Hace un tiempo, hice una anotación sobre el Mercado de San Miguel, en Madrid, que estaba recién inaugurado cuando estuvimos allí a principios de junio. Tratándose de un diario de alguien de Valencia, esa anotación pedía su continuación natural en relación con el Mercado de Colón.
Este Mercado, inicialmente, no existía, ni físicamente, ni en el imaginario municipal: o sea, se daba la curiosa circunstancia de que no existía algo que no estaba previsto que existiera. Por tanto, ningún problema…. hasta que los vecinos del nuevo barrio empezaron a quejarse, y es que sólo tenían el de la Plaza propiamente llamada del Mercado, intramuros –es decir, en el recinto amurallado hasta hacía poco, unos cincuenta años o por ahí– y ellos ya eran ‘extramuros’: en resumen, un paseo, sobre todo para quien tuviera que volver cargado con la compra.
El Ayuntamiento escuchó a los vecinos, y todo se organizó de manera que quedó resuelto en el breve lapso de tiempo que media entre el 7 de julio de 1904 (fecha en que se hace el encargo del primer estudio al respecto) y la fecha de la inauguración (con cabalgata y todo –por cierto, por unas calles que hoy también podría recorrer), la Nochebuena… de 1916. La historia correspondiente se cuenta en la página del Ayuntamiento de Valencia (las imágenes son de ella), y todo tiene su explicación, e incluso, en algún caso, su justificación. [No obstante, no se comenta qué sucedió cuando la liquidación de la obra supuso 909.081,93 pesetas frente a un presupuesto inicial de 535.563,77 (y además una baja en la ¡tercera! subasta ¡del 3,05%!). Quién sabe, tal vez estén investigando a algún cargo del PP de entonces… en la persona de sus descendientes, claro: ellos no son como otras.]
No sé cuándo perdería sus funciones de Mercado genéricamente hablando, pues yo ya lo conocí (quiero decir, acercarme por él para comprar algo) sólo como Mercado de Flores. El caso es que con el siglo, el concepto clásico del Mercado se acabó, y empezaron unos trabajos de rehabilitación del edificio, dotándolo también de sótanos para aparcamiento (si no, difícil futuro iba a tener –además, con plazas para residentes). Finalmente, tras casi dos años de obras, fue nuevamente inaugurado, aunque esta vez sin cabalgata.
El Mercado cuenta con dos plantas, el nivel de calle y un sótano. Los establecimientos son mayoritariamente de restauración, disponiendo terrazas en el interior del Mercado, mientras que en el sótano se encuentra El Corte Inglés (libros y discos, tipo el centro que tiene en la Puerta del Sol, en Madrid –y que como en Madrid, éste sí abre los domingos; bueno, como en Madrid y como en Valencia FNAC, famosa multinacional francesa que también abre los domingos, no como las librerías tradicionales [dijeron las malas lenguas que el establecerse El Corte Inglés fue precisamente para evitar que FNAC ocupara el hueco – otras malas lenguas dicen que fue un ruego del Ayuntamiento para dar vida comercial al Mercado]); El Corte Inglés, digo, y unos comercios clásicos de mercado, carnes y cosas de alimentación, se supone que de calidad más selecta, aunque por los horarios no parece que les interese mucho (en un paseo que di a las cinco de la tarde sólo un establecimiento estaba abierto; para el resto, se ve que aún era demasiado pronto – cuando visitamos el Mercado de San Miguel por primera vez, era ya pasada la medianoche, y ahí estaban).
Pues ya saben, ahí está el Mercado de Colón (recuerdo a los visitantes que estamos en Valencia, así que cuidado con los nombres: no está en la calle de Colón, aunque sí cerca). A ver si hay suerte, y nos dura, que como se dice en la página municipal “tiene la categoría de Monumento Nacional y se encuentra entre los ejemplares más cualificados de la arquitectura modernista”, y es que tuvo de quien aprender: su Arquitecto fue Francisco Mora, y el Director de la Obra, Demetrio Ribes.
Todo esto, además de la justificación dicha al principio, tiene otra explicación. En el Mercado de Colón es donde, a la vuelta del viaje, quedé, para entregarle el libro encargado, con Zuppi y Gavión.
Este Mercado, inicialmente, no existía, ni físicamente, ni en el imaginario municipal: o sea, se daba la curiosa circunstancia de que no existía algo que no estaba previsto que existiera. Por tanto, ningún problema…. hasta que los vecinos del nuevo barrio empezaron a quejarse, y es que sólo tenían el de la Plaza propiamente llamada del Mercado, intramuros –es decir, en el recinto amurallado hasta hacía poco, unos cincuenta años o por ahí– y ellos ya eran ‘extramuros’: en resumen, un paseo, sobre todo para quien tuviera que volver cargado con la compra.
El Ayuntamiento escuchó a los vecinos, y todo se organizó de manera que quedó resuelto en el breve lapso de tiempo que media entre el 7 de julio de 1904 (fecha en que se hace el encargo del primer estudio al respecto) y la fecha de la inauguración (con cabalgata y todo –por cierto, por unas calles que hoy también podría recorrer), la Nochebuena… de 1916. La historia correspondiente se cuenta en la página del Ayuntamiento de Valencia (las imágenes son de ella), y todo tiene su explicación, e incluso, en algún caso, su justificación. [No obstante, no se comenta qué sucedió cuando la liquidación de la obra supuso 909.081,93 pesetas frente a un presupuesto inicial de 535.563,77 (y además una baja en la ¡tercera! subasta ¡del 3,05%!). Quién sabe, tal vez estén investigando a algún cargo del PP de entonces… en la persona de sus descendientes, claro: ellos no son como otras.]
No sé cuándo perdería sus funciones de Mercado genéricamente hablando, pues yo ya lo conocí (quiero decir, acercarme por él para comprar algo) sólo como Mercado de Flores. El caso es que con el siglo, el concepto clásico del Mercado se acabó, y empezaron unos trabajos de rehabilitación del edificio, dotándolo también de sótanos para aparcamiento (si no, difícil futuro iba a tener –además, con plazas para residentes). Finalmente, tras casi dos años de obras, fue nuevamente inaugurado, aunque esta vez sin cabalgata.
El Mercado cuenta con dos plantas, el nivel de calle y un sótano. Los establecimientos son mayoritariamente de restauración, disponiendo terrazas en el interior del Mercado, mientras que en el sótano se encuentra El Corte Inglés (libros y discos, tipo el centro que tiene en la Puerta del Sol, en Madrid –y que como en Madrid, éste sí abre los domingos; bueno, como en Madrid y como en Valencia FNAC, famosa multinacional francesa que también abre los domingos, no como las librerías tradicionales [dijeron las malas lenguas que el establecerse El Corte Inglés fue precisamente para evitar que FNAC ocupara el hueco – otras malas lenguas dicen que fue un ruego del Ayuntamiento para dar vida comercial al Mercado]); El Corte Inglés, digo, y unos comercios clásicos de mercado, carnes y cosas de alimentación, se supone que de calidad más selecta, aunque por los horarios no parece que les interese mucho (en un paseo que di a las cinco de la tarde sólo un establecimiento estaba abierto; para el resto, se ve que aún era demasiado pronto – cuando visitamos el Mercado de San Miguel por primera vez, era ya pasada la medianoche, y ahí estaban).
Pues ya saben, ahí está el Mercado de Colón (recuerdo a los visitantes que estamos en Valencia, así que cuidado con los nombres: no está en la calle de Colón, aunque sí cerca). A ver si hay suerte, y nos dura, que como se dice en la página municipal “tiene la categoría de Monumento Nacional y se encuentra entre los ejemplares más cualificados de la arquitectura modernista”, y es que tuvo de quien aprender: su Arquitecto fue Francisco Mora, y el Director de la Obra, Demetrio Ribes.
Todo esto, además de la justificación dicha al principio, tiene otra explicación. En el Mercado de Colón es donde, a la vuelta del viaje, quedé, para entregarle el libro encargado, con Zuppi y Gavión.
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