domingo, 27 de noviembre de 2011

Recuerdos en Toledo. Está escrito: nuestro destino es ser libres

¿Cómo puede el hombre saber de su salvación? El tomismo hegemónico en la Iglesia establecía que la razón, junto con la gracia, era un potente medio de comprensión de la voluntad divina y una guía en la práctica religiosa, y que las obras deben acompañar a la fe. Para Lutero, la razón "es la ramera del diablo, que solo calumnia y perjudica las obras de Dios (…) Debería ser pisoteada y destruida, ella y su sabiduría (…) Es y debe ser ahogada en el bautismo"; aunque, de modo contradictorio, sus controversias son un ejercicio agónico de razonamiento. La fe salvadora se manifestaría en un sentimiento personal de unión con Dios, de ser amado por Dios. Contra Erasmo decía: "¿Quién creerá, preguntas, que Dios le ama? Te respondo: ningún hombre lo creerá ni podrá creerlo [por medio de la razón]; los elegidos empero lo creerán, los demás perecerán sin creer, entre reproches y blasfemias, como tú aquí"; "Nuestra salvación está fuera de nuestras propias fuerzas e intenciones y depende solo de la obra de Dios. ¿No sigue de ahí claramente que, cuando Dios no está en nosotros con su obra, cuanto hagamos es por fuerza malo y sin provecho para nuestra salvación?"; "Si Dios obra en nosotros, entonces nuestra voluntad, cambiada y suavemente tocada por el hálito del Espíritu de Dios, nuevamente quiere y obra [el bien] por pura disposición, propensión, y en forma espontánea". Las obras humanas, por tanto, no tenían utilidad para la salvación.

El pasado día 24 de noviembre publicaba Pío Moa un extracto de su obra Nueva historia de España en su blog, en relación con la Reforma y los planteamientos de Lutero acerca del libre albedrío y, consiguientemente, la predestinación.

Esta posición destruía el libre albedrío, un punto crucial de la doctrina católica sobre todo desde santo Tomás de Aquino, como base de la ética y la responsabilidad personal. Para Lutero solo Dios tenía resuelto desde la eternidad quiénes habían de salvarse o condenarse. El individuo era libre de interpretar a su gusto las Escrituras pero, por paradoja, estaba determinado y nada podía hacer al respecto. Ello le enfrentó a Erasmo, su antiguo amigo y en parte inspirador, que no quería romper con Roma, sino arbitrar y conciliar las dos posiciones, pero iba a encontrarse sentado entre dos sillas, tachado de incoherente desde las dos partes. Contra las tesis de Lutero escribió el tratado De libero arbitrio: si, según Lutero, el hombre no precisa la Iglesia ni órganos intermedios entre él y Dios, y puede interpretar la Biblia como único sacerdote de sí mismo, ¿cómo se concilia esta supuesta libertad con su total incapacidad de elección moral? Para Erasmo, el hombre puede superar las consecuencias del pecado original ayudado por la gracia, la voluntad y la razón: todas ellas apuntan al mismo objetivo. La libre voluntad no queda impedida por el hecho de que los designios de Dios sean en gran parte oscuros para la mente humana. Si Jesús llora por una Jerusalén que le rechaza e invita a los judíos a seguirle, es porque reconoce el libre arbitrio; y si al hombre, según Lutero, no le es posible aceptar ni rechazar la gracia divina, ¿qué sentido tiene hablar de recompensa, castigo y obediencia, como hacen continuamente las Escrituras?

Replicó Lutero con
De servo arbitrio ("Sobre el arbitrio esclavo"): la presciencia divina no deja lugar a la contingencia: "Cuanto hacemos, cuanto sucede, aunque nos parezca ocurrir mutablemente y que podría ocurrir también de otra forma, de hecho ocurre por necesidad, sin alternativa e inmutablemente, si nos referimos a la voluntad de Dios". "El destino puede más que todos los esfuerzos humanos". "Si esto se pasa por alto, no puede haber fe ni ningún culto a Dios". "El hombre no posee un libre albedrío, sino que es un cautivo, un sometido y siervo ya sea de la voluntad de Dios, o la de Satanás". "El libre albedrío es nada". Y si el hombre no es libre, no es responsable de sus obras, que nada valen ni cuentan para su salvación a los ojos de Dios. Lo que cuenta es la gracia manifiesta en el sentimiento personal de la fe. Posición contraria también a la convicción clasicista o humanista del hombre como artífice de su destino.

Una tarde toledana, hace cincuenta días, sin saber que dos semanas después se iniciaría por parte de César Vidal un folletín en las páginas de Libertad Digital, cuya única réplica en esas mismas páginas es a cargo de Pío Moa, curiosamente (tanto por la persona como por ser la única); una tarde toledana, como decía, durante una pausa en los paseos, salió el tema, no recuerdo cómo, de la predestinación.

En particular, yo hice un comentario sobre el ‘binomio’ predestinación/omnisciencia divina, que, en este caso, sería relativa a su presciencia, como dice Moa.

El comentario que hice iba en la línea de comparar el eje temporal, digamos, con un eje espacial, y en concreto, una carretera, más o menos larga, con más o menos curvas, entre colinas, montañas, llanuras y desfiladeros.

Quien condujera por dicha carretera se encontraría en ocasiones con tramos que le permitirían conocer plausiblemente el futuro, es decir, el trazado y estado de la carretera, y en otras ocasiones, con tramos en los que eso le resultaría difícil por no decir imposible.

Sin embargo, ‘alguien’ que pudiera trascender la carretera, elevándose suficientemente por encima de ella, comprobaría su trazado y estado con un único vistazo.

Del mismo modo, concluí, Dios trasciende el tiempo, se eleva por encima de él, y puede comprobar el trazado y estado, es decir, puede conocer el desarrollo vital de una persona, lo que incluye sus acciones, decisiones y cambios de opinión: Dios conoce, simplemente, porque ve qué hace el hombre, y no porque decida qué hace ese hombre.

Mis contertulios, por lo que recuerdo, en uso responsable de su libre albedrío, decidieron que lo mejor era cambiar de tema (y sospecho que también mi bebida, pero optaron por no decírmelo).

Y a partir de aquí, nada hay escrito… todo depende de la voluntad de quienes lo lean.

5 comentarios:

  1. Muy interesante el enfoque de S.Cid en su anotación al respecto, que animo a leer y comentar.

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  2. ;-) Tú siempre tan, tan amable. Gracias de nuevo (por aquella interesante tarde toledana, por tu anotación, por tus comentarios y, por supuesto, por el enlace).

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  3. De nada, mujer, pero el comentario y enlace eran de justicia.
    Un saludo.

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  4. Siempre me ha dado un poco de "lástima" la postura protestante respecto a la predestinación. Mi alma quijotesca me lleva a afirmar con rotundidad que, desde luego, "la libertad es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos" (¡y bien sabía el gran Miguel de lo que hablaba!). ¿No es triste pensar que Dios pueda querer reducir su más hermosa criatura a mero pelele..?

    Como es sabido, fue el Concilio de Trento el que intentó perfilar estas teorías sobre gracia y libertad (aunque hay doctrina al respecto desde mucho antes), estableciendo la colaboración entre la gracia de Dios y la libertad del hombre y, desde luego, el tema da para largo. Quizá en Toledo la hora se prestaba a que las neuronas sestearan y por eso no abundamos mucho en el tema, pero la imagen de Dios como cénit del espacio-tiempo humano "da mucho juego", sin duda...

    Recordaba, al hilo de la entrada, una cita de San Agustín, que -asociaciones mías (¡!)-, visualizo como el nubarrón del Espantamóvil de los Autos Locos (sólo que en este caso sería una nube radiante) -o la columna de fuego y la nube que guiaba al pueblo de Israel en el desierto, si a alguien le parece poco ortodoxa la imagen de los dibujos animados- La cita (¿veis por qué no puedo escribir "comentarios"? Ya estaba por los cerros de Úbeda) dice algo así como "Nosotros trabajamos con Dios, que trabaja. Porque la misericordia de Dios se nos adelantó para que fuésemos curados y nos sigue para que seamos salvados. Y es que sin Él no podemos hacer nada". Dios guía, sí, orienta, sin duda, se empeña en que lo hagamos bien... pero, al final, quienes conducimos o paseamos por la carretera somos nosotros. ¡No somos vehículos teledirigidos!

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  5. Yo estoy con vosotros: la hora del café no es la más idónea para tratar de teología, es mejor ponerse a arreglar España,como todo el mundo hace... Qué profundos somos...

    (No sé, ahora que me entero de los tejemanejes de CVM, comienzo a pensar que nos espía. Llamadme conspiranoica...)

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