“Los intentos de acercamiento doctrinal pacífico por parte cristiana son antiguos, en tanto los musulmanes brillan por su ausencia, pero esto no significa mayor bondad del lado cristiano, pues –como puso de relieve D. Cabanelas, a propósito de la obra de Juan de Segovia, escrita a raíz de la caída de Contantinopla en manos de los turcos– los pasos de aproximación sólo buscaban una finalidad proselitista, la conversión de los infieles, a los cuales se podría sacar de su error mediante una labor misional que incluía el aprendizaje del árabe y de los fundamentos de la fe islámica y de la creación de un clima de concordia que condujera a la discursión pacífica y respetuosa de los puntos de convergencia, pero siempre con el objetivo final de cristianizar al contrario. Los escuálidos resultados en Granada de fray Hernando de Talavera liquidaron esa vía, que reapareció esporádicamente y así sigue, como veíamos más arriba en el cap. 2 al referir las nulas conclusiones del ‘Encuentro de las tres grandes religiones’ (Córdoba, 1998). Los musulmanes a este respecto tienen las cosas más claras: su objetivo, naturalmente, es la islamización universal; sin fisuras y sin discusión doctrinal o dogmática alguna, y sólo por cortesía o como gesto propagandístico acuden a este tipo de eventos, por lo general patrocinados y organizados por cristianos, y en ningún caso admiten discutir en pie de igualdad lo que consideran la verdad –es decir, la suya– cotejándola con los errores ajenos, lo cual da origen, se diga o no, a la división del mundo en darislam (morada del islam, de la sumisión, de la paz e inviolable) y dar al-harb (casa de la guerra) que son los territorios aún no sometidos a esa fe.
Traemos a colación este recordatorio religioso porque el mundo en que vivimos anda sobrado de mitos y falto de claridad sobre los fundamentos de las relaciones a gran escala entre las comunidades humanas; y el mundo occidental (si existe tal cosa, y es muy posible que sí) arrastra unos complejos de culpa –ajenos a los demás– que lo maniatan y atormentan en el plano moral y esterilizan buena parte, incluso, de las acciones positivas que podría desarrollar, no como restitución de agravios y abusos (reales e irreales, de todo hubo y hay), ni por sentimientos caritativos o paternalistas, sino por simple solidaridad humana. Mucho se está haciendo pero, sin abandonar los intereses de los estados fuertes o de las multinacionales, al tiempo se sufre una parálisis por motivos de imagen –para el consumo interno en las sociedades occidentales– que lastra y acaba imposibilitando las actuaciones políticas , económicas y hasta militares que resultan necesarias para promover cambios imprescindibles que dignifiquen y faciliten la prosperidad del Tercer Mundo.
Nunca exisitó el Buen Salvaje, en al-Andalus tampoco, y aunque el islam lo perdió jamás fue un paraíso de ningún género. Y si los musulmanes de Hispania cometieron pecados que debían expiar es materia para la reflexión de sus correligionarios de hoy, que no descendientes. Reflexionen, pues, y no nos involucren en sus frustaciones y fracasos: suyos son en prmer término.”
Aunque hace tiempo, atendiendo a una ‘petición de los lectores’, traje a estas páginas la llegada del Moro Muza a España, y este pasado verano recordé el suceso, el hecho de que se hayan cumplido 1.300 años, trece siglos, de ese acontecer histórico ha pasado, al menos en lo que yo sé, prácticamente ignorado.
Y eso que el año empezó bien, aunque únicamente en ese sentido de recuerdo, con un tratamiento especial en el dominical de El Mundo. Sin embargo, no ha sido hasta este final de año cuando he tenido noticia de dos actos culturales relativos a la conmemoración:
Uno, la celebración de unas Jornadas en diversas ciudades de Andalucía, bajo el título 1.300 años de la caída del reino hispano-visigodo de Toledo, que se prolongan, entrre conferencias y visitas guiadas, hasta finales de febrero.
El otro, una exposición en el Museo Arqueológico Regional, en Alcalá de Henares, titulada 711. Arqueología e Historia entre dos mundos, que estará abierta hasta abril.
Tarde, aunque espero que a tiempo, este modesto recordatorio de lo que sucedió (y de lo que no sucedió, ni sucede), hace, sí, trece, trece siglos.
Créditos:
Párrafos finales del capítulo 7 El sueño de al-Andalus de la obra de Serafín Fanjul La quimera de al-Andalus (2004), en edición de Siglo XXI, según su tercera reimpresión, de febrero de 2005 (pp. 250-252)
Ilustración de la batalla de Guadalete, tomada de la obra del Padre Mariana Historia general de España, en la edición publicada por la Imprenta y Librería de Gaspar y Roig (en Madrid, calle del Príncipe, 4), en el año de Nuestro Señor de 1852 (pág. 197)
Portada del ejemplar del 9 de enero de 2011, del dominical Magazine de El Mundo.
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ResponderEliminarPor lo que se ve, los hay que siguen empeñados en volver.
ResponderEliminarEl refranero no siempre acierta, pero ¿"quien la sigue, la consigue"?
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ResponderEliminarS.Cid:
ResponderEliminarPor error, he borrado tu comentario de las 00:18 del 27 de diciembre de 2011, por lo que lo reproduzco ahora:
«Sí que estamos acomplejados, sí. Si durante el Ramadám alguien pusiera una bomba en una mezquita a la hora de la oración principal, habría que oír los lamentos y lloros de los líderes de los países occidentales. Y, sin embargo, ¿quién ha dicho siquiera "mu" por la matanza de cristianos ayer durante la misa del gallo?
Por cierto, ¿es "del gallo" o "de gallo"? Hoy oí en la radio que lo correcto es "de gallo", pero yo siempre lo he oído y utilizado con "del".»
Y te contesto diciendo que tienes razón, y que no sea sólo complejo.
Sobre 'de' o 'del', lo ignoro, aunque estoy en tu misma situación respecto de 'del'.
Un saludo.