En este recorrido por los restaurantes centenarios de Madrid llegamos al año 1839, en que, saliendo de la Puerta del Sol por la Carrera de San Jerónimo (y bastante antes de que esta calle se estropee allá hacia el final, a la izquierda), encontramos, a la derecha, lo que, paseando despreocupadamente (es antes de llegar hacia el final, ya digo), tiene todo el aspecto de un ultramarinos o colmado, con ese especial estilo que tienen en Madrid para los escaparates o vidrieras, en general en el pequeño comercio, y en particular, en el ramo de la alimentación.
En el folleto en cuestión, se dice, en general, que “en estas Casas, historia y cultura madrileña se unen al placer de un buen plato”, y respecto Lhardy, que es el caso que nos ocupa, “su nombre va asociado a la historia”.
El local tiene, y es, aspecto, como he dicho, de un ultramarinos, aunque existe una barra donde se puede degustar algunos de los productos. Una viga recuerda al visitante dónde se encuentra.
Desde la calle, la puerta de la derecha, con su vidrio traslúcido como muestra de discreción, permite el acceso al restaurante.
Pero eso, ya, será objeto de otra historia,… espero.
En el folleto en cuestión, se dice, en general, que “en estas Casas, historia y cultura madrileña se unen al placer de un buen plato”, y respecto Lhardy, que es el caso que nos ocupa, “su nombre va asociado a la historia”.
El local tiene, y es, aspecto, como he dicho, de un ultramarinos, aunque existe una barra donde se puede degustar algunos de los productos. Una viga recuerda al visitante dónde se encuentra.
Desde la calle, la puerta de la derecha, con su vidrio traslúcido como muestra de discreción, permite el acceso al restaurante.
Pero eso, ya, será objeto de otra historia,… espero.
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