“Observo
que nuestros predecesores recurrieron a un elevado número de esferas celestes a
fin, sobre todo, de poder explicar el movimiento aparente de los planetas
respetando el principio de uniformidad. En verdad parecía completamente absurdo
que un cuerpo celeste no se moviera uniformemente a lo largo de un círculo perfecto.
Pero se dieron cuenta de que mediante distintas composiciones y combinaciones
de movimientos uniformes podían lograr que un cuerpo pareciera moverse hacia
cualquier lugar del espacio.
Calipo
y Eudoxo, que trataron de resolver el problema por medio de círculos
concéntricos, no fueron sin embargo capaces de dar cuenta por este
procedimiento de todos los movimientos planetarios. (…) Ese es el motivo de que
pareciera mejor emplear excéntricas y epiciclos, preferencia que casi todos los
sabios acabaron secundando.
Las
teorías planetarias propuestas por Ptolomeo y casi todos los demás astrónomos,
aunque guardaban un perfecto acuerdo con los datos numéricos, parecían
comportar una dificultad no menor. Efectivamente, tales teorías sólo resultaban
satisfactorias al precio de tener asimismo que imaginar ciertos ecuantes, en
razón de los cuales el planeta parece moverse con una velocidad siempre
uniforme, pero no con respecto a su deferente ni tampoco con respecto a su
propio centro. Por ese motivo, una teoría de estas características no parecía
ni suficientemente elaborada ni tan siquiera suficientemente acorde con la
razón.”
No obstante, como sabemos, las
predicciones que se realizaban a partir de las teorías planetarias de Prolomeo eran
correctas, como bien pudo atestiguar todo un Almirante de la Mar Océana.
“Habiendo
reparado en todos estos defectos , me preguntaba a menudo si sería posible
hallar un sistema de círculos más
racional, mediante el cual se pudiese dar cuenta de toda irregularidad aparente
sin tener para ello que postular movimiento alguno distinto del uniforme
alrededor de los centros correspondientes, tal y como el principio del
movimiento perfecto exige. Tras abordar este problema tan extraordinariamente
difícil y casi insoluble, por fin se me ocurrió cómo se podría resolver por
recurso a construcciones mucho más sencillas y adecuadas que las
tradicionalmente utilizadas, a condición únicamente de que se me concedan
algunos postulados. Estos postulados, denominados axiomas, son los siguientes:
Primer
postulado:
No
existe un centro único de todos los círculos o esferas celestes.
Segundo
postulado:
El
centro de la Tierra no es el centro del mundo sino tan sólo el centro de
gravedad y el centro de la esfera lunar.
Tercer
postulado:
Todas
las esferas giran en tono al Sol, que se encuentra en medio de todas ellas, razón
por la cual el centro del mundo está situado en las proximidades del Sol.
(...)”
Hoy se cumplen 540 años y medio del
nacimiento de Nicolás Copérnico.
A pesar de los problemas con que se encontró
al exponer su sistema, no por eso el mundo ha dejado de dar muchas vueltas
desde entonces.
Aunque aún tardó en saber el mundo si
tenía que girar según decía Ptolomeo, o Copérnico… o según dijo luego Tycho Brahe.
El cual volvió a la actualidad precisamente
el mismo mes del cumpleaños de Copérnico, y desde España, con la noticia de la
publicación del libro Sin embargo, no se mueve.
Los autores del libro, Juan Carlos Gorostizaga y Milenko Bernadic, tienen sus respectivos blogs donde abundan en
explicar (más o menos) su teoría así como otros aspectos científicos que
consideran que la avalan, o que, al menos, no la contradicen.
Y es que una de las cosas que cuestionan es
que los experimentos científicos permitan concluir lo que habitualmente se concluye.
El caso es que , vistos algunos antecedentes
de experimentos científicos, es para dudar, pero de ahí a replantear (casi) absolutamente
todo…
Créditos:
Inicio del Nicolai Copernici de hypothesibus motuum coelestium a se constitutis
commentariolus (más conocido sólo por esta última palabra), escrito antes
del 1 de mayo de 1514, según traducción de Alberto Elena, en su obra
recopilatoria Opúsculos sobre el
movimiento de la Tierra, tomado de su primera edición, de 1983, por Alianza
Editorial como número 953 de su colección El
Libro de Bolsillo (pp. 25-27).
Imagen del Astronomicum caesareum, publicado en 1540, de la Biblioteca
Nacional de España, que ilustró los décimos de la lotería nacional del sorteo
del 23 de marzo de 2013.
Doodle conmemorando el 540º aniversario del nacimiento de Nicolás Copérnico,
el 19 de febrero de 2013.
Una nunca deja de sorprenderse...
ResponderEliminarUn abrazo.
¿Que las galaxias se alejan de la Tierra como si ésta fuera el centro del universo? ¿Tuvo lugar aquí el Big Bang?
ResponderEliminarYo pensé que nos alejábamos todos de todos, y así hasta el final de lo tiempos, cuando el universo se apagara o cuando, al dejar de expandirse, comenzara a contraerse en un Big Crunch colosal que nos llevara hasta un punto infinitesimal donde había de concentrarse toda la materia y, ¡plaf, con una nueva explosion se originara un nuevo universo, en el que procuraré no ser profesora, jaja ;-)