El pasado sábado día 6, temprano, pero no tanto como para volver a pillar cerrado el comedor del hotel, pudimos desayunar. La cosa empezaba bien, ya que pudimos observar que el color de los sobres de azúcar había mudado del azul de marzo a un LUMINOSO amarillo, acorde con lo que íbamos a ver en breve.
En seguida estábamos en la calle, pudiendo apreciar un bonito contraLUZ en la calle de Alcalá, naturalmente en obras ¿E(h)?. Eran las ocho y cuarto, y sin prisas pero sin pausa, veinticinco minutos después cruzábamos un curiosamente ILUMINADO Paseo del Prado (quiero decir que estaba muy despejado), y llegábamos al Museo del mismo nombre.
Ya habíamos visto un gran cartel anunciador de la exposición objeto del paseo. Era en la Puerta del SOL, ¿dónde si no? Junto al Museo, otro cartel.
Sobre éste, un efímero recuerdo del mar, en forma de gotas de rocío.
Finalmente, llegamos a la cola, la cual, aun siendo las nueve menos cuarto de un sábado, ya existía, aunque reducida. Por prudencia, he ocultado las identidades de las personas que habían cometido tal osadía de dedicación y esfuerzo.
Y nos dispusimos a ver la luz... de Sorolla.
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