Estos horarios nos permiten, además de ver las primera luces del día, apreciar las costumbres de la gente de cada Museo.
Mientras se espera, se llega a ver un pequeño goteo de la gente que llega apurada como consecuencia de, supongo, pequeños desajustes personales con el horario. No sé si eso será la, o una más, explicación, pero el caso es que no recuerdo haber podido entrar en el Prado puntualmente ni una sola vez. Por cierto, en esta ocasión, en que tampoco fueron puntuales para abrir las puertas, tal vez como éramos pocos, decidieron que no hiciéramos caso de los carteles de los pasillos, y pasamos todos por el mismo, que fue el de la izquierda.
En cambio, en la Thyssen la cosa es distinta. Por un lado, el Museo no cuenta con la explanada o patio con que cuenta el Prado. Patio hay, pero es de ellos, dentro de la verja que da al Paseo, y mientras no se abran esas puertas, la paciencia toca consumirla en la acera., cuya anchura (latitud, llamaban en otra época) no facilita en demasía la labor. También es cierto que no somos tantos como las grandes masas culturales que acuden de público a los estudios de Telecinco, por ejemplo, pero no deja de ser una molestia para aquel que a tempranas horas de un domingo transita por ella. Porque otra cosa que sí sucede es que no hay cola, sino una simple espera aleatoriamente dispuesta la gente según cómo haya llegado y el número de integrantes del grupo.
También en este caso, se puede ver a alguno que otro echando unas caladas (lo tienen más fácil, sólo tienen que salir al patio), aunque con más suerte pues no se encuentran solos: hay más compañeros también, charlando de lo que se tercie. Desde la acera no se les oye, pero en el Prado, la conversación, casi siempre, gira en torno a los turnos de los horarios de trabajo, y si éste la ha cambiado, o el otro se la ha jugado a un tercero.
En la Thyssen, una cosa que se echa de menos siempre, es que entre tanta gente que hay esperando, viendo cómo otros esperan, en el momento decisivo, en que van a sus ‘puestos de combate’, ninguno tenga asignado el de las puertas de entrada al edificio: las hojas son estrechas, y además el sistema de retención obliga a hacer mucha fuerza para abrirlas, con lo que la entrada es realmente incómoda. ¿No podría haber un par o tres de personas para estar aguantando las puertas durante esa primera avalancha de… unas treinta personas?
Bueno, y lo dejo, que parece que por fin abren.
Créditos:
Fotografías del sol tras el árbol, de la preparación en la puerta de los Jerónimos del Prado, y (en montaje) del personal y público, esperando ambos, en la Thyssen, de agosto de 2010, del autor.
Efectivamente, las hojas de las puertas de salida de la TITA Gallery, si en Londres tiene la TATE aquí tenemos la TITA, no cumplen la normativa que le es aplicable ni en lo referente a la anchura ni a la fuerza que es necesaria para su apertura.
ResponderEliminarPero este país es asín.
Efectivamente, como dijo aquél, hace tiempo:
ResponderEliminar"España, los españoles,... y el arte, somos así, Señora".
Si luego la Señora es quien es, pues más aún para ser... así.