Es conocido el impacto que tiene la publicación de los resultados de audiencia en televisión, con sus shares y sus minutos de oro o más vistos, o como digan. Igualmente, la difusión de los espectadores y recaudaciones en el cine, cifras clasificadas según películas, en la última semana y acumuladas. También es conocida hace tiempo la OJD respecto de la prensa, e incluso el EGM.
Todas estas informaciones establecen una «clasificación» no sólo ordinal sino también “numeral”: cada elemento de la clasificación se encuentra cuantificado, con mayor o menor acierto, pero se aporta una cantidad para “justificar” la posición.
Sin embargo, en los libros no es así. Simplemente, se publica, en el mejor de los casos, una tabla de mayor o menor extensión, en la que se refleja el título de los libros más vendidos, el orden en que se encuentra, y tal vez, las semanas que figura en la lista y el puesto ocupado la semana anterior. Pero si quieres saber cuántos ejemplares se han vendido de tal título, espera sentado; si quieres saber el volumen acumulado de ventas, acomódate a gusto; si quieres saber si se contemplan los diversos formatos en que exista la obra, relájate y reposa largamente.
Por eso me llamó la atención la publicación en ABC de un artículo sobre el «informe Nielsen» en relación con la venta de libros. Y por eso me llamó, más aún, la insistencia una semana después sobre el tema. Ambos artículos (domingo y sábado) coincidentes con la Feria del Libro de Madrid.
En el primero de los artículos se hace referencia a la muestra (no son cifras absolutas) que utiliza Nielsen, empresa consultora en cuestiones de este tipo sobre el mercado en general, no sólo de libros.
Se dice que “Nielsen recoge los datos de ventas de los principales canales de ventas de libros: cadenas de librerías y grandes superficies. Con respecto a las librerías, realiza una estimación basándose en los resultados que obtiene de una muestra de unas 100 ó 120. Con ello se consigue el 80 por ciento del mercado real. Todas esas cifras son clasificadas por editoriales, géneros, títulos, autores... Y enviada de forma semanal a sus clientes.”
Y esto me recuerda las listas de libros que publican los periódicos, elaborada por, o para, cada uno de ellos, sobre una muestra muy dispar. Por ejemplo, según un ejemplar de El Cultural de El Mundo (atrasado, pero es el que tengo a mano), en Valencia se consulta a París-Valencia, lo cual está bien,... y ya está, lo cual está… por lo menos, incompleto.
El sábado día seis, durante el viaje a Madrid, estuvimos en la Feria del Libro. En ella conseguí un ejemplar del ABCD y de Babelia que ofrecían en las respectivas casetas de ABC y El País.
En Valencia, ABC consulta con Ideas (en Grabador Esteve, para quien no la conozca, que, lo siento, serán casi todos –yo entré una vez, eso sí, destrozando las estadísticas: compré un libro-), mientras que en este ejemplar de Babelia (nº 915) no se publica ninguna lista de este tipo. O sea, peor incluso que El Cultural.
Recuerdo que en su época, ABC sí ponía la coletila de “y los centros de El Corte Inglés de toda España” (más o menos): ahora, una referencia sólo en Madrid (Hermosilla, 112, que es la sede social, si no recuerdo mal), mientras que El Cultural también sólo menciona El Corte Inglés en Madrid, aunque sin especificar nada más. Queda por tanto la duda de si este “grande de los grandes almacenes”, también conocido como “famosos grandes almacenes”, facilita la información centralizada referida al conjunto de España o sólo a Madrid.
En el segundo de los artículos referidos (aunque el primero es accesible a través de Internet, este segundo no -o al menos, yo no lo he conseguido, y por eso, lo adjunto tomado de la versión impresa, antes, ejemplar del periódico-), figura una tabla, relativa al mes de abril, con títulos pero, como es tradicional, sin cantidades de ventas. Éstas se mencionan en una sección propia del artículo, en relación sólo con los cuatro más vendidos, aunque, ahora, referidos, sensiblemente, a los cinco primeros meses de este año.
El primero de ellos supone unas ventas de 400.000 ejemplares, el segundo es el mismo autor, con 275.000 de su segunda novela. Los tres títulos siguientes, juntos, no llegan ni a la mitad de la cifra de ventas del primero.
¿Es bueno? ¿Es malo? ¿Es verdad?
Todas estas informaciones establecen una «clasificación» no sólo ordinal sino también “numeral”: cada elemento de la clasificación se encuentra cuantificado, con mayor o menor acierto, pero se aporta una cantidad para “justificar” la posición.
Sin embargo, en los libros no es así. Simplemente, se publica, en el mejor de los casos, una tabla de mayor o menor extensión, en la que se refleja el título de los libros más vendidos, el orden en que se encuentra, y tal vez, las semanas que figura en la lista y el puesto ocupado la semana anterior. Pero si quieres saber cuántos ejemplares se han vendido de tal título, espera sentado; si quieres saber el volumen acumulado de ventas, acomódate a gusto; si quieres saber si se contemplan los diversos formatos en que exista la obra, relájate y reposa largamente.
Por eso me llamó la atención la publicación en ABC de un artículo sobre el «informe Nielsen» en relación con la venta de libros. Y por eso me llamó, más aún, la insistencia una semana después sobre el tema. Ambos artículos (domingo y sábado) coincidentes con la Feria del Libro de Madrid.
En el primero de los artículos se hace referencia a la muestra (no son cifras absolutas) que utiliza Nielsen, empresa consultora en cuestiones de este tipo sobre el mercado en general, no sólo de libros.
Se dice que “Nielsen recoge los datos de ventas de los principales canales de ventas de libros: cadenas de librerías y grandes superficies. Con respecto a las librerías, realiza una estimación basándose en los resultados que obtiene de una muestra de unas 100 ó 120. Con ello se consigue el 80 por ciento del mercado real. Todas esas cifras son clasificadas por editoriales, géneros, títulos, autores... Y enviada de forma semanal a sus clientes.”
Y esto me recuerda las listas de libros que publican los periódicos, elaborada por, o para, cada uno de ellos, sobre una muestra muy dispar. Por ejemplo, según un ejemplar de El Cultural de El Mundo (atrasado, pero es el que tengo a mano), en Valencia se consulta a París-Valencia, lo cual está bien,... y ya está, lo cual está… por lo menos, incompleto.
El sábado día seis, durante el viaje a Madrid, estuvimos en la Feria del Libro. En ella conseguí un ejemplar del ABCD y de Babelia que ofrecían en las respectivas casetas de ABC y El País.
En Valencia, ABC consulta con Ideas (en Grabador Esteve, para quien no la conozca, que, lo siento, serán casi todos –yo entré una vez, eso sí, destrozando las estadísticas: compré un libro-), mientras que en este ejemplar de Babelia (nº 915) no se publica ninguna lista de este tipo. O sea, peor incluso que El Cultural.
Recuerdo que en su época, ABC sí ponía la coletila de “y los centros de El Corte Inglés de toda España” (más o menos): ahora, una referencia sólo en Madrid (Hermosilla, 112, que es la sede social, si no recuerdo mal), mientras que El Cultural también sólo menciona El Corte Inglés en Madrid, aunque sin especificar nada más. Queda por tanto la duda de si este “grande de los grandes almacenes”, también conocido como “famosos grandes almacenes”, facilita la información centralizada referida al conjunto de España o sólo a Madrid.
En el segundo de los artículos referidos (aunque el primero es accesible a través de Internet, este segundo no -o al menos, yo no lo he conseguido, y por eso, lo adjunto tomado de la versión impresa, antes, ejemplar del periódico-), figura una tabla, relativa al mes de abril, con títulos pero, como es tradicional, sin cantidades de ventas. Éstas se mencionan en una sección propia del artículo, en relación sólo con los cuatro más vendidos, aunque, ahora, referidos, sensiblemente, a los cinco primeros meses de este año.
El primero de ellos supone unas ventas de 400.000 ejemplares, el segundo es el mismo autor, con 275.000 de su segunda novela. Los tres títulos siguientes, juntos, no llegan ni a la mitad de la cifra de ventas del primero.
¿Es bueno? ¿Es malo? ¿Es verdad?
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