El desarrollo de la sociedad occidental en el siglo XIX permitió que frente a las grandes expediciones de los siglos anteriores, se pudiera hablar, ahora, de los grandes viajeros. Uno de ellos, conocido mucho después, fue Allen Foster.
Como se puede deducir, el motivo de su fama no es tanto por lo que hizo, sino por lo que supuso: su vuelta al mundo sirvió de semilla para la imaginación de un francés, que apenas salía de su casa, llamado Jules Verne, en España, toda la vida, Julio Verne.
De esta manera, el relato de las aventuras de ese viajero ha acabado siendo más conocido a través de la adaptación que hizo de él la imaginación del tal Verne, y de las adaptaciones, más para públicos infantiles y juveniles, que de ella se han hecho.
Sin embargo, la imaginación de Julio Verne no necesitaba adaptar hechos reales para ponerse a trabajar. Un ejemplo evidente es cómo nos relató, científica y técnicamente, el primer viaje a la Luna. Esta vez, en cambio, fue su imaginación quien ayudó a que otros escritores nos narraran sus correspondientes viajes.
Incluso la prensa ha viajado a la Luna.
Estos grandes viajeros nos han demostrado que cada vez el mundo “se hacía” más pequeño. Y con el desarrollo de los sistemas de comunicación, llegamos en su día al momento en que el mundo era poco más que un punto, en el que todo sucedía a la vez.
Sin embargo,… siempre hay un 'sin embargo'.
Ese “suceder a la vez” tiene un límite. En su momento, los acontecimientos los vivían los que estaban ahí mismo, y luego lo contaban, y aunque hubiera quien, lejos del lugar de los hechos, se enterara lo suficientemente rápido, no lo “vivía”, y en todo caso, eran pocos los que estaban en esa privilegiada situación.
Ahora no. Ahora, no sólo te puedes enterar al momento, sino que también lo puedes “vivir” al momento. Y este público potencial puede ser significativamente grande,… y abarcar población de todo el planeta.
¿Qué pasa, pues? Pues que lo que sucede cuando, por ejemplo, en Tejas es de noche, en España ‘sucede’ de madrugada, no hay una diferencia sólo de horas, sino también de fecha, aunque suceda ‘a la vez’.
Esto es lo que pasó con la llegada del hombre a la Luna. Llegar, llegar, lo hizo el 20 de julio de 1969, pero pisarla… ¡ah, pisarla! Pues depende. En Tejas, era a finales de ese mismo día 20, pero en España ya era 21 de julio.
La verdad es que este matiz, hoy por la radio, por ejemplo, apenas lo he oído. Así que, en honor a todos éstos, un poco de música.
Por ejemplo, la luz de la Luna ha resultado muy adecuada para acompañar una romántica serenata.
Y en algún momento, la Luna se ha planteado, como hemos visto, como objetivo de algún viaje, preferentemente acompañado, tal vez en vehículos a reacción... o a chorro.
Con escenografías como la que hemos visto, incluso hasta ‘Gato’ podría bañarse en el río de la Luna (los planes, a veces, salen bien).
Y aunque estuviera melancólica, en los sesenta no podía faltarle ritmo (eso sí, a 45 r.p.m.)
Pero si en vez de melancólica, está azul, tiene que ser como sus ojos.
Y así, hacemos tiempo para salir de paseo… que ya será… mañana 21.
Como se puede deducir, el motivo de su fama no es tanto por lo que hizo, sino por lo que supuso: su vuelta al mundo sirvió de semilla para la imaginación de un francés, que apenas salía de su casa, llamado Jules Verne, en España, toda la vida, Julio Verne.
De esta manera, el relato de las aventuras de ese viajero ha acabado siendo más conocido a través de la adaptación que hizo de él la imaginación del tal Verne, y de las adaptaciones, más para públicos infantiles y juveniles, que de ella se han hecho.
Sin embargo, la imaginación de Julio Verne no necesitaba adaptar hechos reales para ponerse a trabajar. Un ejemplo evidente es cómo nos relató, científica y técnicamente, el primer viaje a la Luna. Esta vez, en cambio, fue su imaginación quien ayudó a que otros escritores nos narraran sus correspondientes viajes.
Incluso la prensa ha viajado a la Luna.
Estos grandes viajeros nos han demostrado que cada vez el mundo “se hacía” más pequeño. Y con el desarrollo de los sistemas de comunicación, llegamos en su día al momento en que el mundo era poco más que un punto, en el que todo sucedía a la vez.
Sin embargo,… siempre hay un 'sin embargo'.
Ese “suceder a la vez” tiene un límite. En su momento, los acontecimientos los vivían los que estaban ahí mismo, y luego lo contaban, y aunque hubiera quien, lejos del lugar de los hechos, se enterara lo suficientemente rápido, no lo “vivía”, y en todo caso, eran pocos los que estaban en esa privilegiada situación.
Ahora no. Ahora, no sólo te puedes enterar al momento, sino que también lo puedes “vivir” al momento. Y este público potencial puede ser significativamente grande,… y abarcar población de todo el planeta.
¿Qué pasa, pues? Pues que lo que sucede cuando, por ejemplo, en Tejas es de noche, en España ‘sucede’ de madrugada, no hay una diferencia sólo de horas, sino también de fecha, aunque suceda ‘a la vez’.
Esto es lo que pasó con la llegada del hombre a la Luna. Llegar, llegar, lo hizo el 20 de julio de 1969, pero pisarla… ¡ah, pisarla! Pues depende. En Tejas, era a finales de ese mismo día 20, pero en España ya era 21 de julio.
La verdad es que este matiz, hoy por la radio, por ejemplo, apenas lo he oído. Así que, en honor a todos éstos, un poco de música.
Por ejemplo, la luz de la Luna ha resultado muy adecuada para acompañar una romántica serenata.
Y en algún momento, la Luna se ha planteado, como hemos visto, como objetivo de algún viaje, preferentemente acompañado, tal vez en vehículos a reacción... o a chorro.
Con escenografías como la que hemos visto, incluso hasta ‘Gato’ podría bañarse en el río de la Luna (los planes, a veces, salen bien).
Y aunque estuviera melancólica, en los sesenta no podía faltarle ritmo (eso sí, a 45 r.p.m.)
Pero si en vez de melancólica, está azul, tiene que ser como sus ojos.
Y así, hacemos tiempo para salir de paseo… que ya será… mañana 21.
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