[En esta anotación vamos a ir insertando los fragmentos gentileza de wagnerianman de la representación de 1967 en Osaka]
Padre e hija se encuentran ahora ya solos. Y con esto, finaliza toda acción en “La Valquiria”.
“Dos corazones embargados de pesar por lo ocurrido, la ira de Wotan se ha tornado más mansa, cansada. En el fondo, los dos quisieran suplicar el uno al otro: Wotan perdón por el rigor que le imponen sus propias leyes universales y Brunilda la conmutación del castigo que significa para ella casi mortal desdoro.” (K.P. op.cit., pág. 312)
Brunilda, postrada en tierra, busca con sus ojos la mirada de su padre, quien le da la espalda. “Brunilda comienza ‘tímida’, la orquesta guarda silencio por largo rato, de manera que sus palabras casi susurradas –en parte en un registro bien grave– resultan plenamente inteligibles. Poco a poco se desliza debajo de ellas un expresivo acompañamiento; el «motivo de la desesperación» de Wotan recuerda una y otra vez su dolor, el «motivo de la cabalgata de las Valquirias» aviva las réplicas de Brunilda.” (K.P. op.cit., pág. 314)
De un modo imperceptible, conforme Brünnhilde se explica ante Wotan, se incrementa la participación de la orquesta. “Las enternecedoras palabras de Brunilda atemperan el motivo de la desesperación de Wotan que pasa a una de las frases más excelentes de la obra: la voz de Brunilda en gran arrebato y, a modo de sustentación, el motivo del «amor de Brunilda por los Wälsungos».” (K.P. op.cit., pág. 324) “Por el que infundió ese amor en mi corazón, / por la voluntad del que al Wälsungo / tan íntima y amistosamente me ligó, / me sublevé contra tu mandato.” [Con el inicio del parlamento de Wotan finaliza el primer fragmento]
“La respuesta de Wotan, desde lo más recóndito de su pecho, va acompañada repetidas veces por este motivo. La manera cómo Wagner trata este pasaeje debe ser considerada nuevamente como muy característica de su técnica del motivo: el delicado y tierno de Brunilda está presente en la voz baja de las cuerdas profundas (como si Wotan compartiera este sentimiento en un escondido rincón de su corazón), pero por encima se generan otras cadencias más urgentes: Wotan empieza a sentir compasión, o sea, a entender, pero todavía no quiere ni puede admitirlo.” (K.P. op.cit., pág. 324)
Nuevamente, tenemos una anticipación: “Brunilda concibe una idea: Sigfrido será quien la despertará en el futuro. Antes de que pueda decírselo a Wotan, los fagotes y los cornos tocan muy quedo el motivo de los Wälsungos.
Le sigue en seguida el motivo de Sigfrido, Wagner exige que sea tocado «piano, pero categórico» [“El héroe más noble, lo sé, / florecerá del tronco de los Wälsungos” - minuto 6:00 del segundo fragmento]. Wotan interrumpe rudo, pero Brunilda parece incitada por las quedas, como lejanas, trompetas a mirar al futuro.” (K.P. op.cit., pág. 332)
Finalmente, Brünnhilde pregunta: “¿Qué castigo has resuelto imponerme?”
“Del suave ritmo de timbales asciende en extremo delicado, el nuevo tema del profundo sueño, ejecutado por el conjunto de instrumentos de viento de madera.” (K.P. op.cit., pág. 336) “In festen Schlaf – En profundo sueño / te sumiré” (minuto 8:23 del segundo fragmento)
Brünnhilde pide estar protegida durante el sueño, que al menos haya “algo que espanto y terror infunda, / de modo que sólo un héroe, audaz y sin miedo / logre llegar junto a mí, a la roca”. “Wotan rechaza el deseo de Brunilda, pero la orquesta delata sus más íntimos pensamientos: el motivo del «hechizo del fuego» ya ha tomado su forma reconocible.” (K.P. op.cit., pág. 338) [con esta escena, finaliza el segundo fragmento]
Como se ha señalado antes, el uso de los motivos musicales por parte de Wagner permite (reconociéndolos, claro) un seguimiento completo de la obra, no sólo de los que dicen o hacen los personajes, sino incluso de lo que piensan y de las consecuencias o actos futuros. En este momento en que Brünnhilde habla por última vez se encadenan al menos seis motivos, cada uno con su especial significado: el de la lanza, o del pacto (en relación con su obligatorio castigo), el de la valquiria (en tanto que lo que ella todavía es), el del encantamiento del fuego (recién aparecido justo antes: “Luego comienza a chispear y resplandecer la orquesta. Las llamas aparecen antes en la imaginación de Brunilda que en la voluntad de Wotan” (K.P. op.cit., pág. 340) “A tu conjuro /circúndame de fuego”), el de Loge (como dios del fuego), el del sueño eterno (como primera forma del castigo), y por último, el de Siegfried (anticipación del futuro, anuncio de que será el héroe quien rescate a la durmiente).
Sobre, nuevamente, el motivo de de la cabalgata de las valquirias, Brünnhilde calla, y quien habla ahora no es el dios, sino el padre: “El dios queda embargado de emoción frente a su magnífica hija. La orquesta se ha incrementado a un enérgico fortissimo a través del cual la trompeta baja, los trombones y la tuba ejecutan con pujanza el tema de las Valquirias. Luego gana preponderancia el motivo del hechizo del fuego con radiante esplendor y Wotan comienza su conmovedor canto de despedida.” (K.P. op.cit., pág. 342)
“Leb wohl, du kühnes, / herrliches Kind!” (“¡Adiós, pues, intrépida / y sublime hija!”) (min. 1:24)
“Ya que debo alejarme de ti (…) ya que nunca volverás (…) ya que he perdido / para siempre, a quien adoro; / a la alegría de mis ojos…” “Entre sollozos de ternura que la orquesta nos hace sentir en diseños entrecortados, concede Wotan á su hija lo que desea” (E.L.Ch. op.cit., pág. 155): “¡que un fuego nupcial / arda en tu honor, / como jamás ardió para novia alguna! (…) Sólo obtendrá esta novia, / quien sea más libre que yo, ¡el dios!” Es decir, Siegfried, y por eso, la orquesta nos muestra su motivo musical (min. 3:16).
“Brunilda cae en brazos de su padrey ambos se confunden en abrazo estrechísimo, mientras que la música recuerda la súplica de Brunilda en el máximun de su tensión expresiva: las miradas del padre y la hija se atraen sin poderse separar, y el encanto de la melodía nos hacer ver que las dos almas se comprenden: el amor del padre excusa y justifica el amor de la walkyria. Este momento causa en el teatro la emoción más conmovedora, siendo de los que se imponen desde la primera vez con perdurable recuerdo.” (E.L.Ch. op.cit., pág. 155)
Wotan recuerda tiernos y familiares momentos pasados con su hija: “Esos relucientes ojos / que tantas veces sonriendo besé (…) con infantil acento / el elogio de los héroes / de tus divinos labios fluía, / estos radiante sojos / que alumbraban mi atormentada vida (…) Para el más feliz de los hombres / brillen sus estrellas; / ya que el infortunado dios / debe alejarse y apagar para sí su fulgor.”
“Con honda tristeza repite la orquesta la frase de despedida y el tema del renunciamiento al amor [en este caso, el de un padre a su hija]. Wotan besa en los ojos á Brunilda y éstos se cierran cayendo la joven en dulce desvanecimiento. Unas suavísimas armonías nacen misteriosas como el sueño, y luego, á los ecos del adiós, Wotan deposita en una gran piedra que hay en el centro de la escena, á su hija, y poniéndola el casco, la cubre con su escudo de walkyria.” (E.L.Ch. op.cit. pág. 156) [escena durante la que finaliza el tercer fragmento]
Wotan, ya solo, invoca a Loge, dios del fuego, quien se manifiesta bajo esta forma, rodeando y ocultando finalmente a Brünnhilde. “La instrumentación –el sonido irisado de los más pequeños valores de la notación musical, las secuencias enarmónicas cromáticas que cambian de armonías en un santiamén, los sones de las arpas, la celesta que pone como por arte de magia diminutas manchas de luz en el tejido sonoro cada vez más denso y que luego se amplía a una luminosidad centelleante– representa un verdadero compendio sobre el tratamiento de la orquesta.
Al tercer golpe que Wotan da en el suelo con la lanza, se despliega toda la violencia del fuego, una rumorosa pieza musical de la orquesta en pleno, que durante largo tiempo ha tenido que tocar a potencia contenida.” (K.P. op.cit., pág. 350)
“¡Quien tema la punta de mi lanza, / no pase jamás a través de este fuego!”
Aunque no las últimas palabras de Wotan, la música sí nos da la respuesta: “Ha quedado determinado de antemano quién habrá de despertarla. Con majestuosidad casi inquietante los trombones y la tuba ejecutan el motivo de Sigfrido que Wotan retoma y con el que da forma al último punto culminante vocal. (…) Las miradas de Wotan, de mortal tristeza, a la durmiente Brunilda, cada vez más oculta tras el muro de llamas, la noche que se abate y casi ha oscurecido el cielo, las últimas nubes que se disipan para dejar lugar a las eternas estrellas rutilantes y un último erguirse de Wotan (…) antes de alejarse lentamente, sumido en sus pensamientos. La música describe todo esto y mucho más que no se puede expresar con palabras. En el motivo del hechizo del fuego que se extingue con infinita dulzura se mezcla –pianissimo en los trombones– el motivo del destino.
De este modo, silenciosa y con una luz conciliadora concluye una de las obras más trágicas del teatro musical, plena de melancolía e insaciable añoranza, pero sin un dolor ruidoso.” (K.P. op.cit., pág. 352)
Esta parte final se encuentra recogida en el cuarto fragmento de la representación de Osaka. Podemos ver, asimismo, la correspondiente a la edición del centenario de los Festivales de Bayreuth, en 1976: la despedida y el fuego protector y final.
Una idea de la importancia de esta tercera escena, la mantenida entre Wotan y Brünnhilde, nos la da el hecho de que representa más de la mitad de la duración del tercer Acto.
“El ánimo queda en éxtasis ante esta conclusión maravillosa.” (E.L.Ch. op.cit., pág. 157)
Padre e hija se encuentran ahora ya solos. Y con esto, finaliza toda acción en “La Valquiria”.
“Dos corazones embargados de pesar por lo ocurrido, la ira de Wotan se ha tornado más mansa, cansada. En el fondo, los dos quisieran suplicar el uno al otro: Wotan perdón por el rigor que le imponen sus propias leyes universales y Brunilda la conmutación del castigo que significa para ella casi mortal desdoro.” (K.P. op.cit., pág. 312)
Brunilda, postrada en tierra, busca con sus ojos la mirada de su padre, quien le da la espalda. “Brunilda comienza ‘tímida’, la orquesta guarda silencio por largo rato, de manera que sus palabras casi susurradas –en parte en un registro bien grave– resultan plenamente inteligibles. Poco a poco se desliza debajo de ellas un expresivo acompañamiento; el «motivo de la desesperación» de Wotan recuerda una y otra vez su dolor, el «motivo de la cabalgata de las Valquirias» aviva las réplicas de Brunilda.” (K.P. op.cit., pág. 314)
De un modo imperceptible, conforme Brünnhilde se explica ante Wotan, se incrementa la participación de la orquesta. “Las enternecedoras palabras de Brunilda atemperan el motivo de la desesperación de Wotan que pasa a una de las frases más excelentes de la obra: la voz de Brunilda en gran arrebato y, a modo de sustentación, el motivo del «amor de Brunilda por los Wälsungos».” (K.P. op.cit., pág. 324) “Por el que infundió ese amor en mi corazón, / por la voluntad del que al Wälsungo / tan íntima y amistosamente me ligó, / me sublevé contra tu mandato.” [Con el inicio del parlamento de Wotan finaliza el primer fragmento]
“La respuesta de Wotan, desde lo más recóndito de su pecho, va acompañada repetidas veces por este motivo. La manera cómo Wagner trata este pasaeje debe ser considerada nuevamente como muy característica de su técnica del motivo: el delicado y tierno de Brunilda está presente en la voz baja de las cuerdas profundas (como si Wotan compartiera este sentimiento en un escondido rincón de su corazón), pero por encima se generan otras cadencias más urgentes: Wotan empieza a sentir compasión, o sea, a entender, pero todavía no quiere ni puede admitirlo.” (K.P. op.cit., pág. 324)
Nuevamente, tenemos una anticipación: “Brunilda concibe una idea: Sigfrido será quien la despertará en el futuro. Antes de que pueda decírselo a Wotan, los fagotes y los cornos tocan muy quedo el motivo de los Wälsungos.
Le sigue en seguida el motivo de Sigfrido, Wagner exige que sea tocado «piano, pero categórico» [“El héroe más noble, lo sé, / florecerá del tronco de los Wälsungos” - minuto 6:00 del segundo fragmento]. Wotan interrumpe rudo, pero Brunilda parece incitada por las quedas, como lejanas, trompetas a mirar al futuro.” (K.P. op.cit., pág. 332)
Finalmente, Brünnhilde pregunta: “¿Qué castigo has resuelto imponerme?”
“Del suave ritmo de timbales asciende en extremo delicado, el nuevo tema del profundo sueño, ejecutado por el conjunto de instrumentos de viento de madera.” (K.P. op.cit., pág. 336) “In festen Schlaf – En profundo sueño / te sumiré” (minuto 8:23 del segundo fragmento)
Brünnhilde pide estar protegida durante el sueño, que al menos haya “algo que espanto y terror infunda, / de modo que sólo un héroe, audaz y sin miedo / logre llegar junto a mí, a la roca”. “Wotan rechaza el deseo de Brunilda, pero la orquesta delata sus más íntimos pensamientos: el motivo del «hechizo del fuego» ya ha tomado su forma reconocible.” (K.P. op.cit., pág. 338) [con esta escena, finaliza el segundo fragmento]
Como se ha señalado antes, el uso de los motivos musicales por parte de Wagner permite (reconociéndolos, claro) un seguimiento completo de la obra, no sólo de los que dicen o hacen los personajes, sino incluso de lo que piensan y de las consecuencias o actos futuros. En este momento en que Brünnhilde habla por última vez se encadenan al menos seis motivos, cada uno con su especial significado: el de la lanza, o del pacto (en relación con su obligatorio castigo), el de la valquiria (en tanto que lo que ella todavía es), el del encantamiento del fuego (recién aparecido justo antes: “Luego comienza a chispear y resplandecer la orquesta. Las llamas aparecen antes en la imaginación de Brunilda que en la voluntad de Wotan” (K.P. op.cit., pág. 340) “A tu conjuro /circúndame de fuego”), el de Loge (como dios del fuego), el del sueño eterno (como primera forma del castigo), y por último, el de Siegfried (anticipación del futuro, anuncio de que será el héroe quien rescate a la durmiente).
Sobre, nuevamente, el motivo de de la cabalgata de las valquirias, Brünnhilde calla, y quien habla ahora no es el dios, sino el padre: “El dios queda embargado de emoción frente a su magnífica hija. La orquesta se ha incrementado a un enérgico fortissimo a través del cual la trompeta baja, los trombones y la tuba ejecutan con pujanza el tema de las Valquirias. Luego gana preponderancia el motivo del hechizo del fuego con radiante esplendor y Wotan comienza su conmovedor canto de despedida.” (K.P. op.cit., pág. 342)
“Leb wohl, du kühnes, / herrliches Kind!” (“¡Adiós, pues, intrépida / y sublime hija!”) (min. 1:24)
“Ya que debo alejarme de ti (…) ya que nunca volverás (…) ya que he perdido / para siempre, a quien adoro; / a la alegría de mis ojos…” “Entre sollozos de ternura que la orquesta nos hace sentir en diseños entrecortados, concede Wotan á su hija lo que desea” (E.L.Ch. op.cit., pág. 155): “¡que un fuego nupcial / arda en tu honor, / como jamás ardió para novia alguna! (…) Sólo obtendrá esta novia, / quien sea más libre que yo, ¡el dios!” Es decir, Siegfried, y por eso, la orquesta nos muestra su motivo musical (min. 3:16).
“Brunilda cae en brazos de su padrey ambos se confunden en abrazo estrechísimo, mientras que la música recuerda la súplica de Brunilda en el máximun de su tensión expresiva: las miradas del padre y la hija se atraen sin poderse separar, y el encanto de la melodía nos hacer ver que las dos almas se comprenden: el amor del padre excusa y justifica el amor de la walkyria. Este momento causa en el teatro la emoción más conmovedora, siendo de los que se imponen desde la primera vez con perdurable recuerdo.” (E.L.Ch. op.cit., pág. 155)
Wotan recuerda tiernos y familiares momentos pasados con su hija: “Esos relucientes ojos / que tantas veces sonriendo besé (…) con infantil acento / el elogio de los héroes / de tus divinos labios fluía, / estos radiante sojos / que alumbraban mi atormentada vida (…) Para el más feliz de los hombres / brillen sus estrellas; / ya que el infortunado dios / debe alejarse y apagar para sí su fulgor.”
“Con honda tristeza repite la orquesta la frase de despedida y el tema del renunciamiento al amor [en este caso, el de un padre a su hija]. Wotan besa en los ojos á Brunilda y éstos se cierran cayendo la joven en dulce desvanecimiento. Unas suavísimas armonías nacen misteriosas como el sueño, y luego, á los ecos del adiós, Wotan deposita en una gran piedra que hay en el centro de la escena, á su hija, y poniéndola el casco, la cubre con su escudo de walkyria.” (E.L.Ch. op.cit. pág. 156) [escena durante la que finaliza el tercer fragmento]
Wotan, ya solo, invoca a Loge, dios del fuego, quien se manifiesta bajo esta forma, rodeando y ocultando finalmente a Brünnhilde. “La instrumentación –el sonido irisado de los más pequeños valores de la notación musical, las secuencias enarmónicas cromáticas que cambian de armonías en un santiamén, los sones de las arpas, la celesta que pone como por arte de magia diminutas manchas de luz en el tejido sonoro cada vez más denso y que luego se amplía a una luminosidad centelleante– representa un verdadero compendio sobre el tratamiento de la orquesta.
Al tercer golpe que Wotan da en el suelo con la lanza, se despliega toda la violencia del fuego, una rumorosa pieza musical de la orquesta en pleno, que durante largo tiempo ha tenido que tocar a potencia contenida.” (K.P. op.cit., pág. 350)
“¡Quien tema la punta de mi lanza, / no pase jamás a través de este fuego!”
Aunque no las últimas palabras de Wotan, la música sí nos da la respuesta: “Ha quedado determinado de antemano quién habrá de despertarla. Con majestuosidad casi inquietante los trombones y la tuba ejecutan el motivo de Sigfrido que Wotan retoma y con el que da forma al último punto culminante vocal. (…) Las miradas de Wotan, de mortal tristeza, a la durmiente Brunilda, cada vez más oculta tras el muro de llamas, la noche que se abate y casi ha oscurecido el cielo, las últimas nubes que se disipan para dejar lugar a las eternas estrellas rutilantes y un último erguirse de Wotan (…) antes de alejarse lentamente, sumido en sus pensamientos. La música describe todo esto y mucho más que no se puede expresar con palabras. En el motivo del hechizo del fuego que se extingue con infinita dulzura se mezcla –pianissimo en los trombones– el motivo del destino.
De este modo, silenciosa y con una luz conciliadora concluye una de las obras más trágicas del teatro musical, plena de melancolía e insaciable añoranza, pero sin un dolor ruidoso.” (K.P. op.cit., pág. 352)
Esta parte final se encuentra recogida en el cuarto fragmento de la representación de Osaka. Podemos ver, asimismo, la correspondiente a la edición del centenario de los Festivales de Bayreuth, en 1976: la despedida y el fuego protector y final.
Una idea de la importancia de esta tercera escena, la mantenida entre Wotan y Brünnhilde, nos la da el hecho de que representa más de la mitad de la duración del tercer Acto.
“El ánimo queda en éxtasis ante esta conclusión maravillosa.” (E.L.Ch. op.cit., pág. 157)
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