Hace un año, con motivo del viaje a Madrid para asistir a la representación de “Fidelio” (sobre lo que ya he comentado algo), quiso el azar, la casualidad, o, simplemente, plugo a Dios, que nos acercáramos a la Biblioteca Nacional donde se estaban celebrando unas jornadas de puertas abiertas. Esa vez, pues, permutamos la visita a El Prado de las nueve de la mañana, por los libros.
Tuvimos la correspondiente visita guiada, e incluso un pequeño detalle (sí, y también la manida rosa). El problema es que el día salió lluvioso (aunque, como solemos tener organizado, la lluvia propiamente dicha sólo acontecía mientras estábamos a cubierto), y hubo que protegerlo como se pudo.
Al no ser un día normal, pudimos pasar del vestíbulo, y ver lo de siempre, y algo más.
En la página de la Biblioteca, se cuenta su historia y se dice que “Felipe V crea la Biblioteca Real con un doble objetivo: fomentar el estudio en sus súbditos y reunir las bibliotecas de los nobles emigrados que luchaban en la guerra en apoyo de Carlos de Austria”, lo que sucedió en 1712. Sin embargo, cosas de palacio, hay que esperar hasta 1716, en que “se publica el decreto fundacional de la Biblioteca Real concedido por el Rey el 2 de enero junto con las primeras constituciones redactadas por Juan Ferreras, bibliotecario mayor”.
Pudimos ver, por tanto, el Salón de Lectura, y la zona de gestión de préstamos de libros.
En el DRAE, la quinta acepción del lema biblioteca, dice:
“5. f. Obra en que se da cuenta de los escritores de una nación o de un ramo del saber y de las obras que han escrito. La biblioteca de don Nicolás Antonio.”
Sin saber esto, la foto que hice de la bóveda del Salón de Lectura recoge, precisamente, el nombre de don Nicolás Antonio.
Por la propia naturaleza y carácter de los ejemplares depositados, hay zonas de acceso restringido, y un aviso importante: para trabajar, papel y… lápiz (es decir, algo que se pueda borrar sin perjuicio del ejemplar).
El archivo físico de los libros no es temático ni por orden de adquisición. Por necesidades lógicas de espacio, los libros se tallan (sí, como en el antiguo servicio militar), y se archivan según tamaños. Y hay muchos,... muchos.
Aunque el día de nuestra visita fue el 19 de abril, esta anotación celebra que “el 21 de abril [de 1866] la Reina colocó la primera piedra del Palacio de Museos, Archivo y Biblioteca Nacionales situado en el Paseo de Recoletos, futura sede de la Biblioteca Nacional. El proyecto fue realizado por el arquitecto Francisco Jareño Alarcón.”
Sin embargo, se tuvo que “esperar” a 1892, y así tener una excusa para acabar el edificio: “Finaliza la construcción del edificio de Recoletos que debía ser la sede de la Exposición Iberoamericana conmemorativa del IV Centenario del Descubrimiento de América celebrada en este año”. Tras dichos fastos, se inicia el traslado de fondos, que lleva más de dos años, pudiéndose abrir finalmente al público el 16 de marzo de 1896.
En resumen, desde la primera piedra hasta que se abrieron las puertas para lo que se había construído, pasaron: Isabel II (Borbón), la revolución del 68 (alias, “la gloriosa”), Amadeo I (Saboya), la I República (que en año y medio tuvo sus cuatro presidentes -Figueras, Pi y Margall, Salmeron y Castelar- más el estrambote de la República Unitaria con el General Serrano), la Restauración de los Borbones, con Alfonso XII y, finalmente, la Regencia de María Cristina.
O sea, Biblioteca Nacional… de España.
Tuvimos la correspondiente visita guiada, e incluso un pequeño detalle (sí, y también la manida rosa). El problema es que el día salió lluvioso (aunque, como solemos tener organizado, la lluvia propiamente dicha sólo acontecía mientras estábamos a cubierto), y hubo que protegerlo como se pudo.
Al no ser un día normal, pudimos pasar del vestíbulo, y ver lo de siempre, y algo más.
En la página de la Biblioteca, se cuenta su historia y se dice que “Felipe V crea la Biblioteca Real con un doble objetivo: fomentar el estudio en sus súbditos y reunir las bibliotecas de los nobles emigrados que luchaban en la guerra en apoyo de Carlos de Austria”, lo que sucedió en 1712. Sin embargo, cosas de palacio, hay que esperar hasta 1716, en que “se publica el decreto fundacional de la Biblioteca Real concedido por el Rey el 2 de enero junto con las primeras constituciones redactadas por Juan Ferreras, bibliotecario mayor”.
Pudimos ver, por tanto, el Salón de Lectura, y la zona de gestión de préstamos de libros.
En el DRAE, la quinta acepción del lema biblioteca, dice:
“5. f. Obra en que se da cuenta de los escritores de una nación o de un ramo del saber y de las obras que han escrito. La biblioteca de don Nicolás Antonio.”
Sin saber esto, la foto que hice de la bóveda del Salón de Lectura recoge, precisamente, el nombre de don Nicolás Antonio.
Por la propia naturaleza y carácter de los ejemplares depositados, hay zonas de acceso restringido, y un aviso importante: para trabajar, papel y… lápiz (es decir, algo que se pueda borrar sin perjuicio del ejemplar).
El archivo físico de los libros no es temático ni por orden de adquisición. Por necesidades lógicas de espacio, los libros se tallan (sí, como en el antiguo servicio militar), y se archivan según tamaños. Y hay muchos,... muchos.
Aunque el día de nuestra visita fue el 19 de abril, esta anotación celebra que “el 21 de abril [de 1866] la Reina colocó la primera piedra del Palacio de Museos, Archivo y Biblioteca Nacionales situado en el Paseo de Recoletos, futura sede de la Biblioteca Nacional. El proyecto fue realizado por el arquitecto Francisco Jareño Alarcón.”
Sin embargo, se tuvo que “esperar” a 1892, y así tener una excusa para acabar el edificio: “Finaliza la construcción del edificio de Recoletos que debía ser la sede de la Exposición Iberoamericana conmemorativa del IV Centenario del Descubrimiento de América celebrada en este año”. Tras dichos fastos, se inicia el traslado de fondos, que lleva más de dos años, pudiéndose abrir finalmente al público el 16 de marzo de 1896.
En resumen, desde la primera piedra hasta que se abrieron las puertas para lo que se había construído, pasaron: Isabel II (Borbón), la revolución del 68 (alias, “la gloriosa”), Amadeo I (Saboya), la I República (que en año y medio tuvo sus cuatro presidentes -Figueras, Pi y Margall, Salmeron y Castelar- más el estrambote de la República Unitaria con el General Serrano), la Restauración de los Borbones, con Alfonso XII y, finalmente, la Regencia de María Cristina.
O sea, Biblioteca Nacional… de España.
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