sábado, 13 de junio de 2009

Retirado del Retiro

Aplicando cierta lógica, el Casón del Buen Retiro no se encuentra dentro del Parque del Retiro; antes sí, en su época, pero ahora ya no: en resumen, ha sido retirado.

Hace casi treinta años pasó a ser conocido por el común como consecuencia del cuadro que entonces se montó. Ahora, tras unos intensos, meticulosos y en cierto momento, desesperados y a corazón abierto, trabajos de restauración, rehabilitación, reconstrucción y muchos más re- con tal de de no tener que re-tirarlo definitivamente, es la sede del Centro de Estudios del Museo de El Prado.

Sobre estas funciones, en el folleto correspondiente se dice que el Centro “está abierto a todos los investigadores que necesiten hacer uso de sus fondos. Sólo está permitida la entrada con hojas de papel en blanco, material de escritura y, en su caso, un ordenador portátil. Libros, abrigos, paraguas y otros objetos se depositarán en la consigna situada a la entrada.

La sala de lectura del Centro se encuentra en el antiguo Salón de Embajadores del, casi desaparecido salvo este edificio, Palacio del Buen Retiro, construido por Felipe IV en los años 30 del XVII.

Para el correspondiente uso de la propaganda, y para que los señores embajadores quedaran debidamente impresionados, Carlos II encargó a Luca Giordano pintar la bóveda del referido Salón con un tema ad hoc. Debido a que no se estaba en época de grandes éxitos y victorias militares (más bien al contrario), Giordano tuvo que contentarse con algo así como “Apoteosis de la Monarquía Española”, y la verdad es que, sobre 1697, acabó resolviendo con éxito el encargo.

Al tratarse de un lugar expresamente de trabajo, el Casón no admite visitas, salvo los fines de semana. Como tampoco tiene taquillas, la forma de concertar la visita es en el mismo Museo del Prado, donde te sellan la entrada de que dispongas, y luego tienes que salir con más o menos apuro de tiempo, hacia el Casón, porque las visitas son guiadas a horas concretas. A la puerta del Casón, se entrega la debida acreditación para el acceso. Una vez dentro, se vuelven a cerrar las puertas: no se admiten, pues, retrasos.

En nuestro caso, al terminar la visita a la exposición de Sorolla, nos acercamos al punto de información para interesarnos por la visita, contestándonos, más o menos, como el chiste: ¿cuándo sale el rápido? ¡Ya!

La visita fue muy amena e instructiva, amablemente conducida por el guía, de nombre Cipriano. Con él, el vigilante y cinco visitantes, éramos siete personas las que allí estábamos, aunque a mitad de la visita vimos la fugaz aparición de alguien, supuestamente, investigador o estudioso arañando tiempo al fin de semana.

Cipriano nos informó de que no está autorizado hacer fotos del interior del edificio, por lo que la que aquí muestro está tomada del folleto del Centro (la bóveda original es bastante más grande, como se puede suponer).



La visita duró casi una hora, y lo que no se sabe es cuánto durará este plan de visitas de fin de semana. Posiblemente finalicen con el verano, así que no hay que despistarse.

Al finalizar, cruzamos la calle y entramos, entonces sí, en el Parque del Retiro.

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