miércoles, 5 de marzo de 2014

Memoria del Doctor

ARCHIVO de lo pasado, lucimiento del presente y único consuelo de la vejez, la memoria es el don más preciado y maravilloso de la vida. Por algo los griegos la divinizaron con el nombre de Mnemosina, madre de las musas. Ella hace posible la noción de la personalidad, eternizando lo vivido, puesto que enlaza y funde el presente con el pasado. Enriquece la percepción actual con todas las asociaciones suscitadas antaño al contemplar hechos análogos. «Adivina, en fin», según expresa bien EBBINGHAUS, «lo que está oculto antes de que sea visible o tangible, permitiéndonos adaptar las reacciones a todo lo alejado en el tiempo y el espacio, y usar, por tanto, en la lucha contra las cosas de precaución y previsión».

Así habla Santiago Ramón y Cajal de la facultad de la «memoria».

Y puestos a «enlazar y fundir el presente con el pasado», recordemos que tal día como hoy, pero de 1894, es decir, hace ciento veinte años, Ramón y Cajal era nombrado Doctor honoris causa por la Universidad de Cambridge (la de este lado del charco), 12 ¾ años antes de que le concedieran el Premio Nobel.

También doce años antes de que le ofrecieran ser Ministro de Instrucción Pública, cargo que, haciendo «uso en la lucha contra las cosas de precaución y previsión»…  rechazó.

Créditos:
Inicio del capítulo IV Las traiciones de la memoria senil, en la parte primera Las tribulaciones del anciano, de la obra de Santiago Ramón y Cajal El mundo visto a los ochenta años. Impresiones de un arteriosclerótico, tomado de la segunda edición realizada por Tipografía Arística en Madrid, en 1934 (pág. 45), de la biblioteca del autor.
Fotografía de la placa de recuerdo a Santiago Ramón y Cajal, en la antigua Facultad de Medicina, en la calle de Santa Isabel, en Madrid, en agosto de 2010, del autor.

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