miércoles, 1 de abril de 2009

Las aventuras prodigiosas (II): el compromiso

Las aventuras prodigiosas narra diversos aspectos de la vida que, tras la guerra civil, pudieron desarrollar en el exilio de Francia, la familia Soriano, y en particular, los dos hermanos, españoles, claro, y a través de sus amistades y relaciones, una descripción de la vida político-intelectual hispano-francesa, en el período comprendido entre la propia guerra civil y los primeros balbuceos de la transición y democracia españolas.

El ambiente político en el que se mueven los personajes de la novela, personas exiliadas, con un padre de Izquierda Republicana y supuesto masón, es, lógicamente, de izquierdas, siendo especialmente más «comprometido» (que se diría ahora), Lorenzo, como se puede ver en las páginas 52 y 53:

Lorenzo ya había formalizado su adhesión al PCE desde hacía año y medio, y como primera consecuencia, bastante desastrosa, tuvo la obligación de asistir cada semana a una reunión de célula en el barrio de la Glacière, distrito 13 (…) en el piso de una pareja de camaradas. (…) Allí, todas las semanas, Lorenzo se reunía durante un par de horas con un grupo de zombis o extraterrestres, quienes comentaban los grandes éxitos de la URSS, recordaban, a su manera, anécdotas de la guerra civil y despotricaban con violencia contra los demás partidos y grupos de antifranquistas exiliados. Por muy novato y entusiasta que fuera Lorenzo, éste se daba cuenta, pese a todo, de que la realidad estaba totalmente ausente de aquellas reuniones. Nadie la echaba de menos, por otra parte; eran reuniones de celebración, de rito, nostalgia de España y plegarias a la todopoderosa URSS, que dentro de muy poco iba a zumbar tremendas palizas a todos esos hijos de puta. Lorenzo aún no había llegado a aquella célula cuando la muerte de Stalin, en marzo de 1953; sólo había militado en el Movimiento por la Paz y las JSU, pero podía imaginarse lo que debía haber sido, porque los ecos de ese inmenso dolor perduraron durante largos meses después, acompañados de categóricas afirmaciones de tipo: «¡Con Stalin en vida eso jamás hubiera ocurrido! ¡Stalin jamás lo hubiera permitido! ¡Stalin les hubiera zurrado como Dios manda!» Los únicos momentos de relativo realismo era cuando se echaban cuentas, algo concreto: ¿Cuántos Mundo Obrero vendidos? ¿Cuántas Nuestra Bandera? ¿Todo el mundo ha pagado sus cuotas? Y cosas así.
Lorenzo no sacaba las consecuencias normales de tal ambiente empobrecido y sectario. O no se atrevía a sacarlas. Sólo se decía que había tenido la mala pata de caer en medio de un puñado de imbéciles, que nada tenían que ver con los grandes objetivos de la Revolución mundial.


La duda que se plantea es si el compromiso famoso es una decisión que Lorenzo adoptó, o por el contrario, aquello en lo que sus compañeros lo ponían.

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