domingo, 12 de julio de 2009

... y los humanos)...

Con el peso de la orden (“Schwer wiegt mir der Waffen Wucht” - ¡Cuánto me pesan las armas!), Brünnhilde se retira hacia donde había dejado su corcel.

A las luchas sobrehumanas de los seres divinos suceden los patéticos acentos del dolor entre los hombres. Vuélvense á oir los desgarradores acentos del preludio, haciéndonos presentir la marcha angustiosa de la woelsas y, efectivamente, por el hondo desfiladero suben los dos amantes” (E.L.Ch. op.cit., pág. 142).

El ritmo de las Valquirias anima este comienzo de la ‘escena del anuncio de la muerte’ que podría contarse entre las más hermosas de Wagner, tanto por la poesía como por la música. Constituye una evidencia de lo libre y soberano que era el compositor en el manejo de sus motivos, de su capacidad de adaptarlos a cualquier clima y a menudo crear con su ayuda asociaciones de ideas casi increíbles.” (K.P. op.cit., pág 188)

Entra corriendo Sieglinde, y Siegmund, tras ella, consigue detenerla y hacerla descansar, aunque al poco, ella, angustiada, lo rechaza, considerándose indigna de él, “el más puro de los hombres”, por haber obedecido a alguien como Hunding; a continuación, asustada, se imagina vivamente la persecución por Hunding y sus parientes, lanzando los perros en pos de ellos, hasta que, viendo incluso cómo Nothung es quebrada, aterrorizada, se desmaya. Siegmund se queda a su lado, cuidando de ella.

Al cabo, aparece Brünnhilde, con armas y su corcel, forma en la que se presenta a los héroes que van a morir en batalla para acompañarlos al Valhalla. Avisa de esto a Siegmund, quien sólo se preocupa de saber si allí encontrará a su padre y si podrá estar con Sieglinde: “Aire terreno, / aun ella debe respirar. / Sieglinde no verá / allí, a Siegmund.

Siegmund agradece a Brünnhilde su interés, pero “yo no te sigo”. La Valquiria le insiste en que la decisión está tomada, y tras una serie de réplicas y dúplicas, se ofrece incluso a cuidar de Sieglinde, “en nombre del fruto / que de ti guarda satisfecha”. Sigmund, antes que abandonar a Sieglinde, decide matarla con Nothung, momento en el que, definitivamente compadecida, lo detiene Brünnhilde, a la vez que decide desobedecer a Wotan: “Siegmund, a ti / la victoria te daré con mi apoyo”. El sonido más cercano del cuerno de caza de Hunding sirve para que Brünnhilde, despidiéndose, avise a Siegmund: “En el combate volveremos a vernos”.

Con independencia de la puesta en escena que se haga, el libreto original, a pesar de todos los avisos y decisiones que se comunican, marca una desconcertante ternura: “La aparición de Brunhilda á Siegmund nos hace ver el esforzado ánimo y el profundo amor del héroe que recibe tan tremendas revelaciones sin moverse, para no despertar á la infeliz que descansa en sus rodillas” (E.L.Ch. op.cit., pág. 144). En esa línea, hay un momento en que Siegmund dice a Brünnhilde: “¡Calla!... No asustes / a la que duerme.

Siegmund sale en busca de Hunding, despertándose poco después Sieglinde agitada tras un sueño en el que recordaba el momento de su infancia en que la separaron de su padre y de Siegmund. Sieglinde oye angustiada las voces de Siegmund y Hunding buscándose en la montaña, entre los árboles y las rocas.

En un momento, se ve cómo Brünnhilde, efectivamente protege a Siegmund con su escudo, lo que desencadena la ira de Wotan, quien, cuando Siegmund ataca a su vez, para la espada con su lanza, quebrándola, permitiendo que Hunding alcance mortalmente a Siegmund.

Brünnhilde, veloz, recoge los trozos de Nothung, y desaparece a caballo llevándose a Sieglinde. Mientras, Wotan, tras contemplar con tristeza el cuerpo de Siegmund, se dirige a Hunding diciéndole que acuda a Fricka para anunciarle lo sucedido, que la lanza de Wotan ha respetado los pactos. “¡Vete, vete!” le dice, con un terrible desprecio. Y Hunding cae muerto, resultado de ese gesto despectivo y, tal vez, por haber visto al dios “que por un instante emergió de entre las nubes para decidir el combate. ¿Fue esa visión lo que puso fin a su vida?” (K.P. op.cit., pp.435-436)

La cólera del dios estalla entonces anunciando a Brunhilda (que ya está muy lejos) el castigo que por su desobediencia debe sufrir. Y el dios desaparece en las nubes entre relámpagos y el estruendo de la tempestad, mientras que un desencadenamiento de todas las fuerzas de la orquesta hace sensible su desesperación, y el fin que amaga á los dioses.” (E.L.Ch. op.cit., pág. 147)

Del Acto II apenas he localizado fragmentos en Youtube, aunque eso sí, está la ópera completa según una representación en Osaka en 1967, gentileza de un tal wagnerianman. Por cierto, al ser en blanco y negro, la intensidad de los juegos de luces sobre los personajes tiene mayor efecto.

Este primer fragmento incluye el final de la escena 2 (en concreto, justo después del reconocimiento de Wotan de querer el final, ante lo que Brünnhilde [en su primera intervención recogida en el fragmento] le pregunta qué debe hacer, con el diálogo que ya hemos comentado), y, tras la tristeza de Brünnhilde, sola, con que empieza esta anotación (la frase, en el minuto 5:25), el principio de la escena 3.

En este segundo fragmento, se recoge el final del Acto II, a partir del momento en que, ya desaparecida Brünnhilde tras prometer su ayuda a Siegmund, éste reflexiona tiernamente sobre su amante dormida, antes de partir al combate con Hunding.

La misma escena es la que muestra este último vídeo, correspondiente a la producción del Centenario de Bayreuth, con dirección escénica de Patrice Chéreau. Como se puede apreciar, hay diferencias.

No sé si como ya apuntaba Wagner, estos cien minutos de tragedia hubieran dado para dos actos, pero desde luego, sí me han obligado a dos anotaciones.

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