lunes, 31 de marzo de 2014

Los que se fueron, ¿volverán?

Los judíos españoles que viven dispersos por diferentes partes del mundo serán un constante motivo de preocupación para toda inteligencia curiosa. Es un fenómeno que esconde muchos secretos. En primer término, esas gentes dispersas y desterradas podrían, si se las estudiara bien, revelarnos más de un secreto lingüístico relacionado directamente con los puntos principales de nuestra historia.
Quien escucha el habla que actualmente practican los judíos sefardíes queda desde luego sorprendido por el encanto de aquellas voces arcaicas, profundamente raciales, que suenan como voces antiguas trasladadas a través de un sueño. Pero la sorpresa aumenta cuando se descubre que todos los judíos hablan un idéntico lenguaje castizo. No obstante las diferencias de lugar y de clima, todos los sefardíes usan el mismo idioma arcaico español, aunque unos habiten la Macedonia y otros demoren en Marruecos, y aunque el lenguaje oficial sea en unos el servio, en otros el turco, en otros el griego, en otros el árabe.
Existe, pues, una unidad idiomática en el mundo hebreo de origen español. Este fenómeno halla fácil respuesta en cuanto se considere que los judíos fueron desterrados de España de una vez y en montón, y que el fuerte instinto tradicional y familiar ha hecho que el lenguaje de los antepasados se conserve sin importante alteración en todo el grupo sefardí.
Pero esta respuesta no puede satisfacernos por completo, pues deja al margen y sin contestación otras serias interrogaciones. Los judíos, en efecto, abandonaron España todos juntos y de una vez; pero nótese que no decimos que abandonaron a Castilla, sino a España. En España se hablaban al final del siglo XV los diferentes dialectos o idiomas que hoy mismo se hablan; ¿cómo es, sin embargo, que habiendo vivido aquellos judíos, en las varias regiones españolas donde se hablan dialectos o idiomas no llevaron al destierro más que una de las lenguas que se hablaban en España, la que llamarnos castellana?
No hay noticia de que algún grupo de judíos orientales, balcánicos o marroquíes hable hoy en catalán, en valenciano, en vascuence o en gallego. Todos usan un castellano castizo, que es el que aproximadamente correspondería a tierras de Segovia y Salamanca, o tal vez mejor a tierras de Toledo.
Entonces se piensa que la unidad española no es algo tan arbitrario y deleznable como algunos desean suponer. Los judíos españoles, sólo con la realidad de su fenómeno, pueden asegurarnos que aquella unidad estaba ya cumplida cuando ellos abandonaron las aldeas y las ciudades españolas donde vivieron tantos siglos. La misma naturaleza especial de los hebreos ayuda a dar valor al dato. Viajeros por necesidad comercial, trashumantes por tradición, y habitando generalmente en las poblaciones, los judíos recogían en su seno y naturalmente el tono más pronunciado de la civilización, de la vida común del país. Si la vida urbana de Cataluña, de Valencia o de Vasconia hubiese sido profunda y fuertemente catalana, valenciana o vascongada, los judíos habrían llevado al destierro los caracteres de esas vidas locales. No fué así, como hemos visto. Salieron de las distintas partes de España hablando un único lenguaje castellano, y esto nos debe hacer pensar, repito, en que la vida general, la vida urbana y civilizada de España, estaba ya entonces seriamente unificada.

También podría decirse que, sin entrar en cuestiones filológicas y lingüísticas, hay una explicación más sencilla: en algo se tendría que notar que, según es tradición, el pueblo judío es el más inteligente del planeta.

Aunque bien podría decir alguno que eso se demostrará conforme sea la respuesta a la propuesta de hace unas semanas.

Créditos:
Extracto del artículo La palabra de los judíos, de José María Salaverría, publicado en ABC el 27 de abril de 1923, tomado de la hemeroteca en internet del periódico.

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