“Y aquí deseo salir al paso de una costumbre actual aconsejada por los
médicos y pedagogos, de que son víctimas muchas candorosas jovencitas. Aludo a
la exposición al sol directo, al frío y al aire libre. (…)
Nuestros higienistas, inspirados sin duda en
sabias autoridades extranjeras, parecen haber olvidado algunas verdades triviales:
Que casi todos los españoles vivimos entre el paralelo 38 y 42, y que la mayor
parte del suelo patrio se alza en meseta elevada, casi anhidra, donde alterna
un sol africano con un frío glacial; muy al revés de lo ocurrido en el Norte de
Europa, donde el astro rey es pálido (cuando aparece, cosa rara), las tierras
son bajas, verdes y mojadas y la atmósfera, aun en los escasos días claros,
muéstrase velada por neblina suspendida a ras de tierra, moderadora de la acción
nefasta de los rayos de onda breve y eliminadora de los terribles rayos
ultravioleta. (…)
Las precedentes verdades, ostensibles y vulgares
no han impresionado por lo visto la sensibilidad de nuestros higienistas. Ni
han repercutido tampoco en la práctica, un tanto rutinaria, de muchos
arquitectos, empeñados en copiar los amplios edificios oficiales, con enormes ventanas,
de Holanda . Inglaterra y Alemania (1). Y es lo curioso que los musulmanes y
antiguos españoles conocían de sobra los efectos letales del calor y de la luz.
Patentízalo elocuentemente las calles angostas de Sevilla, Córdoba, Valencia y
Murcia y las blasonadas moradas de amplio patio provistas de escasas ventanas y
celosías abiertas hacia el arroyo. Parecían adivinar nuestros mayores el
peligro de las anchas vías, francas al polvo y a los gérmenes epidémicos,
entonces desconocidas, pero acaso presentidas.
(1) Hablo por experiencia. Nuestros edificios
públicos son, a causa de las enormes vidrieras, casi inhabitables en primavera y
verano; en cambio en invierno exigen una calefacción pródiga y onerosísima.”
Créditos:
Extracto del apartado Inconvenientes del aire libre y el abuso de
la luz solar (incluso nota a pie de página), en el capítulo VI Las costumbres, en la parte segunda Los cambios del ambiente físico y moral,
de la obra de Santiago Ramón y Cajal El
mundo visto a los ochenta años. Impresiones de un arteriosclerótico, tomado
de la segunda edición realizada por Tipografía Artística en Madrid, en 1934 (pp.
85-88), de la biblioteca del autor.
Fotografía del vestíbulo
principal del Palau de la Música de Valencia, acristalado y al sol del mediodía
y de poniente, una tarde de mayo de 2010, del autor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario