“Amanece.
En el palacio de la Cité todos duermen aún. Blanca, ya lista, escucha la
lectura que le hace un sacerdote predicador, uno de esos que fray Domingo ha
ganado para su causa, y que acaban de instalarse en un convento de París, en el
camino de Santiago. La reina tiene por costumbre aprovechar el silencio matinal
para el recogimiento y la oración, pues sus jornadas demasiado ocupadas no le
dejan apenas tiempo de ocio. De repente el monje, arrodillado cerca de la
ventana, le hace una señal. Blanca se acerca y mira, tal como él le indica, por
la ventana, al patio del palacio, que está abierto a todo el que llegue, y los
pobres, harapientos, mendigos, vagabundos de la ciudad se dirigen allí por la
mañana en busca de alguna limosna. Ahora bien, a esa hora en que se cree que
todo el mundo está durmiendo en sus habitaciones de la vasta residencia real,
un muchacho, ataviado como un simple caballerizo, ha entrado por una puerta en el
patio; circula entre los pobres miserables, dándole a cada uno moneda menuda.
Blanca, asombrada, tarda unos momentos en reconocer, con sus cabellos rubios
que lleva medio largos, siempre muy bien peinados, a su propio hijo, el rey
Luis.
Cuando
éste se dirige a su cámara, en el pasillo, el fraile predicador le para y le
hace entrar en el aposento de la reina: «¡Mi señor, he visto vuestra mala acción!».
Luis, sorprendido, se ruboriza ligeramente y responde: «Hermano, estas gentes
son los verdaderos soldados del reino; combaten por nosotros contra nuestros
adversarios; son ellos quienes mantienen en paz el reino de Francia. A decir
verdad, no les hemos dado la soldada que se merecen».”
La madre, la reina Blanca, es Blanca de
Castilla, hija de Alfonso VIII de Castilla; “su propio hijo, el rey Luis”, es Luis IX, Rey de Francia.
El cual, con el tiempo, también es conocido
como San Luis, Rey de Francia, cuya festividad se celebra hoy.
(Y primo de Fernando III, también Rey, y también,
con el tiempo, conocido como San Fernando, Rey de España.)
Créditos:
Extracto del capítulo Jaque a la reina, de la obra La reina Blanca de Castilla, de Régine
Pernoud, según la traducción de José Ramón Monreal, publicada por Acantilado
como número 277 de su colección El
Acantilado (pág. 192), de la biblioteca del autor.
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