lunes, 16 de agosto de 2010

Cosecha del 39. IV: Arena, sudor, insolación… y plumas

- ¿Vienen todos?
- Los mismos de siempre, un año más viejos.


La primera vez en cien años que no hay un Faversham en el ejército, y mira el lío que han armado.

- Hoy cumple 15 años. Le permitiré que cene con nosotros esta noche.
- ¡Oh, estupendo!
- Debo confesarte, doctor, que estoy preocupado por él. No acabo de comprenderle.Le envío a la mejor academia militar de Inglaterra. Me paso la vida hablándole de nuestros famosos antepasado. ¿Y qué hace él? Esta mañana lo he encontrado leyendo un libro de poesía. Algo inaudito. Quiero que me eches una mano a ver si lo metemos en vereda.


Uno de mis oficiales vino hasta mí, temblando, temblando de pies a cabeza. Le pregunté: “¿Qué sucede, Travers?”. “Tengo miedo a enfrentarme a esos cañones, señor”. Le dije: “¿Preferiría enfrentarse a mí?”. Me miró fijamente a los ojos y se marchó. Diez minutos más tarde caía como un valiente al frente de sus hombres, como debe ser, ¿eh?

¿Te acuerdas de Wilmington? Su familia prestó grandes servicios. Su padre muríó en Inkerman, el abuelo murió peleando a las órdenes de Nelson, a un tío le arrancaron la cabellera los indios. Un historial espléndido.

Entonces cruzó él mismo con el mensaje. Perdió un brazo. Ya no pudo jugar al criquet.

Un brindis por Harry. Para que haga honor al glorioso apellido de su familia.

- ¿Cómo es Egipto, John?
- Básicamente, arena, sudor e insolación.
- ¡Estupendo! ¿Cuándo salimos?
- No se sabe.
- ¿No será antes del jueves?
- Claro que no. Han tardado diez años en decidirse. Con mucha suerte saldremos dentro de un mes.


Cuando los derviches cogen a un hombre blanco le cortan la nariz y lo cuelgan de los dedos de los pies. Mal asunto. Se te cae todo el dinero de los bolsillos.

Se pasa el día mirando a las musarañas y lee poesías por la noche. Si eso es amor, prefiero una indigestión.

- ¿No te gusta la polka?
- Hay que dar demasiados saltos. Es como decir adiós en morse.


- ¿Dónde ha servido Usted?
- En Abu-Klea, señor.
- Aquí estará peor. ¿Y Usted?
- También en Abu-Klea, señor.
- ¿Casado?
- Sí, señor.
- ¿Hijos?
- Cuatro, señor. Bueno, cuando salí de casa.


- Necesitamos hielo para ponérselo en la nuca.
- Sí, y un par de bellas enfermeras para que se lo pongan.


Son muy amables, al divertirnos gratis. Si tuviera las manos libres, aplaudiría.

Las frases y diálogos anteriores nos muestran una obra claramente inglesa, con trama inglesa. Forman parte de la película Las cuatro plumas, basada en la novela del mismo título de A.E.W. Mason, y ambientada durante la Guerra del Sudán, en 1896-98.

La película nos presenta a Harry, un muchacho de quince años, hijo único de su padre, ya mayor, y heredero de una familia de larga tradición histórica … y militar. Esto último no lo lleva bien, y sólo por complacer a su padre (General en el Ejército), ingresa en el Regimiento familiar, el Royal North Surrey.

En el momento en que el Regimiento es destinado a Egipto, para entrar en acción en el Sudán, Harry Faversham, ya fallecido su padre, presenta su renuncia al empleo: ya no está obligado ante el General. “¿Un compromiso con su padre? ¿Cree que no lo tiene con Inglaterra?”, le replica, inútilmente, el Coronel del Regimiento.

Ethne Burroghs, hija también de una familia vinculada a la milicia y al mismo Regimiento, y con la que está comprometido, tampoco tiene éxito en su argumentación, más resignada con la tradición: “Algunas personas han nacido libres y pueden hacer lo que les plazca sin importarles las consecuencias. Pero tú no has nacido libre, Harry, y yo tampoco. Hemos nacido dentro de una tradición, un código que tenemos que obedecer aunque no estemos de acuerdo con él, y debemos obedecer, Harry, porque el orgullo y la felicidad que nos rodea dependen de nuestra obediencia.

Harry rodea su decisión de grandes palabras, contrarias al simple afán de gloria, que es lo que ve en esa campaña en el Sudán, o como le dice a un amigo de la familia, el Dr. Sutton, son mayores sus deberes para con su familia que para con un grupo de aldeanos sudaneses. Sin embargo,… sin embargo no deja de tener sus dudas de que todos esos grandes propósitos no tengan también la función de ocultar su cobardía: “Soy un cobarde, doctor. Si yo no hubiera sido soldado, podría haber vivido toda mi vida ocultándolo. Pero ser soldado y cobarde es ser un impostor, una amenaza para los hombres cuyas vidas dependen de ti.

Quienes no han tenido dudas han sido sus amigos, tres oficiales de su Regimiento, quienes, muy formalmente, le hacen llegar, el mismo día en que parte el Regimiento, sus tarjetas de visita, no para un duelo, sino con una pluma blanca, en expresión de su cobardía. Harry recibe este detalle en presencia de su novia, quien, como es natural, pues vive en la misma tradición, lo entiende correctamente. Harry se da cuenta de que Ethne piensa lo mismo, y de un adorno de sombrero arranca una pluma para que ella se la dé. Éstas son, pues, las cuatro plumas en cuestión.


- En Inglaterra unos amigos me dieron cuatro plumas blancas y he de devolvérselas.
- Siempre tan raros los ingleses.
- No, no somos raros. En Inglaterra una pluma blanca es símbolo de cobardía.
- Comprendo. Entonces ¿por qué preocuparse? Sea un cobarde y viva feliz.
- No, doctor. He sido un cobarde… y no he vivido feliz.


Harry decide, sin nada que perder, o habiéndolo perdido todo en Inglaterra, comprobar si su cobardía es tal. Le confía sus intenciones al Dr. Sutton, quien había servido con su padre en Crimea, y éste le recomienda al Dr. Harraz, un colega suyo de cuando estuvo en la India, en Egipto, y a quien le da la anterior explicación. Como se puede ver el Imperio Británico permitía establecer una gran cantidad de vínculos muy útiles en algún momento.

El caso es que Harry resulta ser un total desconocedor de todo lo que le puede ser necesario en Egipto y Sudán, empezando por las costumbres y, más importante aún, los idiomas. Resuelve audazmente el problema haciéndose pasar por mudo, y para mejor aval, miembro de una tribu, los sangali, que lo es por obligación: les habían cortado la lengua y marcados al hierro como castigo propio de la época y de las costumbres de esas culturas. Ante cómo Harry lleva a cabo la decisión el Dr. Harraz sólo puede exclamar: “Es Usted un hombre valiente.

Siguiendo a las tropas angloegipcias, remontamos el Nilo camino de Omdurman y Jartum, salvando las cataratas a base de brazos y sogas para arrastrar los barcos. Entre ellos, los brazos de Harry.


El desarrollo militar de la campaña se resume en dos acciones. Por un lado, tenemos una maniobra de distracción de las fuerzas rebeldes, para despejar la vigilancia sobre el Nilo, y conseguir así continuar la ruta hacia Jartum. En esta maniobra se ve implicado el Royal North Surrey, y con él, los tres compañeros de Harry. La maniobra resulta parcialmente exitosa, pues aunque el camino queda expedito, el Regimiento es atacado, vencido, y los supervivientes hechos prisioneros, entre ellos, dos de los compañeros de Harry; el tercero, el Capitán John Durrance, había sido dado por muerto al quedar inconsciente en el combate, y es finalmente rescatado por Harry, infiltrado entre los rebeldes, y llevado río abajo, a un campamento británico.

La otra acción, seis meses después, es justo la última, es decir, la toma de Omdurman y Jartum, en donde también tiene un papel destacado Harry, nuevamente infiltrado entre los rebeldes, y sus dos compañeros allí prisioneros.

Las escenas bélicas no son excesivamente complejas, y yo diría que hay más interés en mostrar, al estilo velazqueño de La Redición de Breda, que el punto fuerte del ejército británico, y de ahí su victoria final, es la disciplina, que visualmente se exhibe, ya en campaña, con el Regimiento en formación y la subsiguiente revista de armas, o bien, en la batalla en las llanuras junto a Omdurman, con las líneas de tiradores formadas, esperando el momento adecuado frente a una caótica avalancha de los rebeldes. Disciplina no exenta de compañerismo, y de práctica flema británica, claro:
- Se acercan mucho. ¿Cuándo disparamos?
- Cuando den la orden… Tranquilo. Si no puedes ver cómo se acercan, cierra los ojos; yo te avisaré cuando tengas que abrirlos.


- Se están reagrupando, señor.
- Ahora ya son menos.
- Nosotros también, señor.


Otro detalle de la película es el correspondiente a las banderas. Al entonces formar parte Egipto, a pesar de que no lo parezca, del Imperio Otomano, las tropas angloegipcias luchan bajo la bandera de Turquía, aunque también aparezca, en algún momento, la británica. El carácter patriótico de la película se muestra es que es precisamente la bandera británica la que ondea victoriosa en la toma de Jartum.

Como cabe esperar, en estas acciones de guerra, Harry es capaz de devolver las tres plumas a sus compañeros de armas. Para la cuarta nos tenemos que esperar al final de la película.

Como tambén cabe esperar, la historia no es sólo de unas acciones heroicas en el marco de una campaña bélica. También tenemos la correspondiente historia romántica: un amago de trío con Harry y Ethen como pareja formal, y el Capitán John Durrance como caballeroso novio descartado:
Puntos por qué no amo al señor A, puntos por qué no amo al señor B. Es el propio señor B quien debe averiguar sus puntos negativos. Yo lo he hecho y mi lista es larguísima. Razones por qué Ethne Burroughs no ama a John Durrance: razón 1…¡Oh! He podido apuntar hasta cuarenta razones. La razón 41 es que amas a otro hombre. Asi que he tachado las demás.

En cambio, tras la renuncia y posterior desaparición de Harry, y el milagroso rescate de John (aunque ciego, tras una prolongada exposición al sol, de lo que le previno Ethen en una carta, como humorísticamente él mismo le recuerda: “Postdata: Ten cuidado de no coger una insolación.”) se recomponen los corazones, esta vez, entre John y Ethen.

Sin embargo, precisamente al leer la carta (lo único que llevaba John encima en campaña), son los demás quienes pueden ver la pluma que en su momento remitió a Harry, comprendiendo el milagro del rescate. Finalmente, con motivo de las noticias de la toma de Jartum, al leer el Dr. Sutton la crónica del corresponsal de guerra del The Times, el mismo John se da cuenta de que el nativo era Harry: sospecha, busca la carta, detecta la pluma, y comprende. Como un caballero inglés, se queda aparte, yéndose a Alemania para una operación que, miente, le devolverá la vista.

El cuarto personaje que, cada vez que está presente, llena la pantalla, es el General Burroughs, y de hecho, es el que completa en la película el reparto principal.

Lo conocemos en la cena del principio de la película, recreando la acción en que tomó heroicamente parte en Balaclava, treinta años antes, durante la Guerra de Crimea.
En aquello tiempos la guerra era guerra y los hombres eran hombres. No había lugar para la cobardía.
Balaclava, por ejemplo. Ajá. Todavía recuerdo la posición.
Veamos, estas nueces eran los rusos, Cañones, cañones,… cañones
A la derecha, la infantería británica,… en esta delgada línea roja.
Ahí estaba el comandante en jefe,… Y aquí estaba yo, al frente del 68 regimiento.



Podemos apreciar los matices de su carácter por sus intervenciones, ya sean habladas, suyo es el brindis en honor a Harry cuando éste cumple quince años, o alabando el historial de servicios de una familia, o calladas, cuando presencia todo emocionado, a punto de llorar, la partida del Regimiento, o cuando, tras el disgusto de la renuncia de Harry (comprometido con su hija), ante la pregunta de éste (“¿Puedo hablarle un momento, señor?”), simplemente abre la ventana de la sala.

Su famosa acción en Crimea, la recuerda en cuanto tiene ocasión. Por ejemplo, diez años después de la primera vez, aunque esta vez brevemente interrumpido:
- A la derecha, la infantería británica. La delgada línea roja.
- Supongo que no tendrían mucho que comer.
- ¿A qué viene ahora eso?
- Señor, usted ha dicho que estaban… delgados.
- ¡Bah! Me refiero a la línea, no a los hombres.


Y claro, en la alegre cena al final de la película, ya todos reunidos de nuevo (salvo John), momento en el que Harry corrige la narración del General, acto heroico con el que devuelve la pluma a Ethen.

Por culpa de este muchacho ya no podré volver a contar la historia.

Pero tranquilo, mi General, para eso está la película.

La película reúne las características de gran producción propias de Alexander Korda, así como su carácter familiar (lo son el director Zoltan Korda y el Director Artístico Vincent Korda). El reparto principal lo constituyen John Clements (Harry Faversham), Ralph Richardson (Capitán John Durrance), Charles Aubrey Smith (General Burroughs) y June Duprez (Ethne Burroughs).

Estrenada en el Reino Unido el 20 de abril, en la famosa cosecha del 39, la película sólo fue propuesta (alias, nominada), para el premio a la mejor Fotografía en color (se rodó en Techicolor), obra de Georges Perinal y, en Sudán, de Osmond Borradale, aunque no lo consiguió.

Sin embargo, siempre quedará como una película de referencia en el cine de aventuras, como se llamaba entonces, subvariante colonial, y de hecho, se rodó al cabo de los años otra versión, que creo que he visto, pero no estoy seguro. Yo es que soy un clásico.

Notas:
Para mejor apreciar uno de los diálogos del principio, la batalla de Abu-Klea acabó con una masacre de las tropas británicas.
Sin entrar a valorar la adaptación de la novela, que tampoco he leído, a pesar de formar parte de la biblioteca de mi padre, sí cabe decir que, como es de esperar, la fidelidad a los hechos reales en que se inserta la historia no es total. Pero para eso ya contaremos, entre otros, y más adelante, con las memorias de un testigo presente en la batalla de Omdurman, un tal W.S. Churchill.
La película se inicia en enero de 1885, con la caída de Jartum, defendida por el General Gordon. Cómo fue esto, qué libro lleva en la mano, y lo terriblemente actual de la historia, será objeto, en breve, de otra anotación.


Créditos:
Fotogramas tomados de la película Las cuatro plumas, y carátula y detalle de la contracarátula de la misma.
Montaje de algunos de los fotogramas, del autor.
Cartel de la película, tomado de la Wikipedia.

6 comentarios:

  1. Gran película. Debiera ser de visionado obligatorio por los mandos del Minesterio de(¡la!)Defensa.

    Exceptuando, claro está, a su titular, la ruda Doña Karma Chacó, sería de una virulenta violencia tal para ella el visionado, que le podría machacar sus pacifistas meninges. Y después, tendría que retirarse la pobreta a
    su humilde chabola

    a coger resuello.

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  2. Creo que no marcha bien el enlace que te he dejado, las calores, que son muy malas.

    Veamos
    ahora.

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  3. «El placer de escuchar perogrulladas sinceras en apariencia, el negarse a hacer frente a los hechos desagradables, el deseo de popularidad y del triunfo electoral sin tener en cuenta los intereses vitales del Estado, el auténtico amor por la paz y la patética convicción de que el amor puede ser su única base, la evidente falta de energía intelectual, la marcada ignorancia con respecto a Europa y la animadversión frente a sus problemas, el pacifismo intenso y violento, la total devoción hacia los sentimientos al margen de la realidad…»
    Winston Leonard Spencer Churchill

    ¿Hace falta señalar dónde y cuándo se está repitiendo la historia?

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  4. Sé que he visto la película, aunque no la recuerdo. Lo que sí recuerdo, y muy bien, es la novela. La leí con 13 ó 14 años, en plena adolescencia romántica. ¡Cómo me gustó!

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  5. A mí, me hiciste acordar de dos cosas:
    - la película Gunga Din
    - la biografía del capitán Burton (Ed. Siruela).

    Saludos

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