miércoles, 15 de diciembre de 2010

Alit lectio: Una real fantasía mágica

DOCTOR.- (Deja su cigarrillo en el cenicero.) El Duque es un hombre extraño. Ahora mismo vendrá, y podrá juzgar usted mismo. Preséntele dos o tres casos, y lo que sacará en limpio será algo que no parece tener nada que ver con lo que se trata. Hable a cualquier otra persona de una muchacha que sueña con hadas y de su lógico hermano de América y él lo resolverá de un modo práctico: la mandará a América o la dejará con sus hadas en Irlanda. Pero el Duque cree que un prestidigitador resolverá el caso. Creo que él vagamente piensa que así resolverá el asunto y que de algún modo dejará satisfecho el interés de los que creen en cosas sobrenaturales y el interés de los incrédulos por las cosas elegantes. En realidad, el incrédulo piensa que un prestidigitador es un fraude, y el crédulo también piensa que es un fraude. El prestidigitador no convence a nadie; por eso satisface al Duque.

Un Duque, su sobrina (con ancestros irlandeses), su sobrino (recriado en América), un doctor (vecino del Duque), un pastor anglicano, el secretario del Duque,… y un prestidigitador son los personajes que dan forma a los argumentos y contrargumentos, opiniones, réplica y dúplicas con que Chesterton construye su primera obra teatral.

MORRIS.- (Cerrando la puerta detrás de él.) Vea, brujo, ahora lo hemos atrapado, y sabemos que usted es un impostor.
SMITH.-
(Tranquilamente.) Perdóneme, pero eso aún no lo sabemos. Por mi parte, debo confesar que algo del escepticismo del Doctor tengo yo tamibén.
MORRIS.-
(Dándose la vuelta, excitado y casi gruñendo.) No sabía que ustedes los pastores defendiesen más fábulas que las suyas.
SMITH.- Yo defiendo las cosas a las que todo hombre tiene derecho. Tal vez la única cosa a la que todo hombre tiene derecho.
MORRIS.- ¿Y cuál es?
SMITH.- El beneficio de la duda.


George Bernard Shaw escribió en 1908 una carta a Gilbert Keith Chesterton amenazándole con arruinar su prestigio si no escribía una obra de teatro, ya que aún no se había ‘estrenado’ el genial escritor en este aspecto. La amenaza no logró su objetivo, por lo que insistió en 1912, aunque esta vez en una carta a Frances, la esposa de Chesterton, proponiéndole una escena de celos para conseguir convencerle. Tuviera o no lugar esa escena, el caso es que en noviembre de 1913 se estrenaba en el Little Theatre de Londres Magia, alcanzando las 165 representaciones.

PRESTIDIGITADOR.- Hay algo mucho más importante que saber cómo está hecha una cosa.
MORRIS.- ¿Y qué es?
PRESTIDIGITADOR.- Es saber cómo hacerla.


En Magia encontramos a un Chesterton en toda la pureza de su método: un arranque misterioso, el desenmascaramiento, digamos, de ese falso misterio, una situación trivial y, de repente, el ascenso a un mundo especulativo, abstracto y paradójico en el que se enredan los dogmas y las dudas, la esencia y la apariencia, lo real y lo extraordinario, de modo que la trama se aleja de la linealidad y deriva en espiral, con todas las asimetrías de un discurso que crece en torno a sí mismo, satisfecho de sí mismo, orgulloso de su poder.

SMITH.- Usted decía que estos modernos trucos de prestidigitación son simplemente los antiguos milagros una vez que han sido descubiertos; pero, indudablemente, otro punto de vista es posible. Cuando hablamos de las cosas que son falsas, generalmente queremos decir que son imitaciones de las cosas genuinas. Fíjese, por ejemplo, en ese Reynolds del bisabuelo del Duque. Si fuera a decir que es una copia… (…) usted no pensaría que significa que Sir Joshua Reynolds nunca existió. Porque en tal caso los falsos milagros demostrarán que los santos y profetas nunca existieron. Puede haber magia ficticia y también magia verdadera. Puede haber fantasmas de zanahorias precisamente porque hay fantasmas reales. Puede haber hadas de utilería precisamente porque hay hadas reales. No deja de existir el Banco de Inglaterra porque mostremos un falso billete de banco.
MORRIS.- (…) Mire, señor Smith, no tengo nada en contra de su idea del milagro verdadero. Afirmo, y la Ciencia afirma, que hay una causa para todo. La Ciencia descubrirá esa causa y, tarde o temprano, su viejo milagro parecerá sumamente insignificante. Tarde o temprano, la Ciencia herborizará y clasificará sus fantasmas de zanahorias, y a ustedes mismos los volverá zanahorias por haber tomado alguna.


La figura del mago representa la opción de una naturaleza que va más allá de la naturaleza comúnmente convenida: alguien con facultades para cruzar el umbral de lo improbable. (…) El truco se convierte, de manera inexplicable, en milagro inexplicable, y en la imposibilidad de esa explicación reside el núcleo metafísico de la obra: la evidencia aturdidora de lo milagroso.

SMITH.- Es mucho más prodigioso explicar un milagro que obrar un milagro.

En una autocrítica del mismo Chesterton (lógicamente), publicada a poco del estreno de la obra, se dan dos claves de la obra, más allá de su estricto desarrollo:

Pero la idea del escepticismo del sacerdote era absolutamente ingenua: ni la fe ni la imaginación pueden respaldar lo sobrenatural, sólo la experiencia. Y hay un hombre que cree –tan firmemente que desearía no creer-. De la misma manera, todos los personajes de Magia son deliberadamente buenos con el propósito de que no haya otro villano que el Gran Villano invisible.

Si un hombre no habla nunca consigo, es porque hablar con él no merece la pena. El soliloquio no es más que la fuerza y la libertad del espíritu, sin las cuales cualquiera de nosotros sería como ese noble que aparece en una de las más brillantes y extrañas historias de Henry James, que no existía salvo cuando otros estaban presentes. Todos debemos ser capaces de discutir con nosotros mismos, y eso es lo que he tratdo de hacer aquí.

Como orientación sobre la obra, podría traer la referencia que comenta Felipe Benítez Reyes en su prólogo, a lo que anotó C.S. Lewis: “He leído Magia de cabo a rabo. Es una obrita agradable, pero no estoy muy seguro de haberla entendido”.

Podría traerlo, simplemente, porque coincido totalmente con él. La leí hace dos meses, la he releído para esta anotación, y cada vez ‘leo’ más cosas en ella, que no distintas, quedándome con esa sensación de querer darle una vuelta más.

Y es que Chesterton… es mucho Chesterton.

Gracias a Dios.

Créditos:
Portada, transcripción del prólogo de Felipe Benítez Reyes a la obra, transcripción parcial de la obra (pp. 31-32, 46-47, 64, 73-74 y 112) según la traducción de Vicente Corbí, y del epílogo (autocrítica publicada en enero de 1914, según traducción de Victoria León), de Magia, edición del 13 de agosto de 2010, por Espuela de Plata, como número 5 de su colección El teatro moderno.
Fotografía de G.K. Chesterton publicada en ABCD (Suplemento cultural de ABC).

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