“Y aquí deseo salir al paso de una costumbre actual aconsejada por los
médicos y pedagogos, de que son víctimas muchas candorosas jovencitas. Aludo a
la exposición al sol directo, al frío y al aire libre. (…)
Nuestros higienistas, inspirados sin duda en
sabias autoridades extranjeras, parecen haber olvidado algunas verdades triviales:
Que casi todos los españoles vivimos entre el paralelo 38 y 42, y que la mayor
parte del suelo patrio se alza en meseta elevada, casi anhidra, donde alterna
un sol africano con un frío glacial; muy al revés de lo ocurrido en el Norte de
Europa, donde el astro rey es pálido (cuando aparece, cosa rara), las tierras
son bajas, verdes y mojadas y la atmósfera, aun en los escasos días claros,
muéstrase velada por neblina suspendida a ras de tierra, moderadora de la acción
nefasta de los rayos de onda breve y eliminadora de los terribles rayos
ultravioleta. (…)
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(1) Hablo por experiencia. Nuestros edificios
públicos son, a causa de las enormes vidrieras, casi inhabitables en primavera y
verano; en cambio en invierno exigen una calefacción pródiga y onerosísima.”
Créditos:
Extracto del apartado Inconvenientes del aire libre y el abuso de
la luz solar (incluso nota a pie de página), en el capítulo VI Las costumbres, en la parte segunda Los cambios del ambiente físico y moral,
de la obra de Santiago Ramón y Cajal El
mundo visto a los ochenta años. Impresiones de un arteriosclerótico, tomado
de la segunda edición realizada por Tipografía Artística en Madrid, en 1934 (pp.
85-88), de la biblioteca del autor.
Fotografía del vestíbulo
principal del Palau de la Música de Valencia, acristalado y al sol del mediodía
y de poniente, una tarde de mayo de 2010, del autor.
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