Como comenté en su día, al visitar la Feria del Libro de Madrid llevaba un encargo, y como acabo de comentar, quedé para entregarlo en el Mercado de Colón, aquí en Valencia.
Hacía tiempo que no había estado, por lo que no recordaba la referencia del local concreto en el que habíamos quedado (“Hay una cafetería con sillones de mimbre más o menos enfrente de la Galería Jorge Juan, creo”); así pues, llegué antes, por dos motivos: uno, lógico, para encontrar el local; el segundo, más obvio aún: al no conocernos, teníamos que identificarnos de alguna manera, que en este caso, eran los libros (“Mejor eso que llevar un clavel en la boca”), que estarían encima de la mesa,… por lo que había que pillar mesa, sí o sí.
Digo ‘libros’ porque el suyo también cuenta, y me lo tenía que dedicar, claro.
Naturalmente, en la incertidumbre, ansiedad, tribulación,… no dejé quietos los libros ni un solo momento: tenían que verse bien desde cualquier posible visual que estuviera al alcance de Zuppi.
Y a su hora, llegó.
Como describir me sale fatal, me ahorraré el esfuerzo de hacer el ridículo. Quien quiera alguna descripción, que se compre su libro, prescinda de la foto de la contraportada que no le hace justicia, y la conozca (en este orden, ¿no?).
Fue un breve encuentro (no como el de la película, no era una estación de tren), pero suficiente como para seguir quedando (bueno, también porque se empeñó en querer devolverme el dinero del libro, importe que en ese momento yo no recordaba, y ahora, tampoco).
Estuvimos hablando de su libro, de cómo había podido conseguir esos ambientes y descripciones (había recibido muy buenos comentarios sobre ello por parte de argentinos), sobre el blog y el poco tiempo que le puede dedicar ella, que lo hace más ‘pensat y fet’, mientras que Gavión no se lanza si no es debidamente documentado,… y al poco, llegó Gavión. Hablamos algo del reciente viaje a Madrid, pero no pudimos estar mucho más porque se tenían que ir, aunque de vez en cuando estamos en contacto gracias a Internet (correo y, si nos dejan ¿verdad?, charlando).
En resumen, me alegro de conocerlos y espero contar con su amistad.
Esta anotación la tengo pendiente desde el mismo día de autos (el famoso 15-J, pero de este año); sin embargo, al no estar inspirado, la he ido demorando, hasta que he decidido volcarla, qué mejor día (virtual) que el de su santo.
Así pues, con todos los retrasos (reales) del mundo, de nuevo felicidades hoy (virtualmente) de este “amigo virtual” en proceso de “cruda realidad”.
Hacía tiempo que no había estado, por lo que no recordaba la referencia del local concreto en el que habíamos quedado (“Hay una cafetería con sillones de mimbre más o menos enfrente de la Galería Jorge Juan, creo”); así pues, llegué antes, por dos motivos: uno, lógico, para encontrar el local; el segundo, más obvio aún: al no conocernos, teníamos que identificarnos de alguna manera, que en este caso, eran los libros (“Mejor eso que llevar un clavel en la boca”), que estarían encima de la mesa,… por lo que había que pillar mesa, sí o sí.
Digo ‘libros’ porque el suyo también cuenta, y me lo tenía que dedicar, claro.
Naturalmente, en la incertidumbre, ansiedad, tribulación,… no dejé quietos los libros ni un solo momento: tenían que verse bien desde cualquier posible visual que estuviera al alcance de Zuppi.
Y a su hora, llegó.
Como describir me sale fatal, me ahorraré el esfuerzo de hacer el ridículo. Quien quiera alguna descripción, que se compre su libro, prescinda de la foto de la contraportada que no le hace justicia, y la conozca (en este orden, ¿no?).
Fue un breve encuentro (no como el de la película, no era una estación de tren), pero suficiente como para seguir quedando (bueno, también porque se empeñó en querer devolverme el dinero del libro, importe que en ese momento yo no recordaba, y ahora, tampoco).
Estuvimos hablando de su libro, de cómo había podido conseguir esos ambientes y descripciones (había recibido muy buenos comentarios sobre ello por parte de argentinos), sobre el blog y el poco tiempo que le puede dedicar ella, que lo hace más ‘pensat y fet’, mientras que Gavión no se lanza si no es debidamente documentado,… y al poco, llegó Gavión. Hablamos algo del reciente viaje a Madrid, pero no pudimos estar mucho más porque se tenían que ir, aunque de vez en cuando estamos en contacto gracias a Internet (correo y, si nos dejan ¿verdad?, charlando).
En resumen, me alegro de conocerlos y espero contar con su amistad.
Esta anotación la tengo pendiente desde el mismo día de autos (el famoso 15-J, pero de este año); sin embargo, al no estar inspirado, la he ido demorando, hasta que he decidido volcarla, qué mejor día (virtual) que el de su santo.
Así pues, con todos los retrasos (reales) del mundo, de nuevo felicidades hoy (virtualmente) de este “amigo virtual” en proceso de “cruda realidad”.
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