó con un libro que espero
resulte muy útil a quien lo tiene ahora en su casa), resultó que el local cerró,
como me enteré algo más tarde.
La noticia, en realidad,
no es del periodista, sino del señor Broseta, concejal socialista, pues sólo
cuentan cosas que él contó y, como político que es, especuló. También se dice
que preguntaría en el siguiente Pleno Municipal sobre el particular, cosa que
hizo, pero no en el Pleno de enero, sino en el de febrero.
La contestación que se le
diera, ahora mismo, no la sé, pues, supongo, como el concejal no ha dicho nada al
respecto, el periodista tampoco ha tenido de dónde copiar, o al menos, yo no he
encontrado la noticia sobre ello.
El caso es que, poco más
de dos semanas después del Pleno de febrero, o sea, hoy, el Ayuntamiento publica una
noticia sobre la remodelación de la Librería Municipal y tal y cual.
Hoy mismo, por esas cosas
de la vida, he podido pasarme a verla, con ilusión ante las nuevas dependencias,
y el gusanillo de ‘picar’ algún libro nuevo.
Y el resultado es:
El propio que estaba
sentado, al contrario que las señoritas que atendían la librería en su día, ni
siquiera ha saludado mi entrada. En su descargo, tengo que decir que me ha dado
la sensación de que lo he despertado.
El “espacio para la
exposición y venta de libros y publicaciones municipales” me ha recordado esas
fotografías de las revistas de decoración con una mesa de centro en el salón y
un par de libros sobre ella, pero en vertical. Las estanterías que había antes,
pobres pero honradas, aportaban, librescamente hablando, muchísimo más.
Ante mis preguntas (versión
‘antes/ahora’) el propio en cuestión no ha dejado de insistir en que la oferta
de libros es la misma que antes (tal vez tenga que darle la razón al concejal
socialista, pues con ese ‘antes’ quizás se refiriera al periodo en que estaba
cerrada).
En resumen:
¡Vaya cagada!
Me acercaré a comprobar el desaguisado, obviamente, después de fiestas.
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