miércoles, 26 de marzo de 2014

... das ich lese.

Como cabe suponer, siempre me llevo algún libro para leer durante un viaje. En el caso del de Fráncfort, eché mano de las últimas compras aún sin ubicar, y junté al que estaba a punto de terminar (en una curiosa unión de finalizaciones, de libro y año, y de temática del libro), un par más.




Como puede verse, quedó todo muy victoriano.

También quedó todo bastante reducido al ámbito de los aeropuertos, donde se produjo la mayor parte de la lectura.

Pero es lo que tienen los viajes: que las salas de espera se convierten en salas de lectura.

[Nota:
Naturalmente, a pesar del título de la anotación, no llegué a atreverme aún con recientes adquisiciones.]

Créditos:
Cubiertas y sobrecubiertas de los libros en cuestión.

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