martes, 23 de junio de 2009

Tiempo de libros. Serie 2: El afecto de la Historia

Una afición que siempre he tenido (y que por eso no he estudiado… aún) es la Historia.

No se trata de eso de que quien no la conoce está condenado a repetirla, sino, simplemente, de una afición, como ya se habrá dado cuenta (supongo) quien sea habitual de estas páginas. Tampoco se crea que sea una afición metódica y organizada, sino más bien caótica, impulsiva y subjetiva, fluctuante y emocionante, dispersa y diversa, variada e ilusionada; en resumen, una afición no profesional.

El mérito, en todo caso, es de los profesionales, sobre todo cuando, llevados de su independencia y criterio, demuestran su valentía al exponer hechos (y su valoración de los mismos) que se compadecen poco y mal de la visión general de la Historia.

Durante el paseo por la Feria del Libro de Madrid, nos encontramos con que varios historiadores de este tipo firmaban ejemplares de su obra. Y claro,…

La primera firma conseguida fue la de Carmen Iglesias, sobre su obra No siempre lo peor es cierto. Estudios sobre Historia de España, editada por Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores en 2008.

Carmen Iglesias, historiadora, académica de la Española (o sea, la de la Lengua) y de la de la Historia, catedrática de la Universidad Complutense y de la Rey Juan Carlos, comisaria de varias exposiciones sobre temas polémicos u olvidados (Carlos III, Felipe II, o la España de 1898), poseedora de premios diversos (incluyendo la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio), emprende, según se recoge en la sobrecubierta del libro, “un paciente análisis de cuestiones clave de la historia de España para derribar mitos obsoletos que distorsionan nuestra percepción del pasado y entorpecen el porvenir”.

Hacia el final del paseo se consiguió la segunda firma histórica, la de Pío Moa, sobre su obra Los orígenes de la Guerra Civil Española, en su “edición aniversario aumentada” recién publicada por Encuentro (5ª edición, de mayo de 2009).

Pío Moa ha acabado siendo tan famoso (malgré lui) como desconocido. Mis primeros recuerdos de él se corresponden con la extrañeza de ver que un ex-terrorista del GRAPO escribiera habitualmente una “Tribuna Abierta” en ABC a partir de mediados los ochenta de este pasado siglo XX (pero realmente tampoco era tan extraño: en aquel ABC de aquellos años, en la primera página de Cultura, todos los días, publicaba un suelto Julio Cerón, en su momento, dirigente del Felipe, alias familiar del Frente de Liberación Popular – es decir, dos antifranquistas (de cuando Franco estaba vivo, quiero decir), y de izquierdas).

El texto, que figura a modo de Prólogo, de Stanley G. Payne finaliza diciendo:
Quienes discrepen con Moa necesitan enfrentarse a su obra seriamente y, si discrepan, demostrar su desacuerdo en términos de una investigación histórica y un análisis serio que retome los temas cruciales que afronta en vez de dedicarse a eliminar su obra por medio de una suerte de censura de silencio o de diatribas denunciatorias más propias de la Italia fascista o de la Unión Soviética que de la España democrática.

Ambas dedicatorias, escuetas, educadamente protocolarias, trasladan el afecto de los profesionales a un aficionado.



Una cosa curiosa y bonita, es que entre ambas dedicatorias, realizadas las dos el mismo día (6 de junio de 2009), se muestra uno de los objetivos de la Historia: tener presente en el ahora (junio) el pasado (aunque sea tan próximo como mayo).

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