En la discoteca de mi padre, constituida entonces por discos de vinilo, aunque había alguno despistado, de pizarrita (y también quedaba un disco a 16 rpm, que en su día sólo se podía escuchar en una antiguo plato que se consiguió hacer funcionar); en la discoteca de mi padre, decía, figuraba una caja que contenía los cinco discos (creo recordar) en que se encontraba grabada la ópera completa de La Valquiria. Es casi seguro que Brünnhilde estaba interpretada por Birgit Nilsson, pero del resto y del director, no recuerdo.
Lo que sí recuerdo es que el formato de presentación era realmente espartano: la caja y los discos. Ninguna clase de publicación que comentara la grabación, los intérpretes, la obra,… nada. Con lo cual, uno se limitaba a escuchar y, en mi caso, a disfrutar de la ópera. Pero enterarse, lo que se dice enterarse, uno no se enteraba de nada.
Menos mal que había otro disco, algo así como Escenas de La Valquiria, en el que, en su contraportada, sí se comentaban las escenas seleccionadas, y algo más para poder encajarlas en el conjunto de la obra. Con esto y con la ayuda de algunas enciclopedias que había en casa (en el tomo de Música de la Enciclopedia Labor figuraban incluso algunos de los temas musicales principales de El Anillo del Nibelungo), conseguí saber de qué iba la obra, aunque nunca pude seguirla con el libreto en la mano, y por tanto, salvo las escenas seleccionadas en cuestión, no llegué a tener identificadas las diversas escenas y lo que sucedía en ellas.
El otro día asistí por primera vez a una representación de La Valquiria. A la entrada facilitaban un librillo donde se refleja el elenco y la ficha técnico-artística, la sinopsis argumental y las biografías pertinentes (incluso la de la Orquesta de la Comunidad Valenciana con la relación de la plantilla de la misma). Como es preceptivo en estas publicaciones, no falta la relación de cargos oficiales de la entidad de que se trate (en este caso, el Palau de les Arts), y el Patronato y los mecenas de la entidad.
Durante el segundo entreacto, en un puesto que había en la terraza exterior, adquirí un libro, bastante más voluminoso, sobre el ciclo de El Anillo del Nibelungo producido por el Palau de les Arts con la escenografía de La Fura dels Baus. Este libro incluye artículos ‘protocolarios’ de Helga Schmidt (Intendente y Directora Artística) y Zubin Mehta (Presidente del Festival del Mediterráneo, en el cual se inscribe la representación del ciclo del Anillo), una entrevista de Justo Romero (autor de la sinopsis argumental) a Carlus Padrissa (integrante de La Fura dels Baus, y Director de Escena) y el artículo “El Anillo del Nibelungo. Puro cristal de la reforma”, de Anselmo Alonso, de dos páginas (y otras tantas en la traducción al valenciano) en las que apenas se habla de música (lo más parecido, cuando se hace una referencia a la aliteración en el texto), y los libretos de las cuatro óperas del ciclo (en alemán, valenciano y español). Bueno, y la preceptiva relación de cargos, carguitos y carguetes que diría el García.
Total y en resumen, que en 328 páginas del libro, editado por el Palau de les Arts Reina Sofía, titulado Der Ring des Nibelungen. L’anell del nibelung. El anillo del Nibelungo, no hay ningún estudio específico de la música de Wagner. Y eso que se trata no de una, sino de cuatro óperas.
Por tanto, hay que documentarse como pueda cada uno. Por ejemplo, y en primera providencia, y por orden cronológico:
Correspondencia entre Wagner y Liszt. Con prólogo y traducción de Carlos Bosch. Editado por Espasa-Calpe en su mítica Colección Austral (número 763), más mítica aún pues el ejemplar es de la primera edición publicada en Buenos Aires el 28 de agosto de 1947. Recoge el periodo de los cinco años entre enero de 1854 y enero de 1859, precisamente un periodo en el que, entre otras obras, escribe y compone La Valquiria.
Escrito después, pero impreso antes, El Anillo del Nibelungo. Tetralogía de R. Wagner. Ensayo analítico del poema y de la música, con 150 fotograbados y ejemplos musicales. Ensayo escrito por Eduardo López Chavarri, editado por B. Rodríguez Serra, de Madrid, en la colección Biblioteca de Crítica y Estética. Según la Wikipedia, la obra es de 1902, y el ejemplar de que dispongo (carece de fecha) no creo que se vaya mucho de ese año (aunque sólo sea por la ortografía de que hace uso).
Finalmente, La Valquiria, de Kurt Pahlen, dentro de una serie titulada La ópera en el mundo, editada por Javier Vergara Editor, también de Buenos Aires. La obra es de 1988 y la edición de 1992, según traducción del estudio de María Antonieta Gregor, y del libreto de la ópera de Carlos A. Diverges.
De esta forma, el Vagabundo, forma en la que se presenta Wotan “en sus escapadas a la tierra (tan lamentadas por Fricka [su esposa])”, en palabras de Pahlen, después de unos treinta años de ausencia, volvió a presentárseme de nuevo.
Y aunque para ello hubo que esperar al segundo Acto, por lo menos, pude tener la autosatisfacción de que aún recordaba el ritmo agitado, mezcla de huida y tormenta, con que se inicia el Acto I:
“La Walkyria comienza con un corto preludio vigoroso y agitado, que coloca inmediatamente el ánimo en la sombría situación del drama. El sobresalto de una huida desesperada, el fragor de la tempestad, los gritos de los que persiguen á un fugitivo, parecen escucharse en la orquesta.” (Eduardo L. Chavarri, op.cit.)
Empieza la obra, y, entrando en una cabaña, encontramos refugio.
Lo que sí recuerdo es que el formato de presentación era realmente espartano: la caja y los discos. Ninguna clase de publicación que comentara la grabación, los intérpretes, la obra,… nada. Con lo cual, uno se limitaba a escuchar y, en mi caso, a disfrutar de la ópera. Pero enterarse, lo que se dice enterarse, uno no se enteraba de nada.
Menos mal que había otro disco, algo así como Escenas de La Valquiria, en el que, en su contraportada, sí se comentaban las escenas seleccionadas, y algo más para poder encajarlas en el conjunto de la obra. Con esto y con la ayuda de algunas enciclopedias que había en casa (en el tomo de Música de la Enciclopedia Labor figuraban incluso algunos de los temas musicales principales de El Anillo del Nibelungo), conseguí saber de qué iba la obra, aunque nunca pude seguirla con el libreto en la mano, y por tanto, salvo las escenas seleccionadas en cuestión, no llegué a tener identificadas las diversas escenas y lo que sucedía en ellas.
El otro día asistí por primera vez a una representación de La Valquiria. A la entrada facilitaban un librillo donde se refleja el elenco y la ficha técnico-artística, la sinopsis argumental y las biografías pertinentes (incluso la de la Orquesta de la Comunidad Valenciana con la relación de la plantilla de la misma). Como es preceptivo en estas publicaciones, no falta la relación de cargos oficiales de la entidad de que se trate (en este caso, el Palau de les Arts), y el Patronato y los mecenas de la entidad.
Durante el segundo entreacto, en un puesto que había en la terraza exterior, adquirí un libro, bastante más voluminoso, sobre el ciclo de El Anillo del Nibelungo producido por el Palau de les Arts con la escenografía de La Fura dels Baus. Este libro incluye artículos ‘protocolarios’ de Helga Schmidt (Intendente y Directora Artística) y Zubin Mehta (Presidente del Festival del Mediterráneo, en el cual se inscribe la representación del ciclo del Anillo), una entrevista de Justo Romero (autor de la sinopsis argumental) a Carlus Padrissa (integrante de La Fura dels Baus, y Director de Escena) y el artículo “El Anillo del Nibelungo. Puro cristal de la reforma”, de Anselmo Alonso, de dos páginas (y otras tantas en la traducción al valenciano) en las que apenas se habla de música (lo más parecido, cuando se hace una referencia a la aliteración en el texto), y los libretos de las cuatro óperas del ciclo (en alemán, valenciano y español). Bueno, y la preceptiva relación de cargos, carguitos y carguetes que diría el García.
Total y en resumen, que en 328 páginas del libro, editado por el Palau de les Arts Reina Sofía, titulado Der Ring des Nibelungen. L’anell del nibelung. El anillo del Nibelungo, no hay ningún estudio específico de la música de Wagner. Y eso que se trata no de una, sino de cuatro óperas.
Por tanto, hay que documentarse como pueda cada uno. Por ejemplo, y en primera providencia, y por orden cronológico:
Correspondencia entre Wagner y Liszt. Con prólogo y traducción de Carlos Bosch. Editado por Espasa-Calpe en su mítica Colección Austral (número 763), más mítica aún pues el ejemplar es de la primera edición publicada en Buenos Aires el 28 de agosto de 1947. Recoge el periodo de los cinco años entre enero de 1854 y enero de 1859, precisamente un periodo en el que, entre otras obras, escribe y compone La Valquiria.
Escrito después, pero impreso antes, El Anillo del Nibelungo. Tetralogía de R. Wagner. Ensayo analítico del poema y de la música, con 150 fotograbados y ejemplos musicales. Ensayo escrito por Eduardo López Chavarri, editado por B. Rodríguez Serra, de Madrid, en la colección Biblioteca de Crítica y Estética. Según la Wikipedia, la obra es de 1902, y el ejemplar de que dispongo (carece de fecha) no creo que se vaya mucho de ese año (aunque sólo sea por la ortografía de que hace uso).
Finalmente, La Valquiria, de Kurt Pahlen, dentro de una serie titulada La ópera en el mundo, editada por Javier Vergara Editor, también de Buenos Aires. La obra es de 1988 y la edición de 1992, según traducción del estudio de María Antonieta Gregor, y del libreto de la ópera de Carlos A. Diverges.
De esta forma, el Vagabundo, forma en la que se presenta Wotan “en sus escapadas a la tierra (tan lamentadas por Fricka [su esposa])”, en palabras de Pahlen, después de unos treinta años de ausencia, volvió a presentárseme de nuevo.
Y aunque para ello hubo que esperar al segundo Acto, por lo menos, pude tener la autosatisfacción de que aún recordaba el ritmo agitado, mezcla de huida y tormenta, con que se inicia el Acto I:
“La Walkyria comienza con un corto preludio vigoroso y agitado, que coloca inmediatamente el ánimo en la sombría situación del drama. El sobresalto de una huida desesperada, el fragor de la tempestad, los gritos de los que persiguen á un fugitivo, parecen escucharse en la orquesta.” (Eduardo L. Chavarri, op.cit.)
Empieza la obra, y, entrando en una cabaña, encontramos refugio.
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