martes, 7 de julio de 2009

Se vende... lo verde. Una pesadilla

En nuestra anterior anotación nos habíamos quedado en que “finally there’s the plant”.

Sí, finalmente, está Audrey II.

Recordemos que la planta,… la planta inicialmente no existía, no estaba, y sin embargo, había película,… por lo menos, ya habíamos disfrutado de unas cuantas buenas canciones, incluso estando en los suburbios.

Y, de pronto, apareció.

Al principio, no sucedió nada. Bueno, sí, trajo ilusión al triste dependiente de la floristería, el cual, ingenuamente, le pedía, a la planta, que creciera, que creciera para él. Y, accidentalmente, gracias a una “maldita rosa, malditas espinas”, averiguó cómo conseguir que la planta, que Audrey II, creciera… para él.

Y creció, vaya si creció, y con carácter: “a 50-ft jiving, root-stomping, vegetable from whose 49-ft lips comes the voice of Levi Stubbs of the Four Tops”, en palabras de Steven Goldman en la obra ya referida.

El problema es que… había que alimentarla.

Finalmente, mientras los buenos, más o menos, ganan, así concluye su crítica Mr. Goldman: “though Frank Oz will be damned for changing the play’s original ending – let them eat carrots – this wild and witty musical is great fun.

En resumen:
Tenemos algo que no existía, y nadie lo echaba en falta. De pronto, aparece, le hace gracia a un pobre desgraciado, que desea que crezca, y a costa de su sangre, lo consigue. Durante un tiempo, este desgraciado está alegre por le van bien las cosas, hasta que se da cuenta de que como una “bondad maternal” de ese algo, que además, exige que se le alimente constantemente,… incluso si es necesario…



Y acaba afectando, no sólo a él, sino a todos. Y eso es malo.

Toda esta historia habría quien la resumiría en una sola palabra, y su coletilla: Estado e Impuestos.

Ése parecería ser ese el grito de angustia que se esconde en el aviso inicial en los títulos de crédito, y en el final de la versión inicial de la película.



Pero, ¡quiá!. Todo es una película. Nada viene del espacio exterior, nada acontece durante un eclipse imprevisto, nada nos saca la sangre para que le alimentemos, nada se oculta tras la etiqueta ‘verde’, nada nos amenaza,… ninguna rosa tiene la culpa de nada.

Todo acontecimiento, histórico o no, producido en nuestro planeta,… ni es paja ni es viga, sino ¡una estructura completa en nuestros propios ojos!

¡Viene Audrey III!

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