Anteayer, al salir del trabajo sobre las cuatro de la tarde, respondiendo a la latitud, fecha y hora en que me encontraba, hacía calor. Incluso, en los árboles cercanos grupos de chicharras (o cigarras, según gustos del vocabulario) cantaban las bondades del calor (o de la recuperación económica; la verdad es que no las entendía muy bien). Salvo en un árbol, en el que sólo se oía una chicharra, y por tanto, resultaba más inteligible.
Al objeto de ilustrar este diario, decidí recoger para la posteridad su discurso. Pero se debió dar cuenta, y en seguida calló (aunque, si en realidad hablaba de la recuperación económica, mejor dicho sería ‘cayó… del guindo’). Visto que ya sólo podía recoger ruidos, abandoné mi propósito.
Ayer, sinceramente, a la misma hora, no estaba yo para chicharras. El aire de poniente era sofocante, y de hecho estábamos en alerta naranja por “Temperaturas máximas – Riesgo importante”.
Poco después de las cinco de la tarde pude conseguir la foto que se acompaña, y en el gráfico de temperatura de la página del Ayuntamiento, no se habían quedado muy lejos de ese valor.
De todas formas, debo decir que por mi natural de tierra adentro, aguanto mucho mejor el poniente, por muy reseco que llegue, que el calor húmedo: de éste no te escapas, de aquel, sí, simplemente en una sombra a sotavento de una pared.
Precisamente, Antón Uriarte acababa de publicar en su blog que “El calor engaña”, anotación en la que comenta que estos días de calor lo son precisamente por lo contrario de lo que predicen los modelos propagados y publicitados por el IPCC.
Lo cual me lleva a la conclusión de que las chicharras no se enteran.
Al objeto de ilustrar este diario, decidí recoger para la posteridad su discurso. Pero se debió dar cuenta, y en seguida calló (aunque, si en realidad hablaba de la recuperación económica, mejor dicho sería ‘cayó… del guindo’). Visto que ya sólo podía recoger ruidos, abandoné mi propósito.
Ayer, sinceramente, a la misma hora, no estaba yo para chicharras. El aire de poniente era sofocante, y de hecho estábamos en alerta naranja por “Temperaturas máximas – Riesgo importante”.
Poco después de las cinco de la tarde pude conseguir la foto que se acompaña, y en el gráfico de temperatura de la página del Ayuntamiento, no se habían quedado muy lejos de ese valor.
De todas formas, debo decir que por mi natural de tierra adentro, aguanto mucho mejor el poniente, por muy reseco que llegue, que el calor húmedo: de éste no te escapas, de aquel, sí, simplemente en una sombra a sotavento de una pared.
Precisamente, Antón Uriarte acababa de publicar en su blog que “El calor engaña”, anotación en la que comenta que estos días de calor lo son precisamente por lo contrario de lo que predicen los modelos propagados y publicitados por el IPCC.
Lo cual me lleva a la conclusión de que las chicharras no se enteran.
Aquí... parece que los únicos que no se caen del guindo son los votantes socialistas... Qué triste, ¿no?, que hasta una vulgar chicharra se percate del asunto antes que tú... Al menos es eso lo que yo pensaría de ser votante zetapepeña, lo cual no es el caso, por supuesto.
ResponderEliminarEn cuanto al calor..., me ha dicho que el de Valencia es horrible: tan húmedo él... Sí, yo, como tú, prefiero el seco.
Saludos.
S. Cid
Ya estamos quejándonos de vicio. Calor, calor, sólo ha hecho esta semana, el resto del verano, considerando como tal julio y agosto, se ha podido llevar con bastante dignidad, con sudores pero bien.
ResponderEliminarLos sudores, y fríos, son los que nos van a entrar, ya los estoy teniendo, con las ocurrencias de Z y sus mariachis, todos son mariachis menos uno, que es mariani, o no.
La chicharra es de derechas, seguro, el otro día la oí y decía cri-cri-cri, cuando todos sabemos que no hay ni cri- ni -sis. Que ya se ha ido.