martes, 7 de abril de 2009

Malasombra

A la salida del Museo del Prado hicimos lo habitual: cruzar el Paseo del Prado, entrar en el Thyssen-Bornemisza (o sea, el Thyssen), y comprar las entradas para la exposición temporal de turno, para en cuanto abrieran al día siguiente. De esta manera, tras desayunar con total tranquilidad, podemos dar el paseo con más tranquilidad aún, pues el Thyssen abre a las diez, no a las nueve como El Prado.

En este diario ya he dado dos avisos acerca de la exposición, por lo que ya toca hablar de ella, no sea que llegue el tercero.

Efectivamente, la exposición que fuimos a ver al Thyssen se titula “La sombra”, y de ella ya se ha dado referencia, por ejemplo, anteayer. Por tanto, obviaré los aspectos artísticos, y hablaré de otra cosa, en concreto, dos.



Primero, la segunda. Como acostumbran a hacer, la exposición se divide espacialmente en dos sedes, la propia del Thyssen, y la de la Fundación Caja Madrid. Solemos ser los primeros de la cola en la primera sede, pero luego ya no, por motivos obvios. Sin embargo, ello no es óbice para que con antelación se pueda ver, al menos, el exterior del edificio, como habíamos hecho nosotros el sábado, camino del restaurante para comer.

Y claro, se queda uno pensando: ¿hace falta un cartelón tan grande que oculte el edificio por completo? Además, curiosamente, el cuadro en cuestión, en el folleto, es el que está vinculado con la parte expuesta en el Thyssen.

Finalmente, lo que más me impactó, ¿qué se le va a hacer? Soy así.

La exposición se estructura en diversas salas, y, en el Thyssen, la primera “concebida a modo de introducción, está dedicada a ilustrar el mito de Butades”, según el cual, recordemos, su hija “habría trazado el contorno de su amante sobre una pared” (las citas son del folleto).

Pues bien, en esa primera sala, lo primero que se ve (al menos, por mi parte), es la obra que la cierra, “de los pintores contemporáneos Vitaly Kornar y Alexander Melamid, que retoma el mito de Butades para ironizar sobre los fundamentos clasicistas del Realismo Socialista”.

Dar a entender lo contrario de lo que se dice”, es la ironía según la Academia. Pero eso funciona dentro de un contexto, y si no, se entiende justo lo que se dice. Y en un contexto como es la primera sala de la exposición, en el que la recreación del mito es tal cual, es decir, buscar la permanencia del amado, la primera impresión puede ser demasiado impactante.

Tal vez la ironía buscada no fuera sólo pictórica, sino total. Vale. La ironía busca un mínimo de sonrisa. Vale. Pero, en mi caso, no pude dejar de pensar en esa otra risa que, como he apuntado en otras ocasiones, nos ha contado Martin Amis.

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