Durante nuestro paseo por la Feria del Libro de Madrid nos ofrecierosn diversos folletos, entre los que se encontraban algunos avances editoriales. Uno de ellos (que por otro lado llevaba ya algún tiempo en las librerías, pues su primera edición es de este mes de abril) era relativo a Pequeña historia del mundo, escrita por Fernando García de Cortázar con ilustraciones de Julio Carabias Aranda Julius, editado por Espasa Calpe.
La historia es relatada, a un niño, por seis sabios, cada uno de ellos centrándose en una época distinta. El folleto, en concreto, recoge parte del capítulo titulado “El siglo de la razón”, correspondiente al siglo XVIII, y lo narra Charles - Louis de Secondat, barón de Montesquieu, o sea, propiamente el Montesquieu conocido, redivivo mal que le pese a Alfonso Guerra y los suyos.
El extracto, que arranca con el inicio del capítulo (incluye, de todas formas, el índice general de la obra para mejor apreciarla), es decir, la llegada de Montesquieu a París en 1709, finaliza hablando de Napoleón (“lo que, finalmente, derribó al audaz emperador de los franceses fue su increíble orgullo”), quien está preparando en 1811 la invasión de Rusia; y deja para leer en el libro la parte correspondiente a “Los libertadores”, es decir, la emancipación de Hispanoamérica.
Lo anecdótico (?) del folleto es que la encuadernación del pliego (un par de grapas), ayuda a que se abra justo por en medio, en el apartado “El país de las libertades”, en el que Montesquieu habla de Inglaterra, pudiéndose leer su admiración “por la monarquía parlamentaria inglesa”, y que “en Roma, el resultado de las guerras civiles fue un emperador; en Inglaterra, la libertad”. Y pasando página, de verdad, del folleto, digo, no como aquel, nos encontramos con este sencillo dibujo de Julius para ilustrar la decapitación de Carlos I, y una referencia a las palabras del filósofo Juan Locke (en el texto pone John, pero lo traduzco por Juan, pues Carlos es el nombre que el mismo texto da al rey): “era el pueblo el que tenía derecho a un gobierno bueno y respetuoso con la ley, y el rey estaba obligado a dar ese gobierno al pueblo si no quería ser derrocado” (el destacado es el propio texto)
Se dio la circunstancia de que esa misma mañana, Fernando García de Cortázar y Julius firmaban ejemplares de la obra. Me acerqué a saludarlos y darles la enhorabuena, pues…
Pues llevado de mi caótica gestión mental de la base de datos de mi biblioteca, creí recordar que ya disponía del libro, y no lo compré.
Naturalmente, estaba equivocado, aunque, bueno, no les he perjudicado mucho.
Sin embargo, tengo que subsanar el error en cuanto pueda.
La historia es relatada, a un niño, por seis sabios, cada uno de ellos centrándose en una época distinta. El folleto, en concreto, recoge parte del capítulo titulado “El siglo de la razón”, correspondiente al siglo XVIII, y lo narra Charles - Louis de Secondat, barón de Montesquieu, o sea, propiamente el Montesquieu conocido, redivivo mal que le pese a Alfonso Guerra y los suyos.
El extracto, que arranca con el inicio del capítulo (incluye, de todas formas, el índice general de la obra para mejor apreciarla), es decir, la llegada de Montesquieu a París en 1709, finaliza hablando de Napoleón (“lo que, finalmente, derribó al audaz emperador de los franceses fue su increíble orgullo”), quien está preparando en 1811 la invasión de Rusia; y deja para leer en el libro la parte correspondiente a “Los libertadores”, es decir, la emancipación de Hispanoamérica.
Lo anecdótico (?) del folleto es que la encuadernación del pliego (un par de grapas), ayuda a que se abra justo por en medio, en el apartado “El país de las libertades”, en el que Montesquieu habla de Inglaterra, pudiéndose leer su admiración “por la monarquía parlamentaria inglesa”, y que “en Roma, el resultado de las guerras civiles fue un emperador; en Inglaterra, la libertad”. Y pasando página, de verdad, del folleto, digo, no como aquel, nos encontramos con este sencillo dibujo de Julius para ilustrar la decapitación de Carlos I, y una referencia a las palabras del filósofo Juan Locke (en el texto pone John, pero lo traduzco por Juan, pues Carlos es el nombre que el mismo texto da al rey): “era el pueblo el que tenía derecho a un gobierno bueno y respetuoso con la ley, y el rey estaba obligado a dar ese gobierno al pueblo si no quería ser derrocado” (el destacado es el propio texto)
Se dio la circunstancia de que esa misma mañana, Fernando García de Cortázar y Julius firmaban ejemplares de la obra. Me acerqué a saludarlos y darles la enhorabuena, pues…
Pues llevado de mi caótica gestión mental de la base de datos de mi biblioteca, creí recordar que ya disponía del libro, y no lo compré.
Naturalmente, estaba equivocado, aunque, bueno, no les he perjudicado mucho.
Sin embargo, tengo que subsanar el error en cuanto pueda.
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