viernes, 3 de abril de 2009

Una pintura china

Hoy he terminado de leer un cuentecillo que empecé a hojear anoche: Cómo se salvó Wang-Fô.

Escrito por Marguerite Yourcenar, se trata de “una adaptación para niños de una historia extraída de sus Cuentos Orientales, que escribió inspirándose en viejos cuentos chinos”.

Lo particular de la edición de Gadir, en su colección El bosque viejo, es el conjunto de las ilustraciones, obra de Georges Lemoine. Como puede observarse por la de la portada del libro, son ilustraciones limpias, suaves, delicadas, firmes.

El autor, dice de este trabajo: “Tengo la impresión de no haber ilustrado esta historia del pintor Wang-Fô. Tan sólo he andado por los caminos que él mismo y Ling [su discípulo] acababan de recorrer. He tocado el suelo helado del albergue y he mirado el pavimento de jade del palacio imperial”.

Y hablando de Wang-Fô, dice de su rostro que es el “de un hombre de respiración lenta que impone a la naturaleza el ritmo de su aliento”, y creo que la ilustración así lo transmite.

Del cuentecillo ya no puedo decir más, el propio título anuncia una interrogación / explicación, así que, ¿qué mejor que leerlo?

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