Este pasado verano (de 2008, se entiende) leí el libro Koba el Temible. La risa y los Veinte Millones, del que ya he hecho una referencia en mi anotación sobre el aniversario del fallecimiento de Lenin.
Koba era el apodo de un muchacho georgiano llamado Iósif Vissariónovich , y se trataba “del protagonista de una novela popular de título sugestivo: El parricida; pero Koba no era el parricida del título. Lo más destacado de Koba es que era una figura a lo Robin Hood, azote de los ricos y benefactor de los pobres”. Tenía también otro apodo, Soso, diminutivo georgiano de Iósif, pues es el caso de que Iósif, como sus padres, sólo hablaba georgiano hasta que con ocho o nueve años empezó a aprender ruso.
Con veinte años, este muchacho pasó página, e inició su andadura en la Historia. Se cambió el apodo, y pasó ser conocido como "Hombre de Acero", es decir, Stalin.
La segunda parte del libro está propiamente centrada en la figura de Stalin (se titula "Cursillo sobre Iósif el Terrible"), y empieza con esta ilustrativa imagen (pág. 107, en la 4ª edición, septiembre de 2005):
“CENSO.
En 1937 hubo un censo nacional, el primero después del de 1926, que había dado una población de 147 millones. Extrapolando la tendencia de las cifras de los años veinte, Stalin dijo que esperaba un total de 170 millones. La Oficina del Censo dio 163 millones, una cifra que reflejaba las consecuencias de la política estalinista. Stalin mandó detener y fusilar a los de la Oficina del Censo. Las cifras reales del censo se mantuvieron ocultas, pero la oficina fue denunciada públicamente como nido de espías y saboteadores, a pesar de que había comunicado sus resultados a Stalin y no (por ejemplo) al Times de Londres.
En 1939 hubo otro censo. Esta vez, la Oficina se las arregló para dar 167 millones, que Stalin en persona redondeó en 170.(...)
Los censistas de 1937 fueron fusilados por «traidores que reducían la población de la URSS».
Ya lo tenemos: el estalinismo es la perfección negativa”
Más adelante, se dice (páginas 133-134):
“Los objetivos de Stalin estaban claros: la Colectivización intensiva, con la exportación de todo el grano, financiaría la industrialización a destajo y redundaría en una militarización suicida para fortalecer el Estado y el imperio «en un mundo hostil».(...)
Para que las cosas funcionaran necesitaba un enemigo y una urgencia. La urgencia fue una «crisis cerealística», declarada a raíz de la decepcionante pero no desastrosa cosecha de 1927. El enemigo fue el kulak rural. [Los propiamente kulaki “eran usureros, prestamistas y «explotadores de los braceros», y casi todos desaparecieron durante el terror rural del Comunismo de Guerra. Como es lógico, durante la NEP, unos agricultores siguieron siendo más ricos que otros (alrededor del doble en los casos extremos)». Hay que recordar que tanto el Comunismo de Guerra como la NEP, se desarrollaron bajo el poder de Lenin](...)
Solzhenitsyn insiste («Esto es importantísimo, lo más importante») en que la deskulakización fue ante todo un medio de aterrorizar y obligar a someterse los demás agricultores: «Si no se les metía el miedo en el cuerpo, no había forma de quitarles la tierra que les había dado la Revolución ni de colocarlos en aquella misma tierra en calidad de siervos». (Y Molótov hablaba de asestar «tal golpe» a los kulaki que «los agricultores medios se pondrán firmes ante nosotros»)”
Como ya se reflejó en la anotación anterior, Lenin ya había recorrido un camino parecido, y se puede leer en las páginas 138-141:
“Aunque había diferencias, Stalin había llegado al mismo callejón sin salida que Lenin en 1921. Lenin había aceptado la derrota, la retirada y una solución de compromiso. En otras paalabras, aceptó la realidad. Stalin no. El campesinado no tenía ya ante sí a un frío intelectual. Tenía a un vehemente personaje popular cuya popularidad se deformaba y resquebrajaba con el calor del poder. No iba a aceptar la realidad. Iba a destruirla.(...)
Cuando Pasternak viajó al campo a principios de los años treinta para «recoger material sobre la nueva vida aldeana», cayó enfermo y no escribió ni una sola palabra durante un año. (...) Lo que vio «desbordaba los límites de la conciencia». No de su conciencia. Lo que vio fue la materialización de la conciencia de otro, de la mente de otro, de la cólera de otro.
En el otoño de 1930, el ciclo de la violencia se convirtió en espiral: caleidoscópica y vertiginosa.
(...)
Tras enumerar, en una carta a Stalin, cinco torturas empleadas para obligar a los campesinos a revelar dónde estaban las reservas de cereal, el novelista Mijaíl Shólojov añadía: «Podría poner miles de ejemplos parecidos. No son "abusos" del sistema; es el sistema de recoger el cereal»(...)
¿Qué más pedía la cólera de Stalin? ¿Cómo podía ampliarse e intensificarse?(...) Empieza a ser una costumbre fusilar en masa a los niños huérfanos.(...) De súbito se detiene a 20.000 militantes y cuadros comunistas (por «complacencia criminal» en la represión), para aterrorizar a los aterrorizadores, para añadir terror al terror, y a continuación más terror, y luego más, hasta que Stalin, el gradualista, recurre a un terror atípico o nuclear: el hambre.
Conforme caían las cosechas, aumentaban las cuotas de requisa, con sólo un resultado posible, Stalin siguió hostigando a los campesinos hasta que no quedó nadie para sembrar la siguiente cosecha”
Hace ochenta años hubo quien "no iba a aceptar la realidad". ¿Hoy también?. En el penúltimo párrafo transcrito, figura una frase, que pongo ahora, y que como los párrafos transcritos al principio de esta anotación, muestra cómo no se acepta la realidad... ni a quienes son contumaces en darse cuenta de ella.
“La Checa ejecuta a veterinarios y meteorólogos”
Y es que, por si este pasado mes de enero no hubiéramos tenido bastante en aeropuertos y carreteras y en casi toda España, empezamos febrero con serias amenazas.
Sólo cabe esperar que, tratándose de quien se trata, ni sea capaz de enterarse de la Historia, ni sea capaz de recordar sus tiempos pasados.
Koba era el apodo de un muchacho georgiano llamado Iósif Vissariónovich , y se trataba “del protagonista de una novela popular de título sugestivo: El parricida; pero Koba no era el parricida del título. Lo más destacado de Koba es que era una figura a lo Robin Hood, azote de los ricos y benefactor de los pobres”. Tenía también otro apodo, Soso, diminutivo georgiano de Iósif, pues es el caso de que Iósif, como sus padres, sólo hablaba georgiano hasta que con ocho o nueve años empezó a aprender ruso.
Con veinte años, este muchacho pasó página, e inició su andadura en la Historia. Se cambió el apodo, y pasó ser conocido como "Hombre de Acero", es decir, Stalin.
La segunda parte del libro está propiamente centrada en la figura de Stalin (se titula "Cursillo sobre Iósif el Terrible"), y empieza con esta ilustrativa imagen (pág. 107, en la 4ª edición, septiembre de 2005):
“CENSO.
En 1937 hubo un censo nacional, el primero después del de 1926, que había dado una población de 147 millones. Extrapolando la tendencia de las cifras de los años veinte, Stalin dijo que esperaba un total de 170 millones. La Oficina del Censo dio 163 millones, una cifra que reflejaba las consecuencias de la política estalinista. Stalin mandó detener y fusilar a los de la Oficina del Censo. Las cifras reales del censo se mantuvieron ocultas, pero la oficina fue denunciada públicamente como nido de espías y saboteadores, a pesar de que había comunicado sus resultados a Stalin y no (por ejemplo) al Times de Londres.
En 1939 hubo otro censo. Esta vez, la Oficina se las arregló para dar 167 millones, que Stalin en persona redondeó en 170.(...)
Los censistas de 1937 fueron fusilados por «traidores que reducían la población de la URSS».
Ya lo tenemos: el estalinismo es la perfección negativa”
Más adelante, se dice (páginas 133-134):
“Los objetivos de Stalin estaban claros: la Colectivización intensiva, con la exportación de todo el grano, financiaría la industrialización a destajo y redundaría en una militarización suicida para fortalecer el Estado y el imperio «en un mundo hostil».(...)
Para que las cosas funcionaran necesitaba un enemigo y una urgencia. La urgencia fue una «crisis cerealística», declarada a raíz de la decepcionante pero no desastrosa cosecha de 1927. El enemigo fue el kulak rural. [Los propiamente kulaki “eran usureros, prestamistas y «explotadores de los braceros», y casi todos desaparecieron durante el terror rural del Comunismo de Guerra. Como es lógico, durante la NEP, unos agricultores siguieron siendo más ricos que otros (alrededor del doble en los casos extremos)». Hay que recordar que tanto el Comunismo de Guerra como la NEP, se desarrollaron bajo el poder de Lenin](...)
Solzhenitsyn insiste («Esto es importantísimo, lo más importante») en que la deskulakización fue ante todo un medio de aterrorizar y obligar a someterse los demás agricultores: «Si no se les metía el miedo en el cuerpo, no había forma de quitarles la tierra que les había dado la Revolución ni de colocarlos en aquella misma tierra en calidad de siervos». (Y Molótov hablaba de asestar «tal golpe» a los kulaki que «los agricultores medios se pondrán firmes ante nosotros»)”
Como ya se reflejó en la anotación anterior, Lenin ya había recorrido un camino parecido, y se puede leer en las páginas 138-141:
“Aunque había diferencias, Stalin había llegado al mismo callejón sin salida que Lenin en 1921. Lenin había aceptado la derrota, la retirada y una solución de compromiso. En otras paalabras, aceptó la realidad. Stalin no. El campesinado no tenía ya ante sí a un frío intelectual. Tenía a un vehemente personaje popular cuya popularidad se deformaba y resquebrajaba con el calor del poder. No iba a aceptar la realidad. Iba a destruirla.(...)
Cuando Pasternak viajó al campo a principios de los años treinta para «recoger material sobre la nueva vida aldeana», cayó enfermo y no escribió ni una sola palabra durante un año. (...) Lo que vio «desbordaba los límites de la conciencia». No de su conciencia. Lo que vio fue la materialización de la conciencia de otro, de la mente de otro, de la cólera de otro.
En el otoño de 1930, el ciclo de la violencia se convirtió en espiral: caleidoscópica y vertiginosa.
(...)
Tras enumerar, en una carta a Stalin, cinco torturas empleadas para obligar a los campesinos a revelar dónde estaban las reservas de cereal, el novelista Mijaíl Shólojov añadía: «Podría poner miles de ejemplos parecidos. No son "abusos" del sistema; es el sistema de recoger el cereal»(...)
¿Qué más pedía la cólera de Stalin? ¿Cómo podía ampliarse e intensificarse?(...) Empieza a ser una costumbre fusilar en masa a los niños huérfanos.(...) De súbito se detiene a 20.000 militantes y cuadros comunistas (por «complacencia criminal» en la represión), para aterrorizar a los aterrorizadores, para añadir terror al terror, y a continuación más terror, y luego más, hasta que Stalin, el gradualista, recurre a un terror atípico o nuclear: el hambre.
Conforme caían las cosechas, aumentaban las cuotas de requisa, con sólo un resultado posible, Stalin siguió hostigando a los campesinos hasta que no quedó nadie para sembrar la siguiente cosecha”
Hace ochenta años hubo quien "no iba a aceptar la realidad". ¿Hoy también?. En el penúltimo párrafo transcrito, figura una frase, que pongo ahora, y que como los párrafos transcritos al principio de esta anotación, muestra cómo no se acepta la realidad... ni a quienes son contumaces en darse cuenta de ella.
“La Checa ejecuta a veterinarios y meteorólogos”
Y es que, por si este pasado mes de enero no hubiéramos tenido bastante en aeropuertos y carreteras y en casi toda España, empezamos febrero con serias amenazas.
Sólo cabe esperar que, tratándose de quien se trata, ni sea capaz de enterarse de la Historia, ni sea capaz de recordar sus tiempos pasados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario